Las Particiones de Polonia (en polaco: Rozbiór o Rozbiory Polski, en lituano: Abiejų Tautų Respublikos padalinimai, en bielorruso: Падзелы Рэчы Паспалітай) son los términos empleados para designar las divisiones sucesivas de la República de las Dos Naciones en el siglo xviii entre Rusia, Prusia y Austria. Durante este periodo las estructuras gubernamentales llevaron a la final desaparición del país.
Las reformas militares que había acometido dieron su fruto en la guerra contra el Zarato ruso que se libró a comienzos de su reinado. Los rusos trataron de aprovechar el cambio en el trono polaco-lituano para recuperar Smolensk y otros territorios cercanos. En la guerra de Smolensk, luchó contra los rusos, al mando de veinte mil soldados y de levas de los feudos de la nobleza. Con gran habilidad, cercó a los rusos que asediaban Smolensk y obtuvo su rendición el 25 de febrero de 1634. La victoria, insuficiente para penetrar en Rusia, le permitió en todo caso obligar a los rusos a firmar la Tratado de Poliánovka en junio de ese año, en la que obtuvo los territorios de Dviná y el Dniéper, si bien renunció al título de zar de Rusia.
Según el tratado que se firmó en 1772, la República de las Dos Naciones se dividía entre Rusia, Austria y Prusia.
En la época de Pedro I el Grande y Catalina la Grande de Rusia, Polonia conoció momentos de debilidad. En esta etapa fue elegido rey Estanislao Augusto Poniatowski, quien intentó introducir reformas, como la Constitución del 3 de mayo, pero la presión de Rusia, Prusia y Austria y la oposición de los nobles impidieron su realización, lo que llevó al primer reparto de Polonia.
En febrero de 1772, en San Petersburgo, se estipularon las condiciones del desmembramiento de Polonia, al que se opuso en principio María Teresa I de Austria. Sin embargo, Austria se adhirió al tratado en agosto del mismo año.
La Dieta polaca tuvo que dar su conformidad a la desmembración del país, en 1773. Rusia se apoderó de Livonia y Bielorrusia hasta el Dviná y el Dniéper. Austria se anexionó los siete voivodatos de la Galitzia Oriental y la Pequeña Polonia, excepto Cracovia. Prusia, gobernada por Federico II el Grande (quien había movido los hilos para la desmembración de Polonia), pudo realizar su sueño de unir Brandeburgo y Prusia a través de Prusia Central (excepto Danzig y Thorn), que anexionó a su Reino junto a una porción de Polonia que iba hasta el río Niemen.
Debido a la división de Polonia entre las potencias centroeuropeas y Rusia, la resolución del conflicto ruso-turco se facilitó.
Transcurridas dos décadas de este reparto, el predominio político de Rusia sobre Polonia se intensificó, al extremo que el rey Estanislao II Poniatowski y los aristócratas del Sejm preferían preservar la influencia rusa y abstenerse de implantar reformas políticas y administrativas que fortalecieran a Polonia, por temor a que esto provocase una invasión rusa y la pérdida de los privilegios de la aristocracia.
Los embajadores rusos enviados por Catalina la Grande influyeron decisivamente para asegurar, con sobornos o promesas, que los aristócratas polacos del Sejm se opusieran a intentos reformadores. No obstante, otros nobles polacos de ideas liberales comprendieron que el fortalecimiento de las instituciones nacionales era la única vía de mantener la precaria independencia del país, en lo cual chocaban con la nobleza polaca más conservadora y tradicional. Estos reformistas consiguieron que en 1791 se redactara una constitución, la Constitución del 3 de mayo, que eliminaba diversos defectos de la vida política en la República de las Dos Naciones, suprimiendo el liberum veto y los privilegios de la aristocracia, fijando el derecho de voto en favor de las clases medias emergentes, y colocando a los campesinos bajo protección directa del rey (quitando ese poder a los nobles).
La Constitución del 3 de mayo de 1791 significó para Polonia una mejora en su administración, pero también el fin de la anarquía legislativa y gubernamental que permitía la influencia del Imperio ruso. Los aristócratas polacos descontentos con la nueva constitución formaron la Confederación de Targowica, auspiciada por el Imperio ruso, y en abril de 1792 lanzaron una revuelta contra la Constitución recién aprobada. Asimismo, este fortalecimiento del gobierno central polaco atacaba las aspiraciones de Rusia, que prefería mantener una Polonia debilitada y sujeta a la influencia rusa.
Los reformistas del Sejm, junto con el rey Estanislao II Poniatowski, debieron afrontar una guerra contra los nobles rebeldes y las tropas rusas que los apoyaban; así combatieron dirigidos por Tadeusz Kosciuszko, mas fueron vencidos en condiciones de grave inferioridad numérica. Los reformistas polacos habían pedido el apoyo de Prusia, pero el rey prusiano Federico Guillermo II temía fundadamente el liberalismo expresado en la nueva Constitución polaca, que copiaba muchas ideas extraídas de la Revolución francesa; considerando más ventajoso unirse a una Rusia autocrática que apoyar a una Polonia liberal, las tropas prusianas negaron apoyo a los polacos.
Tras una rápida campaña militar de 1792, el propio rey Estanislao II Poniatowski se unió a la Confederación de Targowica, al igual que muchos poderosos aristócratas; los polacos partidarios de la Constitución del 3 de mayo quedaron privados de toda ayuda y debieron emigrar masivamente. Por su parte, Prusia reclamaba a los rusos territorios en Polonia como recompensa por abandonar a los polacos reformistas. Así, el Imperio ruso y Prusia acordaron una nueva partición en enero de 1793: Rusia se apropió de 250 000 km² de los territorios polacos al este del río Bug y otros territorios ucranianos y rutenos, mientras que Prusia tomaba posesión de la Posnania que incluía la desembocadura del Vístula, 58 000 km², llegando a apenas 80 kilómetros de Varsovia. La Constitución del 3 de mayo fue derogada y los aristócratas de la Confederación de Targowica recobraron sus privilegios.
Frente a estas circunstancias, los polacos intentaron mantener su independencia en tanto los aristócratas de la Confederación de Targowica habían abrazado la causa de la autonomía nacional, desilusionados porque Rusia había aprovechado la derogatoria de la Constitución del 3 de mayo para anexarse nuevos territorios. En abril de 1794 un batallón de soldados polacos se sublevó ante la orden conjunta de Rusia y Prusia para que el ejército de Polonia se redujera a la mitad. Este evento causó una sublevación generalizada de los polacos contra las guarniciones rusas y prusianas que habían sido acantonadas en territorio polaco de manera permanente desde 1793.
Nuevamente Tadeusz Kosciuszko dirigió las tropas polacas, para lo cual concibió la idea de proclamar el fin de la servidumbre campesina, en un esfuerzo de reclutar más tropas y eliminar diferencias sociales que pudieran ser explotadas por rusos y prusianos. No obstante, su esfuerzo fracasó en tanto muchos aristócratas se negaron a esta concesión final en favor de sus campesinos. Otro factor importante fue que Kosciuszko y sus aliados declararon que su objetivo final era restablecer la independencia de Polonia pero no los viejos privilegios de la aristocracia, precipitando nuevamente la pérdida de apoyo entre la gran nobleza retrograda y reaccionaria. De igual modo, la revuelta esta vez se extendió a Lituania, que manifestó su rechazo a la ocupación militar rusa y expulsó a sus guarniciones, en tanto los rebeldes polacos habían ofrecido un vínculo político que otorgase mayores libertades a los lituanos en el esquema de la República de las Dos Naciones.
Los polacos contuvieron inicialmente a los prusianos en las afueras de Varsovia, pero no estaban en condiciones de vencer un ataque simultáneo de tropas rusas; pese a expulsar a los prusianos del norte de Polonia y de contar con una revuelta nacional en Lituania contra los rusos, los polacos se hallaban en gran dificultad para seguir la resistencia y a inicios de septiembre empezaron a ser vencidos por el general ruso Aleksandr Suvórov, que tomó Varsovia en noviembre de 1794, poniendo fin a la revuelta. Tropas prusianas retornaron a suelo polaco, reforzadas de inmediato, para recuperar sus posiciones perdidas. A raíz de esto la República de las Dos Naciones quedaba definitivamente extinguida, repartida entre sus vecinos.
En octubre de 1795 se suscribieron los últimos acuerdos entre Rusia, Prusia y Austria, repartiéndose Polonia. De acuerdo a ello, Rusia ocupaba la llanura oriental polaca, sin Varsovia, con las regiones de Polesia y Podlaquia y también se adueñó de Lituania hasta el río Niemen. Prusia se anexó la Masovia con La Capital Varsovia, la Polonia Mayor y confirmó su dominio sobre el litoral de Pomerania. En el mismo tratado se pactó evitar conflictos con Austria reconociendo a ésta la posesión sobre las provincias polacas de Galitzia y la Polonia Menor.
Polonia, con esto, desaparecía como estado independiente en Europa hasta 1807, cuando se constituyó brevemente el Gran Ducado de Varsovia. Extinto este en 1815, no existiría un estado polaco independiente (sí un zarato ruso de Polonia) hasta la creación de la Segunda República Polaca en 1918.
Consumado el tercer reparto de Polonia en 1795 con la derrota de Kościuszko y la consiguiente desaparición de Polonia como nación independiente, Estanislao II se vio forzado a abdicar ante estos hechos, aunque sin nombrar sucesor. El exmonarca se exilió pronto en San Petersburgo, donde pasó el resto de su vida ocupado en una variada correspondencia con otros aristócratas europeos y escribiendo sus memorias hasta su muerte en 1798.
El Ducado de Varsovia (en polaco: Księstwo Warszawskie; en francés: Duché de Varsovie; en alemán: Herzogtum Warschau) fue una unidad política creada por Napoleón I en 1807 para restablecer el Estado polaco. El Ducado surgió tras el Tratado de Tilsit, firmado por Francia y Rusia para poner fin a la guerra de la Cuarta Coalición.
El Ducado contaba con una población de cuatro millones y medio de habitantes y una extensión de 155.000 km², y fue gobernado por Federico Augusto I (rey de Sajonia).
La Gran Emigración (polaco: Wielka Emigracja) fue la emigración de las élites políticas de Polonia entre 1831–1870. Desde fines del siglo XVIII, personas que se habían desplazado fuera del país como emigrantes tuvieron un importante rol en la vida política polaca. Su destino era una consecuencia de la Primera partición de Polonia, que dividió las tierras de la República de las Dos Naciones entre la Rusia Imperial, el Reino de Prusia y la Monarquía de los Habsburgo de Austria. Debido a esta emigración de las élites políticas, mucha de la actividad política e ideológica de la intelligentsia polaca durante los siglos XVIII y XIX se dio fuera del territorio de la repartida Polonia.
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