Se entienden como partidos políticos a entidades de interés público creadas para promover la participación de la ciudadanía en la vida democrática y contribuir a la integración de la representación nacional; quienes los conforman, comparten objetivos, intereses, visiones de la realidad, principios, valores y proyectos para ejecutar total o parcialmente en gobiernos democráticos de países. Estos son los encargados de presentar candidaturas a ocupar diferentes cargos políticos. Para eso movilizan el llamado apoyo electoral. También contribuyen a organizar y orientar la labor legislativa, articulan y agregan nuevos intereses y preferencias en la ciudadanía.
Es esencial para contribuir a estructurar el apoyo político a determinados programas, intereses socio-económicos y valores. También interpreta y defiende las preferencias de los ciudadanos, forma gobiernos, y establece acuerdos políticos en el ámbito legislativo.
El concepto de partido político ha sido definido de diferentes maneras según el momento histórico y la específica realidad sociocultural. Stefano Bertolini lo define como un grupo de individuos que participan en elecciones competitivas con el fin de hacer acceder a sus candidatos a los cargos públicos representativos, y por su parte Ramón Cotarelo lo define como toda asociación voluntaria perdurable en el tiempo dotada de un programa de gobierno de la sociedad en su conjunto, que canaliza determinados intereses, y que aspira a ejercer el poder político o a participar en él mediante su presentación reiterada en los procesos electorales.
Diferentes facciones políticas que han luchado por el poder han existido desde hace siglos. Algunos ejemplos históricos que muestran un cierto protopartidismo serían los optimates y populares en el Senado Romano, los güelfos y gibelinos durante la Edad Media o los jacobinos y los girondinos en la Francia revolucionaria. Sin embargo, el moderno partido político como lo entendemos ahora surge en el siglo XIX en el Parlamento de Gran Bretaña con la organización estructural de los Tories y los Whigs en el Partido Conservador y Liberal respectivamente.
Así, en la mayoría de naciones empiezan a surgir en principio dos grupos principales; los conservadores que buscaban preservar los privilegios de los grupos de poder, especialmente de las monarquías y aristocracias, y los liberales representantes de la pujante burguesía, ávida de nuevos espacios políticos e influencia de la que carecía, pues buscaban equiparar su nueva influencia económica a su influencia política ausente por ser en gran medida plebeyos. Estas pugnas se dieron mayormente en Europa donde las fuerzas conservadoras respaldaban la autoridad de la nobleza, el clero y especialmente la monarquía en lo que se conoce como el Antiguo Régimen frente a las fuerzas liberales burguesas. En algunos casos esto llevó a los distintos levantamiento sociales que removieron Europa con las múltiples revoluciones burguesas o revoluciones atlánticas, tales como la Revolución Inglesa, Francesa, la unificación de Italia y Alemania, y las guerras de independencia de Estados Unidos y Latinoamérica. Pero en otros países las reformas políticas se lograron por medios más pacíficos evitando así el derramamiento de sangre al punto de que muchos de estos países conservan hasta la fecha sus monarquías, aunque como figuras decorativas.
Esta lucha fue exportada a América tras la independencia, en donde los enfrentamientos entre liberales y conservadores tomaron un distinto matiz. Sin monarquía o nobleza que proteger, aun así existía una aristocracia criolla que recelaba de los cambios sociales y en América Latina la existencia de la Iglesia católica que, aliada a los conservadores, buscó mantener sus privilegios. A esto se enfrentaron los liberales de ideas vanguardistas que promovieron la secularización del estado y combatieron los privilegios clericales. Con excepción de Costa Rica (dominada enteramente por los liberales y sin un partido conservador realmente organizado ) en el resto de América Latina se sucedieron cruentas guerras entre liberales y conservadores por la mayor parte del siglo XIX y principios del XX.
Sin embargo, si bien los liberales a menudo promovieron derechos a las clases obreras, ya sea indirectamente porque las reformas políticas que requerían para democratizar la sociedad implicaban ampliar los derechos políticos al proletariado, o en algunos casos directamente por asequir a una postura más socio-liberal, en la práctica las clases trabajadoras no contaban con representantes políticos propios en un principio. El surgimiento de los primeros partidos socialistas en Europa a raíz de las pésimas condiciones de la Revolución industrial cambió esto. Estos grupos organizados de trabajadores formaron la primera Asociación Internacional de Trabajadores conocida como La Internacional o Primera Internacional, mostrando el carácter internacionalista de la misma. Partidos socialistas comenzaron a surgir en distintos países, a menudo con características propias de su contexto. La unidad pronto se rompería principalmente en tres grandes grupos; los marxistas que abogaban por un cambio revolucionario violento de la sociedad para establecer la dictadura del proletariado y que veían la participación electoral como algo meramente estratégico, los reformistas o socialdemócratas que consideraban que las reformas socialistas eran posibles por medios pacíficos y democráticos manteniendo el sistema parlamentario y la democracia liberal, y los anarquistas que buscaban el desmantelamiento del Estado y de toda forma de autoritarismo en el mediano plazo y no tenían interés en lo electoral. Esta ruptura generó una división dentro de la organización obrera, sin embargo en la mayoría de países occidentales los socialistas democráticos empezaron a tener grandes éxitos electorales convirtiéndose rápidamente en uno de los partidos principales e incluso obteniendo el poder, casi siempre superando a los liberales que quedaron rezagados a una tercera fuerza o incluso a menos como sucedió en países como Alemania, Reino Unido, Francia y Suecia. Similarmente los comunistas además de una feroz persecución, no tendrían el mismo éxito electoral que los socialdemócratas en la mayoría de países occidentales, conforme distintos ciudadanos preferían opciones socialistas más moderadas. Aun así la existencia del «Partido Comunista» tuvo una función fundamental dentro de la teoría marxista y los movimientos de izquierda. Si bien la Revolución mexicana es a menudo reconocida como la primera revolución «social» propiamente dicha (es decir, emanada de capas obreras o campesinas y no una revolución burguesa), es la Revolución rusa la primera que cambia realmente el panorama internacional con uno de los primeros gobiernos revolucionarios socialistas. En principio conformado por distintos grupos socialistas de variada ideología, pronto los marxistas-leninistas se imponen y nace la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas con el Partido Comunista de la Unión Soviética como partido único. El unipartidismo sería parte normal de los distintos regímenes absolutistas. También tendría una importante relevancia la existencia del partido entre los movimientos fascistas surgidos en Europa como el fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán y el salazarismo portugués.
Durante los años 30 Moscú, mediante la Internacional Comunista que controlaba a todos los partidos comunistas del mundo, promovió la creación de los «Frentes Populares» que buscaban la alianza entre los comunistas y otros partidos antifascistas por medio de coaliciones electorales. Si bien esta dinámica dependería también de las relaciones de momento que tuviera Rusia con la Alemania nazi. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial y el desprestigio general del fascismo, los partidos de extrema derecha sufrieron una debacle que los excluyó del poder en la mayoría de países, sin dejar de existir. Sin embargo, la principal confrontación ideológica durante la guerra fría fue entre el capitalismo y el comunismo.
Aquí irían mostrándose ya dos características que acompañarían a menudo a los partidos políticos durante el siglo XX; la existencia de las «Internacionales», es decir, redes internacionales de partidos políticos así como distintos foros, congresos y asambleas tales como la Internacional Socialista, la Internacional Demócrata de Centro, la Internacional Liberal, la Internacional Comunista, etc., y la creación de coaliciones electorales para lograr acceder al poder sin dividir el voto entre electorados similares. Ambas preexistentes desde el siglo XIX pero que tomaron fuerza en el siglo XX.
En América las luchas obreras llegaron más tardíamente que en Europa. Los movimientos políticos obreros se organizaron principalmente a principios del siglo XX, sin embargo con excepción de Estados Unidos, en la mayoría de países americanos los partidos socialdemócratas lograron posicionarse como una de las principales fuerzas políticas como sucedió en Europa. Otra influencia importante fue de la Democracia Cristiana surgida de la Doctrina social de la Iglesia y que tanto en Europa como en América Latina representó a menudo una de las fuerzas políticas más relevantes de cada país. En muchos países de Latinoamérica y Europa se formó un bipartidismo entre socialdemócratas y demócrata cristianos similar al previamente existente entre conservadores y liberales; Colombia (PC y PL), Venezuela (COPEI y AD), Costa Rica (PLN y PUSC), Argentina (PJ y UCR). Los movimientos de izquierda radical también hicieron su aparición y la represión de los mismos aunado a sus grupos armados a menudo llevó a cruentas guerras civiles y conflictos bélicos con acciones cuestionables de ambos bandos. Aun así la dinámica de los partidos políticos en la mayor parte del mundo occidental se vio directamente influenciada por la Guerra Fría viéndose enfrentados entre los partidos que se posicionaban a favor de una u otra de las grandes superpotencias en conflicto. Esto también generó el nacimiento de movimientos políticos que se proclamaban a sí mismos como una alternativa entre capitalismo y comunismo, tales como la socialdemocracia, la democracia cristiana, el socialismo cristiano y el eurocomunismo.
Incluso en los Estados Unidos, aun con el no surgimiento nunca de un partido socialista de relevancia política, la posición más a la derecha o izquierda de los dos partidos principales Demócrata y Republicano ha variado considerablemente con el tiempo, aunque actualmente se define al Republicano como conservador y al Demócrata como socio-liberal. La existencia de estos dos grandes bloques políticos ha hecho que ambos sean tremendamente variopintos ideológicamente con grupos y facciones internas muy diversas (por ejemplo libertarios, conservadores tradicionales y fundamentalistas religiosos en el Republicano, así como liberales clásicos, liberales progresistas, socialdemócratas, ecologistas e incluso socialistas democráticos en el Demócrata) por cuanto muchos grupos de interés encuentran más fácil participar dentro de alguno de los dos partidos ya existentes que formar uno nuevo.
Finalmente y tras la guerra fría, habiendo reducido las tensiones ideológicas, nuevos partidos políticos empiezan a surgir. Los movimientos ecológicos empiezan a buscar influir políticamente en especial ante la preocupación general hacia el medio ambiente que surge desde los años setentas y ochentas, creando los Partidos Verdes. Movimientos ciudadanos de protesta, antisistema y libertarios empiezan a organizarse en fuerzas políticas novedosas y que a menudo no pueden clasificarse fácilmente en las ideologías clásicas como los Partidos Piratas, los movimientos de indignados, animalistas y los propulsores de la democracia líquida y la directa. Esto al punto de que algunos teóricos han incluso propuesto la eliminación de los partidos políticos por obsoletos. En todo caso, en la mayor parte del mundo occidental la organización política ciudadana sigue pasando por la constitución de partidos políticos.
Desde un enfoque institucional Maurice Duverger diferencia entre:
Estos dos modelos de partido quedaron obsoletos por la evolución que sufrieron las democracias durante el siglo XX. Otto Kirchheimer y otros autores propusieron nuevas formas de partidos cuya organización interna difería substancialmente de las dos anteriores:
En cambio desde un enfoque sociológico o genérico adquieren relevancia ciertas divisiones sociales estructurales acaecidas durante el proceso de formación de los Estados nacionales y de la economía moderna. Se destacan dentro de esta corriente Seymour Lipset y Stein Rokkan, quienes desarrollan la teoría de los clivajes históricos. Se refieren a cuatro fisuras importantes:
Las considerables dificultades para establecer una definición unánime del concepto de partido político han llevado a la doctrina a identificar cuatro características fundamentales, que se perfilan como criterios para considerar que una organización determinada es un partido político.
En concreto, un partido político es una organización estable y permanente durante un tiempo ; que se basa en una ideología y un programa de gobierno para definir unos objetivos; que busca alcanzar dichos objetivos mediante el ejercicio del poder político; y que dicho ejercicio busca ocupar cargos públicos electivos.
En todo caso, esta caracterización solo es válida para los sistemas políticos democráticos, pluralistas y competitivos. Un sistema político que no reúna cualquiera de estas tres características produce partidos políticos que, en mayor o menor medida, difieren de las características y funciones descritas.
Robert Michels, desde un enfoque monocausal, plantea que la dimensión del partido político es la variable fundamental que define su organización, dado que incide en:
Panebianco considera que no se puede establecer un nexo tan rígido de causalidad. Afirma que los factores que definen el perfil de la organización partidaria y permiten conocer sus expectativas de supervivencia o éxito son:
Este índice mide la capacidad de los presidentes y los dirigentes de imponer disciplina en su partidos; cuando un presidente tiene un partido centralizado, es muy probable que pueda lograr imponer su programa legislativo.
La capacidad de los dirigentes o de los candidatos presidenciales es uno de los factores de la centralidad. Cuando los líderes determinan quiénes se presentarán como candidatos y su lugar en la lista electoral, los legisladores tienen incentivos para adherirse a la línea del partido en la legislatura.
El segundo factor son las características del sistema electoral. Así, la centralización es mayor cuando los legisladores son elegidos en distrito único; o en grandes distritos con listas cerradas y bloqueadas. El tercer factor es la simultaneidad de las elecciones presidenciales y legislativas: los partidos son más centralizados y los dirigentes más poderosos cuando las elecciones son simultáneas. Los otros factores son: el grado de autonomía de las autoridades subnacionales, el grado de democracia interna en los partidos y la existencia de elecciones primarias. Cada partido posee una ideología que le da claridad conceptual y lo guía en su acción política. Se compone de:
Existen diversas maneras de agrupar o clasificar las ideologías políticas, usualmente las ideologías pueden agruparse según el posicionamiento frente a una serie de cuestiones clave. Las diferentes clasificaciones ideológicas se basan en diferentes cuestiones claves. Una de las clasificaciones más comunes de las ideologías ha sido el espectro político basado en la distinción izquierda política frente a derecha política. Esta es una clasificación unidimensional que puede clasificar de manera aproximada los partidos políticos de una gran cantidad de territorios, aunque en muchos casos una explicación adecuada de la conducta electoral requiere clasificaciones multidimensionales más complejas (entre ellas son de uso frecuente el gráfico de Pournelle o el gráfico de Nolan entre otros).
El partido político trata de ostentar el poder político, bien sea detentando la capacidad de decidir, bien sea participando en el proceso de toma de decisiones junto con otros actores políticos (partidos o no).
En los sistemas pluralistas y competitivos, existe una separación formal entre las estructuras del Estado y las estructuras del partido político. Los partidos actúan como estructuras intermedias que conectan al Estado con los ciudadanos y la sociedad civil.
Dentro de los distintos actores políticos, los partidos tienen un estatus específico, que les separa del resto de organizaciones presentes en la sociedad civil, y les sitúa en una posición privilegiada dentro del proceso de toma de decisiones.
Ese estatus se caracteriza por ostentar el monopolio de la participación en procesos electorales plurales y competitivos, que eventualmente pueden desembocar en el nombramiento de cargos públicos electivos que, en mayor o menor medida, pueden ser controlados por los partidos o viceversa.
Al contrario que el resto de actores políticos, los partidos no se limitan a tratar de influir en el proceso de toma de decisiones, sino que desarrollan el papel último y fundamental a la hora de tomar la decisión concreta. El resto de organizaciones (sindicatos, patronales, organizaciones de consumidores, etc.) participan en el proceso de toma de decisiones, pero la naturaleza de dicha participación es radicalmente distinta a la del partido político, limitándose a influir, informar o presionar.
Ello no excluye la posibilidad de que varios partidos políticos compartan el poder y participen conjuntamente en la toma de una determinada decisión, debiendo existir consenso entre todos ellos.
Richard Gunther y Larry Diamond se proponen como objetivo reordenar las tipologías más importantes. Lograron diferenciar cinco géneros:
Ascendentes (cuando fluyen desde la sociedad al Estado):
Descendentes (derivan de la interacción con el Gobierno):
La financiación (España) o financiamiento (Hispanoamérica) de los partidos políticos aborda la cuestión esencial de cómo se sufragan los gastos que generan las distintas actividades partidistas.
Históricamente, los partidos políticos han pasado de financiarse de forma exclusivamente privada a utilizar un sistema mixto en el que predominan las aportaciones de carácter público. Semejante evolución se produce en paralelo con la propia consolidación de los partidos políticos como entes de relevancia pública y no meras asociaciones privadas.
Los recursos privados proceden de las cuotas de los afiliados, de los rendimientos patrimoniales del partido, de los donativos recibidos y de los préstamos obtenidos. Respecto a los recursos públicos, se puede establecer una división fundamental entre las aportaciones directas (transferencias desde el presupuesto público en función de determinados criterios objetivos) y las aportaciones indirectas, extremadamente heterogéneas, y que incluyen desde la cesión del dominio público hasta variadas exenciones fiscales, pasando por emisiones gratuitas y tasadas de propaganda en medios de comunicación.
Por lo general se exigen ciertos requisitos para la percepción de recursos públicos, como una determinada cantidad de votos o de representación parlamentaria, algo que también influye en la cantidad de fondos asignados, que son desembolsados según un calendario. En ciertos casos, se prohíben las contribuciones privadas procedentes de determinadas fuentes, pudiendo establecerse un límite a los fondos donados. Finalmente, es frecuente que existan organismos dedicados al control presupuestario de los partidos, así como mecanismos de sanción contra las irregularidades financieras.
La Constitución de la Nación Argentina en el artículo 38 establece que los partidos políticos son de creación libre, que el Estado los debe apoyar económicamente y que a su vez debe garantizar:
Asimismo, los partidos deberán hacer público su patrimonio.
La Constitución Nacional dice que los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático. Los partidos políticos son organizaciones necesarias para la política nacional y tienen como función elegir a los candidatos que se presentan para las elecciones de cargos públicos. La ley les garantiza el derecho a su constitución, organización, gobierno propio y libre funcionamiento, deben dar publicidad del origen y destino de sus fondos y patrimonio y el Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes.
La existencia de los partidos requiere un grupo de electores, entendiendo que elector es toda persona con derecho a votar, una carta orgánica que regule su organización y funcionamiento, elecciones periódicas de autoridades, donde se respete el porcentaje mínimo por sexo, reconocimiento judicial como partido político e inscripción en el registro público correspondiente.
Para afiliarse a un partido se necesita estar inscripto en el registro electoral del distrito en que solicites la afiliación; comprobar su identidad con DNI; presentar una solicitud que te entregan en cualquier local partidario y que contiene: su nombre y domicilio, DNI, estado civil, profesión u oficio y tu firma certificada. No puede haber doble afiliación, es decir estar afiliados a dos partidos en el mismo momento; para poder afiliarse a un partido se debe renunciar antes a toda otra afiliación anterior, pudiendo hacer la renuncia por telegrama gratuito o personalmente ante la secretaría electoral de su distrito.
La elección de autoridades partidarias se lleva a cabo periódicamente, para la designación de candidatos a cargos electivos nacionales se aplica el sistema de elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), en todo el territorio de la Nación, para un mismo día y para todos los partidos políticos.
En España existen dos leyes orgánicas que son las principales a la hora de regular la cuestión de los partidos políticos. Son la Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio, de Partidos Políticos, conocida como Ley de Partidos; y la Ley Orgánica 8/2007, de 4 de julio, sobre Financiación de los Partidos Políticos.
En términos generales, en todo el mundo, los partidos políticos se asocian con colores, principalmente para identificación, especialmente para el reconocimiento de los votantes durante elecciones.
Las asociaciones de colores son útiles cuando no es deseable establecer vínculos rigurosos con los partidos, particularmente cuando se forman coaliciones y alianzas entre partidos políticos y otras organizaciones, por ejemplo: alianzas "Púrpuras" (rojo-azules), alianzas rojo-verdes, alianzas azul-verdes, coaliciones pan-verdes y coaliciones pan-azules.
Los esquemas políticos de color en los Estados Unidos difieren de las normas internacionales. Desde 2000, el rojo se ha asociado con el Partido Republicano de derecha y el azul con el Partido Demócrata de izquierda. Sin embargo, a diferencia de los esquemas de colores políticos de otros países, los partidos no eligieron esos colores; se utilizaron en la cobertura de noticias de los resultados electorales de 2000 y la batalla legal que siguió y se popularizaron en el uso popular. Antes de las elecciones de 2000, los medios de comunicación generalmente alternaban qué color representaba qué partido en cada ciclo de elección presidencial. El esquema de color recibió una atención desmesurada ese año, por lo que el ciclo se detuvo para no causar confusión en las siguientes elecciones.
El emblema de los partidos socialistas es a menudo una rosa roja en un puño. Los partidos comunistas con frecuencia usan un martillo para representar al trabajador, una hoz para representar al agricultor, o tanto un martillo como una hoz para referirse a ambos al mismo tiempo.
Emblemas comunes de partidos conservadores son estrellas o flores.
El emblema del nacionalsocialismo, la esvástica o Hakenkreuz, ha sido adoptado como un símbolo casi universal para casi cualquier grupo nacionalista o supremacista blanco organizado, aunque data de tiempos más antiguos (véase Esvástica).
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