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Historia Económica Argentina



La historia económica de Argentina se encuentra marcada por la inestabilidad y la falta de consensos en el modelo económico a seguir. Luego de la consolidación de la nación a fines del siglo XIX, se impone el modelo agroexportador a comienzos del siglo XX. [1]​ Con la crisis de 1930, se da inicio al modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) que se mantendría con algunos cambios hasta el golpe militar de 1976 que liberalizó la economía. Desde los años 1940 la economía atraviesa por lo que el economista Marcelo Diamand denominó el "péndulo argentino", alternando etapas expansionistas (que apuntan al consumo interno y la industrialización) con etapas ortodoxas (donde se apunta al orden fiscal y la producción agropecuaria).[2]​ El hecho de que el país partiera de una posición privilegiada a comienzos del siglo XX y no haya logrado desarrollarse económicamente en estos cien años es lo que algunos economistas han llamado la «paradoja argentina».[3][4]

Argentina posee grandes ventajas comparativas en el campo de la agricultura, ya que es un país dotado de suelos fértiles y climas templados.[5]​ El país además cuenta con una infraestructura industrial amplia,[6]​ una importante capacidad científico-tecnológica, una industria cultural sólida y pujante[7]​ y una población muy alfabetizada y con un alto grado de escolarización.[8][9]

Según el Banco Mundial, su PIB nominal es el 26° del mundo,[10]​ mientras que en términos per cápita se encuentra en el puesto 73 con 20 500 dólares en paridad de poder adquisitivo (PPA).[11]​ Por esto es considerado un país de ingresos mediano-altos por el BM.[12]​ Cuenta con el segundo mayor Índice de Desarrollo Humano de Latinoamérica.[13]​ Es uno de los tres estados latinoamericanos que forman parte del grupo de los 20 países más ricos e industrializados del mundo. Según algunos autores integra el grupo de países recientemente industrializados (NIC).[14]

Las evidencias más antiguas del desarrollo de la agricultura en el actual territorio de Argentina datan del s. I a. C, y corresponden a la cultura de Ansilta, cuyas prácticas permanecieron estables hasta el comienzo de nuestra era y la propia agricultura no logró superar un nivel de desarrollo mínimo, que resultaba marginal como aporte a la dieta de pueblos básicamente cazadores y recolectores. En un principio cultivaban quinua, zapallo y porotos, a los que siglos más tarde sumaron el maíz. A lo largo del primer milenio a. C. también incorporaron la alfarería y el tejido; la primera era de un estilo rudimentario, de paredes gruesas, color uniformemente rojo decorada. Tejían con bastidores simples, entrecruzando los hilos a mano.[15]

En la cuenca del río San Francisco (Jujuy) se desarrolló desde mediados del último milenio antes de nuestra era el complejo agroalfarero San Francisco, a veces mencionado como cultura San Francisco. Ocuparon el norte del amplio valle, desplazándose gradualmente hacia el oeste, las tierras altas al este de la Quebrada de Humahuaca, y el sudoeste, la zona de Perico y Palpalá.[16]

Se trató de poblaciones dedicadas a la caza, pesca y recolección, en un ambiente especialmente generoso en la provisión de alimentos que les permitió establecerse en sitios fijos. Allí desarrollaron una agricultura incipiente y una cerámica muy desarrollada.[17]​ En el norte las culturas diaguitas combinaban el cultivo de laderas en terrazas y el cultivo de fondo de valle, a través de largos canales que alimentaban alternadamente las terrazas o parcelas. Junto al maíz, prácticamente omnipresente, se cultivaban distintos tipos de ajíes, porotos y zapallos. En las regiones altas y secas se cultivaba la papa y la quinoa. En las regiones algo más húmedas, se cultivaba el algodón. Para la provisión de agua comenzaron a utilizarse, junto a los azudes, verdaderas represas que guardaban el agua.[18]​ Entre los siglos IV y X se desarrolla la cultura de la Aguada en el territorio de las actuales provincias de Catamarca y La Rioja, identificada por el arqueólogo argentino Alberto Rex González, quien la define como «la más andina de las culturas del noroeste argentino», vinculada al horizonte cultural Tiahuanaco. La Aguada se caracterizó por desarrollar un extraordinario arte alrededor de la figura del yaguar. Según José Pérez Gollán (1992) la Aguada es un momento histórico de las culturas del noroeste, en el que surge una nueva forma política: los llamados «señoríos» o «jefaturas», por estar dominadas por un «señor», que dominaba una determinada región por medio del control del excedente económico.

Mientras tanto la Cultura de Alamito se desarrolló entre el 400 a. C. y el 650 d. C. en la zona del Campo de Pucará (en Catamarca). Muy influenciada por la cultura Condorhuasi. Se desarrolló la agricultura entre el 400 a. C. y el 700 d. C. en las sierras de Sumampa y Guasayán, en la provincia de Santiago del Estero.

La cultura Santa María (1200-1470): la existencia de terrazas de cultivo y sistemas de riego muy complejos permitió a Santa María tener una gran población y acumular excedentes que eran almacenados en silos subterráneos. Cultivaron el maíz, la papa, el poroto, la quínoa y el zapallo y recolectaron intensivamente algarroba y chañar. Fueron expertos ganaderos y utilizaron el forraje. Realizaron un amplio intercambio de producto con otros pueblos distantes usando sus caravanas de llamas. Alcanzaron un notable desarrollo de la metalurgia del cobre, el oro y la plata y fueron conocidos en toda la región por sus bronces de excelente calidad. Santa María alcanzó una gran complejidad sociopolítica: un señor, cuyo poder era hereditario; guerreros y sacerdotes, la cultura santamariana coincide en gran medida con la etnia diaguita.

La conquista española de parte del actual territorio argentino se realizó mediante tres esfuerzos independientes: expediciones desde España hacia el [[Río de la Plata y el Paraguay, expediciones organizadas en el Perú para ocupar las tierras del Tucumán, y expediciones de Chile hacia Cuyo. De allí surgen las tres grandes subdivisiones: Nueva Andalucía (después dividida en Río de la Plata y Guayrá-Paraguay), Córdoba del Tucumán, y el Corregimiento de Cuyo. Las primeras dos pertenecieron al Virreinato del Perú, la última a la Capitanía General de Chile. En 1779 las tres pasaron a formar parte del nuevo Virreinato del Río de la Plata.

A los efectos del análisis, este período de tres siglos se puede subdividir en tres subperíodos: Temprano (1516-1650), caracterizado por las acciones expansivas; Medio (1650-1776) o de consolidación, y Tardío (1776-1810) o de retirada.

Teniendo en cuenta que en el Imperio Español la unidad social se concebía a través de la unidad de la Fe de la Iglesia católica, gracias a la bula del Papa Pablo III Sublimis Deus de 1537 que declara a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos, hubo un gran contraste entre la colonización española y la anglosajona en América. Hoy en día, gracias al mestizaje, la población de los países hispanoamericanos comparte antepasados indígenas y europeos, en diversos grados.

La represión de los indígenas de los Valles Calchaquíes, la entrega en mita de muchos de ellos para trabajar en las minas del Potosí, el proceso de mestizaje, y sobre todo el colapso demográfico de la población indígena, hicieron que las encomiendas que alguna vez florecieran en el Tucumán fueran menguando. El trabajo forzoso introducido por los españoles se llevó a los hombres jóvenes más productivos de esas regiones y provocó la disminución y destrucción, de sus comunidades. La mayoría de los que fueron obligados a trabajar en las minas no sobrevivieron.

En la segunda mitad del siglo XVI, tanto el Alto Perú, el Tucumán, como el Paraguay exigían la creación de un puerto en el Atlántico sur para poder establecer lazos de comercio más cercanos con España y a la vez disminuir su aislamiento. Por estos motivos y por la amenaza de incursiones extranjeras en el Río de la Plata, la Corona española autoriza la segunda fundación de Buenos Aires.[20]

En el área de influencia del Río de la Plata, la expansión del territorio del Imperio español se había concentrado en el Paraguay,[21]​ donde las poblaciones guaraníes eran numerosas y sedentarias, pasibles de ser encomendados. En 1573 el gobernador Juan de Garay marchó a repoblar Buenos Aires. En el camino, decidió fundar en el lugar una ciudad intermedia: Santa Fe de la Vera Cruz. La tarea se completó en 1580, cuando fundó la ciudad de Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, que con el tiempo sería conocida como Ciudad de Buenos Aires, como parte del Virreinato del Perú.[22]

Durante el período virreinal, la actual Argentina, tenía pocas ventajas económicas en comparación con otros territorios del Imperio Español como México o Perú, ya que carecía de oro y de otros metales preciosos, asumiendo una posición periférica dentro de la economía del territorio del Imperio español en América.[23]​ La resistencia de las poblaciones originales, en muchos casos encarnizada, demoró e incluso impidió el desarrollo de las acciones expansivas de los conquistadores españoles.[24]

Dos terceras partes de su territorio actual estuvieron ocupadas durante el período virreinal, mientras que el otro tercio era el correspondiente a la meseta patagónica, que continúa escasamente poblada.[23]​ La agricultura y ganadería del sector era principalmente para el consumo de los mismos productores y para el mercado local. Únicamente se asoció con los comerciantes extranjeros a finales del siglo XVIII.[23]​ El período entre el siglo XVI y el final del siglo XVIII se caracterizó por la existencia de la autosuficiencia económica regional, dado que cada región estaba separada de las otras por grandes distancias, con caminos casi inexistentes lo que implicaba peligros y dificultades del transporte terrestre, y sin comunicaciones marítimas o fluviales.[23]​ A finales del siglo XVIII, comenzó una etapa en la cual las diferentes regiones comenzaron a intercambiar crecientes flujos de capital, trabajo y bienes de manera significativa, dando inicio a una forma de desarrollo económico incipiente.[23]

Durante el último tercio del Siglo XVI, se había duplicado la producción de plata gracias a la introducción de la técnica de la amalgama con mercurio. Paralelamente, aumentaba la mortalidad de las poblaciones indígenas, mano de obra básica de las explotaciones mineras. El llamado "Valle Imperial" llegó a tener una población de 160 000 habitantes y se convirtió en el principal mercado de consumo de Hispanoamérica.[25]

En este contexto, Buenos Aires se convierte en la entrada y salida natural de los productos altoperuanos y del Paraguay. Por un lado entraban insumos y miles de esclavos negros para reemplazar a la menguante población indígena y por otro lado salía la plata producida en el cerro de Potosí.

Sin embargo, la corona española había decidido que toda la producción de plata producida en el Alto Perú, debía salir a España vía el puerto de Lima y desembarcar en Sevilla. Debido a la salida no autorizada de metales preciosos por el puerto de Buenos Aires, en 1594 la corona prohíbe el comercio con este puerto, con algunas excepciones para evitar el desabastecimiento de la población: la autorización de fletar dos embarcaciones anuales con productos de la zona (cueros, principalmente). Esta situación lleva como única solución al contrabando, que pasa a ser la actividad económica más rentable de la Buenos Aires virreinal.[26]

Durante la era virreinal la economía del regional estaba dedicada a la producción de bienes de consumo para los mercados del Alto y Bajo Perú, Buenos Aires y Paraguay. El Alto Perú era el destino de carretas y muebles de Tucumán, cereales de los valles fértiles del noroeste argentino, tejidos de Santiago del Estero y mulas del Litoral.[27]

En la región pampeana la principal actividad económica era la ganadera. El origen de la explotación ganadera en las pampas, se remonta a 1536 cuando Pedro de Mendoza introdujo los primeros equinos y a 1580 cuando Garay introduce entre 300 y 500 vacas. En 1608 si bien el ganado vacuno aún era escaso en Buenos Aires, se menciona oficialmente la existencia de un numeroso plantel de ganado cimarrón que se fue multiplicando en libertad en los campos cercanos.[28]

En 1603, el veintisieteavo gobernador de Nueva Andalucía del Río de la Plata Hernandarias modificó la legislación sobre el trabajo de los aborígenes, promoviendo la supresión de las mitas y encomiendas, por las cuales los españoles gozaban de los frutos del trabajo de los nativos a cambio de su evangelización, en la práctica inexistente. Obtuvo la aprobación de esta reforma por parte del rey Felipe III de España, y en 1608 se dispuso la creación de las reducciones jesuíticas y franciscanas en la región del Guayrá (actual estado de Paraná, Brasil).

En 1609 el Cabildo de Buenos Aires acordó la matriculación de todas las personas interesadas en participar en la caza y matanza del ganado vacuno cimarrón, expediciones denominadas oficialmente "Vaquerías", que tenían por objeto la explotación del ganado vacuno para obtener principalmente su cuero, desechándose muchas veces la carne. Esta etapa duró aproximadamente hasta mediados del siglo XVIII.[29]

Cuando el ganado cimarrón comenzó a disminuir en número, fue necesario internarse cada vez más en territorio bonaerense, agudizándose la pelea con el indígena y aumentando los costos y riesgos de estas operaciones. Entonces comienza el momento de las estancias, del ganado marcado, y de una mayor utilización del animal: nacieron las fábricas de cebo y los saladeros. Un importante papel en el nacimiento de las estancias la tuvo la "Ley de Tierras" de 1754 en la medida que la acción de vaquear, sirvió como antecedente para aspirar a la propiedad, contribuyendo así a la distribución latifundista de la tierra.[30]

En 1663, por orden del capitán general de la Gobernación del Río de la Plata y presidente de la Real Audiencia de Buenos Aires José Martínez de Salazar[31]​ fue instituido el El Camino Real de Buenos Aires a Lima con dos vías principales: el Camino Real del Perú que seguía en líneas generales el itinerario de la actual Ruta Nacional 9 de la Argentina desde Buenos Aires, pasando por Córdoba, Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, Salta, San Salvador de Jujuy, Potosí, llegando hasta el Perú y el Camino Real del Oeste que continuaba hacia San Luis, Mendoza y Santiago en Chile y que recorría un trazado similar a la actual Ruta Nacional 7.[32]

A principios de 1680, una expedición portuguesa fundó la Colonia de Sacramento,[33]​ exactamente frente a Buenos Aires. Los enfrentamientos entre España y Portugal por el Río de la Plata continuaron hasta 1724, cuando el gobernador español Bruno Mauricio de Zavala toma el control de la zona fundando la ciudad de Montevideo.[34]

Comparada con otras partes de Latinoamérica, la esclavitud jugó un rol relativamente pequeño en el desarrollo de la economía argentina, debido principalmente a la falta de minas metalíferas y de plantaciones de caña de azúcar, que habrían demandado una enorme cantidad de mano de obra esclava.[35]​ El Brasil colonial, por ejemplo, importó prácticamente 2.5 millones de africanos en el siglo XVII.[35]​ En contraste, un estimado de 100 000 esclavos africanos arribó al puerto de Buenos Aires en los siglos XVII y XVIII; la gran mayoría de ellos estaban destinados a Paraguay, Chile y Bolivia.[35]

El mercado del Alto Perú facilitó la plantación de algodón en Santiago del Estero y el establecimiento de una incipiente industria textil, en la cual se elaboraba el algodón junto con la lana de caprinos, ovinos y auquénidos en los territorios de las actuales provincias de Santiago del Estero, Catamarca, Salta, La Rioja así como de talabartería en Tucumán.

Por otra parte la ciudad de Córdoba se encontraba beneficiada al ser la encrucijada de las rutas que unían el oeste con el este y el norte con el sureste del virreinato.[36]

Esta base económica. con un norte metalífero y un sur agrícola y portuario significó el desarrollo de un tránsito carretero que generalmente bajaba desde el Alto Perú hasta el puerto de Buenos Aires siguiendo el Camino Real, tal tránsito supuso por su parte la cría de mulas, también de caballos y asnos) la cual se realizaba principalmente en las ciudades del Tucumán y promovió la fabricación de carretas fabricadas en San Miguel de Tucumán y en la ciudad de Mendoza.

La zona de las Misiones y el Paraguay fue sede de cultivos de yerba mate, cultivos iniciados por guaraníes y jesuitas. La yerba mate abastecía a casi todo el virreinato e incluso a la Capitanía General de Chile. Otros cultivos alimenticios surgieron merced a la demanda altoperuana: vinos (en Salta, Tarija, Cuyo, Córdoba), aguardientes y singanis; e incluso plantaciones de olivo, principalmente en La Rioja y Catamarca.[36]

En 1749 se creó en el Camino Real de Buenos Aires a Lima el servicio de Correos y Postas por iniciativa de Domingo de Basavilbaso, que por este motivo es reconocido como el padre del correo argentino. La clave del nuevo servicio era la cadena de postas que jalonaban el camino.[32]

Las Misiones jesuíticas guaraníes legaron a ubicarse en las regiones del Guayrá, Itatín, Tapé (las tres en el actual Brasil), Uruguay (Brasil, Argentina y Uruguay actuales), Paraná (Argentina, Paraguay y Brasil actuales) y las áreas guaycurúes en el Chaco (Argentina y Paraguay contemporáneos), fueron establecidas en el siglo XVII dentro de territorios pertenecientes al imperio español en la Gobernación del Río de la Plata y del Paraguay y sus gobernaciones sucesorias a partir de su división en 1617: la Gobernación del Paraguay y la Gobernación del Río de la Plata, todas dependientes del inmenso Virreinato del Perú.

Los padres jesuitas implementaron un sistema económico agrícola que fue rápidamente asimilado por los aborígenes. Esta importante agricultura fue complementada con la ganadería que suministró a los aborígenes carne, leche y cuero.Se logró que cada reducción formara una unidad económica independiente que funcionaba sobre la base del trueque y posesiones comunales. Se favorecía un intenso tráfico comercial entre las reducciones promoviendo una integración económica, social y política con sede central en Candelaria.

Cada reducción se especializaba en unos oficios, trabajando el hierro y la plata, carpintería, cocina-panadería, chapado en oro, vajillas, telas, elaboración de sombreros o instrumentos musicales. Desde allí se promoverían excelente escultura, pintura y música barrocas guaraníes.[37]

Este desarrollo económico finalizó durante el reinado de Fernando VI de España cuando España se enfrentó con Portugal por la colonia del Sacramento, desde la que se facilitaba el contrabando británico por el Río de la Plata. José de Carvajal consiguió en 1750 que Portugal renunciase a tal colonia y a su pretensión de libre navegación por el Río de la Plata. A cambio, España cedió a Portugal dos zonas en la frontera brasileña, una en la Amazonia y la otra en el sur, en la que se encontraban siete de las treinta reducciones guaraníes de los jesuitas. Los españoles tuvieron que expulsar a los misioneros jesuitas, lo que generó un enfrentamiento con los guaraníes que duró once años.

Los jesuitas fueron innovadores en la explotación de sus haciendas y propiedades en la América Hispánica. Durante los siglos XVII y XVIII supieron gestionar verdaderos emporios agroindustriales con métodos de gerencia que se adelantaron a los utilizados en la actualidad. Entre ellos, uno de los más importantes fue la explotación de las minas de Paramillos de Uspallata (Argentina) de plomo, plata y cinc. Además, agregaron la participación patrimonial de lo recaudado en las haciendas para luego ser redistribuido entre indígenas, esclavos y empleados, con lo que se puede concluir que fueron los primeros en otorgar una suerte de “títulos de propiedad” a sus subordinados.

La Compañía de Jesús también se instaló al sur del Río Salado entre los años 1740 y 1753, con el fin de establecer una población permanente en la frontera del virreinato. Su intención fue la de hacer sedentarios e instruir a los indígenas en la doctrina cristiana. La primera reducción, fue la "Reducción de Nuestra Señora en el Misterio de su Concepción de los Pampas", fundada en año 1740 en la margen sur del Río Salado, por los padres Manuel Quevedo y Matías Strobel. La segunda fue la "Reducción de Nuestra Señora del Pilar de Puelches", fundada en el año 1746 cercana a la margen de la actual Laguna de los Padres, por los misioneros José Cardiel y Tomás Falkner. Finalmente, la "Misión de los Desamparados de Tehuelches o de Patagones", fue fundada en el año 1749 a cuatro leguas al sur de la anterior, por el padre Lorenzo Balda. Allí lograron evangelizar a un gran número de indios pampas. Strobel medió entre las autoridades de Buenos Aires y los pampas para establecer la paz entre ellos. Falkner y su colega jesuita Florián Paucke recogieron una gran información acerca de las costumbres y usos de los indios pampas y guaraníes que plasmaron en libros y exquisitos dibujos que dieron origen a la etnografía en el actual territorio argentino.

La finalidad de estas propiedades era sostener sus universidades (la Universidad de Córdoba fundada en 1613 y la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca en 1624) y colegios, que, debido a una rigurosa concepción del voto de pobreza, eran gratuitos. Sin embargo, la riqueza de estos complejos y haciendas atrajo la ambición de las coronas y particulares y, a la larga, fue un factor para la supresión de la Orden.

En 1776, España decide la creación del Virreinato del Río de la Plata, que abarcaba lo que hoy es Argentina, Uruguay, Paraguay y gran parte de la actual Bolivia, con la intención de evitar el establecimiento de los portugueses en el Río de la Plata.[38]​El virreinato abarcaba un extenso territorio con acceso al océano Pacífico, —en cercanías de la actual frontera entre Chile y Bolivia— y un amplio litoral atlántico, situación que favorecía el potencial intercambio marítimo; amplias praderas de excelentes condiciones para la práctica de explotaciones agropecuarias —se estima que se criaban 40 mil mulas con destino a las explotaciones mineras del Alto Perú~ y dos grandes ríos navegables. Existían además importantes recursos forestales en la zona de la mesopotamia argentina, Chaco y Tucumán, además de minerales en las zonas cordilleranas.[39]

El Reglamento de libre comercio de 1778 fue promulgado por el rey Carlos III de España el 12 de octubre de 1778, en el marco de las reformas borbónicas, con el fin de permitir el librecambio comercial entre España e Hispanoamérica,[40]​ para lo cual se habilitaron al comercio 13 puertos en España y 24 en América, entre ellos el puerto de Buenos Aires.[41]

En Buenos Aires, la sanción del Reglamento de Libre Comercio, junto con el "Auto de Internación" establecido en 1777, provocó un brusco incremento en las exportaciones de cuero según algunos autores o valores sustancialmente menores pero de fuerte tendencia creciente, según otros investigadores.[42][43]

Desde el punto de vista político, la instalación de la aduana en 1779, el establecimiento del Sistema de Intendencias en 1782 y del Consulado de Comercio en 1794, consolidaron el papel hegemónico de Buenos Aires y el debilitamiento del poder de Lima. El libre comercio afecto profundamente las economías regionales del interior del virreinato. Según algunos investigadores, solo algunos sectores como el aguardiente, las carretas y artículos de montura y transporte, y los tejidos de lana pudieron sobrevivir.[44]

Las explotaciones ganaderas virreinales se establecieron hacia la mitad del siglo XVII.[23]​ El ritmo de crecimiento de la región creció dramáticamente con el establecimiento del Virreinato del Río de la Plata en 1776, con Buenos Aires como su capital, y con el incremento del comercio legal permitido luego de la sanción del Reglamento de Libre Comercio de 1778,[45]​ que permitió un comercio "libre y protegido" entre el Imperio español y sus territorios en América.
Estas condiciones sociales, combinadas con una economía comercial próspera, posibilitaron el desarrollo de innovaciones técnicas y de ideas políticas avanzadas que desembocarían en la Independencia.

El período que podría llamarse «organización» comprende los años 1810-1872, donde la economía argentina se ve signada primero por una etapa de deterioro de su agricultura y ganadería litoraleña, a consecuencia de una prolongada guerra de independencia hasta la rendición de los realistas. También por la pérdida del hinterland con el Alto Perú (proveedor de metálico para acuñar moneda), y una guerra civil organizada en torno al modelo político a seguir en la república (unitario o federal). En los últimos veinte años asistimos a una merma de la guerra civil y a la unificación de la Argentina con la provincia de Buenos Aires, pero la triple alianza trastorna el desarrollo económico que terminaría recién a comienzos de la presidencia de Sarmiento.

Las revoluciones que sucedieron en los territorios de Río de la Plata desembocaron posteriormente en la independencia de Argentina fueron posibles gracias a la crisis política que se produjo tras el avance napoleónico por la península ibérica. Pero también hubo otras circunstancias internas que, en mayor o menor medida, favorecieron el desarrollo de los intentos revolucionarios como son el descontento generalizado que existía respecto al gobierno de la metrópoli,la presencia de grupos militares estables y relativamente independientes y la corriente independentista que fue surgiendo en torno a las élites intelectuales.

A partir de que Argentina se emancipara de España en el año 1810, llegó a su fin el control de la actividad mercantil por parte de un pequeño grupo de comerciantes españoles.[46]​ La Primera Junta, el primer gobierno patrio establecido después de la Revolución de mayo de 1810, osciló entre políticas aperturistas y proteccionistas. El Primer Triunvirato (1811-1812), influenciado por Bernardino Rivadavia, promovió un comercio sin restricciones con Gran Bretaña.[47]​ El Segundo Triunvirato (1812-1814) y José Artigas —quien controló la Liga Federal durante el período de 1815-1820— buscaban restaurar la política proteccionista inicial, mas el Director Supremo reinstaló nuevamente el comercio libre.[48]​ Por lo tanto, la economía del Río de la Plata se convirtió en una de las economías más abiertas del mundo.[49]

Entre 1812 y 1816, se desarrollaron divisiones entre una facción centralista (los unitarios) apoyada en el poder de Buenos Aires, y una facción federal en las provincias, que eventualmente abrirían paso a una serie de guerras civiles que terminarían en la conquista de Buenos Aires tras la Batalla de Cepeda (1820).[50]

Cada provincia emitía su dinero, que tenía un diferente valor de una otra; e incluso podía variar entre ciudades de la misma provincia.[51]

Las actividades vinculadas a la exportación disfrutaron de cierto grado de prosperidad, como ocurrió en Tucumán, donde se manufacturaba ropa y en Córdoba y en el litoral, donde se practicaba la ganadería de crianza con el objetivo de abastecer los requerimientos de las minas del Alto Perú.[52]

Los mandatos de Martín Rodríguez como gobernador de Buenos Aires (1820-1824) y su ministro Bernardino Rivadavia, seguido por Las Heras culminando con el mismo Rivadavia como primer presidente de Argentina (1826-1827). Este plan incrementó la influencia británica en la política nacional. Estaba basado en cinco ejes principales: el comercio totalmente libre sin ninguna medida de carácter proteccionista frente a las importaciones británicas; finanzas con un banco central manejado por inversionistas británicos; absoluto control del puerto de Buenos Aires como la única fuente de ingresos para el país; explotación británica de los recursos naturales y la consolidación del Partido Unitario con centro en Buenos Aires.[53]​ Las exportaciones de oro, permitidas por las políticas de libre comercio, agotaron rápidamente las reservas nacionales. Esto representó un gran problema, ya que el oro era el medio de cambio de la economía local. Rivadavia buscó resolver este problema al establecer el "Banco de Descuento", una entidad bancaria central habilitada a imprimir papel moneda. A pesar del rol que jugaba, este banco fue puesto a manos de inversores privados británicos.[54]​ A mitad de los 1820's Manuel José García, Ministro de Finanzas de Bernardino Rivadavia pidió un empréstito de 2.8 millones de libras esterlinas.[55]​ Finalmente, solo llegaron a Buenos Aires unas 0.57 millones de libras esterlinas, en su mayoría en letras de cambio. Ninguna de las obras previstas se realizó con ese dinero. El empréstito se terminaría de pagar ochenta años más tarde. La cancelación del empréstito de £ 2.8 millones ascendió a £ 23.7 millones (es decir, prácticamente 8 veces más).[56][57]​ En los años 1820 el peso papel comenzó a devaluarse rápidamente con respecto al peso fuerte, que estaba ligado directamente al precio del oro.[58]

Cuando B. Rivadavia fue ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores en el gobierno bonaerense de Martín Rodríguez (1820-1824), creó en 1821 la Caja de Amortización, bajo la cual se pusieron como garantía todos los bienes muebles e inmuebles de la provincia, benefició a los tenedores de bonos británicos que constituían la mayoría, además de que impulsó las compras británicas de títulos de tierras en Río de la Plata. En 1822, se sancionó la ley de creación del Banco de Buenos Aires, una entidad privada que ejerció el monopolio para emitir moneda, y actuar como agente bancario del gobierno, dos tercios de sus acciones estaban en manos británicas al igual que la totalidad de su directorio. Siendo los títulos públicos argentinos los más onerosos de América Latina, los bonos emitidos por Rivadavia en 1826 pagaban tasas de interés que sextuplicaban las tasas del resto de los nacientes países americanos y eran 13 veces más altas que las tasas pagadas por el Imperio de Brasil. En poco tiempo los ingentes intereses asfixiaron el erario público llevando al gobierno a privatizar millones de hectáreas a menos del 3 por ciento de su valor original.[59]​La creación en 1822 del Banco de Buenos Aires daría inicio a la emisión descontrolada de billetes. Una heterogeneidad de papeles y vales que viciaban al mercado interno, consolidaciones y nuevas emisiones que generaban devaluación, empujaron a la búsqueda de crédito en el exterior mediante el empréstito Baring Brothers, negociado en Londres en 1824.

El informe que John Murray Forbes entregara a John Quincy Adams, —el sexto presidente de los Estados Unidos— en 1824, mencionó que Gran Bretaña tenía una gran influencia en las políticas económicas del país: el gobierno en Buenos Aires estaba tan deseoso de estar en buenos términos con Gran Bretaña que la mayoría de sus instituciones oficiales (como el banco) estaban bajo el control de Gran Bretaña, y que Gran Bretaña ejercía de hecho un control sobre la economía argentina similar al que tenía sobre sus propias colonias, sin que esta situación le demandara costos financieros, civiles y militares.[54]​ La falta de una flota mercante argentina dio a Gran Bretaña el control del comercio marítimo.[60]​ El testimonio de Forbes debe ser apreciado desde la perspectiva de la rivalidad que de ese momento enfrentaba los intereses comerciales norteamericanos y británicos, derivando en una natural parcialidad y "celos e incluso antipatía" hacia los ingleses en el Río de la Plata.[61]

Durante el breve gobierno de Rivadavia, en 1827 el peso papel se devaluó en 33 % y nuevamente en 68 % en 1829.[58]​ En esa etapa, se sancionó la Ley de Enfiteusis que dejó como consecuencia la concentración de la tierra: entre 1822 y 1830, 538 propietarios obtuvieron en total 86 560 km². Muchos colaboradores directos del propio régimen de Bernardino Rivadavia fueron los enfiteutas más beneficiados, entre ellos las familias Anchorena, Alvear, Azcuénaga, Ortiz Basualdo, Bernal, Bosch, Díaz Vélez, Echeverría, Escalada, Irigoyen, Larreta, Lezica, Lynch, Miguens, Obarrio, Ocampo, Olivera, Ortiz Basualdo, Otamendi, Pacheco, Vidal, Sáenz Valiente y otras.[62]​ En general, los arrendatarios y enfiteutas no pagaban o pagaban cánones muy bajos a la provincia. Esta ley tendió a favorecer la gran concentración de la propiedad de la tierra en unas pocas decenas de familias.[63][52]

En 1827 fue el primer episodio de crisis de deuda de la historia de Argentina. A partir de su independencia, la Argentina había tenido una presencia activa en los mercados internacionales de capital. Fue justamente en medio de un boom de préstamos ocasionado por el fin de las guerras napoleónicas que Argentina y otros países de América Latina consiguieron colocar bonos en Londres para financiar sus guerras de independencia. Este boom crediticio terminó en 1825 cuando el Banco de Inglaterra subió su tasa de descuento para frenar su caída de reservas. Este ajuste monetario derivó en una crisis bursátil, problemas bancarios y recesión en Inglaterra y Europa Continental.

En pocos meses, la crisis se expandió a América Latina. Argentina entró en cesación de pagos en 1827 y su recuperación demandó tres décadas. La siguiente crisis fue el episodio conocido como Pánico de 1890.[64]

En 1828, la oligarquía terrateniente bonaerense que dominaba la Legislatura consiguió modificar la Ley de Enfiteusis. Juan José Viamonte combatió la cláusula de la ley que prohibía a los enfiteutas adquirir nuevas tierras. El Estado de Buenos Aires por su parte «empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1 000 000 de libras esterlinas y su interés».[65]​ En consecuencia, en 1828 se liquidó la escuadra naval y se dieron en pago dos fragatas que se estaban construyendo en Inglaterra. De este modo, cuando se produjo la ocupación de las Malvinas por los ingleses, cinco años más tarde, no hubo fuerza naval para contrarrestarla. Ferdinand White, espía inglés, enviado por la Baring al Río de la Plata, condenó los aspectos delictivos de este acuerdo. De la suma recibida, solo llegaron al Río de la Plata en oro, como estaba convenido, el 4 % de lo pactado, 20 678 libras.[66][54]

Después de la renuncia de Rivadavia en 1827, asumió el poder como gobernador de Buenos Aires el general federal Manuel Dorrego. El 1 de diciembre de 1828, en el marco de un golpe de estado, las fuerzas del general Juan Lavalle avanzaron sobre Buenos Aires. Lavalle fue nombrado gobernador al margen de las leyes vigentes, derrotó a Dorrego y días después ordenó su fusilamiento.

Luego de un año de enfrentamientos, Juan Manuel de Rosas fue designado gobernador por la legislatura bonaerense, cargo en el que continuaría hasta 1832.

El diciembre de 1832 asumió la gobernación de Buenos Aires el general Juan Ramón Balcarce y Rosas emprendió la llamada campaña al desierto, incorporando 2900 leguas cuadradas —unos 14500 km²—, de tierras aptas para el desarrollo de la ganadería.

En 1835 Rosas asumió su segundo gobierno. En diciembre de ese año se sancionó la Ley de Aduana que determinaba la prohibición de importar algunos productos y la imposición de aranceles para otros. En cambio mantenía bajos los impuestos de importación a las máquinas y los minerales que no se producían en el país. Estas medidas de carácter proteccionista impulsaron notablemente el mercado interno y la producción del interior del país.[67]
En general, el impuesto básico de importación era del 35 % y variaba en función de la utilidad pública del bien o de la vulnerabilidad de la industria local que se intentaba proteger. Las herramientas y útiles destinados a la actividad agropecuaria estaban gravados con un 10 %. Los artículos suntuarios llegaron a pagar un arancel del 50 % y se prohibió la importación de una amplia variedad de productos.[68]​Con la estabilidad de la era rosista en la década de 1840 la conflictividad social comenzó a ser menor, las fronteras pudieron consolidarse y las áreas rurales retomaron la actividad. Las exportaciones se incrementan y diversifican, destacándose los cueros vacunos y ovinos, la lana y una amplia variedad de maderas. La región pampeana,situada en el centro del país, se había transformado en el principal eje económico de la Confederación Argentina, la superficie cultivada con trigo en las cuatro provincias que la componían Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba había aumentado al menos 12 veces con respecto a 1810[69]

En las décadas de 1830 y 1840 se acentuó la expansión económica en la Argentina, impulsada por el comercio exterior. Las exportaciones de origen pecuario (cueros, carne salada, sebo y lana) y el número de embarcaciones extranjeras que llegaban anualmente al Río de la Plata con sus productos lograron duplicarse entre 1837 y 1852. Los cueros vacunos representaron más del 60 % de las exportaciones del período y sus dos terceras partes eran producidas en Buenos Aires. Tras la campaña al Desierto de Rosas se llevó a cabo una tímida reforma agrícola, destacando en los nuevos territorios productivos incorporados la predominancia absoluta de parcelas de tamaño entre 100 y 200 ha en el reparto de las mismas, que concentraron el 71 % del número total del territorio, destacándose la llegada de inmigrantes vascos, irlandeses y franceses.[70]​en 1820 se realizó una expedición que llevó las fronteras a las Sierras Pampeanas y en 1833 la Campaña al Desierto liderada por Juan Manuel de Rosas expandió la superficie hasta el río Salado.[71]

Desde 1832 hasta 1850 la aduana de la provincia de Buenos Aires experimenta un crecimiento importante, pasando de 1.200.000 pesos plata a 4.000.000. Poniendo de manifiesto un crecimiento de la economía argentina durante el periodo del gobierno de Rosas, donde también crecen las exportaciones de cuero, lana y tasajo.[72]

Durante las décadas de 1830 y 1840 se acentuó la expansión económica de la Confederación Argentina, alentada por el comercio exterior. Las exportaciones de origen pecuario (cueros, carne salada, sebo y lana) y el número de embarcaciones extranjeras que llegaban anualmente al Río de la Plata con sus productos lograron duplicarse entre 1837 y 1852. La expansión del comercio estimuló la producción ganadera y saladeril y el enriquecimiento de los sectores vinculados a ella.[73]

En el litoral, la expansión económica fue notoria en Entre Ríos, donde se produjo un importante crecimiento de la actividad ganadera y de los saladeros. Sus exportaciones de cueros a través del puerto de Buenos Aires ocuparon el primer lugar entre las exportaciones litorales.[74]

El papel moneda mantuvo muy estable su valor y circuló por todo el país. El Banco Nacional fundado por Rivadavia estaba controlado por empresarios ingleses y había provocado una grave crisis monetaria con continuas emisiones de papel moneda, continuamente depreciado. En 1836, Rosas lo declaró desaparecido, y en su lugar fundó el Banco de la Provincia de Buenos Aires.

Su administración era sumamente ordenada, con un control exhaustivo de los gastos e ingresos públicos, y publicaciones regulares de los resultados.[75]

A partir de 1850 comenzó el auge del ganado ovino: ese año la exportación total de lanas alcanzó la cifra de 7681 toneladas; en 1855 llegó a 12 454 toneladas, y un año más tarde, a 14 972 toneladas.En el año 1830 se producen reformas en los sistemas productivos de la mano de inmigrantes europeos, los cuales aportaban conocimientos técnicos. Las fábricas en esos años en la Argentina correspondían emprendimientos artesanales proveedores del mercado interno: panaderías, fábricas de fideos, jabones, licores y cervezas, se producían más que nada alimentos.

Las exportaciones de origen pecuario (cueros, carne salada, sebo y lana) y el número de embarcaciones extranjeras que llegaban anualmente al Río de la Plata con sus productos lograron duplicarse entre 1835 y 1852.Los principales productos exportados eran cueros, carne salada, sebo, crines y cuernos en la década de 1840 comenzó a desarrollarse la ganadería ovina, que tenía una gran demanda por parte de la industria textil inglesa, en Mendoza floreció gracias a la protección comercial una pujante industria del vino y el agua ardiente, en el Norte una producción textil y cría de llamas. En Tucumán comenzaba a aflorar la industria azucarera. En el litoral, sobre todo en Entre Rios, se produjo una importante expansión de la ganadería y la industria de los saladeros. En Santa Fe y Buenos Aires gracias a la protección a los molineros mediante la ley de Aduanas se pasó de importar harina. Paralelamente se promovieron tejidos, curtiembres, fundiciones, tintorerías, y productos agropecuarios; todos de distintas regiones del país y un fuerte apoyo a la industria vitivinícola.

Con la expansión sucesiva de la frontera realizada Martín Rodríguez y Rosas la provincia de Buenos Aires llegó a incluir aproximadamente 107 000 km² productivos (como un rectángulo de 107 km × 1000 km). Se desarrolló una incipiente industria de procesamiento; la carne era secada con sal para preservarla con el fin de exportarla para ser consumida por esclavos en Brasil, Cuba y los Estados Unidos. Mientras que en los países más desarrollados de Europa la producción de cuero encontró un mercado. Durante esas décadas, viejas rutas y contactos comerciales fueron restablecidos, y la producción se reorientó hacia mercados que habían sido importantes en períodos anteriores: hacia Cuyo, por ejemplo, con la exportación de ganado a Chile, y hacia una reanudación del comercio con Bolivia impulsada por el comercio exterior.[76]​En 1830 las exportaciones sobre todo ganaderas habían cuadruplicado a las de 1810. Para 1823, las exportaciones totales representaban 76 653 de libras esterlinas, y en 1842, 830 918 libras esterlinas.

A principios de 1852, Juan Manuel de Rosas fue derrotado en la Batalla de Caseros, con el triunfo militar de Justo José de Urquiza cristalizó con la organización del país por medio de una constitución federal para la Confederación Argentina. Entre las imposiciones que se realizaban a la Provincia de Buenos Aires estaba nacionalizar los ingresos aduaneros de su puerto y federalizar su ciudad capital, Buenos Aires, que pasaría a ser capital de la Confederación. Ante la negativa, la Provincia de Buenos Aires se negó a participar en el nuevo estado, separándose con el nombre de Estado de Buenos Aires. Finalmente, en 1853 se sancionó la primera Constitución de la Argentina, inspirada en el liberalismo clásico y sin la provincia de Buenos Aires. En marzo de 1854, Urquiza asumió la presidencia de la Confederación Argentina. Durante esta etapa la elite propietaria, llevara a cabo el proceso de acumulación de capital en las grandes estancias, a las que concebían como unidades económicas atrasadas, muchas veces como meras perceptoras de rentas; la propiedad terrateniente, aunque económicamente menos racional y productiva que la pequeña propiedad, había nacido y sobrevivía gracias al control que los terratenientes ejercían sobre el Estado.

La Confederación inició su etapa constitucional con serios problemas económicos y financieros: falta de recursos, dependencia del puerto de Buenos Aires para el comercio exterior, trabas interiores derivadas de las aduanas provinciales y derechos de tránsito, dificultades en las comunicaciones y en el tránsito de mercaderías, escaso desarrollo de la agricultura y estancamiento de la industria artesanal. La organización del tesoro nacional presentó dificultades por la escasa recaudación de las aduanas exteriores de la Confederación y la falta de un sistema impositivo eficiente; de allí la penuria económica de la administración confederal. Tampoco se acertaba a crear un sistema bancario confiable, por lo que el crédito resultaba muy costoso y los sucesivos intentos de crear una moneda nacional terminaron en fracasos.[77]

Si bien no se logró llevar adelante un proyecto ferroviario que vincularía las ciudades de Rosario y Córdoba con Chile, las comunicaciones se modernizaron estableciendo "mensajerías", empresas privadas que llevaban pasajeros, correspondencia y cargas de alto valor en galeras, uniendo la mayor parte de las ciudades del país y que también recorría el interior de la provincia de Buenos Aires.[78][79]​ Urquiza fomentó el crecimiento de la producción agropecuaria en las provincias del litoral, que estuvo motorizado por la creación de colonias agrícolas en su territorio, atrayendo hacia ellas a inmigrantes europeos.[80]​ La primera colonia agrícola exitosa fue la de Esperanza (Santa Fe), fundada por Aarón Castellanos en 1855, con inmigrantes suizos, otras fueron fundadas en Santa Fe y Entre Ríos en esos años; como Colonia San José, fundada por Urquiza en 1857.[81]

El Estado de Buenos Aires gozaba de buena salud financiera y prosperidad gracias a los ingresos aduaneros y el no tener que compartirlos con el resto de la Confederación Argentina o gastarlo en campañas militares, a diferencia de lo que se había hecho anteriormente. Aunque también contaba con su propio banco y moneda se procuró mantener un presupuesto equilibrado y evitar el financiamiento inflacionario.[82]​ En 1857 se restableció el crédito argentino en el mercado londinense: el gobierno porteño llegó a un acuerdo con la casa Baring Brothers para pagar la deuda que se había contraído en 1824 y defaulteado en 1827.[83]​ Ese mismo año una empresa privada con apoyo estatal tendió el primer ramal ferroviario del país, que iba desde el centro porteño hasta Floresta; tres años más tarde, llegaba ya a Moreno y tenía una extensión de 39 kilómetros.[84]​ En los últimos años de la década de 1850 el número de ovejas y la exportación de lana crecieron a un 20 % anual.[85]

El desarrollo económico se estancaría alrededor de 1859, cuando comenzaron los enfrentamientos armados con la Confederación. Luego de la derrota en la Batalla de Cepeda, Buenos Aires acordó su incorporación a la Confederación Argentina pero logró mantener su banco, imprimir su propia moneda y conservar su aduana comprometiéndose a entregar 1 500 000 pesos mensuales a la Confederación.[86]​ Tras nuevos conflictos se enfrentaron nuevamente en la Batalla de Pavón en la que Urquiza concedió la victoria a Bartolomé Mitre, quien se convirtió en el presidente de la República Argentina unificada.

Al promediar la década de 1860, las estancias dedicadas al ganado lanar en la provincia de Buenos Aires comprendían una superficie de 16 millones de hectáreas; estando una cuarta parte de ellas en manos de inmigrantes irlandeses y escoceses, y una gran proporción bajo control de inmigrantes vascos. El total de ovinos en la provincia llegó a la cifra de 40 millones.[87][88]

Con la llegada de Bartolomé Mitre a la presidencia. Mitre encaró la Guerra de la Triple Alianza, que significó, además de una tragedia humanitaria, una fuerte sangría de reservas para el país y un fuerte endeudamiento a fin de sostener la aventura bélica. Al llevar al país a la guerra, sostenía que tenía la obligación moral de introducir en el Paraguay los dogmas del liberalismo económico. En un discurso de 1869 afirmó que

Con Bartolomé Mitre, en 1862, la deuda da otro salto. Primero transfiere los compromisos de la provincia de Buenos Aires a la Nación, y después acuerda otro empréstito con la banca inglesa por 2,5 millones de libras adicionales, para lanzarse a la guerra con Paraguay. Pero, nuevamente, de los 2,5 millones de libras asumidos como deuda, el país recibe solo 1,9 millones debido a los descuentos por el “riesgo país y las comisiones”.

Cuando el mitrismo necesita financiación para Guerra de la Triple Alianza, envía nuevamente a Norberto de la Riestra a Londres en busca de nuevos fondos. Este obtiene allí un nuevo empréstito por 2,5 millones de libras, que ―restando sus gastos y las comisiones― deja un remanente de 1,74 millones de libras. Al concluir la presidencia de Mitre, la deuda externa se halla cercana a los cinco millones de libras esterlinas. Entre las causas de la guerra estuvo la presión de Gran Bretaña al gobierno mitrista y al imperio brasileño para forzar a abrir Paraguay a las exportaciones británicas, los británicos consideraron al Paraguay como un proveedor de algodón que compensaría la declinante oferta de los estados confederados. A fines de 1866 surgirán las montoneras, rebeliones de las provincias contrarias a ir a la guerra contra lo que veían como un pueblo hermano, se sublevaron 280 voluntarios acuartelados en Mendoza a la espera de ir a la guerra contra el gobierno mitrista que se prolongarán por todo el año siguiente, lo que obligó a destinar recursos extraordinarios para intervenir las provincias. En 1871 una peste de fiebre amarilla asoló Buenos Aires, el 15 % de la población murió a causa de la infección, y el virus se propagó en los campamentos militares que regresaban del Paraguay. El gobierno carente de recursos económicos por años de guerra y austeridad presupuestaria no contaba con medios para hacerle frente a la enfermedad.[90]

Sarmiento, que sigue a Mitre, también se endeuda para continuar la guerra y para armar fuerzas militares para reprimir los levantamientos internos. Al final del gobierno de Sarmiento, la deuda ya alcanzaba los 14.5 millones de libras.[91]​ Las cifras evidencian un crecimiento permanente de la deuda externa desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la primera guerra mundial.

A fin de financiar el conflicto, el Gobierno se vio obligado a contraer un nuevo empréstito con los bancos británicos, endeudándose en 3,44 millones de £ (libras esterlinas). Gracias al conflicto la deuda externa de la Argentina llegó a 9 millones de libras. Al final del gobierno de Bartolomé Mitre las finanzas del país quedaron devastadas y el país al borde de una cesación de pagos.[92]​ la economía argentina fue muy afectada y no pudo recuperarse hasta fines de la década siguiente.[93]

A poco de asumir Sarmiento hace aprobar un oneroso empréstito inglés, con la tasa más alta pagada hasta entonces por un país latinoamericano para los muelles y almacenes de aduana, para ello se contrata a enviados británicos. El empréstito se entrega, pero las obras públicas quedarán sobre el papel. La guerra del Paraguay insume 30 millones de pesos y la represión contra Ricardo López Jordán, 16 millones, desequilibrando las ya frágiles cuentas nacionales.[94]​ Por otro lado el país afrontaba las enormes cifras de analfabetismo y pobreza. El 71 % de la población era analfabeta y que el 75 % vivía en condiciones de pobreza.[95]

Meses después recurre a la contratación de un nuevo gran empréstito. Por ley del 5 de agosto de 1870, el Poder Ejecutivo queda autorizado a contraer un empréstito externo por 30 millones de pesos fuertes, igual a 6 millones de libras esterlinas.[96]​ La especulación y un desmesurado aumento de las importaciones se combinaron. Con un importante déficit de balanza de pagos, el oro comenzó a irse en marzo de 1873 cuando comenzó a hacerse sentir la crisis.

En 1874, al culminar el período presidencial de Sarmiento, puede estimarse que la deuda externa oscila alrededor de 14.5 millones de libras y el pago de los servicios anuales por amortización e intereses constituye ya un ítem importante en el presupuesto del Estado.

En 1872 el Congreso aprobó la creación del Banco Nacional, entidad mixta, formada por capitales privados y del estado y cuya administración estaría en manos de banqueros privados. El estado retiró los depósitos que tenía en el Banco Provincia y lo mismo hicieron los inversores privados. Esta operación puso en peligro la solvencia del banco provincial a comienzos de 1874. El déficit del presupuesto durante la administración de Sarmiento remontó a cifras importantes, debidos a partidas destinadas a obras públicas y a servicios de la deuda. La financiación de los déficit se sufragaron con empréstitos internos y un nuevo crédito externo, contratado en 1870 con la Casa Murieta de Londres, por 6 millones de libras esterlinas. Parte de la crisis fue desatada a consecuencia de los gastos de la guerra de la triple alianza que acentuó la fragilidad de las finanzas públicas, la fragilidad de la administración hacendaria llegó a tal punto el ministro de Hacienda, Lucas González, se vio obligado al extremo de solicitar en 1867 al vicepresidente Marcos Paz la baja a todos los funcionarios de la Contaduría. A ello se sumarían otras deudas como la contraída con el Imperio de Brasil, y las expensas ocasionadas por la expedición para derrocar a Juan Manuel de Rosas en 1852 por parte de los liberales.[97]

La tramitación de este gran empréstito fue irregular, denunciándose el pago de comisiones irregulares y montos no acordados a intermefiarios informales, entre ellos a varios secretarios del presidente Sarmiento y a allegados que lo habían acompañado en la gobernación san juanina años antes. Mariano Varela, renunció a su cargo de ministro de Hacienda para iniciar, personalmente, como comisionado especial la negociación. Trató con Thompson Bonnard y Cía, casa que anticipó £ 50 000. Luego, sin romper este compromiso, se vinculó con Luis Cohen Sons, que también entrega £ 50 000. Después suspendió las negociaciones con ambas sin devolver el dinero.

El aumento constante de la deuda externa, sumado a los crecientes intereses de la misma ahogaron las cuentas públicas nacionales, que junto con el déficit crónica de la balanza comercial producto de las políticas libre cambistas resultó, a la postre, la causa mayor de la crisis económico-financiera de 1873-76, que debió soportar el presidente Nicolás Avellaneda. Los gastos de guerra incidieron negativamente en un presupuesto. Para financiar ese déficit se recurrió a empréstitos internos y también a un préstamo externo, de 2,5 millones de libras.[98][99]​ El problema del desequilibrio comercial se tornó visible cuando cesaron los capitales provenientes del exterior. A partir de ese momento, la situación deficitaria de la balanza comercial y de la de pagos provocó una sensible disminución de la existencia de metálico.

En 1876 comenzó el transporte refrigerado. La red ferroviaria, pasó de 573 kilómetros en 1868, a 1331 km en 1874,[100]​ En 1876 se produjo la primera huelga de nuestra historia protagonizada por el primer gremio organizado: la Sociedad Tipográfica Bonaerense, fundada en 1857. [101]

Las importaciones pasaron de 45,6 millones de pesos oro en 1870 a un máximo de 63,4 millones en 1876 mientras que las exportaciones caían de 24 millones en 1870 a 12 millones en 1876. Se produjo un fuerte déficit en la balanza comercial. Para paliar las dificultades, en 1876 el gobierno de Avellaneda aumentó los impuestos y gravámenes al consumo interno.[102]​ Las importaciones que pasaron de 45,6 millones de $ oro en 1871 a un máximo de 73,4 millones en 1873 mientras que las exportaciones subieron de 27 millones en 1871 a 47 millones en 1872 y luego se estancaron en ese valor hasta 1876. Se produjo un fuerte déficit en la balanza comercial. La tasa de descuento en Londres, que había tenido su máximo en 1873, comenzó a descender. Cayeron las importaciones y las exportaciones argentinas. En mayo de 1876 se produjo una corrida en la Oficina de Cambios que la dejó sin activos metálicos.

Tras estallar una nueva crisis Avellaneda el país afrontó otra crisis económica grave a consecuencia de la crisis mundial que afectó a la Bolsa de Comercio de Viena y a Estados Unidos de América. En el mercado internacional se produjo la baja de precios de los productos agrícolas y el alza de los manufacturados, lo cual afectó la ya deteriorada balanza comercial. Avellaneda pidió al pueblo que realizara sacrificios: dirá "Hay dos millones de argentinos que ahorrarán hasta sobre su hambre y sed para responder,a los compromisos en los mercados extranjeros (…) Si es necesario, pagaremos la deuda con la sangre, el sudor y las lágrimas de los argentinos… pero pagaremos…” Presidente Nicolás Avellaneda, 1877

Avellaneda redujo los sueldos, decretó masivas cesantías y restringió las importaciones. Por otro lado, una serie de leyes dictadas disponiendo la venta de tierras públicas permitieron la transferencia a manos privadas de unas pocas familias más de 36 000 km² (en 1867), de unos 30 000 km² más (en 1870) y de casi 40 000 km² más (en 1880).

El permanente déficit presupuestario y la urgencia de afrontar el pago de las deudas públicas fue la causa de la sanción durante la presidencia de Avellaneda, a principios de 1875, de una Ley de Aduanas que aumentaba un 40 % los derechos de importación de productos industriales. A fines de 1875 se hizo evidente la crisis financiera del gobierno, causada por los desmanejos financieros del gobierno y por la baja de los precios de las materias primas en el mercado mundial. El Banco Nacional fue utilizado para solventar parte de las necesidades de fondos del gobierno nacional, pero para ello debió acudir, a su vez, a un crédito tomado al Banco de la Provincia de Buenos Aires.[103]

El período 1880-1930 estuvo regido por el llamado por algunos "modelo agroexportador", que, según alguna interpretación histórica, se redujo a la exportación de materias primas, fomento de la inmigración y la inversión de capitales extranjeros. Quienes conceptualizan así a la época, argumentan que Argentina exportaba principalmente cereales, carnes y demás materias primas agrícolas.[104]​No obstante, otra mirada del mismo periodo histórico, considera que la época liberal implicó un importante desarrollo económico[105]​ y posibilitó, también, incluso, un gran desarrollo industrial. Entre otros datos, consideran que en el año 1887 había ya 6128 establecimientos industriales, donde se destacaba el rubro textil, fábricas de zapatillas y camisas que abastecían el 80% del consumo porteño y el 50% del total del país.[106]

Hacia el fin del período, en particular a partir de la Primera Guerra Mundial, el producto bruto industrial de Argentina era superior al de México y Brasil juntos.[106]

Finalizadas las guerras civiles y la formación del Estado nacional, un nuevo panorama se ofreció para el país a partir de 1880 con la creciente demanda de materias primas por parte del mercado europeo y en particular de Gran Bretaña-El modelo llevaba a una fuerte dependencia del mercado externo con lo cual la economía agroexportadora entraba en crisis ante la disminución de su única fuente de ingresos. Al mismo tiempo el modelo económico generaba un fuerte desequilibrio regional con bajo desarrollo y empobrecimiento general de las zonas extra pampeanas.[107]​El control de la política económica gubernamental por parte de sectores minoritarios en el marco del sistema de partido único del PAN permitió a los sectores ganaderos exportadores desalentar la producción de las industrias no ligadas a la agroexportación. Este intento de desaliento se tradujo por un lado en evitar la sanción de leyes que promoviesen la protección aduanera solicitada por estas industrias y en él bloqueó la promoción de políticas crediticias para el sector industrial.[108][109]​ Durante la presidencia de Mitre Dalmacio Vélez Sársfield Ministro de Hacienda reformo el sistema aduanero que quitaba la protección a las industrias del país, protección que consideraba como un “un resabio pernicioso de errores económicos de otra época" lo que dio un fuerte golpe a las incipientes industrias nacionales del interior.[110]

Durante el primer gobierno de Julio Argentino Roca en 1879 el 73% del valor de la producción agropecuaria de la zona pampeana era destinado a la exportación. Con profundas disputas que se producían por el reparto de la renta agraria (arrendadores vs. propietarios de tierras) y ganadera (invernadores-frigoríficos vs. criadores). De esa manera se fue consolidando un modelo económico alejado de las corrientes más dinámicas del comercio internacional profundamente excluyente y dependiente del exterior. Tierra, trabajo y capital debido a la afluencia de inmigración, capitales extranjeros y nuevas tierras disponibles.[111]​ El principal rubro de exportación era, por mucha diferencia, la lana de oveja; marginalmente se notaba el crecimiento de las exportaciones de granos-Desde 1890 hasta 1930, mediante la llamada Conquista del Desierto, la agricultura pampeana pasó desde cultivar unos 20 000 km² a más de 250 000 km².[112]​ Los estancieros en particular, se habían fortalecido con la victoria en la larga guerra contra el gaucho y se preparaban para financiar "la guerra contra el indio" (1878-1885), por medio de la cual el Ejército Argentino aniquilaría a los pueblos indígenas que habitaban la pampa y la Patagonia, confiscando 10 millones de hectáreas (un territorio casi igual a Bélgica, Holanda y Dinamarca juntas) que fueron entregadas a 344 estancieros, a un promedio de 31.000 hectáreas por estanciero que se traduciría en el control completo del poder político por parte de los estancieros y el capital inglés, sobre todo a partir de 1880, con la instauración de un régimen oligárquico conocido como roquismo, de partido virtualmente único y sostenido en el fraude que permitía el voto cantado, que se mantendría en el poder hasta 1916[113]​La campaña permitió al presidente Julio Argentino Roca enriquecerse, siendo considerado como uno de los funcionarios públicos que más se enriquecieron mediante la función pública.[114]​ "Junto a sus hermanos y parientes políticos tejió una red de negociados en base a la repartición de la tierra indígena y de sus antiguos habitantes que le reportaron fabulosas ganancias".[114]​La mayor parte de los negociados de Roca fueron realizados por su hermano Ataliva, quien obraba como testaferro. Entre otras adquisiciones indebidas, Ataliva Roca recibió 160.000 hectáreas de tierra en la provincia de La Pampa.[114]​ La corrupción roquista llegó a tal nivel de escándalo, que el expresidente Domingo Faustino Sarmiento inventó el verbo "atalivar" para referirse a la corrupción, verbo que ingresó al habla cotidiana hasta al menos mediados del siglo XX.[115]

A principios de la década de 1880 se inició la exportación de carne congelada, pero no sería hasta la década siguiente que ésta reemplazó a la lana como principal exportación. Las pequeñas industrias nacionales tropezaban con grandes dificultades para desarrollarse debido a que, por sus mayores costos de materia prima y escala de producción, solicitaban mayor protección arancelaria. Esta fue retaceada por el gobierno, apoyado en la resistencia conjunta de los exportadores ingleses, el sector agrario exportador y los grupos políticos que basaban su rechazo a este tipo de industrialización.[111][116][117]​ Con la derrota militar de Buenos Aires en 1880, el presidente Julio A Roca intentó imponer un proyecto monetario centralizador atado al patrón oro. Sin embargo, el incremento del gastos públicos el déficit de la balanza comercial y el desordenado endeudamiento externo debilitaron este proyecto hasta hacerlo inviable. En 1885, Roca debió abandonar su programa centralizador y la moneda nacional volvió a ser inconvertible.

Durante este período la economía argentina enfrentó diferentes crisis asociadas al sector externo, siendo la crisis de la deuda en 1890 la que tuvo mayor impacto. El elevado nivel de importaciones, junto con el endeudamiento externo, condujeron a un estrangulamiento contante en el balance de pagos. En 1889, con la caída de los precios de exportación, los pagos de intereses y amortizaciones llegaron a representar 66.1 % de las exportaciones totales, lo que dio inicio a una profunda crisis económica que perduró hasta 1891 e implicó una contracción del producto bruto interno de 11.8 por ciento. La inmigración hacia Argentina, a su vez, resultó desincentivada por la recesión y caída de ingresos reales en este país.[118]​ Según Sansoni (1990) las pésimas condiciones de trabajo en las tareas agrarias, así como la característica estacionalidad de estas tareas, que dejaban a los trabajadores sin ocupación durante algunos meses. En el caso de los trabajadores golondrina, regresaban a sus países de origen en la época de baja actividad.

En 1881 se sancionó la ley 1130 con el objetivo de unificar el sistema monetario en el país, hasta entonces caótico debido a la variedad de monedas: pesos moneda corriente, pesos fuertes. Las viejas monedas circulantes fueron sustituidas por el nuevo Peso Oro Sellado y el Peso Moneda Nacional, que fueron puestos en circulación por el Banco Nacional junto con el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Se acuñaron monedas de oro, el argentino de oro y de plata, si bien estas últimas en cantidad reducida. La nueva moneda era convertible 1 a 1 entre el peso moneda nacional y el peso oro. La convertibilidad se suspendió a principios de 1885 debido a un proceso de emisión de papel moneda que no tenía el suficiente respaldo en metálico.[119]

El sucesor de Roca, Miguel Juárez Celman se aventuró en una política de gasto público muy expansiva; entre 1884 y 1890 la Argentina fue el destino del 11 % de los préstamos en el mercado de deuda de Londres.[116]​ Paralelamente, se sancionó la Ley 2.216 de Bancos Garantidos, que autorizaba a bancos que reunieran ciertos requisitos, emitir pesos papel que estén respaldados por bonos del gobierno emitidos por el tesoro nacional que a su vez solo podían ser comprados por oro. Para comprar estos bonos, los bancos emitieron y colocaron deuda en libras o en oro en el mercado londinense.[120]​financiados en su mayor parte con deuda que se esperaba pagar con el futuro crecimiento económico.[116]

Se produjo la expansión desmedida de la oferta monetaria y la inflación. Comenzaron las dudas acerca de la posibilidad del país para cumplir sus compromisos. Ante la depreciación del peso papel el gobierno empezó a vender el oro depositado en el Banco Nacional, en agosto de 1888. A fines de 1889, Juárez Celman intentó, mediante un cambio de ministros, calmar la situación. A principios de 1890 la provincia de Buenos Aires anunció la venta de sus ferrocarriles por 40 millones de pesos oro, siendo la privatización más grande de la historia hasta entonces.[121]​ Sancionó la Ley de Bancos Garantidos, que permitía establecer bancos provinciales y privados habilitados para emitir moneda. El resultado, combinado con la irresponsabilidad fiscal del gobierno, fue una escalada especulativa y de emisión descontrolada[122]​ que llevó a su vez a un endeudamiento crónico de los bancos y al aumento de los costos financieros.[123]​ El estado Nacional, los estados Provinciales y las bancas privadas se endeudaron rápidamente, mientras una fuerte corriente de ingresos de divisas, especialmente desde Gran Bretaña, alimentaba la burbuja especulativa.[111]​ En la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, fundada en 1885, 4000 operadores de bolsa especulaban con toda clase de papeles públicos y privados, que cada vez tenían menos respaldo.[124]

El Gobierno se embarcó en una renegociación de la deuda con la casa Baring e inició una operación de salvataje del sistema bancario. En una rápida sucesión, varias instituciones financieras debieron afrontar crisis de pagos, llevando casi a la quiebra a varios bancos extranjeros; cuando la banca Baring Brothers asumió sus errores al invertir en la burbuja especulativa en que se había convertido la Argentina, la llegada de capitales exteriores cesó por completo, iniciándose la fase más crítica de la crisis financiera de 1890.[125]​Continuando en gran medida con el auge de la especulación comercial y bursátil de su antecesor aceleró el proceso por medio de una activa política privatista. [126]​ En particular resultó llamativa la privatización de la empresa estatal más exitosa de la historia argentina hasta entonces, el Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, cuya venta se justificó justamente sobre la base de su superávit operativo y financiero.[127]​ Esta acción le valió acerbas críticas del senador Aristóbulo del Valle, que señalaba que de ese modo se sometían los recursos públicos al interés del capital privado, y lamentaba que se hubiera garantizado las ganancias de las empresas compradoras con fondos estatales.

El propio Gobierno reconocía:

Poco después, el Estado argentino entró en cesación de pagos y repudió las deudas contraídas por los bancos garantidos y las provincias, con lo que de hecho se declaró en bancarrota, de la cual solamente saldría varios años más tarde.[128]​ El año 1890 amerita un capítulo aparte por la riqueza de la información que brinda, fundamentalmente sobre la revolución del 26 de julio". En lo que se refiere estrictamente a la corrupción política, el diario se ocupó de denunciar o al menos poner en tela de juicio varias prácticas que calificaba de corruptas. Entre otros tantos, el caso de la Aduana es el que merece mayor atención. El 8 de mayo se denunció que "peculados y colusión a niveles escandalosos han sido descubiertos en el Departamento de Aduana por lo cual los ingresos han perdido 10 millones de dólares anuales".[129]

En medio de la crisis se produjo una insurrección cívico-militar conocida como Revolución del Parque que, aunque fue derrotada, provocó la renuncia de Juárez Celman y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Pellegrini. Roca retomó el control del Partido Autonomista Nacional gobernante. Pellegrini, por su parte se apresuró a pagar a los ingleses, a cuyo fin contrató un nuevo empréstito con la Banca Morgan, en condiciones humillantes para el país. Disconformes, los estudiantes universitarios apedrearon a Pellegrini y trataron de incendiar su casa.[130]

La crisis llevó al entonces presidente Carlos Pellegrini llevó a cabo un recorte del presupuesto público, creación de ciertos impuestos a las exportaciones y el consumo, aumento de los aranceles y la introducción de la primera Caja de Conversión en Argentina con lo cual la economía se recuperó pronto.[131]​ Con el cambio de siglo los problemas sociales se fueron agudizando, el 21 de mayo de 1905 una masiva movilización de obreros y pequeños comerciantes que dejó como saldo tres muertos y veinte heridos de bala. La movilización había sido convocada ante un conjunto de medidas represivas impulsadas por el gobierno de Manuel Quintana, medidas afectaban principalmente al naciente movimiento obrero. Por otro lado, el país debió afrontar una crisis económica derivada de los empréstitos contratados en el exterior, la emisión descontrolada de papel moneda, la inflación, y la deficiente balanza de pagos. En 1890, cuando cayó el gobierno de Juárez Celman, los servicios de la deuda representaban alrededor del 60 % de los valores exportados anualmente.

A principios de 1891 el gobierno consiguió un préstamo por 15 millones de libras esterlinas. Después de la quiebra del banco nacional se creó el Banco Nación, con límites estrictos respecto a su antecesor. Tras un aumento de las expectativas por un posible regreso al patrón oro y nuevo acuerdo con el banco de Inglaterra, en 1892 el peso papel comenzó a apreciarse y en 1893 se consiguió el superávit fiscal.[120]​ De forma simultánea aumentaba la producción agropecuaria y el modelo agroexportador entraba en su apogeo.[116]

En el año 1904 el Censo de la Capital Federal da fe de la existencia de 2.462 conventillos, de los cuales el 23% no tenía baños de ninguna clase. Hacia 1914,, alrededor del 61% de la población argentina vía en conventillos o en casas precarias, solo el 39% restante residía en casas de material.[111][132]

Finalmente, en 1899, durante el segundo mandato de Julio Argentino Roca, se produce el regreso a la convertibilidad. Debido a la amenaza de la deflación y la presión de los sectores exportadores se establece una paridad de 2,27 pesos papel por peso oro en lugar de la paridad 1 a 1.[116][120]​En 1901 se estableció en 11,4 en relación con la libra esterlina y en 2,35 con el dólar, al cambiar los pesos moneda nacional lo que implicaba una devaluación de 47 por ciento, debido a los desórdenes fiscales y monetarios de la década de 1880 y su consecuencia, la crisis política, económica y financiera de 1890.[133][134]​La acumulación de stocks, la bajada de precios y el cierre de empresas rápidamente se tradujeron en una disminución de los beneficios. Una corrida bancaria en el corazón del imperio austrohúngaro tendría consecuencias en el Plata, algo que Sarmiento primero subestima, y que pondrán a su sucesor, Nicolás Avellaneda, en aprietos.[135]​En todos estos años, década del 60 y primera mitad de la del 70, los saldos del comercio exterior fueron desfavorables, es decir que ni aún durante el tiempo de auge de las exportaciones de lanas la balanza comercial dejó de ser negativa.

En 1873 una serie de factores que incluían la falta de recursos propios, el déficit causado por la guerra del Paraguay, la fiebre amarilla, entre otros, mantuvo a la Argentina en una situación crítica, cuando comenzaron a sentirse los primeros efectos de la crisis internacional de 1873. Entonces la situación se tornó más grave: gran déficit en el comercio exterior, falta de productos para el pago de la deuda externa, excesiva especulación, escasez de capitales, quiebras, cierre de talleres, acrecentamiento de la emigración; la recuperación no llegó prácticamente hasta 1878.[136]

La situación financiera del Estado y de los particulares no permitía el desarrollo de modo que dependió masivamente al crédito, especialmente a empréstitos extranjeros.[137]​.[138]​ De una exportación anual promedio de menos de 20 toneladas de granos en 1875-79 se pasó a más de 400 toneladas en 1885-89.[111]​ Sin embargo la situación de la clase obrera argentina distaba de ser positiva; el informe Bialét-Massé sobre la clase obrera argentina reflejaba las pésimas condiciones laborales, la explotación de los trabajadores, su exclusión de la vida política del país, y la falta de derechos económicos y sociales: «En las cumbres del Famatina he visto al peón cargado con 60 y más kilogramos deslizarse por las galerías de las minas, corriendo riesgos de todo género, en una atmósfera de la mitad de la presión normal; he visto en la ciudad de la Rioja al obrero, ganando sólo 80 centavos, metido en la zanja estrecha de una cañería de aguas corrientes, aguantando en sus espaldas un calor de 57º, a las dos de la tarde».[139]


A partir de la Primera Guerra Mundial, que obligó a sustituir algunas importaciones, se comenzó a desarrollar una incipiente industria, ligada a la producción de alimentos, combustibles y algunas manufacturas de consumo.

La baja tasa nacional de ahorro y de acumulación de capital restringió la viabilidad del desarrollo industrial competitivo. Con la Primera Guerra Mundial, la cual provocó un shock externo desfavorable, que anticipaba los cambios en el decenio de 1930 significó la disminución de la afluencia de capitales y la caída en la demanda de los productos primarios exportados. En vísperas de la Primera Guerra el país importaba el 77 por ciento de los productos manufacturados consumidos anualmente, y el 29 por ciento de los alimentos procesados. Generando un constante déficit comercial y una sangría de dinero hacia el exterior.[140]

En 1904, el diputado socialista Alfredo Palacios con el objetivo de mejorar las condiciones sociales y laborales de la clase obrera impulsó varias leyes, entre las que se encontraban la prohibición de 1905 de trabajos de riesgo de las mujeres y niños, el establecimiento de una edad mínima para trabajar y la introducción de una jornada laboral semanal máxima de 60 horas, seis días semanales. Si bien las condiciones de vida en las grandes ciudades eran, bajo los estándares de hoy, precarias, eran similares o superiores a las observadas por aquellos años en las principales ciudades del mundo. Buenos Aires, que debido al flujo migratorio había más que quintuplicado su población en solo un par de décadas, mostraba problemas de hacinamiento.[141][142][143][144][133]​ Después de 1914, el enfrentamiento entre los obreros y los capitalistas se agravó porque la situación económica de los obreros urbanos se deterioraba notablemente, primero por la desocupación y luego por la inflación. Entre 1917 y 1919 el número de huelgas y de obreros que participaban en ellas fueron mayores que en los máximos alcanzados en 1907 y 1910. [145]

Antes de la Primera Guerra Mundial, la inversión de capital era principalmente inversión de capitales extranjeros. Argentina era un caso atípico para la inversión extranjera, diferenciándose del resto de los países latinoamericanos, ya que en el período 1873-1923 el país concentró el 71 % de las inversiones extranjeras de la región.[146]​ En su mensaje de apertura de sesiones del Congreso en 1913 el presidente Roque Sáenz Peña afirmaba:

La mayor parte de los conventillos disponía de uno o dos baños, algunos sin duchas. En el año 1904 el Censo de la Capital Federal daba cuenta de la existencia de 2462 conventillos, de los cuales el 23 % no tenía baños de ninguna clase, el 18 % tenía uno solo y el 56 % tenía dos. Hacia 1914, a cuatro años de la celebración del Centenario, alrededor del 35 % de la población vivía en conventillos o en casas precarias, solo el 65 % restante residía en casas en “altura” o en casas de material. [148]

Una nueva crisis comenzó cuando el Banco de Inglaterra elevó las tasas de interés. Los capitales extranjeros depositados en la Argentina volvieron a sus países de origen. En consecuencia se abrió una brecha financiera el país tuvo que afrontar el pago de la deuda Externa. El problema se acentuó con la pérdida de cosecha en 1913 y 1914. La salida de capitales y la reducción de las exportaciones constituyeron los principales factores que afectaron a la economía local. La contracción del comercio exterior tuvo fuertes efectos depresivos sobre el nivel de actividad interna y, por consiguiente, sobre la demanda de bienes y servicios en el mercado doméstico.

Debido a la apertura económica y la Primera Guerra Mundial afectaron al desarrollo argentino, como resultado del desplome del crédito internacional y el retroceso de la economía mundial, de forma que la acumulación de capital decayó hasta el 4,2 % anual y la renta per cápita avanzó solo un 0,18 % entre 1910 y 1929, retrocediendo quince posiciones entre los países más ricos. Aun así, para 1930 Argentina duplicaba en su pbi per capita al promedio latinoamericano, frente a una diferencia de 3 a 1 en 1905.[149]​ La neutralidad argentina en la gran guerra establecía que se debían mantener en los mínimos del momento la exportación de bienes de capital y se produjo un boicot económico que duraría hasta 1923.

En 1910, poco antes de los festejos por el Centenario, las dos centrales obreras se lanzaron a una huelga general. El gobierno reaccionó con extrema dureza: se sancionó el estado de sitio, fueron arrestados centenares de dirigentes, se cerraron los diarios sindicales, y se sancionó la Ley de Defensa Social, que extendía las restricciones de la Ley de Residencia, habilitando al Poder Ejecutivo a arrestar indefinidamente a cualquier ciudadano. Hacia 1914, a cuatro años de la celebración del Centenario, alrededor del 61% de la población –vivía en conventillos o en casas precarias, solo el 39% restante residía en departamentos o en casas de material.[148]

En 1884 Bunge y Born pasa dedicarse a la comercialización de cereales a escala mundial (un trading "internacional"). En 1911 constantemente huelga de obreros de la panificación, Torcuato Di Tella inventó una máquina amasadora de pan de éxito nacional.

La industria manufacturera se expande al 7 % anual entre 1900-1913, mientras que el producto bruto interno lo hizo al 6,4 %. El producto industrial se desarrolló, pues, a la tasa más alta entre los sectores económicos, superando al sector agropecuario en este sentido.[106][106]

Otros ejemplos, Bartolomé Long que inventó la desgranadora argentina, 1917 la primera cosechadora autopropulsada del mundo por José Frick, 1878 Nicolas Schneider se vuelca al rubro de fabricar los primeros arados en Esperanza, Jacobo Peuser un alemán en 1867 creó un emporio de artes gráficas y puso a la actividad editorial Argentina en la cima de Iberoamérica por mucho tiempo, 1870 Sebastián Bianchetti se hizo presente con sus famosas balanzas que hasta el día de hoy se ve en algunos comercios, pequeñas industrias de cerillas de fósforos prosperaban tanto así que la Compañía General de Fósforos (1889) continúa hasta nuestros días.En 1920, esta firma decidió instalar una hilandería de algodón, para lo cual invirtió en el complejo agroindustrial algodonero (desmotado, elaboración de aceite e hilados). La hilandería −una de las cinco establecidas en el país hasta 1930− se sumó a una gran litografía, una fábrica de papel y las plantas elaboradoras de fósforos que integraban esta empresa. Otros casos importantes fueron los de la Fábrica Argentina de Alpargatas y Manufactura Algodonera Argentina, que fundaron sus propias hilanderías para complementar sus tejedurías en 1923 y 1924 respectivamente.

El conflicto balcánico, que anticipó el estallido de la Primera Guerra Mundial, desató en Europa una crisis política y económica que clausuró el período de expansión iniciado a finales del siglo XIX. La salida de capitales y la reducción de las exportaciones tuvo efectos depresivos sobre el nivel de actividad interna. Entre 1913 y 1917, el PBI se contrajo un 20%. La caída del PBI per cápita fue aun más importante, pues descendió un 34% en el mismo período. La recesión iniciada en 1914 fue profunda y prolongada; superó incluso la producida durante la Gran Depresión de fines de la década siguiente, cuando el PBI per cápita se contrajo un 20% entre 1929 y 1932[150]

La decisión del Banco de Inglaterra de incrementar la tasa de interés provocó la reversión del flujo de capitales extranjeros hacia la Argentina y le impidió financiar el déficit en su balanza de pagos. El desequilibrio de la balanza de pagos se profundizó como resultado de la magra cosecha de 1913-1914. A partir de entonces, la economía argentina se deslizó hacia una profunda recesión. Los mecanismos de transmisión de la crisis fueron dos: la salida de oro hacia el extranjero y la caída de las exportaciones primarias. En el marco del patrón oro, dicha fuga provocó una severa reducción del circulante, un incremento de la tasa de interés y una sucesión de quiebras de empresas y negocios.[151]​ Esta situación obligó al presidente Victorino de la Plaza a promover un conjunto de leyes de emergencia. Entre ellas se destacó el cierre de la Caja de Conversión y la suspensión de la convertibilidad de la moneda. A partir de entonces y hasta 1927, el valor de la moneda argentina varió de acuerdo con la evolución de la balanza de pagos. La protección que generó la guerra impulsó una primera y efímera sustitución de importaciones, debido a las dificultades de abastecimiento, aunque localizada e incipiente. Este beneficio no alcanzó a aquellas industrias que dependían de insumos hasta ese momento importados, mientras que las actividades que procesaban materias primas nacionales pudieron reemplazar a los bienes importados que no llegaban. La cuenta capital mostró también un balance positivo debido al el ingreso de capitales que llegaban a la Argentina en busca de refugio.[152]

La guerra submarina, la falta de bodegas y el encarecimiento de los transportes afectaron el comercio. Los productos de gran volumen y bajo precio unitario, como los granos, fueron los principales perjudicados y cobró mayor importancia la exportación de carne, ya que este tenía un mayor valor por unidad de volumen[153]​ Más dramática fue la caída de las importaciones, al punto que en 1915, estas fueron la mitad respecto de las exportaciones.[153]​ Mientras tanto hacia 1914 llegó a su máxima extensión la frontera agraria pampeana, pues se había puesto en explotación la máxima superficie posible de tierra apta.[152]

Por otro lado la industria sufrió las consecuencias de la caída de los salarios reales por efectos de la inflación y del incremento del desempleo, que deprimió la demanda agregada. Las industrias que necesitaban de insumos importados como las metalúrgicas, de cerveza y galletitas, entraron en crisis. La disminución más severa la sufrió el sector de la construcción, que se encontró con la paralización de obras de infraestructura (ferrocarriles, por ejemplo) que significó una caída en su producción del 82 %.[153]​ Más dramática fue la caída de las importaciones, al punto que en 1915, estas fueron la mitad respecto de las exportaciones.[153]​ Se trataba de una industria vinculada con el procesamiento de materias primas: el 57 % de su producción consistía en alimentos y bebidas.[152]​ Diversos factores condicionaron el desempeño manufacturero en los años de la guerra, el descenso del comercio internacional afectó los rubros que competían con la producción nacional y promovió así la sustitución de importaciones, fue un estímulo breve, ya que desapareció en 1918, cuando se reanudaron las importaciones. Por otro lado, la industria sufrió las consecuencias de la caída de los salarios reales por efectos de la inflación y del incremento del desempleo, que deprimió la demanda agregada.[152]

La guerra afectó de manera dispar a las diversas ramas industriales, las industrias que necesitaban de insumos importados como las metalúrgicas, de cerveza y galletitas, entraron en crisis.[153]​ La disminución más severa la sufrió el sector de la construcción, que se encontró con la paralización de obras de infraestructura (ferrocarriles, por ejemplo) que significó una caída en su producción del 82 %.[153]​ Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial la Argentina sufrió una severa escasez de insumos. Las importaciones de carbón, principal fuente energética de la industria y los ferrocarriles, cayeron como resultado de la carencia de bodegas y las exigencias militares europeas. El volumen importado en 1918 representaba apenas 20 % del total importado en 1913. Debido a esto el precio del carbón en Buenos Aires subió 538 % entre 1913 y 1918. Las plantas energéticas, los frigoríficos y otros consumidores intentaron reemplazar el carbón por el petróleo, pero también las importaciones de éste fueron escasas, de modo que su precio aumentó 256 % entre 1914 y 1918. La escasez de combustible y el aumento de precio afectaron las exportaciones argentinas a Gran Bretaña.

A pesar de que la guerra interrumpió el proceso de migraciones ultramarinas, la tasa de desocupación muestra un notable incremento, ya que alcanza en 1914 el 13,7 %, frente al 5,1 % de 1912. En 1915 llega al 14,5 %, en 1916 al 17,7 % y en 1917 toca el 19,4 %, con un total de 445 870 desocupados frente a 1 887 981 personas ocupadas.[154]​El impacto provocado por la Primera Guerra Mundial en la economía argentina, tyrajo aparejadas consecuencias en el movimiento obrero debido al aumento de la desocupación, la caída de los salarios y el deterioro en las condiciones de trabajo. Esta situación negativa terminó incentivando y radicalizando el conflicto social de manera inédita, especialmente en aquellos gremios vinculados a las exportaciones. Cuando comenzó la guerra, en agosto de 1914, el país arrastraba el fracaso de la cosecha de granos del año anterior y la disminución de la entrada de capitales extranjeros debido a las restricciones monetarias impuestas por Europa. Hacia 1914 el PBI cayó un 10%; la inversión externa, un 30%; y la caoda del comercio exterior superaba un 20%. la guerra agudizó profundamente la crisis de la economía argentina, al incentivar la salida de las reservas de oro, el cese de la inversión extranjera y la pérdida de la capacidad de embarque, así como la caída de las exportaciones de grano y las importaciones, que en 1918 representaron la mitad de las de 1910. Los obreros ocupados en la industria disminuyeron de 344.000, en 1914, a 292.000, en 1917. El porcentaje de desocupación era del 23,8% en la Capital Federal y del 16,4% en el resto del país[155]

La caída de las importaciones y la actividad económica aumentaron el déficit fiscal a niveles inéditos desde la época de Juárez Celman, ya que las finanzas del estado dependían en gran parte de la recaudación aduanera.[153]​ Entre 1913 y 1917, el PBI se contrajo un 20 %. La caída del PBI per cápita fue aún más importante, pues descendió un 34 % en el mismo período. Esta recesión profunda y prolongada superó incluso la producida durante la Gran Depresión, cuando el PBI per cápita se contrajo un 20 % entre 1929 y 1932.[152]​ La inversión extranjera desapareció durante la Primera Guerra Mundial para financiar la guerra europea, y no regresó después de la paz. La economía argentina mantuvo estrechos vínculos con el comercio británico y con sus inversiones, pero después de 1918, estrechó su relación comercial con Estados Unidos, que ahora dominaba el escenario económico internacional.

Durante el mandato de Hipólito Yrigoyen la salida de capitales y la reducción de las exportaciones constituyeron afectaron a la economía local. Para la economía abierta que era entonces la argentina, en que las exportaciones representaban el 30 % del PBI, la contracción del comercio exterior tuvo fuertes efectos depresivos sobre el nivel de actividad interna y, por consiguiente, sobre la demanda de bienes y servicios en el mercado doméstico.

Entre 1913 y 1917, el PBI se contrajo un 20 %. La caída del PBI per cápita fue aún más importante, pues descendió un 34 % en el mismo período. La recesión iniciada en 1914 fue profunda y prolongada; superó incluso la producida durante la Gran Depresión de fines de la década siguiente, cuando el PBI per cápita se contrajo un 20 % entre 1929 y 1932. Además de los problemas monetarios, durante la guerra creció el déficit fiscal. La caída de las importaciones y de la actividad productiva redujo los ingresos fiscales provenientes de la aduana y los impuestos internos que gravaban el consumo. El presidente Hipólito Yrigoyen, que asumió el cargo en 1916, implantó el cobro de derechos a la exportación y recurrió al crédito externo con interés muy alto.[156]​en 1920, el grupo Bemberg, que controlaba la Cervecería Quilmes y otras fábricas de cerveza, había fundado la Primera Maltería Argentina para autoabastecerse de ese insumo.[157]

En 1916 fue elegido Hipólito Yrigoyen bajo la Ley Sáenz Peña, que instalaba el sufragio universal masculino secreto y obligatorio.

Las consecuencias económicas producto de la Primera Guerra Mundial produjeron centenares de huelgas y enfrentamientos violentos durante el gobierno de Yrigoyen. Una serie de largos paros afectaron a la economía nacional, sobre todo en áreas ferroviarias, portuarias y metalúrgicas. La ola de conflictos, que también fue asociada al estallido de la Revolución rusa y los movimientos revolucionarios en Alemania, Italia y Hungría,[158]​ alcanzó su punto álgido en 1919 cuando en los talleres metalúrgicos Vasena se produjo uno de los enfrentamientos más sangrientos de la historia, la conocida Semana Trágica. Entre 1920 y 1921, trabajadores patagónicos llevaron adelante huelgas y enfrentamientos que terminarían con trágicos resultados. El salario real bajó hasta el año 1918, lo que hizo que aumentara el número de huelgas, que pasó de 80 en 1916 a 367 el año siguiente. El número de huelguistas fue de 24 000 en 1916, mientras que en 1919 llegó a 308 000.[159]​Los periódicos como La Antorcha y La Protesta, denunciaron la masacre de obreros prisioneros y los fusilamientos sumarios ocurridos durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen..

Paralelamente al deterioro económico se sumó la conflictividad social que tuvo su punto culmine durante la Semana Trágica de 1919, una huelga obrera en la que los trabajadores reclamaban la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas, mejores condiciones de salubridad, la vigencia del descanso dominical, el aumento de salarios y la reposición de los delegados despedidos en los talleres metalúrgicos Vasena. La huelga fue reprimida brutalmente por el gobierno de Yrigoyen y la llamada Liga Patriótica, un grupo paramilitar.[160]​ Recién en 1923 se superó el PIB per cápita de 1913. A partir de 1914, aun sin llegada masiva de inmigrantes, la desocupación inició un crecimiento acelerado y culminó en 1917 con un 19,4 %; situación agravada por el alza del precio de los productos de consumo popular y la caída del salario real como consecuencia de la inflación, estimada por los historiadores en un 40 % entre 1914-1918. Los conflictos alcanzaron el mundo rural y, a partir de 1918, se expresaron en la movilización de los chacareros y los braceros. Las huelgas estallaron igualmente en la economía agraria extrapampeana, por ejemplo, las protagonizadas por los trabajadores de La Forestal en el norte santafesino y por los peones de las estancias patagónicas, durante el conflicto conocido como Patagonia rebelde.[157]​ El nivel de gasto público aumentó de 8,5 % en 1920 al 13 % en 1929 y el déficit de la administración nacional llegó al 4 %.[161]

En 1922, durante el gobierno de Yrigoyen se creó la empresa estatal destinada a explotar y comercializar el petróleo: YPF, y el recién electo presidente Marcelo T. de Alvear le ofreció la conducción de esta nueva empresa al general e ingeniero Enrique Mosconi, quien ocupó la dirección de YPF entre 1922 y 1930. Los yrigoyenistas impulsaron la nacionalización de los recursos petroleros del país, que generaría una necesaria ampliación de la burocracia estatal y la consecuente oferta de nuevos cargos que serían distribuidos entre sectores medios urbanos dependientes del Estado.[162][163]​En 1925 debido a una sobreoferta comenzaron a bajar los precios agrícolas y hacia el final de la década la Reserva Federal de Estados Unidos decidió subir las tasas de interés, lo que inicialmente provocó un retorno de los capitales norteamericanos hacia los Estados Unidos y posteriormente generó una estrepitosa caída del mercado de capitales cuando los bancos se vieron obligados a reclamar la devolución de los préstamos y los inversores tuvieron que vender las acciones que habían comprado a crédito provocando un desplome de los precios y una corrida bancaria en busca de liquidez.4 La crisis norteamericana repercutió en una fuerte salida de oro de Argentina, por lo que puso al país ante la amenaza de una fuerte contracción monetaria y la falta de reservas suficientes para atender los pagos de la deuda externa dando paso a una emisión descontrolada e inorgánica de dinero.[164]

Alvear comenzó su presidencia justo cuando terminaba la crisis mundial de la posguerra, acompañado de un favorable frente externo, con la reactivación posterior a la Primera Guerra Mundial.[165]

Los altos precios de la carne causados por la Primera Guerra Mundial se prolongaron hasta comienzos de la década de 1920 y alentaron la expansión de la ganadería. El derrumbe de los precios de la carne, artificialmente inflados durante la guerra, provocaron una profunda crisis del sector ganadero entre 1921 y 1923. Los criadores que tenían ganado en exceso tuvieron que vender sus animales a precios bajos, por lo que se vieron obligados a pedir en 1921 protección por parte del gobierno argentino hacia los manejos de los trusts de la carne.[166]​ Ante ello, el gobierno sancionó en 1923 las leyes n.º 11 226, n.º 11 227 y n.º 11 228: la primera establecía un régimen de control del comercio de carnes; la segunda fijaba los precios mínimos y máximos para la venta; y la tercera instauró un régimen de control para las transacciones comerciales de ganado vacuno para evitar los vales, comunes en el interior. Se creó así un frigorífico estatal, años más tarde bautizado con el nombre de Lisandro de la Torre.[167][168][169]​En Argentina, el lapso recesivo comprendió los años que transcurrieron entre 1921 y 1924 aproximadamente cayó la producción agrícola y ganadera, agregándose la baja de los precios. Al producirse la crisis, en 1914 se abandonó unilateralmente el régimen de patrón oro, por lo tanto, la moneda fue inconvertible hasta 1927 En este marco, los bancos domésticos entre 1922 y 1923 perdieron 25% del capital, en tanto que las reservas estuvieron en baja a lo largo del decenio. En el contexto del comercio internacional, Argentina continuaba siendo una pequeña economía abierta y como muchos países periféricos estaba expuesta a las eventualidades externas, cuyos términos de intercambio empeoraron en los años veinte. La balanza comercial –salvo 1924– presentó saldos negativos durante el periodo 1921–1926.Durante el decenio de 1920 el gasto público creció aproximadamente 160%; el presupuesto nacional no estuvo balanceado durante más de dos décadas; entre 1926 y 1930 la deuda aumentó más aceleradamente.[170]​ No obstante, el muy alto déficit fiscal de 1930, calculado en 36.2% del gasto público, bajó en 1932 a 12.8% y disminuyó en los años posteriores, alcanzando superávit en 1935–1936. B[171]

Las cuestiones relacionadas con la agricultura despertaban menos preocupaciones la reactivación posterior a la Primera Guerra Mundial produjo que los países europeos compraran las cosechas argentinas. Hubo un gran crecimiento en las áreas sembradas con cereales, especialmente en la pampa húmeda.[172]​ aumentaron los cultivos industriales como el algodón, que pasó de 2000 hectáreas en 1914, a 122 000 en 1930. Los problemas recrudecen en 1914 debido a las malas cosechas y a la brusca disminución en los precios internacionales de las exportaciones. El retiro del capital europeo debido a la estrechez financiera provocada por la guerra precipitó la crisis que Argentina ha estado padeciendo. Ya en 1916 la deuda argentina se había elevado a 121 millones de libras. Ya en la presidencia de Marcelo T. de Alvear, el endeudamiento externo vuelve a crecer, especialmente basado en empréstitos provenientes de los Estados Unidos; al finalizar su período de gobierno la deuda externa puede estimarse que supera en algo los 140 millones de libras esterlinas.[166]

En 1923 el ministro de Hacienda Rafael Herrera Vegas impulsó una modificación en la Ley de Aduanas para promover la producción industrial que subió un 60 % la tarifa de avalúos y un 25 % los derechos a las mercancías gravadas con derechos específicos. El ministro también había intentado sin éxito elaborar una ley para crear un impuesto sobre la renta de carácter provisorio. Tras la renuncia de Herrera Vegas en el ministerio lo sucedió Víctor M. Molina, quien también fracasó en un nuevo intento de poner el impuesto a la renta. No obstante, llevó adelante una política librecambista, abiertamente liberal. Este giro político sería una de las causas de la división de la Unión Cívica Radical entre yrigoyenistas y antipersonalistas. [173]​Entre el freno de la llegada de capitales europeos y la merma de exportaciones el Producto Bruto Interno (PBI) argentino se desplomó en un 10,4% durante 1914, año de la muerte de Roque Sáenz Peña y su relevo por Victorino de la Plaza, para registrarse un pequeño repunte del 0,5% en 1915 y recaer un 2,9% en 1916.

Una de las consecuencias de la guerra fue el ascenso de los Estados Unidos como primera potencia económica mundial y en la Argentina las inversiones del país norteamericano ganaron en importancia frente a las tradicionales británicas. Durante los años veinte se instalaron en el país firmas norteamericanas como General Electric (1920), Ford (1922), General Motors (1925), Parke-Davis (1926), Colgate Palmolive (1927) y Chrysler (1929).[157][159]​ Varias de estas firmas se vieron beneficiadas por rebajas arancelarias que alentaban la importación de partes y el ensamblado en el país. El caso más importante fue el de las automotrices, que abrieron plantas de ensamblaje: Ford en 1922, General Motors en 1925, y Chrysler, en asociación con la argentina Fevre y Basset, en 1929. El drenaje de oro provocó problemas graves y los retiros de depósitos en pesos del sistema bancario generaron una situación de liquidez, el gobierno nacional hizo uso de la ley de 1914 que permitía emitir moneda sin respaldo oro, pero esto acentuó la tendencia del peso a la depreciación. El dólar en 1930 se cotizaba a 2,78 pesos moneda nacional y en septiembre de 1931 a 4,11. [174]

En 1927 Molina decidió reabrir la caja de conversión que había estado cerrada desde 1914. La caja se había beneficiado con aportes de oro en lingotes y monedas que fueron llevando hasta el 80 % la reserva aurífera, que según la Ley debía respaldar el dinero circulante en una proporción del 44 %. Pero ante la remota posibilidad de una corrida bancaria, Molina envió un telegrama a la Banca Morgan en Estados Unidos para consultar con que crédito podía contar la Argentina en caso de necesitar reforzar sus reservas, la respuesta de la banca fue: ilimitada.[175]​El empeoramiento de la administración fiscal llevó al ejercicio recurrente de desviar fondos obtenidos mediante empréstitos a gastos corrientes. El gasto no disminuyó, entonces resultó ineludible la implementación de emisiones de títulos colocados localmente y por lo mismo aumentó la deuda pública interna. El país sufrió una crisis en la balanza de pagos que generó inflación y provocó la insolvencia de la mayoría de los bancos, y la pérdida de un tercio de las reservas de oro entre 1927 y 1928 pasando de 790 toneladas acumuladas a 503, mientras que las pérdidas de reservas en oro en los bancos privados pasaron de 232 toneladas de oro a solo 27[176]

En octubre de 1929 se produjo un derrumbe de la Bolsa de Valores de Nueva York que llevaría a la gran depresión de los años treinta. La caída de demanda del comercio exterior se vio potenciada pues los países que tenían relaciones comerciales con la Argentina, especialmente los Estados Unidos y Gran Bretaña, impusieron barreras proteccionistas afectando la economía argentina, que por entonces era una de las más abiertas al comercio internacional. El valor de las exportaciones pasó de 1000 millones de dólares en 1928 a 335 millones en 1932. Se produjo una salida de capitales de tal forma que el nuevo gobierno de Yrigoyen abandonó la convertibilidad en 1929 y tuvo que emitir dinero sin respaldo para no agravar la situación de dificultad de algunos bancos, lo que provocó una pérdida de valor del peso con respecto al dólar. Los ingresos de la aduana disminuyeron debido a la contracción del comercio internacional, el peso nacional perdía valor, disminuyeron las importaciones y exportaciones, y esto fue acompañado por una disminución de los salarios y por una elevada desocupación. Finalmente, la crisis impulsó la caída del gobierno de Hipólito Yrigoyen. A finales del año 1935 recién el Producto Bruto Interno superó el valor del año 1929.[177][162]

El colapso bursátil de 1929 marcó el fin de las esperanzas argentinas para un retorno al modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones. El presidente Yrigoyen fue derrocado en 1930 por un golpe de Estado que lo puso bajo arresto domiciliario y su hombre clave de YPF, Enrique Mosconi, debió exiliarse. Durante sus ocho años de gestión, el General Mosconi logró casi triplicar la producción de petróleo, de 348 888 metros cúbicos en 1922, a 872 171 en 1929.[178]

Ese mismo año, se desató la crisis financiera mundial iniciada en Estados Unidos. Esta afectó a la Argentina por la disminución de los ingresos de la Aduana debido a la reducción del comercio internacional, la inflación, la caída del salario y la desocupación. Además, los productos primarios (principal rubro de exportación del país) perdieron importancia en el mercado mundial. En ese contexto económico los capitales norteamericanos retornaron a su lugar de origen debido a la alta rentabilidad de la especulación financiera.[179]​ En 1927 se creó la Fábrica Militar de Aviones, constituyéndose en la primera empresa manufacturera del estado vinculada con la alta tecnología.[168]

En los años 1930, la economía argentina se deterioró notablemente,[109]​ producto de la inestabilidad política cuando una junta militar tomó el poder, poniendo fin a siete décadas de gobierno civil constitucional.[180]​ se convirtió en uno de los países más inestables.[181]​En el caso argentino, entre 1930 y 1932 el régimen corporativista de José Félix Uriburu creó drásticas medidas represivas para sofocar los intentos de protesta por parte de los trabajadores, ante el profundo deterioro de los salarios y las diferentes condiciones de vida. Al mismo tiempo, los niveles de desempleo aumentaron de manera alarmante y fueron medidos por primera vez en el Censo Nacional de 1932, que registró 87.223 desocupados en la ciudad de Buenos Aires sobre un total de 333.997 personas sin empleo en todo el país.

El 1º de mayo de 1933 se firma el tratado Pacto Roca-Runciman por el cual el Reino Unido se comprometía a continuar comprando carnes argentinas en tanto y en cuanto su precio fuera menor al de los demás proveedores mundiales. Paralelamente se creó el Banco Central de la República Argentina con competencias para emitir billetes y regular las tasas de interés bajo la conducción de un directorio con fuerte composición de funcionarios del Imperio Británico. No obstante, todas estas concesiones, se le adjudicó además al Reino Unido el monopolio de los transportes de Buenos Aires. Como contrapartida, Argentina aceptó la liberación de impuestos para productos británicos al mismo tiempo que tomó el compromiso de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales. En mayo de 1935, el legislador santafecino, Lisandro de la Torre, acusó por fraude y evasión impositiva a los frigoríficos Anglo, Armour y Swift. Aportó pruebas que comprometían directamente a dos ministros de Justo: Federico Pinedo de Economía y Luis Duhau de Hacienda, en las que se establecía claramente el trato preferencial que recibían estas empresas que prácticamente no pagaban impuestos. De la Torre probó cómo se ocultaba información contable en cajas selladas por el ministerio de Hacienda y demostró hasta dónde llegaba la red de sobornos de los frigoríficos ingleses tras la firma del pacto Roca-Runciman.[182][183]

Con motivo del pacto, el vicepresidente argentino Julio A. Roca (h) realizó la siguiente declaración:

Antes de la Segunda Guerra Mundial un nuevo modelo de crecimiento económico comenzó a surgir. El Censo Económico de 1935 contaba con más de 600 000 trabajadores en la industria manufacturera (en su mayoría en empresas con menos de cinco empleados). El gobierno que hasta entonces había adoptado un laissez-faire comenzó a intervenir directamente en la economía. Hacia fines de 1933 Argentina ya era el país más industrializado de Latinoamérica. En 1933 el producto bruto manufacturero de Argentina alcanzaba los 845 millones de dólares, mientras que el de Brasil era de 540 millones, seguido por México con 233 millones.[183]​Paralelamente durante mediados de la década del 30 y principios del 40 Argentina perdería su lugar como potencia agrícola, pasando de dominar las exportaciones mundiales de alrededor de 12 cultivos a retener una sola posición como mayor exportador de trigo. Situación que solo recuperaria a principios de 1950. [184]

El período entre las dos Guerras Mundiales, y la crisis de 1929 presentaron desafíos para la economía argentina, como lo hizo para la mayoría de la población mundial.En el año 1933 la industria de Argentina era la mayor de América del Sur y superior a la suma del producto bruto industrial de Brasil y de México.[185]​ Las estrechas relaciones comerciales con Gran Bretaña, el mayor cliente, no se perderían hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña comenzó su etapa de declive como potencia mundial frente a EE. UU.

La menor cantidad de importaciones y los efectos beneficiosos de la guerra tanto en la cantidad y el precio de las exportaciones argentinas se combinaron para crear un excedente comercial de US$ 1,7 mil millones acumulados durante esos años. Se beneficiaron de la financiación innovadores y el gobierno, el valor agregado de la manufactura superó al de la agricultura por primera vez en 1943, y empleó a más de 1 millón de personas en 1947. Se aceleró el crecimiento de las industrias ya existentes en el país, como los frigoríficos, molinos harineros y envasadoras. La industria textil comenzó su desarrollo por esta época. Los productos textiles y metalúrgicos abarcaban casi todo el volumen de importaciones de bienes de consumo. Esta industria se vio favorecida ya que en la argentina existían materias primas necesarias. También se expandieron los rubros industriales de maquinarias, vehículos y productos químicos y farmacéuticos. La afluencia de gran cantidad de trabajadores rurales a la actividad industrial provocó un cambio en la clase obrera argentina. A través de la sustitución de importaciones la economía siguió creciendo moderadamente durante la Segunda Guerra Mundial. La industrialización de sustitución de importaciones (ISI) fue adoptada como política económica. El mercado interno se convirtió en el motor del crecimiento iniciándose la cúspide de la clases medias y propietaria se hallaba conformada por empresarios diversificados, cuyos intereses económicos se desplegaban en distintos sectores de actividad (Sábato 1991). El número de ovejas casi se cuadruplicó entre 1940 y 1955 al que pronto se sumarían muchos otros nuevos productos agrícolas y ganaderos. La industria avanzó aceleradamente durante este período de crecimiento generalizado. El valor de la producción industrial, por ejemplo, se multiplicó por 6,4 entre 1943 y 1953 generando un sector industrial muy diversificado.

Paralelamente a fines de la década del 40 se produce la aparición de nuevas actividades inudtriales de mayor dinamismo exportador (refinerías de petróleo, aluminio, petroquímica, automóviles, sustancias químicas industriales) exhiben incrementos del volumen físico de producción quintuplicando su capacidad instalada entre 1944 y 1952. En tanto los sectores industriales más dedicados a meecado interno ( textil, calzado, maquinaria agrícola, marroquinería, motores y turbinas, productos electrodomésctios) se modernizaran con nuevas inversiones impulzadas por los créditos baratos del Iapi, consiguiendo por primera vez en la historia excedentes exportables.[186]

Para 1945 las industrias argentinas de capitales nacionales habían obtenido el control de una gran parte del mercado nacional para artículos de consumo básico 93 por ciento de productos alimenticios, 98 por ciento de productos textiles, el 73 por ciento de los productos de línea blanca y 87 por ciento de materiales de construcción, con una incipiente industria ferroviaria y automotriz. De esta forma se desarrolló en la Argentina, tanto en la ciudad como en el campo, un moderno mercado de trabajo y una clase obrera asalariada que no estaba sujeta a relaciones semifeudales características hasta entonces sino que ganaba suficiente dinero como para poder comprar una cantidad modesta, aunque creciente, de artículos de consumo y fomentar el ahorro nacional y que exigían una cantidad cada vez mayor de productos industriales, talleres de reparación y plantas de procesamiento, que expandieron aún más el mercado local. A través del IAPI se canalizó fondos ociosos para la industria y el campo de manera decisiva de inversión para modernizar el sector agrícola, y generando buenas condiciones para el surgimiento de una estructura industrial cada vez más diversificada y sofisticada. De tal forma, los impulsos hacia el resto de la economía se volvieron más dinámicos.[187]

Durante el gobierno de Edelmiro Farrell se produjo la firma por Argentina del Acta de Chapultepec y otras iniciativas propuestas por Juan Domingo Perón como la sanción del Estatuto del Peón Rural, la sanción del decreto-ley 33.302/45 estableciendo el aguinaldo, la sanción del decreto-ley 1740/45 fijando el régimen de vacaciones para los obreros industriales y la creación de la Justicia Nacional del Trabajo. Se dispuso el congelamiento de alquileres y arrendamientos rurales, que tuvo un efecto positivo entre los trabajadores y los chacareros (pequeños y medianos productores rurales), y la creación de una Comisión Investigadora del escándalo de la compañía eléctrica CHADE, que tenía como misión profundizar la lucha contra la corrupción. El 10 de agosto de 1943, el presidente Ramírez llevó a cabo la constitución de la primera sociedad mixta industrial, prevista en la ley que estableció la Dirección General de Fabricaciones Militares bajo el gobierno de Castillo. Industrias Químicas Nacionales se fundó para la explotación de las minas de azufre en la provincia de Salta. Se creó el Fondo de Crédito Industrial, que proporcionaba financiamiento barato a largo plazo para el sector industrial. Entre 1941 y 1946, la clase obrera industrial había crecido un 38%, pasando de 677.517 a 938.387 trabajadores.[188]​ Durante 1944 Farrell impulsó decididamente las reformas laborales que proponía la Secretaría de Trabajo. Ese año el gobierno convocó a sindicatos y empleadores a negociar convenios colectivos, un proceso que no tenía precedentes en el país. Entre 1944 y 1945 se firmaron más de 700 convenios colectivos.[189]

Durante los '40 el crecimiento urbano, las migraciones internas y el incipiente proceso de industrialización sustitutiva fueron algunos de los procesos más importantes que modificaron la fisonomía económica. En respuesta a la creciente demanda social en el ámbito de la salud, la vivienda, el trabajo y la alimentación, el Estado implementó medidas de regulación, intervención y provisión directa de servicios, configurando nuevas instituciones públicas que trasladaron al ámbito estatal la resolución de los desajustes sociales.[190]

El 4 de diciembre se aprobó el régimen de jubilaciones para empleados de comercio.[191]​ Paralelamente aumentaba la sindicalización de los trabajadores: mientras que en 1941 había 356 sindicatos con 441.412 miembros, en 1945 esa cantidad había aumentado a 969 sindicatos con 528.523 miembros.[192]

El 9 de octubre de 1941 se creó la Dirección Nacional de Fabricaciones Militares. En el año 1944 se creó el Banco de Crédito Industrial para dar créditos a los sectores industriales. Pero interferencias políticas obligaron al Banco a dar los créditos a las empresas argentinas más tradicionales, un intenso crecimiento de la producción y una rápida acumulación de capital. Es importante mencionar también, que la industrialización aceleró el proceso de migraciones internas: grandes masas de población rural se volcaron hacia los centros industriales, especialmente la capital. Se crearon varias fábricas de equipamientos militares, y también se radicaron varias industrias pesadas como las automotrices. Se instalaron grandes fábricas metalmecánicas, para la producción de motores, automotores, locomotoras y aviones. Además de crear la Fábrica Militar de Aviones en IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) y luego en DINFIA (Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas).[193]

También se fabricaron los aviones I.Ae. 22 "DL" de entrenamiento avanzado, el I.Ae. 24 calquín de bombardeo y ataque, el I.Ae. 23 de entrenamiento primario, el bimotor de caza I.Ae. 30 Ñancú. Completan ese período el planeador de asalto I.Ae. 25 Mañque, el motor de aviación «El Gaucho», el cohete teledirigido AM-1 Tábano35 y aeronaves de instrucción elemental y de uso civil: el Colibrí, el Chingolo, y el F.M.A. 20 Boyero. La concreción de estos proyectos aeronáuticos motivó la formación de una importante red de proveedores de partes de alta calidad, y como consecuencia, la creación del parque industrial que fue la base del posterior desarrollo y despegue industrial de Córdoba.

En la década de 1950 precisamente en la Ciudad de Córdoba, comenzaron a instalarse grandes fábricas metalmecánicas, para la producción de motores, automotores, locomotoras y aviones. Entre ellas se encuentran la fábrica Fiat (1955), IKA (Industrias Kaiser Argentina, 1955) y la transformación de la Fábrica Militar de Aviones en IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) y luego en DINFIA (Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas).

En 1954 el PBI per cápita de Argentina solo era superado por los países desarrollados anglosajones poco afectados por la guerra: Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda.[194]​Para mediados de la década del 70 el PBI per cápita argentino seguía entre los 20 más altos del mundo, por debajo de Austria, pero superando a Italia, España y Checoslovaquia.[195]​ Hacia principios de los ‘70, Argentina era el país con mayor ingreso per cápita de América latina, a la vez que el menos desigual, en 1974 Argentina poseía un PBI per cápita que era la mitad del de Estados Unidos[196]

Durante esta etapa, el país se caracterizó por el impulso a las obras públicas, la redistribución del ingreso hacia los sectores más desfavorecidos, la ampliación de derechos laborales y la intervención del Estado en la economía. Durante esta época el sector agropecuario se modernizó, a partir del desarrollo de la industria siderúrgica y petroquímica, se impulsó la tecnificación y la provisión de fertilizantes, plaguicidas y maquinarias, de forma que se incrementó la producción y eficiencia agropecuaria.[197]​ Desde este espacio se trazó el Primer Plan Quinquenal73 de gobierno, que orientó la economía del país por parte del Estado desde 1947 a 1951. El crecimiento de la economía argentina durante el periodo peronista alcanzó a un promedio del 3,6 % del PBI. Sin embargo, se pueden distinguir tres etapas. En los primeros años el crecimiento fue veloz, alcanzando un pico del 11 % en 1947, la política económica instrumentada por el gobierno y la posguerra, se combinaron para provocar una breve pero intensa etapa de auge entre 1945 y 1948, en la que esos agregados crecieron en forma acelerada. La producción, por ejemplo, se elevó casi un 30 %, el consumo, que entre 1930-1934 y 1946 se había expandido un 55 %, se incrementó en un 18,5 % ente 1946 y 1949. La inversión, deprimida durante la guerra, prácticamente se duplicó entre 1945 y 1948” (Rapoport, 2010). [198]​ Cuando Perón asume como presidente en 1946 había aproximadamente 500 000 trabajadores agremiados y que ya en 1951 esta cifra había sido elevada a 3 millones.

Uno de los principales objetivos de Perón era lograr la independencia económica de Argentina, para ello tomó diferentes medidas

En 1942 unos 6.5 millones de habitantes tenían provisión de agua corriente y 4 millones, servicios cloacales. En 1955 los beneficiarios se ampliaron a 10 millones y 5.5 millones respectivamente.

Respecto al consumo, entre 1945 y 1948 las ventas de cocinas aumentaron 106 %, las de heladeras 218 %, el calzado 133 %, los discos fonográficos 200 % y las radios 600 %, alentados por los programas redistributivos del gobierno y el crédito barato. Los préstamos al sector privado se triplicaron y las tasas de interés no superaban el 5 % anual, los préstamos a la industria se sextuplicaron y los préstamos a la agricultura se duplicaron.[204]

La principal fuente de ingresos no tributarios del gobierno central, el IAPI, se benefició con el aumento de la demanda internacional de granos y los altos precios que adquirieron durante 1946-1947. Estos ingresos ayudaron a financiar las obras de inversión pública de carácter social, en particular la construcción de más de 4000 hospitales y clínicas y más de 8000 escuelas. El aumento de inversiones públicas y extranjeras revitalizaron la economía, que creció en más de un 25 % en el período 1946-1948. Estos programas, entre otras cosas, ayudaron a erradicar las enfermedades tropicales en el norte y el problema recurrente con las langostas. Entre 1945 y 1948 la economía creció a un récord del 8.5 % anual, mientras que el salario real se acrecentó un 46 %.[193]

En esta etapa se inició, a través del Primer Plan Quinquenal un conjunto de importantes obras públicas, destinadas a modernizar la infraestructura del país, necesaria para el proceso de industrialización acelerado. Se construyeron diques con sus respectivas centrales hidroeléctricas como el Escaba en Tucumán, el Nihuil en Mendoza, Los Quiroga en Santiago del Estero y seis diques con usinas en Córdoba, seis en Catamarca, cuatro en Río Negro y tres en Mendoza, entre ellos los diques Florentino Ameghino, Los Molinos y La Florida. Así la potencia instalada en centrales pasó de 45 mil kVh en 1943, a 350 mil kVh en 1952.
También se construyó entre 1947 y 1949 el gasoducto que une Comodoro Rivadavia con Buenos Aires; con él la distribución de gas aumentó de 300 mil m³ a 15 millones de m³ por día, abaratando en un tercio los costos.[205]​ El extenso gasoducto, 1605 km, uno de los más largos del mundo en su momento, fue inaugurado el 29 de diciembre de 1949, más tarde la cañería sería extendida hasta Cañadón Seco, logrando extenderse por 100 km más.
La Argentina se colocaba así entre los tres países más avanzados en el aprovechamiento del gas natural, junto con los Estados Unidos y la Unión Soviética.[206]

Los precios mundiales de cereales disminuyeron a finales de la década del 1950. Las exportaciones argentinas fueron en gran medida excluidas del auge de los mercados europeos por la presión política de la administración estadounidense de Harry S. Truman. [cita requerida] Esto llevó al presidente a adoptar políticas más favorables hacia las empresas a partir de 1952.

La ley n.º 12.987 conocida como "Ley Savio", fue sancionada el 13 de junio de 1947, junto con el Plan Siderúrgico Argentino y la constitución de la empresa SoMiSA, que pasó de una producción de 21 000 toneladas de acero en 1948 a 87 000 en 1954.
La empresa Siam fundada en 1911 adquiere gran impulso, expandiéndose mayormente debido a las ventas motonetas, ventiladores y otros electrodomésticos, que demandaba el mercado local. Su capacidad industrial le permitió iniciar en 1948 la producción de heladeras a un ritmo de 11 000 anuales, para alcanzar las 70 000 unidades diez años más tarde, llegando a ser la empresa latinoamericana más grande, con más de 9 mil empleados. En 1947 se funda Techint.

En 1953 se promulga la ley n.º 14.122, que trata de otorgar garantías jurídicas a los propietarios; su principal objetivo era atraer empresas a la producción metalmecánica en Córdoba en asociación con la Fábrica Argentina de Aviones. Se logró la privatización de la fábrica de tractores que quedó a cargo de Fiat. También en Córdoba se instaló una fábrica de automóviles denominada Industrias Kaiser Argentina. Ambas empresas obtuvieron créditos generosos de parte del Banco Industrial, garantías de reserva del mercado interno e instalaciones, equipos y personal calificado, logrando así beneficios desde el primer año de actividad. Estos fueron los mayores frutos de expansión industrial asociada con el capital externo, creando el primer y mayor polo metalmecánico del país hasta el momento. Se instalaron grandes fábricas para la producción de motores, automotores, locomotoras y aviones, además de crear la Fábrica Militar de Aviones en IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) y luego en DINFIA (Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas).

Las políticas de estímulo a las exportaciones, a la inversión extranjera en petróleo y la industria del automóvil, el mantenimiento de altos salarios, derechos laborales y la fuerte inversión en obra pública, habrían de mantenerse como ejes genéricos de política económica durante los siguientes veinte años, incluso después de un conflicto con la Iglesia Católica que dio lugar al golpe de Estado en 1955.

Las ramas industriales privilegiadas en esta segunda etapa del proceso de sustitución de importaciones, del segundo Plan Quinquenal fueron la automotriz, la petrolera y petroquímica, la química, la metalúrgica y la de maquinarias eléctricas y no eléctricas, orientadas a ser industrias de base para el país. Las inversiones se orientaron hacia el aprovechamiento de las posibilidades que ofrecía un mercado interno protegido. El sector agropecuario se modernizó: a partir del desarrollo de la industria siderúrgica y petroquímica, se impulsó la tecnificación y la provisión de fertilizantes, plaguicidas y maquinarias.[197]

Entre otras reformas sociales y económicas, durante el primer gobierno peronista "el componente salarial del ingreso nacional superó, por primera vez en la historia, a la retribución obtenida en concepto de ganancias, intereses y renta de la tierra. En 1948 aquel ascendía a 53 % contra 47 % de éste, lo que se comparaba favorablemente con la situación imperante solo un lustro atrás, cuando los trabajadores percibían 44,4 % y los empresarios, capitalistas y rentistas recibían 55,6 %".[207]

La expansión siderúrgica se logró gracias al impulso de la empresa estatal de Dirección de Fabricaciones Militares, creada en 1941. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Perón impulsó el desarrollo de la industria aeronáutica, dirigiendo sus esfuerzos a reclutar científicos y tecnólogos extranjeros. La fabricación de los Pulqui I y II (primeros aviones a reacción diseñado en América Latina) fue acompañada por otros desarrollos, como la energía atómica, grandes obras de infraestructura e ingeniería civil, la creación del Instituto Antártico.[208]

Las ramas industriales privilegiadas en esta segunda etapa del proceso de sustitución de importaciones, del segundo plan quinquenal fueron la automotriz, la petrolera y petroquímica, la química, la metalúrgica y la de maquinarias eléctricas y no eléctricas, orientadas a ser industrias de base para el país. Las inversiones se orientaron hacia el aprovechamiento de las posibilidades que ofrecía un mercado interno protegido. El sector agropecuario se modernizó: a partir del desarrollo de la industria siderúrgica y petroquímica, se impulsó la tecnificación y la provisión de fertilizantes, plaguicidas y maquinarias, de forma que se hizo incrementar la producción y productividad agropecuaria.[209]​La empresa argentina Siam se expandió mayormente debido sus ventas exitosas en productos como las motonetas, ventiladores y otros electrodomésticos, que demandaba con avidez la sociedad local. Su capacidad industrial le permitió iniciar en 1947 la producción de heladeras a un ritmo de 11 000 anuales, para alcanzar las 70 000 unidades diez años más tarde[210]

La ley n.º 12.987 conocida como "Ley Savio", fue sancionada el 13 de junio de 1947, junto con el Plan Siderúrgico Argentino y la constitución de la empresa SOMISA, que pasara de una producción de 21 000 toneladas de acero en 1948 a 87 000 en 1954. La empresa argentina Siam adquirió gran impulso, expandiéndose mayormente debido sus ventas en productos como las motonetas, ventiladores y otros electrodomésticos que demandaba el mercado local. Su capacidad industrial le permitió iniciar en 1948 la producción de heladeras a un ritmo de 11 000 anuales, para alcanzar las 70 000 unidades diez años más tarde, llegando a ser la más grande empresa latinoamericana, con más de 9 mil empleados. Entre 1951 y 1955 se triplicó la producción de acero y cuadruplico la producción de carbón, pasando de 150.052 a 643 400 toneladas. También creció un 1270 % la producción de hierro y níquel dando así un gran crecimiento a la industria siderúrgica argentina

El 16 de septiembre de 1955, cuando la autodenominada «Revolución Libertadora» derrocó a Perón, Argentina había dejado de ser un país deudor y se había convertido en país acreedor. El Banco Central tenía 371 millones de dólares en reservas.[cita requerida]

En noviembre de 1955, tras el desplazamiento del dictador Eduardo Lonardi y su remplazo por el dictador Pedro Eugenio Aramburu, este nombró a Eugenio Blanco ministro de Economía. Desde junio de 1956, sería también presidente del Banco Central de la República Argentina.[211][212]​ Durante su gestión, el Banco Central dejó de ser un promotor del desarrollo. Aramburu tomó deuda externa por 700 millones de dólares, que no pudo pagar, dejando al país al borde del default.[213][211][214]​ Este ministro aumentó por primera vez en la Historia argentina el efecto inflacionario, que había sido casi inexistente durante la primera mitad del siglo XX.[211][215]​A lo largo de 1957 los ferroviarios, empleados municipales, bancarios, alimentación, textiles, navales y telefónicos tomaron como ejemplo el caso metalúrgico y se lanzaron a la huelga erosionando a estabilidad del régimen. A partir de la aplicación del Plan Prebisch, la carestía aumentaba mes a mes. Desde enero, 3000 obreros y obreras de la empresa Philips durante varias jornadas reclamaron el reconocimiento de los delegados y la comisión interna. Se sumaron al conflicto los obreros de Siam, Piazza y Siambreta. Las luchas se extendieron a los obreros de la construcción de Mar del Plata, al frigorífico La Negra, del caucho, textiles, bancarios que reclamaban el reconocimiento de sus representantes, levantamiento de las intervenciones y aumentos salariales. Posteriormente se desató una violenta represión con allanamientos de domicilios, persecuciones, detenciones y despidos en las grandes empresas. Se decretó la intervención de la CGT, la derogación de la ley de Asociaciones Profesionales y la restricción del derecho de huelga, el desmantelamiento de IAPI y la privatización de los depósitos bancarios. De los 371 millones de dólares que se encontraban en el Banco Central, para el último día de la dictadura solo quedaban 125 y una deuda externa que comprometía mucho más que la totalidad de las reservas, mientras que el déficit de la balanza de pagos llegaba a los 339 millones de la misma moneda. El déficit fiscal se había elevado a 38.000 millones. Se habían liquidado en solo dos años tres millones de cabezas de ganado, había bajado sensiblemente la actividad industrial y aumentado exponencialmente la inflación, al tiempo que los salarios estaban contenidos y crecía la desocupación. Las importaciones sumaban en 1957 1.310 millones de dólares, superior a los 957 millones de exportaciones.[216]

Al finalizar la Revolución Libertadora, Argentina se encontraba en default, y la deuda externa era de 1800 millones de dólares. El déficit fiscal ―que en 1957 era de 27 000 millones de pesos― en 1958 se había elevado a 38 000 millones.[217]​ Aramburu desarticuló todo el sistema económico del peronismo ―basado en la industria nacional―, pasando la economía del país a depender enteramente de sus exportaciones de granos y carnes («Argentina debe ser el granero del mundo»), que además estaban controladas por grandes empresas extranjeras.[217]

Arturo Frondizi llevó adelante una política desarrollista. Entre las condicionalidades se encontraba de su acuerdo con el FMI se encontraban el aumento de tarifas, la reducción del déficit fiscal. El resultado fue que el PBI cayó en 6,5 % en 1959, mientras que la inflación alcanzó el 125 % anual con lo que hubo una fuerte caída de los salarios reales y de la demanda agregada.

Frondizi profundizó la política petrolera impulsada en los últimos años de la presidencia de Perón.[218]​ Después de retener el cargo de ministro de Economía en el gobierno provisional de José María Guido (1962-1963). Se había suscrito un nuevo acuerdo "stand-by" con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que impuso la reducción a cero de los derechos de importación, el incremento de los impuestos sobre el consumo y de las tarifas de los servicios públicos, la reducción de retenciones a las exportaciones y se redujeron el gasto y la inversión pública. A lo largo de 1959 se perdieron dos millones de jornadas laborales como consecuencia de las acciones directas de los gremios, y al año siguiente, la respuesta oficial fue poner en marcha el Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) por el cual miles de trabajadores resultaron movilizados de forma coercitiva.

El 6 de agosto de 1958, fue creada la empresa estatal Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF),[219]​ que se hizo cargo de la explotación de los yacimientos de carbón de la zona de Río Turbio hasta su privatización en 1994.[220]​ El 22 de junio de 1959 asumió como Ministro de Economía Álvaro Alsogaray, uno de los principales opositores del desarrollismo Alsogaray continuó y profundizó los lineamientos austeros y restrictivos del plan de estabilización, el FMI envió nuevos créditos stand-by de 100 millones de dólares cada uno, recomendaron aplicar con mayor vigor las medidas ortodoxas introducidas en 1958, se puso énfasis en la reducción del presupuesto, se fijaron nuevos límites a la expansión de los activos del Banco Central y no se concedieron aumentos de salarios en el sector público en cuanto al comercio exterior, se eliminaron impuestos a los productos importados, no así a los exportados, se redujo el número de empleados públicos, se aumentaron radicalmente las tarifas de servicios, se redujeron las indemnizaciones por despido, se acorto las licencias por maternidad, etc.[221]

En 1962 se produjo la mayor caída interanual de reservas del Banco Central pasó de 478 (1850 millones en 1955) a 233 millones en menos de siete meses. En ese período antes de pedir un rescate al Fondo Monetario internacional, Frondizi aumentó los aranceles a las importaciones en un 20%, subió de 8 a 18% el impuesto sobre las ventas (antecesor del IVA) aplicó un nuevo impuesto a la carga sobre combustibles, y creó 17 nuevos tributos nacionales. En mayo del 62 elevó nuevamente el impuesto sobre ventas del 11 al 19 por ciento, más un dos por ciento adicional transitorio. Tras el acuerdo con el FMI elevó el precio de los combustibles en promedio un 300% y privatizó una docena de empresas públicas.[222]

Durante la presidencia de Arturo Frondizi, su Ministro de Hacienda, Álvaro Alsogaray viajó a los Estados Unidos para acordar la llegada del general Thomas Larkin a la Argentina, para realizar un estudio de los transportes.[223]​ Así es que surgió el denominado Plan Larkin, que consistía en abandonar el 32 % de las vías férreas existentes, despedir a 70 000 empleados ferroviarios, y reducir a chatarra todas las locomotoras a vapor, al igual que 70 000 vagones y 3000 coches. El presidente Frondizi aceptó el Plan Larkin, que era avalado por el Banco Mundial. Así se inicia la masiva erradicación de locomotoras a vapor, ramales y una larga serie de cancelaciones y levantamiento de vías.

El plan Alsogaray hizo que el año 1959 concluyera con depresión económica, devaluación del peso y una caída de los salarios del orden del 30 %. La inflación, que había llegado al récord del 113,69 %, a partir de esas políticas, en los años sucesivos, se contrajo la producción; por ejemplo, Fiat, que había producido 12 000 tractores en 1960, solo produjo 8 000 en 1961. Como resultado cayó el empleo y se produjeron importantes conflictos gremiales.[224]​ a consecuencia de ello Frondizi recurrió a la gendarmería y al ejército, dándole a los militares funciones de policía interna, permitiendo que los huelguistas sean trasladados a cuarteles y sometiendo a los trabajadores ferroviarios al Código de Justicia Militar, para ser juzgados fuera del ámbito civil, en el marco de lo que se denominó plan CON.INT.ES. (Conmoción Interna del Estado).[225][226]​ La disminución de la actividad económica contrajo la base tributaria, por lo que el déficit estatal no se redujo sino que aumentó. No fue posible pagar las cuentas ni los salarios del sector público, que el ministro de Economía determinó abonar con títulos del "empréstito patriótico forzoso". El economista Aldo Ferrer ha caracterizado la política económica de Alsogaray: «Esa estrategia pretendió desarticular definitivamente al movimiento obrero, reinstalar los mecanismos de poder económico y la distribución vigentes antes del peronismo y asentar a la economía argentina en un marco de dependencia, nuevamente, en el sector agropecuario exportador y en los grupos comerciales y financieros ligados a ellos»

A consecuencia del Plan Larkin dejaron de correr trenes en la casi totalidad del ex Ferrocarril Provincial de Buenos Aires, los ramales del ex Ferrocarril Patagónico, los del Ferrocarril Central del Chubut, del Ferrocarril Roca y demás líneas. El 30 de octubre unos 200.000 ferroviarios se unieron a la huelga. A lo largo de todo el país se produjeron manifestaciones y enfrentamientos. Se le ofreció más dinero a aquellos que cumpliesen sus tareas laborales en los días de huelga. Se obligó a los trabajadores a presentarse al trabajo, con la amenaza de ser detenidos en caso de no obedecer.

El 25 de julio de 1960, se inauguró el alto horno de San Nicolás de los Arroyos, para la producción de acero. La planta se había empezado a construir en la época de Perón, pero con su derrocamiento, los militares no la habían terminado.[227]​ Y la planta de SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina).[228]

Una vez depuesto Arturo Frondizi por los militares a fines de marzo de 1962, José María Guido, fue nombrado en su lugar. Su corto mandato (562 días) estuvo signado por una crítica coyuntura política y por la alta injerencia de la corporación militar en el proceso de toma de decisiones. En el plano económico, la oferta monetaria había aumentado provocando inestabilidad en la tasa de cambio, la balanza comercial era deficitaria y las reservas mermaban. Guido nombró a Federico Pinedo en el Ministerio de Economía, quien estuvo a cargo de la implementación de un severo programa de ajuste que incluía una devaluación de casi el 30 % y restricciones monetarias y crediticias se redujo el gasto público y se cancelaron los créditos al sector privado), lo que derivó en una crisis de falta de liquidez y Pinedo fue reemplazado por Álvaro Alsogaray. Los cuatro ministros que se sucedieron siguieron la misma orientación económica en términos generales, los indicadores económicos muestran lo limitado de los resultados obtenidos: el producto bruto per cápita y el consumo decayeron a su nivel más bajo en diez años; la utilización de la capacidad manufacturera instalada decayó a menos del 55 %; los precios y la tasa de desempleo aumentaron, al igual que las importaciones; hubo una importante reducción del gasto público, pero la recesión hizo que los recursos del Estado cayeran en una proporción mayor.[229]​Según De Pablo y Martínez (1989:22), el PBI cayó 1.6 % en 1962 y 2.4 % en 1963, mientras que el producto industrial disminuyó 5.7 % y 6.1 en los mismos años. El desempleo llegó al 9 % en el Gran Buenos Aires en 1963 y alcanzó cifras superiores en el interior del país.[230]​ Al caer Frondizi, en marzo de 1962, se la puede estimar en 1800 millones de dólares y al cesar el Gobierno de facto de José María Guido, en julio de 1963, bordea los 2100 millones.

Por su parte, el saldo del comercio exterior fue levemente positivo en 1959 (+USD 16 millones) y fuertemente negativo en 1960-1962 (–780 y –1398 respectivamente, tres y siete veces las reservas internacionales). La expansión de 1958 aceleró la inflación y la escasez de reservas, por lo que se pidió ayuda al Fondo Monetario Internacional (el primer acuerdo stand-by) y cambió el ministro de Economía, asumiendo en junio de 1959, Álvaro Alsogaray, con un programa ortodoxo. Devaluación, congelamiento de salarios y eliminación de controles estatales, aumento de impuestos que generaron una fuerte suba de la inflación con un deterioro de los salarios reales y un fuerte aumento del desempleo. La paz con los sindicatos terminó abruptamente, mientras los empresarios aprovechaban a despedir a los trabajadores más combativos sumado a la grave represión sindical usando las fuerzas armadas para seguridad interior, según lo previsto en el Plan Conintes (Romero, 2012).

En las elecciones el peronismo ganó 10 de las 14 gobernaciones, a pesar de los cambios intempestivos en las reglas y circunscripción electorales con el objetivo de boicotear al justicialismo, la prohibición de candidatos peronistas de hablar en radio y de hacer campaña en televisión y radio. Y si bien Frondizi intervino todas las provincias donde el peronismo había ganado, le encargó al dictador Pedro Eugenio Aramburu una mediación con los partidos políticos.

Con la llegada al poder de Arturo Illia en 1963, se continuará la etapa desarrollista inaugurada por Frondizi. Se fomentó la industria nacional, se destinó el 23 % del presupuesto nacional a la educación (otras fuentes indican que el promedio del gasto público en educación recién superó el 3 % del PBI en 1985, el 4 % en 1999 y el 5 % en 2007).[231][232]​ y se encargaron importantes obras públicas.[233]​ El panorama económico indicaba un tasa de desempleo era del 8.8% y el conjunto de la capacidad productiva instalada estaba trabajando al 55%. Todo esto provocó una fuerte caída de los ingresos fiscales, muchas empresas dejaron de pagar los impuestos y los aportes jubilatorios[234]​.[235]​La anulación de los contratos petroleros generó una fuerte polémica, obligó al Estado a pagar altas indemnizaciones y, por varias razones, se evidenció un estancamiento en la producción petrolera. Las presiones externas, y en particular de Estados Unidos, como veremos en el próximo apartado, no se hicieron esperar decretando un embargo a decenas de bienes argentinos cruciales para la producción industrial[236]

En el plano social se sancionaron las leyes de Salario Mínimo, Vital y Móvil, lo que redundó en una mejora en el ingreso de los trabajadores, y la ley de medicamentos, que abarató el costo e impulsó la industria farmacéutica nacional, logrando el autoabastecimiento y la exportación de medicamentos.[237]​ Su orientación económica entró en contradicción con los sectores de empresarios, quienes reclamaban la absoluta libertad de los mercados respondiendo con una disminución de sus inversiones productivas. Esta decisión provocó un aumento de la desocupación récord en el sector industrial y agudizó aún más las tensiones sociales. En enero de 1964, la CGT aprobó un «Plan de Lucha» que alcanzó su punto más alto en el mes de mayo, cuando se registraron más de 11.000 establecimientos fabriles tomados pacíficamente con un retroceso interanual de la producción industrial del orden del 7.3 por ciento.[238]

En 1963 no aceptó el reclamo de la Confederación General del Trabajo (CGT) de investigar la desaparición del militante sindical metalúrgico Felipe Vallese.[239]​El Ministerio de Trabajo impuso multas y solicitó embargos sobre los bienes de varios dirigentes sindicales debido a las huelgas que estos realizaban.[239]​ En 1965 prohibió que se realizaran actos de homenaje a las personas asesinadas en los fusilamientos de 1956 y a Felipe Vallese, y reprimió con la policía el intento de la oposición de realizar los actos, con numerosos heridos y detenidos.[239]



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