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Confederación Argentina



La Confederación Argentina fue una confederación de provincias que existió entre 1831 y 1861, durante la organización de la actual República Argentina gobernada por Juan Manuel de Rosas. Las provincias formaron una confederación de estados soberanos que delegaban la representación exterior y algunos otros poderes en el gobierno de una de ellas. Es uno de los nombres oficiales de la República Argentina conforme al artículo 35 de la Constitución de la Nación Argentina, junto con el de República Argentina y Provincias Unidas del Río de la Plata.

La firma del Pacto Federal entre las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes el 4 de enero de 1831 —al que adhirieron en los dos años siguientes las otras nueve provincias entonces existentes— es considerado como el punto de arranque del período de transición, finalizado con el regreso de Juan Manuel de Rosas al gobierno de Buenos Aires en 1835. Después de la batalla de Caseros, Urquiza invitó a los gobernadores de las demás provincias a una reunión en San Nicolás. Allí los gobernadores firmaron el Acuerdo de San Nicolás, por el cual nombraron a Urquiza como director provisorio de la Confederación y convocaron a un Congreso General Constituyente en la ciudad de Santa Fe.

El derrocamiento de Rosas luego de la batalla de Caseros llevó a la secesión de la principal provincia de la Confederación, dando origen al Estado de Buenos Aires en 1852. Este último entró en guerra con el resto de la Confederación y se enfrentó con ella en la Batalla de Pavón en 1861. El triunfo de Buenos Aires significó el fin de la Confederación, la reunificación nacional —a costa de las autonomías federales provinciales— hegemonizada por la élite liberal instalada en la ciudad de Buenos Aires y la aplicación de la Constitución de 1853 en todo el territorio.

La Argentina surgió como estado independiente de hecho el 25 de mayo de 1810 con el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata.[1]

A partir de principios de 1814 se formó un inorgánico Partido Federal, que —al año siguiente— intentó organizarse con el nombre de Unión de los Pueblos Libres a través del Congreso de Oriente: una parte de las Provincias Unidas adoptó la forma federal de gobierno, enfrentado al unitarismo del gobierno central, iniciándose las guerras civiles argentinas.[2]

A su vez, en julio de 1816, las provincias sometidas al gobierno central —más la Provincia de Córdoba, gobernada en ese entonces por los federales— declararon oficialmente la independencia en el Congreso de Tucumán.[3]​ Para ese entonces, los ejércitos argentinos enfrentaban a las fuerzas del Imperio español en varios frentes simultáneos, mientras los federales iniciaban su lucha contra la invasión luso-brasileña.

En 1820, tras el motín de Arequito, que causó la disolución del Congreso Nacional y del gobierno central, cada provincia pasó a gobernarse por sí misma. Esta situación pareció comenzar a revertirse a partir de 1824, con la reunión de un nuevo Congreso Nacional.[4]​ El estallido de la Guerra del Brasil al año siguiente aceleró el proceso de formación de un nuevo gobierno central, dirigido por el presidente Bernardino Rivadavia, pero las negociaciones de este con el Imperio de Brasil y su apoyo al unitarismo en la renacida guerra civil causó un descontento generalizado tanto en la capital como en las provincias interiores.

El gobierno central y el Congreso fueron nuevamente disueltos, se perdieron las provincias de Tarija —incorporada a Bolivia mientras Argentina estaba en guerra contra Brasil— y la Oriental, la cual —debido a las presiones del Reino Unido y del Imperio del Brasil— se independizó como Estado Oriental del Uruguay. En 1833 las Islas Malvinas serían invadidas por el Reino Unido. Durante varios años tuvo lugar una nueva guerra civil, tras la cual el Partido Federal logró controlar todos los gobiernos provinciales.[4]

Una serie de intentos de institucionalizar el Estado Argentino en alguna forma —especialmente la adhesión de todas las provincias al Pacto Federal— no logró establecer leyes en común ni un gobierno central. Gradualmente se fue adoptando la denominación Confederación Argentina para el conjunto, que se reconocía como parte de un estado, pero no se dio instituciones políticas ni legales en común.[5]

El nombre se generalizó a partir del inicio del segundo mandato de Juan Manuel de Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, reuniendo por voluntad de las demás provincias el cargo de encargado de las relaciones exteriores y la guerra de la Confederación.[6]

Entre 1835 y 1852 las provincias argentinas utilizaron la denominación Confederación Argentina para sus relaciones internacionales. Eran en total catorce provincias, y los territorios que efectivamente controlaban eran en muchos casos sensiblemente menores que los actuales; formaban una alianza bastante lábil de diferentes estados independientes en casi todos los aspectos, salvo en aquellos en que Rosas pudo imponer su voluntad por sobre la de las dirigencias locales por medios políticos, económicos o militares. Estas catorce provincias serían reconocidas en la Constitución Argentina como "preexistentes" a la formación del estado unificado.[7]

Durante todo el período de la Confederación, las Provincias Unidas vivieron de hecho una guerra civil, dentro de las fronteras de la actual Argentina, generada por los exiliados políticos del Partido Unitario desde el Uruguay, Chile y Bolivia, en lucha casi permanente para recobrar el poder.

Entre 1837 y 1838, en la frontera norte del país se libró la guerra contra la Confederación Boliviano-Peruana; en la práctica, se trató de una serie de escaramuzas y combates menores, en las cuales las tropas argentinas —casi exclusivamente milicias reclutadas en las provincias del noroeste argentino— fueron comandadas por el gobernador tucumano Alejandro Heredia.

Simultáneamente, en el Estado Oriental del Uruguay se libró la llamada «Guerra Grande», que se relacionó con las guerras argentinas, con tropas argentinas participando en la misma; en términos generales, los federales colaboraban con los blancos contra los colorados. Por su parte, tropas unitarias colaboraban con los colorados y con sus apoyos extranjeros, especialmente por parte de los gobiernos de Gran Bretaña, Francia y el Imperio del Brasil, además de gran cantidad de mercenarios y voluntarios italianos y de otros países europeos.[8]

En 1845, el conflicto no declarado contra la Confederación Argentina por parte de franceses e ingleses, que apoyaban al gobierno de la ciudad de Montevideo, se transformó en una invasión naval a gran escala; la misma terminó por fracasar debido a la resistencia de las fuerzas federales, en particular en la Batalla de la Vuelta de Obligado.

Después de la batalla de Caseros, Urquiza invitó a los gobernadores de las demás provincias a una reunión en San Nicolás. Allí los gobernadores firmaron el Acuerdo de San Nicolás, por el cual nombraron a Urquiza como director provisorio de la Confederación y convocaron a un Congreso General Constituyente en la ciudad de Santa Fe. [9]​ ​ En el congreso participaron diputados de todas las provincias. Las cuales, cada una, debía mandar a dos diputados que las represente. Pero una de ellas, Buenos Aires, no aceptó.

En el acuerdo de San Nicolás, se establecía que la Constitución debía establecer un sistema de gobierno federal. [10]​ ​ Los ríos Paraná y Uruguay, podrían ser navegados libremente, tal como querían las provincias del Litoral y por último. Cuando Buenos Aires decide no firmar el acuerdo de San Nicolás se separa de la Confederación y establece su propia Constitución en 1854.

La Confederación Argentina estaba conformada por las provincias autónomas de Santa Fe, Buenos Aires (separada de la misma como Estado de Buenos Aires entre 1853 y 1860), Entre Ríos, Corrientes, Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, Córdoba, La Rioja, San Juan, San Luis y Mendoza.

Permanecían en manos de los pueblos indígenas: casi la totalidad de la Patagonia, la región chaqueña, la provincia de La Pampa y grandes porciones de otras provincias. Hasta su caída, el gobierno de Rosas no reconoció la independencia del Paraguay, pero esta nunca estuvo de hecho, ni de derecho, unida a la Confederación. El territorio de la provincia de Misiones, tras las devastaciones brasileñas de 1820, permanecía de hecho desierto y su soberanía cuestionada por el Paraguay.

Como consecuencia de la derrota de Rosas en la Batalla de Caseros[11]​ (ocurrida en 1852) se inició un proceso de institucionalización del país, que conservó el nombre de Confederación Argentina: se sancionó la Constitución Argentina de 1853 y se formó un gobierno y un Poder Ejecutivo.

No obstante, la Provincia de Buenos Aires se negó a participar en el nuevo estado, separándose con el nombre de Estado de Buenos Aires. Su secesión se debió a que la élite comercial en Buenos Aires no aceptaba los nuevos regímenes económicos establecidos en la Constitución, basadas en la libertad de comercio en todo el territorio, la libre navegación de los ríos y la distribución proporcional de las rentas nacionales; derechos que hasta entonces detentaba solamente la ciudad de Buenos Aires.[12]

La situación económica y política de cada una de ellas eran muy distintas. Buenos Aires gozaba de una creciente prosperidad económica, ya que sus gobernantes seguían controlando la aduana, y recibían los beneficios de las rentas aduaneras. La Confederación, en cambio, apenas podía pagar los sueldos de sus funcionarios y carecía de recursos suficientes para afrontar sus gastos.

Cada Estado tenía un gobierno propio, con su propia Constitución y sus propias autoridades.

El régimen establecido en la ciudad y la provincia de Buenos Aires, acaudillado por líderes unitarios tales como Valentín Alsina y Bartolomé Mitre, retiró sus representantes del Congreso Constituyente antes de que este adoptara la Constitución. Igualmente, se negó a tomar parte tanto en la elección de las autoridades nacionales como en aceptar su autoridad.[13]

La sanción de la Constitución de 1853, que establecía un régimen federal de gobierno, marcó un hito importante en el desarrollo de la Confederación. El 5 de marzo de 1854 fueron elegidos presidente y vicepresidente el general Justo José de Urquiza y el doctor Salvador María del Carril, quienes se trasladaron con sus ministros a Paraná, establecida entonces como Capital provisoria de la Confederación Argentina.

Fueron presidentes de la Confederación: el general Urquiza, el doctor Santiago Derqui, y el general Juan Esteban Pedernera —este último en carácter de provisorio.

Antes de la reforma constitucional de 1860, se usaba "Confederación Argentina" en el preámbulo y artículos; no obstante, tras esta y al reincorporarse la provincia de Buenos Aires a la Confederación, se reemplazaron esas menciones por "Nación Argentina". De todos modos, un artículo de la Constitución declara que el nombre de Confederación Argentina sigue siendo uno de los nombres oficiales del país.[14]

No obstante, la historiografía argentina suele utilizar el nombre de Confederación Argentina a todo el período que termina con la caída del gobierno de Derqui y Pedernera, a fines de 1861, como netamente separado del período inmediatamente posterior, dominado por los líderes unitarios y porteñistas.

La batalla de Pavón se trató de un enfrentamiento en el marco de conflictos civiles que afectaron luego del proceso de independencia de Argentina. Se desarrolló el 18 de septiembre de 1861 en las cercanías del arroyo Pavón al sur de Santa Fe, de allí que se le dé este nombre a la batalla.

La victoria de esta batalla se la llevó Buenos Aires, quien venció a la Confederación Argentina y puso su fin, logrando la incorporación de Buenos Aires como central política de todo el territorio. Tras casi un año de acefalía, asumió la presidencia el ex gobernador porteño Bartolomé Mitre.

Los enfrentamientos más que todo se debían a la pretensión de Buenos Aires de crear un estado central, que fuera gobernado por ellos ante el interés federal de otras provincias. En fin, la lista de las causas de esta batalla, serían las siguientes:



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