Extrema derecha, derecha radical o ultraderecha son términos políticos utilizados para describir movimientos o partidos políticos que promueven y sostienen posiciones o discursos nacionalistas, patrioteros o ultraconservadores considerados extremistas. Estas posturas radicales corrientemente se vinculan con prácticas antidemocráticas.
Muchos partidos adquieren unas posturas de defensa exacerbada de la identidad nacional y no abogan por el mantenimiento de las instituciones y las libertades democráticas. Otros dicen aceptar las normas democráticas y así lo perciben sus electores. Sin embargo, varios de los dirigentes de partidos de extrema derecha suelen reivindicar o tener algún tipo de relación con la ideología de tipo fascista.
En su análisis de la ultraderecha actual, el politólogo neerlandés Cas Mudde diferencia los términos ultraderecha (far right) y extrema derecha (extreme right). El término ultraderecha englobaría a todos los derechistas que son «antisistema», es decir, que son hostiles a la democracia liberal, mientras que la extrema derecha sería uno de los dos subgrupos en que Mudde divide a la ultraderecha y que estaría caracterizado por rechazar la esencia de la democracia, es decir, «la soberanía popular y el principio de la mayoría», y cuyo ejemplo más trágicamente famoso sería el fascismo. El otro subgrupo de la ultraderecha sería la derecha radical populista (populist radical right) que, a diferencia de la extrema derecha en la terminología de Mudde, acepta la esencia de la democracia, «pero se opone a elementos fundamentales de la democracia liberal, y de manera muy especial, a los derechos de las minorías, al Estado de derecho y a la separación de poderes». Este segundo subgrupo de la derecha radical populista es el que, según Mudde, predomina en la ultraderecha del siglo XXI (dentro de lo que Mudde denomina cuarta ola de la ultraderecha iniciada en el año 2000 y que llega hasta nuestros días, y cuyos grandes «ejes temáticos» serían la inmigración, la seguridad, la corrupción y la política exterior, además de la cuestión del género.). Así pues, la extrema derecha (extreme right) y la derecha radical populista (populist radical right), según Mudde, se distinguirían porque «mantienen posturas intrínsecamente diferentes respecto de la democracia».
Las expresiones «derecha» o «extrema derecha» tienen su origen en el lugar donde se sentaban los diputados en el parlamento francés surgido tras la Revolución francesa: los monárquicos y los conservadores de la época se sentaban siempre en el lado derecho y los liberales en el izquierdo. La extrema derecha se contrapone así a la izquierda radical, y en cierto modo es un movimiento antagónico a las ideas revolucionarias de la izquierda. Su origen ideológico reside en el pensamiento contrarrevolucionario conservador del francés Joseph de Maistre, quien, a partir de finales del siglo XVIII, reivindicaba la Edad Media como modelo, situando la ruptura en 1789, con una postura que se acercaba más al involucionismo político.
En la primera mitad del siglo XX, el fascismo y nazismo protagonizaron trágicos episodios en Europa, pero acabaron siendo claramente derrotados. Las ideas que estos movimientos representaban han ido teniendo continuidad a lo largo del tiempo, como el Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD), fundado en 1964 o Falange Española, partido sucesor del fundado en 1933 por José Antonio Primo de Rivera, este último con unas ideas basadas en el fascismo italiano de Benito Mussolini con ideas nacionalsindicalistas.
Así, se consideraron partidos de extrema derecha a aquellas formaciones políticas cuyo ideario estuviera vinculado ideológicamente con el fascismoantisistema, aunque también se incluyen los grupos neonazis, cuya inspiración es la ideología nazi (contracción de la palabra alemana Nationalsozialistische, que significa «nacional-socialista»).
a través de referencias a sus mitos y símbolos, además del seguimiento del programa fascista. También desarrollaron una activa labor de deslegitimación de la democracia mediante una oposiciónEl politólogo alemán Klaus von Beyme distinguió en 1988 tres olas en la historia de la ultraderecha después de la Segunda Guerra Mundial. Treinta años después el politólogo neerlandés Cas Mudde añadió una cuarta ola que se habría iniciado en el año 2000.
La primera ola de la ultraderecha comenzó en 1945 y terminó hacia 1955. Se caracterizó por la existencia de pequeños grupos que se mantuvieron leales a la causa fascista a pesar de la derrota. Estos grupos llamados neofascistas, aunque nada tenían de nuevos pues seguían fieles a la vieja ideología nazi o fascista, se situaron en los márgenes del sistema político y de la sociedad debido al «consenso antifascita» alcanzado tras el final de la Segunda Guerra Mundial ―el «nunca más»―. Se agruparon inicialmente en asociaciones de apoyo a los excombatientes de la Wehrmacht. Los que constituyeron partidos neofascistas ―algunos de los cuales fueron prohibidos por los tribunales como el alemán Partido Socialista del Reich o el neerlandés Movimiento Social Europeo Nacional― o no concurrieron a las elecciones o cuando lo hicieron obtuvieron un escasísimo apoyo. La excepción la constituyó el Movimiento Social Italiano (MSI, siglas también leídas como ‘’Mussolini Sei Immortale’’ [«Mussolini, eres inmortal»]). Lo encabezaba Giorgio Almirante, un antiguo cargo del gobierno fascista, y consiguió entrar en 1948 en el parlamento de la recién proclamada República italiana. Nunca dejó de conseguir algún escaño a lo largo de toda su existencia ―en 1995 se transformó en la «posfascista» Alianza Nacional―. Los partidos neofascistas europeos fundaron en 1951 el Movimiento Social Europeo, estimulados por el éxito del MSI italiano, pero fue una iniciativa, en la que también participó el fascista británico Oswald Mosley, que no tuvo ninguna repercusión. Tampoco la tuvo la propuesta del neofascista estadounidense Francis Parker Yockey de formar el Frente de Liberación Europeo. Fuera de Europa solo surgieron pequeños grupos neofascistas en América Latina muy influidos por el régimen salazarista de Portugal y el régimen franquista de España.
La segunda ola de la ultraderecha, 1955-1980, se caracterizó por el predominio del populismo de derecha, que se definía por su oposición a las élites de la posguerra. El ejemplo más importante del populismo de derecha lo constituyó el poujadismo, por el nombre del líder de la Unión de Defensa de Comerciantes y Artesanos Pierre Poujade. A diferencia de los partidos neofascistas, el poujadismo no era abiertamente antidemocrático, aunque uno de sus rasgos era el antiparlamentarismo ―Poujade llegó a decir que la Asamblea Nacional francesa era el «burdel más grande de París»―. En 1955 se convirtió en un movimiento de masas llegando a alcanzar los cuatrocientos mil miembros y en las elecciones francesas de 1956 logró dos escaños, uno de ellos ocupado por el líder de las juventudes poujadistas Jean-Marie Le Pen. Con el advenimiento de la Quinta República Francesa en 1958 el poujadismo desapareció. En otros países europeos también surgieron partidos populistas de derechas como el Partido del Progreso de Dinamarca (que en 1973 logró el 15,9 % de los votos) o el Partido del Progreso de Noruega (que no pasó del 5% de los votos), que defendieron el neoliberalismo económico (se oponían a los impuestos altos y al sector público: el partido danés llegó a pedir la supresión del presupuesto de defensa). En Estados Unidos el populismo de derecha estuvo representado por la John Birch Society, el senador Joseph McCarthy y los candidatos a la presidencia Barry Goldwater y el racista George Wallace, este último al frente del Partido Independiente Americano con conexiones con el Ku Klux Klan (KKK) y el Citizens' Council.
Durante la segunda ola el neofascismo continuó estando presente en la escena política de los países occidentales aunque sin abandonar la marginalidad. La excepción la constituyó en Europa el Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) fundado en 1964 por antiguos altos cargos nazis y que convirtió la oposición a la inmigración de origen no europeo en una de sus señas de identidad. Por las mismas fechas se fundó en Gran Bretaña el abiertamente racista Frente Nacional ―«Alto a la inmigración» o «Hagamos Gran Bretaña grande de nuevo» eran algunos de sus lemas―. Sin embargo, durante esta segunda ola «las formaciones ultraderechistas no pasaban de ser un fenómeno político marginal. Los grupos neonazis apenas podían manifestarse por las calles sin ser detenidos y los partidos antiimigración no obtenían casi ningún apoyo electoral».
Entre 1980 y 2000 se produjo la tercera ola de la ultraderecha durante la cual los partidos europeos de la derecha radical populista, convertida al final del periodo en la ideología dominante de la extrema derecha, fueron entrando en los parlamentos especialmente durante la década de 1990 ―años en los que alcanzaron un porcentaje medio de votos del 4,4%, cuando en la década de 1980 apenas superaban el 2%―. Su crecimiento se debió al aumento del desempleo provocado por las sucesivas crisis del petróleo de 1973 y 1979 y también a los efectos de la inmigración masiva. Los primeros en entrar en sus respectivos parlamentos fueron el flamenco Vlaams Blok en 1978, el Partido del Centro de los Países Bajos en 1982 ―cuyo lema era: «Los Países Bajos no son un país de inmigrantes. ¡Alto a la inmigración!»― y el Frente Nacional francés del antiguo poujadista Jean-Marie Le Pen en 1986 ―este último obtuvo el 9,6% de los votos―. Por otro lado, antiguos partidos conservadores tradicionales se transformaron en partidos de derecha radical, como el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) de Jörg Haider y el Partido Popular Suizo de Christoph Blocher. Tras las revoluciones de 1989 que provocaron la caída del comunismo, en Europa Oriental se formaron partidos de ultraderecha como el Partido Croata de los Derechos, el Partido Nacional Eslovaco o el Partido de la Gran Rumanía.
Estos partidos de la derecha radical populista se caracterizaban además de por el populismo de derechas por el autoritarismo y por el nativismo. «Criticaban a los inmigrantes y/o las minorías autóctonas [como los gitanos en el Este de Europa], así como a la élite europea y la nacional, al tiempo que se presentaban a sí mismos como la voz popular que decía lo que el pueblo piensa». Sin embargo, no lograron formar ninguna alianza internacional. Fuera de Europa, también creció la ultraderecha. En India el Partido Popular Indio (BJP) se fundó en 1980 y en Australia Pauline Hanson fundó en 1997 el One Nation Party. En Israel fueron prohibidos en 1994 los neofascitas Kach y su sucesor Kahane Chai del rabino Meir Kahane.
El crecimiento de la ultraderecha durante la tercera ola, en concreto de los partidos de derecha radical populista, fue respondido por la sociedad y por el resto de formaciones políticas, por lo que estos partidos continuaron relegados en los márgenes del sistema político. Por ejemplo, en 1982 hubo una gran manifestación en La Haya frente a la sede del Parlamento para protestar por la entrada en el mismo del ultraderechista Partido del Centro de Hans Janmaat. Los manifestantes portaban pancartas en las que se podía leer: «Han vuelto» o «El racismo es odio a las personas». En 2000 la entrada en el gobierno de Austria del ultraderechista FPÖ provocó protestas multitudinarias y un boicot de la comunidad internacional. Dos años después, cuando el líder del Frente Nacional Jean-Marie Le Pen alcanzó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia de 2002, se produjo una enorme movilización a favor del otro candidato, el gaullista Jacques Chirac, que obtuvo más del 80% de los votos.
La cuarta ola de la ultraderecha se inició hacia el año 2000 y llega hasta la actualidad. Su principal diferencia respecto a las tres olas anteriores es que los partidos de ultraderecha han dejado de ser marginales. Los partidos tradicionales han empezado a adoptar algunos de sus postulados y a considerarlos posibles aliados en el gobierno o en la oposición debido fundamentalmente a que la ultraderecha ha comenzado a tener un peso electoral y político cada vez mayor, incluso en países donde había tenido una escasa implantación ―en la segunda década del siglo XXI alcanzaron de media un 7,5% de apoyo electoral, cuando veinte años antes era del 4%, y algunos partidos consiguieron ser los más votados en sus respectivos países, como el Partido Popular Danés (DF), el Fidesz húngaro, el Frente Nacional francés, el PiS polaco o el Partido Popular Suizo (SVP)―.
Según Cas Mudde el crecimiento de la ultraderecha en esta cuarta ola se ha debido al impacto de tres crisis: el 11-S de 2001, la Gran Recesión de 2008 —causante de la creciente inseguridad con que los ciudadanos ven su futuro— y la «crisis de los refugiados» de 2015 ―a esta última «crisis» Mudde le concede especial relevancia pues la considera el catalizador del proceso de desmarginación de la ultraderecha en Europa, porque a partir de entonces «las manifestaciones antiinmigración se han convertido en habituales en las calles de muchas ciudades europeas importantes, y también la violencia ultraderechista contra antifascistas, inmigrantes, miembros de la comunidad LGTBQ y refugiados ha experimentado un notable incremento»―.
Otra de las características de la cuarta ola es la heterogeneidad de la ultraderecha que incluye no solo a los partidos de derecha radical populista, los predominantes, sino también a partidos conservadores transformados en populistas, entre los que destacan el Fidesz húngaro y el PiS polaco, que han llegado a alcanzar el gobierno de sus respectivos países, y a partidos neofascistas como el griego Amanecer Dorado o el eslovaco Kotleba-Partido Popular Nuestra Eslovaquia.
Por último, hay que señalar como otra característica específica de la cuarta ola la importancia cada vez mayor de los partidos de ultraderecha en la formación de los gobiernos, apoyando a gobiernos en minoría ―como el Partido Popular Danés (DF) o el neerlandés Partido por la Libertad (PVV)―, formando parte de gobiernos de coalición ―como el FPÖ en Austria, la Unión Nacional Ataque en Bulgaria, la Concentración Popular Ortodoxa (LAOS) en Grecia o la Liga Norte en Italia― o incluso formando gobiernos en solitario, como el Fidesz en Hungría o el PiS en Polonia. Fuera de Europa tres de las democracias más pobladas del planeta han estado o están gobernadas por líderes ultraderechistas: Narendra Modi del BJP en India, Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos.
También hay que destacar como característica de la cuarta ola que los partidos ultraderechistas han conseguido incluir «sus» temas en el debate público ―la inmigración, la seguridad ciudadana, lo «políticamente correcto», la islamofobia, el «buenismo», el euroescepticismo, el terrorismo, etc.― y que la derecha tradicional ha asumido algunos de ellos en su agenda política y también algunos de sus principios como el nativismo, el populismo o el autoritarismo aplicándolos cuando llegan al gobierno. Según Cas Mudde, «la desmarginación de la ultraderecha ―en cuanto a su ideología, sus propuestas y su organización― característica de la cuarta ola ha hecho que las fronteras entre la derecha radical y la tradicional o convencional ―y, en algunos casos, la izquierda, como ha sucedido en la República Checa o Dinamarca― se hayan vuelto cada vez más difíciles de establecer».
En Europa una parte importante de la ultraderecha se caracteriza por un gran sentimiento euroescéptico, antiglobalización, y de oposición a la inmigración de una forma nacionalista y en ocasiones, xenófoba y racista. Igualmente tiende a tener una ideología conservadora, en sus vertientes nacionalista, liberal o social. La ultraderecha tiene una fuerte presencia en países como Países Bajos, Austria , Italia, , Francia, Reino Unido, Suecia, Finlandia, Bélgica , Alemania, España o Grecia. Este crecimiento de la ultraderecha ha provocado una enorme preocupación por el recuerdo de los episodios de la primera mitad del siglo XX.
La expresión «extrema derecha» ha sido utilizada por diferentes estudiosos de manera un tanto contradictoria debido a las diferentes configuraciones ideológicas,
al no existir un consenso sobre una ideología concreta que defina a todos los grupos enmarcados en la extrema derecha, especialmente si tenemos en cuenta las variaciones ideológicas sufridas a lo largo del tiempo. Así, en opinión del profesor mexicano Rodríguez Araujo, el término derecha «es también un concepto que ha variado según las tradiciones y el tipo de sociedad y de poder que se han defendido a lo largo de la historia. Muchas de las posiciones políticas que ahora consideramos de derecha fueron de izquierda en otro momento». En consecuencia, podemos afirmar que no todos los grupos de extrema derecha comparten los mismos ideales, pero la mayoría tiene una visión del mundo conspirativa y ultranacionalista, que les permite recoger el voto de protesta contra las imperfecciones de la democracia parlamentaria representativa. Tienen en común al menos alguna de las siguientes características:
El politólogo neerlandés Cass Mudde, uno de los principales expertos sobre la ultraderecha —ha publicado artículos sobre el tema en los principales diarios de referencia como, por ejemplo, el que escribió para The Washington Post analizando el ascenso de la ultraderecha en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014— ha propuesto diferenciar dentro de la ultraderecha (far right) los partidos de extrema derecha (extreme right) de los partidos de la derecha radical populista (populist radical right):
Las razones de estas diferencias son históricas y geográficas.Europa Oriental (como Rumania, Hungría, Croacia, Alemania Oriental) pasaron tanto por dictaduras fascistas autóctonas como por regímenes comunistas donde se daba a menudo persecuciones antijudías. En estos países además de tener partidos que pueden derivar directamente de las agrupaciones tradicionales históricas del fascismo, el discurso «clásico» racial, nacionalista e irredentista no escandaliza tanto a la sociedad, y debido a que la cantidad de inmigrantes musulmanes es relativamente menor se requiere un nuevo «chivo expiatorio» (minorías como gitanos y judíos). Por el contrario en Europa Occidental, la mayoría de países no han tenido dictaduras fascistas y su principal contacto con el fascismo se dio durante la ocupación nazi, por lo que en muchos casos se enorgullecen de las luchas antinazis del pasado. Por ello, salvo excepciones, los partidos de ultraderecha de estas naciones dejan de lado ataques contra las pequeñas comunidades judías y se enfocan en el discurso anti-islámico siendo la inmigración musulmana un problema mayor para muchos sectores de la ciudadanía e incluso comparan al islam con el nazismo, el Corán con Mein Kampf, etc., y el discurso racista se deja de lado (al punto de que personas de etnia negra o judía pueden pertenecer a estos partidos).
Por un lado, muchos países deEl politólogo Cas Mudde señala los siguientes componentes de la ideología de la ultraderecha actual:
En cuanto a los temas que forman parte de la agenda política de la ultraderecha Cas Mudde afirma que hasta el año 2000 aparecía únicamente la inmigración, pero con el auge de la derecha radical populista han aparecido otros cuatro temas que se han sumado a aquel: la seguridad, la corrupción, la política exterior y la cuestión de género.
Los partidos políticos no son la única forma de articulación de la ultraderecha, aunque constituyen su núcleo central en el siglo XXI. También existen los movimientos sociales de ultraderecha, que están bien organizados pero que a diferencia de los partidos no se presentan a las elecciones, y las subculturas ultraderechistas, que carecen de organización. Dentro de los movimientos sociales se encuentran las organizaciones intelectuales, las organizaciones mediáticas y las organizaciones políticas. Las organizaciones intelectuales «están centradas en desarrollar ideas de ultraderecha y en innovar en ese terreno y en formar sobre todo a los activistas ultraderechistas». La más importante sería la Nouvelle Droite cuyos orígenes se remontan a la fundación del GRECE en París en 1968 y cuya figura principal es Alain de Benoist. A la Nouvelle Droite habría que sumar diversos think tanks de Estados Unidos, como el islamófobo Gatestone Institute de John Bolton, la American Renaissance de Jared Taylor o el National Policy Institute de Richard B. Spencer (estas dos últimas organizaciones ligadas a la alt-right). En Europa hay que citar dos centros educativos superiores de ultraderecha: el Instituto de Ciencias Sociales, Economía y Política de Marion Maréchal-Le Pen y la Universidad de Cultura Social y Mediática del sacerdote católico polaco Tadeusz Rydzyk. En cuanto a las organizaciones mediáticas hay que destacar los sitios web estadounidenses Stormfront (neonazi), Breitbart News (de derecha radical), The Daily Stormer (neonazi), InfoWars (conspirativa), y VDARE (supremacista blanca). En Europa destacan Junge Freiheit y Gazeta Polska, y en Israel Arutz Sheva.
En cuanto a las organizaciones políticas de ultraderecha, que suelen estar estructuradas como los partidos políticos pero que se diferencian de estos en que no se presentan a las elecciones (o han dejado de hacerlo), hay que subrayar que la mayoría de ellas son marginales y cuentan con muy pocos activistas. Algunas de las más conocidas son el Movimiento Nacionalsocialista de Estados Unidos, la Liga de Defensa Inglesa (EDL), la alemana PEGIDA o la japonesa Zaitokukai. Sin embargo hay una organización política de ultraderecha con muchos afiliados y muy poderosa: la Nippon Kaigi (‘Conferencia Japón’). También destaca el movimiento identitario —ideológicamente un derivado de la Nouvelle Droite— que está activo en varios países europeos y en Estados Unidos y Canadá —en estos dos últimos países en conexión con la alt-right—.
Entre las subculturas de ultraderecha hay muchas de ámbito nacional como, por ejemplo, la del Uyoku dantai de Japón, pero son muy pocas las de ámbito verdaderamente internacional. Entre ellas hay que destacar a la derecha alternativa (alt-right), impulsada por el estadounidense Richard B. Spencer, y que se concentra casi exclusivamente en el entorno digital (compartiendo ideas con la «manosfera»), aunque también convoca manifestaciones como la manifestación Unite the Right (Charlottesville, 11 al 12 de agosto de 2017) que desembocó en disturbios violentos y el asesinato de un contramanifestante. También se incluyen entre las subculturas de ultraderecha los grupos de "hooligans" ultras que nacieron en Inglaterra pero que se han extendido al resto de Europa (y especialmente a la Europa del Este), así como a Israel (donde destaca el grupo ultra del club de fútbol Beitar Jerusalén conocido como “La Familia” y que ha protagonizado numerosos incidentes violentos, en ocasiones junto a militantes del ultraderechista Lehava) . La tercera subcultura de ámbito internacional sería la de los "skinheads" ultras, aunque la inmensa mayoría de los skins son apolíticos o antirracistas (como los Skinheads Against Racial Prejudice, ‘Skinheads Contra el Prejuicio Racial’). Los primeros "skinheads" ultras surgieron en Inglaterra en los años 1970 en relación con el ultraderechista Frente Nacional, uno de cuyos activistas era Ian Stuart líder del grupo musical Skrewdriver cuya canción «White Power» se convirtió en el himno oficioso del movimiento. En las décadas de 1980 y 1990 proliferaron en Europa y en Norteamérica los "skinheads" nazis. A partir de 2000 los skinheads ultras se extendieron por Europa del Este.
Un caso especial lo constituye CasaPound de Italia ya que es al mismo tiempo una subcultura y un movimiento, que se define como «fascista» ―de ahí el nombre que ha adoptado―, y también se presenta a las elecciones aunque con escaso éxito, además de haberse visto implicada en episodios de violencia política.
La valoración positiva de la violencia constituye un elemento esencial del fascismo (y del nazismo). Y en las últimas décadas, según Cas Mudde, «la violencia ultraderechista ha adquirido un carácter más planificado y regular, y una mayor letalidad, como lo demuestran los atentados terroristas cometidos en, entre otros lugares, Christchurch (Nueva Zelanda), Pittsburgh (Estados Unidos) y Utoya (Noruega). Mudde cita un estudio de un especialista en terrorismo de la Universidad de Oslo en el que se han contabilizado 578 incidentes violentos protagonizados por la ultraderecha entre 1998 y 2015 en Europa occidental y en los que hubo 303 muertos. En otro estudio, referido a Estados Unidos, se constata que hubo 368 muertos causados por activistas de ultraderecha entre 1990 y 2013 ―de hecho en Estados Unidos la ultraderecha ha sido responsable de más violencia política que la extrema izquierda; lo mismo ocurre en Alemania, Suecia o India―. La mayor parte de las víctimas, tanto en Europa occidental como en Estados Unidos, eran personas percibidas por los ultraderechistas como «degeneradas» (feministas, izquierdistas, homosexuales, personas sin techo…) o «extranjeras» (inmigrantes, refugiados, minorías étnicas), como en los pogroms antigitanos de Europa del Este o en los pogroms contra musulmanes y sijs en India. Hay partidos de extrema derecha en los que la violencia forma parte esencial de su ideario y de sus actividades, como el griego Amanecer Dorado, los Lobos Grises, el ala juvenil del Partido del Movimiento Nacional (MPH) turco, o el partido judío Kach.
Mudde afirma que «el terrorismo de ultraderecha se ha convertido en una amenaza creciente en los últimos años». Suele ser obra de «lobos solitarios», como en el tiroteo en Macerata de 2018 en el que resultaron heridos seis inmigrantes africanos ―el perpetrador fue un antiguo candidato de la Liga Norte―, pero la policía ha desarticulado organizaciones terroristas ultraderechistas, como Clandestinidad Nacionalsocialista de Alemania, Acción Nacional de Gran Bretaña o Abhinav Bharat de India. También ha participado en acciones terroristas la estadounidense Liga de Defensa Judía y su heredero israelí, el partido Kach que fue finalmente prohibido.
Uno de los protagonistas de la violencia ultraderechista son los grupos paramilitares. Los europeos, aunque usan uniformes, no están armados ―aunque hay excepciones como el Batallón Azov, encuadrado en la Guardia Nacional ucraniana― y varios de ellos están (o estaban) ligados a determinados partidos, como la Guardia Húngara fundada por Jobbik, mientras que otros no, como los escandinavos Soldados de Odín. En cambio en Estados Unidos están fuertemente armados por lo que son más conocidos como milicias, la mayoría de las cuales tienen una marcada orientación anti-gobierno federal, aunque tras acceder Donald Trump a la presidencia en enero de 2017 muchas pasaron a apoyar al nuevo presidente, como los Oath Keepers o los Three Percenters. La actitud anti-gobierno federal es compartida por el movimiento de los sovereing citizens (‘ciudadanos soberanos’) que también han protagonizado incidentes violentos con armas de fuego. En Alemania existe un movimiento similar al de los “sovereing citizens” conocido como Movimiento Ciudadanos del Reich, algunos de cuyos miembros también han estado implicados en tiroteos con fuerzas del orden. Sin embargo, el grupo paramilitar más numeroso y más violento se encuentra en India. Es la Asociación de Voluntarios Nacionales (RSS), próxima al BJP, cuyos militantes ‘’hindutva’’ han participado en numerosos actos violentos contra colectivos que perciben como enemigos nacionales, como las personas que comen carne de vacuno (la vaca es un animal sagrado en el hinduismo) o la minoría musulmana (sus militantes participaron en la demolición de la mezquita Babri Masjid en 1992 por lo que la RSS fue ilegalizada durante un año).
En la siguiente tabla se incluye la evolución electoral de diversos partidos considerados de ultraderecha en Europa, se incluyen todos aquellos partidos de marcado carácter anti-inmigración, populistas y nacionalistas, aunque algunos de estos partidos son de ideologías radicalmente contrarias en determinados puntos, como el apoyo a Israel del PVV, y el antisemitismo de Amanecer Dorado, o el liberalismo económico de PxC y el socialismo de MSR en España.
En el Parlamento Europeo estos partidos suelen asociarse entre ellos y con otros partidos de iguales características en función de su carácter euroescéptico, nacionalista y conservador. El primer grupo oficial de la ultraderecha que se formó en el Europarlamento fue el Grupo de las Derechas Europeas (1984-1989) del que formaban parte el Movimiento Social Italiano (MSI), el Frente Nacional (FN) y la Unión Política Nacional griega. Le sucedió el Grupo Técnico de las Derechas Europeas (1989-1994) integrado por el FN, Los Republicanos de Alemania y el Vlaams Belang (VB) flamenco. Después se formaron la Unión por la Europa de las Naciones (1999-2009), el Grupo por la Europa de las Democracias y de las Diferencias (1999-2004), Independencia y Democracia (2004-2009), Identidad, Tradición, Soberanía (2007), Europa de la Libertad y la Democracia (2009-2019) y la Europa de las Naciones y de las Libertades (2014-2019).
Tras las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, Liga Norte, Agrupación Nacional (antiguo FN), Alternativa por Alemania, Partido Popular Danés (DF), FPÖ, Vlaams Belang, Libertad y Democracia Directa, EKRE, Partido de los Finlandeses y Partido por la Libertad (PvV) formaron el grupo Identidad y Democracia (sucesor del grupo Europa de las Naciones y las Libertades), mientras que el PiS, Foro para la Democracia (FvD), Demócratas de Suecia, Vox, Organización Revolucionaria Interna de Macedonia – Movimiento Nacional Búlgaro, Solución Griega, Hermanos de Italia y Alianza Nacional se integraron en el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos. Los partidos de extrema derecha Amanecer Dorado, Jobbik y Kotleba - Partido Popular Nuestra Eslovaquia decidieron quedarse en el grupo de los «no adscritos».
Luego, como partido político europeo que agrupan a algunos de ellos están el EuroNat (fundado por Jean-Marie Le Pen en 1997), la Alianza Europea de Movimientos Nacionales y el Partido Identidad y Democracia.
En Estados Unidos nació una organización de ultraderecha anterior a la aparición de los fascismos en Europa: el Ku Klux Klan (KKK). Fue fundado tras la guerra civil (1861-1865) por militares confederados para sembrar el terror entre los esclavos negros que acaban de ser liberados y también entre los yanquis instalados en el Sur (denominados despectivamente como “carpetbaggers”). En las primeras décadas del siglo XX surgió un segundo KKK que se extendió a algunos estados del norte y que dejó de tener como objetivo a los “yanquis” para pasar a arremeter contra la inmigración católica, además de seguir manteniendo como objetivo principal a los afroamericanos (y a los judíos). El tercer KKK, que es el que existe en la actualidad, surgió como reacción al movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos de la década de 1960, y continuó siendo profundamente racista (blanco) y antisemita, identificándose así cada vez más con las formaciones neonazis.
Tras la Segunda Guerra Mundial surgió un populismo de derecha que estuvo representado por la John Birch Society, el senador Joseph McCarthy y los candidatos a la presidencia Barry Goldwater y el racista George Wallace, este último al frente del Partido Independiente Americano con conexiones con el Ku Klux Klan (KKK) y el Citizens' Council.
A finales del siglo XX y durante el siglo XXI aparecieron diversos think tanks de ultraderecha, como el islamófobo Gatestone Institute de John Bolton, la American Renaissance de Jared Taylor o el National Policy Institute de Richard B. Spencer (estas dos últimas organizaciones ligadas a la alt-right), y también organizaciones mediáticas como los sitios web Stormfront (neonazi), Breitbart News (de derecha radical), The Daily Stormer (neonazi), InfoWars (conspirativa), y VDARE (supremacista blanca). En cuanto a los movimientos de ultraderecha destaca el movimiento identitario, en conexión con la alt-right, y, en cuanto a las subculturas de ultraderecha, la derecha alternativa (alt-right), impulsada por Richard B. Spencer, y que se concentra casi exclusivamente en el entorno digital (compartiendo ideas con la «manosfera»), aunque también convoca manifestaciones como la manifestación Unite the Right (Charlottesville, 11 al 12 de agosto de 2017) que desembocó en disturbios violentos y el asesinato de un contramanifestante.
La derecha radical populista llegó al poder en 2017 con la elección de Donald Trump como nuevo presidente. Esto se evidenció desde el primer momento. En su discurso inaugural que, según Cas Mudde, «rezumaba la ira y la frustración típicas del discurso político antisistema, pero proyectadas desde el núcleo de las instituciones del sistema», Trump dijo lo siguiente:
Durante la presidencia de Donald Trump (2017-2021) el ultraderechista movimiento de milicias, dejó de tener una marcada orientación anti-gobierno federal para pasar a apoyar al nuevo presidente, como los Oath Keepers o los Three Percenters. Sin embargo, los sovereing citizens (‘ciudadanos soberanos’), que también habían protagonizado incidentes violentos con armas de fuego, mantuvieron la actitud anti-gobierno federal. Estos grupos "trumpistas", entre los que se encontraban los Proud Boys, fueron los que protagonizaron el Asalto al Capitolio de los Estados Unidos de 2021, intentando impedir que fuera proclamado como nuevo presidente el demócrata Joe Biden.
En el contexto de la Guerra Fría, distintas guerras civiles entre fuerzas guerrilleras de izquierda y paramilitares de derecha ensagrentaron la región. Distintos regímenes autoritarios tradicionalmente considerados como de extrema derecha dominaron, a menudo en forma de dictaduras, distintas naciones de Centro y Sudamérica.
Entre otros no listados aquí. La mayoría de estos grupos están disueltos o inactivos.
Diferentes movimientos políticos contemporáneos y sus candidatos han sido descritos en la actualidad como de extrema derecha con matices de populismo de derecha y autoritarismo de distinto nivel. Muchos de los receptores de esta descripción por lo general reniegan de ella puesto que es a menudo considerada como peyorativa, por lo que debe tenerse en cuenta que la mención de estos grupos está sujeta a debate y es a menudo refutada.
Sin embargo, distintos analistas han descrito como de extrema derecha a; por ejemplo, el presidente argentino Mauricio Macri y su partido Cambiemos, al mandatario colombiano Iván Duque del Centro Democrático y el Presidente de Brasil Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal. Los partidos políticos mexicanos Partido Acción Nacional y Partido Encuentro Social han sido acusados de tener posiciones ultraderechistas. En Costa Rica han sido acusados de extrema derecha el Movimiento Libertario de Otto Guevara y Fabricio Alvarado de Nueva República. En Perú existieron dos partidos fascistas: la Unión Revolucionaria (1931-1945), que fue el partido oficialista durante el gobierno de Luis Miguel Sánchez Cerro, y el Movimiento NacionalSocialista Despierta Perú (2000-2009). En Bolivia es acusada de extrema derecha la presidenta Jeanine Áñez del Movimiento Demócrata Social, también el partido político Unión Juvenil Cruceñista es acusado de tener posiciones ultraderechistas.
En Argentina destacan organizaciones como el utranacionalista y filonazi Bandera Vecinal, comandado a nivel nacional por Alejandro Biondini. En Uruguay han existido partidos de filiación ultraderechista: Unión Patriótica, dirigida por Néstor Bolentini en 1984, el Partido Alianza Oriental en 1994 y el Partido Unión por el Cambio en el 2014.
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