El siglo XVIII d. C. (siglo dieciocho después de Cristo) o siglo XVIII e. c. (siglo dieciocho de la era común) fue el octavo siglo del ii milenio en el calendario gregoriano. Comenzó el 1 de enero de 1701 y terminó el 31 de diciembre de 1800.
En la historia occidental, el siglo XVIII también es llamado el «siglo de las luces», debido al nacimiento del movimiento intelectual conocido como Ilustración. En ese marco, el siglo XVIII es fundamental para comprender el mundo moderno, pues muchos de los acontecimientos políticos, sociales, económicos, culturales e intelectuales de esos años han extendido su influencia hasta la actualidad.
Para varios historiadores de la historiografía occidental es el último de los siglos de la Edad Moderna y el primero de la Edad Contemporánea, tomándose convencionalmente como momento de división entre ambas los años 1705 (máquina de vapor), 1751 (L'Encyclopédie), 1776 (Independencia de Estados Unidos) o, más comúnmente, el 1789 (Revolución francesa).
Tras el caos político y militar vivido en el siglo XVII, el siglo XVIII, no carente de conflictos, verá un notable desarrollo en las artes y las ciencias europeas de la mano de la Ilustración, un movimiento cultural caracterizado por la reafirmación del poder de la razón humana frente a la fe y la superstición. Las antiguas estructuras sociales, basadas en el feudalismo y el vasallaje, serán cuestionadas y acabarán por colapsar, al tiempo que, sobre todo en Inglaterra, se inicia la Revolución Industrial y el despegue económico de Europa. Durante dicho siglo, la civilización europea occidental afianzará su predominio en el mundo y extenderá su influencia por todo el orbe.
El absolutismo monárquico alcanza en toda Europa su mayor fuerza y esplendor. La burguesía se opone ya a la monarquía absoluta, pues aquella, que ya tenía el poder económico, aspira a alcanzar el poder político monopolizado por la nobleza y el clero.
Es la burguesía la que se enfrenta al sistema político-social establecido desde la Edad Media, fundamentado en el feudalismo y el vasallaje y aspiran a destruir al que llaman "Antiguo Régimen" es por eso que con la ayuda de las ideas de pensadores como Voltaire, Rousseau o Montesquieu desarrollan una nueva cultura: la Ilustración. Principios basados en la razón, la igualdad y la libertad.
Dicho movimiento empezaría motivar al pueblo, especialmente al francés, el cual habían sido las más duras víctimas del absolutismo impuesto por reyes como Luis XIV o Luis XV. Inspirados en el modelo que habían seguido los ingleses para conseguir el parlamentarismo deciden exigir que convoquen los Estados Generales, ya que los reyes franceses llevaban más de 70 años sin convocarlos. Tras la denegación el pueblo se alza en armas y toma la cárcel de la Bastilla ejecutando al alcaide y exhibiendo su cabeza linchada por todo París. Esto, junto a la Marcha de Versalles lo que hace que los reyes, Luis XVI y María Antonieta de Austria a huir a Austria de incógnito, sin embargo poco antes de cruzar la frontera son apresados y posteriormente condenados a muerte lo que hace que empiece la revolución francesa, acabando con el Antiguo Régimen en Francia. Desde entonces los ciudadanos empezaron a gozar de participación en la política, lo que llevaría siglos más tarde al famoso sufragio universal.
Siguiendo estos modelos, el ilustrado Thomas Jefferson junto al general Washington, John Adams y demás iniciaron la Guerra de Independencia de las trece colonias de la corona británica. El nuevo estado se basaría en la igualdad y la democracia, lo que más tarde llevaría a la creación de los Estados Unidos de América, la mayor superpotencia de la actualidad.
En el nuevo orden ilustrado europeo desaparecieron por completo las influencias religiosas que tanta importancia habían ejercido hasta mediados del siglo XVII, creando así un mayor patriotismo.
Las principales guerras del siglo incluyen:
La causa de la guerra fue la alegada inelegibilidad de María Teresa para suceder a su padre Carlos VI en las diversas coronas que ostentaba, porque la ley sálica impedía la herencia real de una mujer. Esta iba a ser la justificación clave de Francia y del reino de Prusia, junto con el Electorado de Baviera, para desafiar el poder de Habsburgo. María Teresa fue apoyada por el reino de Gran Bretaña, la República Holandesa, el reino de Cerdeña y el Electorado de Sajonia.
Las colonias británicas que se independizaron de Gran Bretaña edificaron el primer sistema político liberal y democrático, alumbrando una nueva nación, los Estados Unidos de América, incorporando las nuevas ideas revolucionarias que propugnaban la igualdad y la libertad. Esta sociedad colonial se formó a partir de oleadas de colonos inmigrados y no existían en ella los rasgos característicos del rígido sistema estamental europeo.
En las colonias del sur (Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) se había organizado un sistema esclavista (con unos 500 000 esclavos negros) que explotaban plantaciones de tabaco, algodón y azúcar. De este modo, la población estaba compuesta por grandes y pequeños propietarios y esclavos.
Los antecedentes a la guerra de la Independencia de los Estados Unidos se remontan a la confrontación franco-británica en Norteamérica y a las consecuencias de la guerra de los Siete Años.
La guerra de los Siete Años terminó en 1763. El 10 de febrero, el Tratado de París ponía fin al imperio colonial francés en América del Norte y consolidaba a Inglaterra como la potencia hegemónica. En oposición solo tenía a España, que controlaba Nueva Orleans, la ciudad más importante, con unos 10 000 habitantes. Respecto a Francia, la pérdida territorial no fue sentida como algo catastrófico. Se conservaban los derechos pesqueros en Terranova y la población católica francófona recibiría un trato de respeto. Por otro lado, en el Caribe las pérdidas podían ser compensadas, pues la colonia principal francesa del Caribe, Saint-Domingue (La Española) con capital en Puerto Príncipe, producía la mitad del azúcar consumido en todo el mundo, y su comercio con África y las Antillas estaba en pleno apogeo.
Respecto a los colonos estadounidenses, la guerra modificó radicalmente el panorama anterior. Los francófonos católicos de Quebec, tradicionales enemigos de los colonos estadounidenses de las Trece colonias, recibieron un trato respetuoso por parte de las autoridades británicas. Trato que se confirmó en 1774 cuando se dotó a Canadá de un estatuto particular dentro de las colonias estadounidenses, llevándose sus fronteras hasta la confluencia del Ohio y el Misisipi. Asimismo su población conserva un derecho civil propio y la Iglesia católica es reconocida. Todos estos movimientos fueron mal aceptados por la población de las Trece colonias.
La causa inmediata de este conflicto fue el injusto trato que Gran Bretaña infligía a los colonos, pues estos aportaban riquezas e impuestos a la metrópoli pero no tenían los medios para decidir sobre dichos impuestos, por lo que se sentían marginados y no representados.
Si bien, después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, la organización política de Francia durante el siglo XIX osciló entre república, imperio y monarquía constitucional, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del feudalismo y del absolutismo en ese país, y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, apoyada en ocasiones por las masas populares, se convirtió en la fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo derrocó con un discurso e iniciativas capaces de volverlo ilegítimo.
Según la historiografía clásica, la Revolución francesa marca el inicio de la Edad Contemporánea al sentar las bases de la democracia moderna, lo que la sitúa en el corazón del siglo XIX. Abrió nuevos horizontes políticos basados en el principio de la soberanía popular, que será el motor de las revoluciones de 1830, de 1848 y de 1871.
Al igual que había sucedido por toda Francia, Vandea tuvo rebeliones campesinas (jacqueries) entre 1789 y 1792. Sin embargo, fue en el momento de la leva masiva (levée en masse) de 1793, cuando la rebelión vandeana se desencadenó, y acabó adoptando la forma de un movimiento popular contrarrevolucionario.
Emperador Quianlong
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