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Antonio Machado



¿Qué día cumple años Antonio Machado?

Antonio Machado cumple los años el 26 de julio.


¿Qué día nació Antonio Machado?

Antonio Machado nació el día 26 de julio de 1875.


¿Cuántos años tiene Antonio Machado?

La edad actual es 149 años. Antonio Machado cumplió 149 años el 26 de julio de este año.


¿De qué signo es Antonio Machado?

Antonio Machado es del signo de Leo.


¿Dónde nació Antonio Machado?

Antonio Machado nació en Sevilla.


Antonio Machado Ruiz (Sevilla; 26 de julio de 1875-Colliure, Francia; 22 de febrero de 1939) fue un poeta español, el más joven representante de la generación del 98. Su obra inicial, de corte modernista (como la de su hermano Manuel), evolucionó hacia un intimismo simbolista con rasgos románticos, que maduró en una poesía de compromiso humano, de una parte, y de contemplación casi taoísta de la existencia, por otra; una síntesis que en la voz de Machado se hace eco de la sabiduría popular más ancestral. Dicho en palabras de Gerardo Diego, «hablaba en verso y vivía en poesía».[1]​ Fue uno de los alumnos distinguidos de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), con cuyos idearios estuvo siempre comprometido. Murió en el exilio en la agonía de la Segunda República Española.[2][3]

Antonio Machado nació a las cuatro y media de la madrugada[4]​ del 26 de julio de 1875 (festividad de Santa Ana y por tanto onomástica de la parturienta), en una de las viviendas de alquiler del llamado palacio de las Dueñas, en Sevilla.[b]​ Fue el segundo varón que dio a luz su madre, Ana Ruiz, de una descendencia de ocho en total.[c]​ Once meses antes había nacido Manuel, el primogénito, compañero de muchos pasajes de la vida de Antonio, y con el tiempo también poeta y dramaturgo.

La familia de la madre de Machado tenía una confitería en el barrio de Triana, y el padre, Antonio Machado Álvarez, era abogado, periodista e investigador del folclore, trabajo por el que llegaría a ser reconocido internacionalmente con el seudónimo de «Demófilo».[5]​ En otra vivienda del mismo palacio son vecinos sus abuelos paternos, el médico y naturalista Antonio Machado Núñez, catedrático y rector de la Universidad de Sevilla y convencido institucionista, y su esposa, Cipriana Álvarez Durán, de cuya afición a la pintura quedó como ejemplo un retrato de Antonio Machado a la edad de cuatro años.[6][d]

La infancia sevillana de Antonio Machado fue evocada en muchos de sus poemas casi fotográficamente:

Y de nuevo, en un soneto evocando a su padre escribe:

En 1883, el abuelo Antonio, con 68 años y el apoyo de Giner de los Ríos y otros colegas krausistas, gana una oposición a la cátedra de Zoografía de Articulaciones Vivientes y Fósiles en la Universidad Central de Madrid. La familia acuerda trasladarse a la capital española donde los niños Machado tendrán acceso a los métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. José Luis Cano, en su biografía de Machado, cuenta que una mañana de primavera, antes de salir para Madrid, «Demófilo» llevó a sus hijos a Huelva a conocer del mar.[7]

En un estudio más reciente, Gibson anota que el propio Machado le escribía en 1912 a Juan Ramón Jiménez evocando «... sensaciones de mi infancia, cuando yo vivía en esos puertos atlánticos».[8]

Sea como fuere, quedarían grabadas en la retina del poeta aquellas «estelas en la mar».[9]

El 8 de septiembre de 1883, el tren en el que viajaba la familia Machado hizo su entrada en la estación de Atocha.

Diez días después, Manuel (nueve años), Antonio (ocho) y José (cuatro), ingresan en el local provisional de la Institución Libre de Enseñanza. A lo largo de los próximos años, sus profesores serán el propio Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío, Joaquín Costa, José de Caso, Aniceto Sela, Joaquín Sama, Ricardo Rubio, y otros maestros menos conocidos como José Ontañón, Rafael Torres Campos o Germán Flórez. Entre sus compañeros estaban: Julián Besteiro, Juan Uña, José Manuel Pedregal, Pedro Jiménez-Landi, Antonio Vinent o los hermanos Eduardo y Tomás García del Real.

La Institución, en coherente armonía con el ambiente familiar de los Machado marcarían su ideario intelectual.[10]​ Con la ILE, descubrió Machado el Guadarrama. En su elegía al maestro Giner, de 1915, Machado concluye:

El 16 de mayo de 1889, Machado (al que apenas faltan tres meses para cumplir catorce años) asiste al instituto San Isidro, donde la Institución Libre estaba entonces colegiada, para superar la reválida de ingreso en el bachiller estatal. En junio aprueba Geografía, pero suspende Latín y Castellano, y su expediente es adjudicado al Instituto Cardenal Cisneros para el curso 1889-1890.[12][13]

Entretanto, la economía en casa de los Machado, que llevaba años siendo muy apretada, alcanzó un nivel crítico. Ana Ruiz acababa de tener su noveno y último parto, una niña nacida el 3 de octubre de 1890 que moriría años después. Su marido, un «Demófilo» agotado, desilusionado, cuarentón y con siete hijos, decidió aceptar el puesto de abogado que le ofrecían unos amigos en San Juan de Puerto Rico.

Conseguido el permiso del Ministerio de Ultramar, Antonio Machado Álvarez (padre de Antonio Machado) se embarcó rumbo al Nuevo Continente en agosto de 1892. No consiguió fortuna sino el infortunio de una tuberculosis fulminante que acabó con su vida,[14]​ sin llegar a cumplir los cuarenta y siete años. Murió en Sevilla, el 4 de febrero de 1893.[15]

En 1895, Antonio Machado aún no había acabado el bachiller.[e]​ Al año siguiente, dos días antes de su vigesimoprimer cumpleaños, murió su abuelo, el luchador krausista, íntimo amigo de Giner y eminente zoólogo Antonio Machado Núñez. A la pérdida familiar se unió el descalabro económico de una familia de la que Juan Ramón Jiménez dejaría este cruel retrato en su libro El modernismo. Notas de un curso: «[...] Abuela queda viuda y regala casa. Madre inútil. Todos viven pequeña renta abuela. Casa desmantelada. Familia empeña muebles. No trabajan ya hombres. Casa de la picaresca. Venta de libros viejos».[16]

Ociosos, los jóvenes hermanos Machado, entonces inseparables, se entregaron a la atractiva vida bohemia del Madrid de finales del siglo XIX. Cafés de artistas, tablaos, tertulias literarias, el frontón y los toros, todo les interesa. Les deslumbra la rebeldía esperpéntica de un Valle-Inclán y un Sawa o la personalidad de actores como Antonio Vico y Ricardo Calvo Agostí; en lo literario hacen amistad con un Zayas o un Villaespesa, y, en general, se dejan estimular por la vida pública de la mayoría de los intelectuales de la época.[f]

En octubre de 1896, Antonio Machado, apasionado del teatro, entró a formar parte como meritorio en la compañía teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. El propio poeta recordará con humor su carrera como actor: «[...] yo era uno de los que sujetaban a Manelic, en el final del segundo acto».[17]​ La bohemia oscura y luminosa del Madrid del final del siglo XIX se alternaba con la colaboración de ambos hermanos en la redacción de un Diccionario de ideas afines, dirigido por el exministro republicano Eduardo Benot. Era inevitable que los jóvenes Machado sintiesen la atracción de París.

En junio de 1899, Antonio Machado viajó a París, donde ya le esperaba su hermano Manuel. En la capital francesa trabajaron para la Editorial Garnier, se relacionaron con Enrique Gómez Carrillo y Pío Baroja, descubrieron a Paul Verlaine y tuvieron oportunidad de conocer a Oscar Wilde y Jean Moreas.[18]​ Antonio regresó a Madrid en octubre de ese mismo año, incrementando su trato con el «estado mayor» del modernismo, un activo Francisco Villaespesa, un itinerante Rubén Darío y un joven de Moguer, Juan Ramón Jiménez.

En abril de 1902, Antonio y Manuel hacen su segundo viaje a París. Allí se reencuentran con otro hermano, Joaquín (El viajero), que regresa de su experiencia americana «enfermo, solitario y pobre», y Antonio se vuelve con él a España el 1 de agosto.[19]​ A finales de ese año, de vuelta en Madrid, el poeta entregó a la imprenta de A. Álvarez Soledades (1899-1902), su primer libro.[g]

Entre 1903 y 1908, el poeta colaboró en diversas revistas literarias: Helios (que publicaba Juan Ramón Jiménez), Blanco y Negro, Alma Española, Renacimiento Latino o La República de las Letras. También firmó el manifiesto de protesta a raíz de la concesión del premio Nobel de Literatura a José Echegaray. En 1906, por consejo de Giner, preparó oposiciones a profesor de francés en Institutos de Segunda Enseñanza, que obtuvo al año siguiente.[20]

En 1907 publicó en Madrid, con el librero y editor Gregorio Pueyo, su segundo libro de poemas, Soledades. Galerías. Otros poemas (una versión ampliada de Soledades). El poeta tomó posesión de su plaza en el instituto de la capital soriana el 1 de mayo y se incorporó a ella en septiembre. Diferentes versiones han especulado sobre las razones que Machado pudo tener para escoger Soria, en aquel tiempo la capital de provincia más pequeña de España, con poco más de siete mil habitantes.[21]​ Quizá le pareció la plaza más cercana a Madrid a la que su escaso currículo le permitió acceder (de las tres vacantes, Soria, Baeza y Mahón, que quedaban libres de la lista total de siete).[22]​ Ángel Lázaro dejó escrito lo que el propio poeta contestaba, cuando los amigos le preguntaban sobre su decisión:

El Machado del París simbolista y el Madrid bohemio reflejado en sus Soledades y galerías dio paso en la descarnada realidad soriana a un hombre diferente: «... cinco años en Soria» —escribiría luego en 1917— «orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano...» —y añade— «Ya era, además, muy otra mi ideología».[24]​ En lo literario, así quedó reflejado en su siguiente libro, Campos de Castilla; en lo profesional, inició su vida de maestro de pueblo; en lo sentimental, descubrió a Leonor, el gran amor de su vida.

En diciembre de 1907, al cerrarse la pensión en la que vivía Machado, los huéspedes se trasladaron a un nuevo establecimiento sito en la entonces llamada plaza de Teatinos. En la nueva pensión, regida por Isabel Cuevas y su marido Ceferino Izquierdo, sargento de la Guardia Civil jubilado, quiso el destino que el poeta conociera a Leonor Izquierdo, la hija mayor, y aún apenas una niña de trece años.[i]​ El embeleso de Machado fue tan intenso que por primera vez quizá en su vida se mostró impaciente, y cuando tuvo la certeza de que su amor era correspondido acordó el compromiso con la madre de Leonor.[j]​ Había pasado poco más de un año, y los novios aún tuvieron que esperar otro hasta que ella alcanzase la edad legal para casarse. Y así, el 30 de julio de 1909 se celebró la ceremonia en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria.[k]​ Hace un mes que Leonor ha cumplido los quince y el poeta ya tiene treinta y cuatro. Y contra todo pronóstico, el matrimonio fue modelo de entendimiento y felicidad, hasta tal punto que la novia se apasionó por el trabajo del poeta con toda la ilusión de su juventud. Así lo han referido todos los testigos de este episodio de la vida de Antonio Machado.[25]

En Soria, el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, siempre vivo en el poeta, le llevó a emprender una serie de excursiones por la sierra de Urbión y sus pinares, hasta las fuentes del río Duero y la laguna Negra, escenario trágico de La tierra de Alvargonzález, el más largo poema de Machado. De Soria también fue su amistad con José María Palacio, redactor de Tierra soriana, el periódico local, y uno de los pocos con los que compartió inquietudes e ideologías en el rudo páramo castellano.[26]

En diciembre de 1910, Leonor y Antonio viajaron a París, con una beca concedida al poeta por la Junta para la Ampliación de Estudios para perfeccionar sus conocimientos de francés durante un año. Durante los seis primeros meses, la pareja viajó, visitó los museos e intimaron con Rubén Darío y Francisca Sánchez, su compañera.[l]​ Machado aprovechó para asistir al curso que Henri Bergson impartía en el Colegio de Francia.

El 14 de julio de 1911, cuando el matrimonio iba a partir hacia la Bretaña francesa de vacaciones, Leonor sufrió una hemoptisis y tuvo que ser ingresada. Los médicos, impotentes en aquella época contra la tuberculosis, recomendaron el regreso al aire sano de Soria. Una engañosa mejoría dio paso a un fulminante final, falleciendo el 1 de agosto de 1912. Su última alegría fue tener en sus manos, publicado al fin, el libro que ella había visto crecer ilusionada día a día: la primera edición de Campos de Castilla.[27]

Machado, desesperado, solicitó su traslado a Madrid, pero el único destino vacante era Baeza, donde durante los siete próximos años penó más que vivió, dedicado a la enseñanza como profesor de Gramática Francesa en el instituto de Bachillerato instalado en la antigua Universidad baezana.

El poeta no está dispuesto a contemporizar y su mirada se radicaliza; tan solo le sacan de su indignación y su aburrimiento las excursiones que hace a pie y solitario, por los cerros que le separan de Úbeda, o con los escasos amigos que le visitan, por las sierras de Cazorla y de Segura, en las fuentes del Guadalquivir. También tuvo oportunidad de acercarse con más atención a las voces y ritmos del tesoro popular (no en vano llevaba en su herencia la pasión de su padre por el folclore, que a su vez lo había heredado de la abuela de Machado, Cipriana Álvarez Durán). Fruto en gran parte de esa mirada será su siguiente libro, Nuevas canciones.[29]

Escapar del «poblachón manchego» no fue fácil; para conseguirlo, Machado se vio obligado a estudiar por libre, entre 1915 y 1918, la carrera de Filosofía y Letras. Con ese nuevo título en su menguado currículo, solicitó el traslado al Instituto de Segovia, que en esta ocasión sí se le concedió. Machado abandonó Baeza en el otoño de 1919.

Poco antes, el 8 de junio de 1916, Machado había conocido a un joven poeta, con el que desde entonces mantuvo amistad, que se llamaba Federico García Lorca.[30]

Machado llegó a Segovia el 26 de noviembre de 1919 y acabó instalándose por el modestísimo precio de 3,50 pesetas al día en una aún más modesta pensión.[31]​ Era el mes de noviembre de 1919 y el poeta llegó a tiempo para participar en la fundación de la Universidad Popular Segoviana junto con otros personajes como el marqués de Lozoya, Blas Zambrano, Ignacio Carral, Mariano Quintanilla, Alfredo Marqueríe o el arquitecto Javier Dodero, que se encargó de restaurar y adaptar el viejo templo románico de San Quirce, uno de los espacios en los que la innovadora institución se había propuesto como objetivo la instrucción gratuita del pueblo segoviano.[32]

Machado, que ahora contaba con la ventaja de la cercanía de Madrid, visitaba cada fin de semana la capital participando de nuevo en la vida cultural del país con tanta dedicación que a menudo «perdió el tren de regreso a Segovia muchos lunes, y bastantes martes».[33]​ Este nuevo estatus de perfil bohemio le permitiría recuperar la actividad teatral junto a su hermano Manuel.

En Segovia, por su parte, fue asiduo de la tertulia de San Gregorio que —entre 1921 y 1927— se reunía cada tarde en el alfar del ceramista Fernando Arranz, instalado en las ruinas de una iglesia románica, en la que participaban también amigos como Blas Zambrano (catedrático de la Escuela Normal y padre de María Zambrano), Manuel Cardenal Iracheta, el escultor Emiliano Barral y algunos otros tipos pintorescos (como Carranza, cadete de la academia de Artillería, o el padre Villalba, que puso música a un texto de Machado).[34]​ También colaboró en la recién nacida revista literaria Manantial y frecuentó el ambiente del Café Castilla, en la plaza mayor de Segovia.[m]

En 1927, Antonio Machado fue elegido miembro de la Real Academia Española, si bien nunca llegó a tomar posesión de su sillón.[n]​ En una carta a Unamuno, el poeta le comenta la noticia con sana ironía: «Es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca. Pero Dios da pañuelo a quien no tiene narices...».[35][36]

En junio de 1928, Pilar de Valderrama viajó sola a Segovia y, con el pretexto de salir de una depresión con una cura de descanso y soledad, se hospedó en el mejor hotel de la ciudad. Sin embargo, y como delataría la carta de presentación para Antonio Machado que a través de una amiga había conseguido del actor Ricardo Calvo, el objetivo real del viaje era iniciar una casta amistad profesional con el poeta (que si llegó a ser realmente casta, los acontecimientos de su desenlace demostrarían que no fue del todo honesta).[37][o]

Pilar pertenecía a la alta burguesía madrileña; casada y madre de tres hijos, era autora de algunos libros de poemas. Durante casi nueve años hizo las funciones de musa y «oscuro objeto del deseo» de un rejuvenecido Machado que inmortalizó aquel espejismo poético con el nombre de Guiomar.[p][38]​ Desde la publicación en 1950 del libro De Antonio Machado a su grande y secreto amor, escrito por Concha Espina y haciendo pública una colección de cartas entre Machado y una misteriosa pero real Guiomar, varios y variopintos han sido los estudios dedicados al fenómeno Guiomar.[39]​ Todo parece indicar que Pilar de Valderrama nunca estuvo enamorada de Machado (aunque como buena cortesana fue diestra en el arte de «marear la perdiz»),[40]​ como parece deducirse de lo escrito en su libro de memorias Sí, soy Guiomar, libro escrito en su vejez y publicado de manera póstuma, para insistir en el carácter platónico de su relación con el poeta, pero sin explicar por qué de ser así se mantuvo en secreto con tanto celo. Tampoco explicó la inspiradora de Guiomar por qué quemó la mayoría de las cartas que recibió de Machado, cuando —quizá advertida por sus contactos entre la clase acomodada— abandonó Madrid, rumbo a Estoril, en junio de 1936, un mes antes del golpe de Estado.[41]

El último gran acontecimiento de los años segovianos de Machado ocurrió el 14 de abril de 1931, fecha de la proclamación de la Segunda República Española. El poeta, que vive la noticia en Segovia, fue requerido para ser uno de los encargados de izar la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento. Un momento emotivo que Machado recordaría con estas palabras:[42]

En octubre de 1931 la República le concedió a Machado, por fin, una cátedra de francés en Madrid, donde a partir de 1932 pudo vivir de nuevo en compañía de su familia (su madre, su hermano José, mujer e hijas). En la capital, el poeta continuó viéndose en secreto con la inspiradora de Guiomar y estrenando las comedias escritas con Manuel.

En una Orden gubernamental de 19 de marzo de 1932, a petición del secretario del Patronato de las Misiones Pedagógicas, se autoriza a Machado a residir en Madrid «para la organización del Teatro popular».[43]

Durante los siguientes años, Machado escribió menos poesía pero aumentó su producción en prosa, publicando con frecuencia en el Diario de Madrid y El Sol y perfilando definitivamente a sus dos apócrifos, los pensadores (y cómo Machado, poetas y maestros) Juan de Mairena y Abel Martín.[q]

En 1935, Machado se trasladó del Instituto Calderón de la Barca al Cervantes. Días antes, el 1 de septiembre había muerto su maestro Cossío, poco después de haberse reunido con él en su retiro de la sierra de Guadarrama y en compañía de otros institucionistas, Ángel Llorca y Luis Álvarez Santullano. Las pérdidas se acumulan: el 5 de enero muere Valle-Inclán y el 9 de abril un olvidado Francisco Villaespesa... el desfile de la muerte se había adelantado.[44]

Casi desde los primeros días de la guerra, Madrid, ya convulsionada desde los últimos estertores del segundo bienio, se convirtió en un campo abonado para las privaciones y la muerte. La Alianza de Intelectuales decidió, entre otras muchas medidas de emergencia, evacuar a zonas más seguras a una serie de escritores y artistas, Machado entre ellos (por su edad avanzada y por su significación). La oferta, un día de noviembre de 1936, la presentan en el domicilio del poeta, otros dos ilustres colegas: Rafael Alberti y León Felipe. Machado, «concentrado y triste» –según evocaría luego Alberti– se resistía a marchar. Fue necesaria una segunda visita con mayor insistencia y a condición de que sus hermanos Joaquín y José, con sus familias, le acompañasen junto con su madre.[45]

Machado y su familia, tras ser acogidos provisionalmente en la Casa de la Cultura de Valencia, se instalaron en Villa Amparo, un chalet en la localidad de Rocafort, desde finales de noviembre de 1936 hasta abril de 1938, fecha en que fueron evacuados a Barcelona.[r]​ Durante su estancia valenciana, el poeta, a pesar del progresivo deterioro de su salud, escribió sin descanso comentarios, artículos, análisis, poemas y discursos (como el que pronunció para las Juventudes Socialistas Unificadas, en una plaza pública de Valencia ante una audiencia multitudinaria), y asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas y celebrado en la capital valenciana, donde leyó su reflexión titulada «El poeta y el pueblo».[46]​ Durante los últimos días del Congreso, se realizó la segunda conferencia nacional de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética durante la cual se renovaron sus cargos y se eligió a Antonio Machado como miembro de su comité nacional.[47]

En 1937 publicó La guerra, con ilustraciones de su hermano menor José Machado Ruiz. De entre sus últimos escritos, obra de compromiso histórico y testimonial, destacan textos de hondura estremecedora, como la elegía dedicada a Federico García Lorca: El crimen fue en Granada.[s][48]

Ante el peligro de que Valencia quede aislada, los Machado se trasladaron a Barcelona, donde tras un hospedaje provisional en el Hotel Majestic, ocuparon la finca de Torre Castañer. El lujo del lugar contrasta con las miserias de la guerra: no hay carbón para las estufas, ni su imprescindible tabaco, ni apenas alimentos. Allí permanecieron desde finales de mayo de 1938 hasta los primeros días del siguiente año.[49]

El 22 de enero de 1939, y ante la inminente ocupación de la ciudad por las fuerzas del bando sublevado, el poeta y su familia salieron de Barcelona en un vehículo de la Dirección de Sanidad conseguido por el doctor José Puche Álvarez; les acompañan, entre otros amigos, el filósofo Joaquín Xirau, el filólogo Tomás Navarro Tomás, el humanista catalán Carlos Riba, el novelista Corpus Barga y una interminable caravana de cientos de miles de españoles anónimos huyendo de su patria.[50][t][51]

Tras una última noche en suelo español, en Viladasens, las cuarenta personas que componían el grupo cubrió el último tramo hacia el exilio. Apenas a medio kilómetro de la frontera con Francia, tuvieron que abandonar los coches de Sanidad, embotellados en el colapso de la huida. Allí quedaron también sus maletas, al pie de la larga cuesta que hubo que recorrer bajo la lluvia y el frío del atardecer hasta la aduana francesa, que solo gracias a las gestiones de Corpus Barga (que disponía de un permiso de residencia en Francia) pudieron superar. Unos coches les llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde gracias a las influencias de Xirau se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía muerta.

A la mañana siguiente, con la ayuda de Navarro Tomás y Corpus Barga, se trasladaron en tren hasta Colliure (Francia), donde el grupo encontró albergue en la tarde del día 28 de enero, en el Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron a la espera de una ayuda que no llegaría a tiempo.[u]

Antonio Machado murió a las tres y media de la tarde del 22 de febrero de 1939, Miércoles de Ceniza.[v][2][52][53][w]

José Machado relataría luego que su madre, saliendo por unos instantes del estado de semiinconsciencia en el que la habían sumido las penalidades del viaje, y al ver vacía la cama de su hijo junto a la suya, preguntó por él con ansiedad. No creyó las piadosas mentiras que le dijeron y comenzó a llorar. Murió el 25 de febrero, justo el día en que cumplía los ochenta y cinco años de edad,[x][54]​ haciendo efectiva la promesa que formuló en voz alta en Rocafort: «Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio».[55][56]​ Ana Ruiz, fue enterrada junto a su hijo en el nicho cedido por una vecina de Colliure, en el pequeño cementerio de la localidad francesa donde reposan sus restos desde entonces.

Como todos los profesores de Segunda Enseñanza fue sometido por las autoridades franquistas a un expediente de depuración. La Comisión de Depuración C de Madrid pidió un informe al Instituto Cervantes de Madrid donde tenía su plaza de catedrático y la dirección del centro le comunicó a la Comisión que había fallecido «según referencias de los periódicos». Así que, sin solicitar más informes se procedió a la separación definitiva del cuerpo de catedráticos de Instituto decretada el 7 de julio de 1941, dos años después de haber muerto en el exilio.[58]​ Mucho tiempo antes, al comienzo de la guerra civil española, los compañeros de Machado del Instituto de Segovia donde también había estado le habían declarado indeseable junto con otros profesores defensores de la legalidad republicana y remitieron una nota al diario local El Adelantado de Segovia que la publicó el 27 de noviembre de 1936.[59]​ En ella se decía:[60]

Hubo que esperar hasta 1981 para que fuera rehabilitado (con la misma fórmula) como profesor del Instituto Cervantes de Madrid, por orden ministerial de un gobierno democrático.[y]​ Varios autores han estudiado si Machado era masón o en que grado lo fue.[63]​ Según António Apolinário Lourenço sería «prácticamente unánime» la aceptación de este hecho, aunque destaca la nula actividad del poeta en actividades de la orden.[64]​ Para el hispanista Paul Aubert, si bien este no descarta la posibilidad, no existen pruebas de su vinculación con ninguna logia, aunque señala sus contactos con miembros de la masonería.[65]

En una breve autobiografía casi improvisada por Machado en 1913, dejó escritas algunas claves personales que dibujan mejor que ningún estudio crítico su perfil humano:

De entre la numerosa galería de retratos literarios, pictóricos y fotográficos compuestos y conservados de Antonio Machado, hay que destacar algunos que en diferentes ocasiones han merecido el calificativo de magistrales y que conforman su iconografía universal.

Documentos de indudable valor histórico-artístico son los diversos retratos y dibujos que su hermano José le dedicó a lo largo de su vida, tomados del natural o a partir de fotografías del poeta.[66]​ De mayor valor artístico son el retrato al óleo que Sorolla pintó de Machado en diciembre de 1917; el lápiz hecho por Leandro Oroz en 1925, y el óleo casi vanguardista de Cristóbal Ruiz, en 1927.[67]

Quizá el capítulo más popular de la iconografía del poeta lo constituyan los retratos fotográficos que los dos Alfonsos (Alfonso Sánchez García y su hijo Alfonso Sánchez Portela) hicieron de Machado entre 1910 y 1936.[68]​ En especial el Retrato de perfil de 1927, y el Retrato del café de Las Salesas.[69][aa][70]

Como análisis literario elemental, Max Aub recogió en su Manual de Historia de la Literatura Española el conocido silogismo que plantea que si Unamuno representó «un modo de sentir» y Ortega «un modo de pensar» Machado representa «un modo de ser». Max Aub completó el retrato, matizando en ese modo de ser: «la estirpe romántica, la sencilla bondad, el vigor intelectual y la sincera melancolía».[71]

Su obra poética se abrió con Soledades, escrito entre 1901 y 1902, y casi reescrito en Soledades. Galerías. Otros poemas, que publicó en octubre de 1907.[72]

Durante su estancia en Soria, Machado escribió su libro más noventayochista, Campos de Castilla, publicado por la editorial Renacimiento en 1912. Sus protagonistas son las tierras castellanas y los hombres que las habitan. Le siguió la primera edición de sus Poesías completas (1917), en la que se incrementan los libros anteriores con nuevos poemas y se añaden los poemas escritos en Baeza tras la muerte de Leonor, los populares «Proverbios y cantares» —«poemas breves, de carácter reflexivo y sentencioso»—, y una colección de textos de crítica social, dibujando la España de aquel momento. En 1924 publicó las Nuevas canciones, recuperando materiales escritos en Baeza y aún en Soria, y mezclando ejemplos de sentenciosa poesía gnómica y análisis en torno al hecho de la creación poética, con paisajes soñados, algunas galerías y los primeros sonetos que se le conocen.[73]

Las ediciones de Poesías completas de 1928 y 1933 incluyeron algunos de los textos adjudicados a sus dos apócrifos, «Juan de Mairena» y «Abel Martín» –maestro de Mairena—, y en la edición de 1933 las primeras Canciones a Guiomar.

En 1936, en vísperas de la guerra civil española, publicó: Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo. El estallido de la rebelión militar impidió la difusión del volumen que durante años permaneció en el limbo de lo desconocido.[74]

Juan de Mairena y Abel Martín, heterónimos de Machado (él mismo llegó a reconocer que Mairena era su «yo filosófico»),[ab]​ desplazaron al poeta modernista y simbolista, sustituyéndolo por un pensador original, hondo y precursor de un género mixto que luego sería imitado por muchos otros autores.[75]​ Originalmente concebidos como poetas, Martín y Mairena se presentan como filósofos populares, herederos de la «lengua hecha» (que el poeta citaba siempre a propósito de Cervantes y el Quijote) y en defensa de la «lengua hablada», dicho con palabras de Machado: «Rehabilitemos la palabra en su valor integral. Con la palabra se hace música, pintura y mil cosas más; pero sobre todo, se habla».[75]

Gran parte del Juan de Mairena, publicado por Espasa-Calpe en 1936, reúne la colección de ensayos que Machado había publicado en la prensa madrileña desde 1934. A través de sus páginas, un imaginario profesor y sus alumnos analizan la sociedad, la cultura, el arte, la literatura, la política, la filosofía, planteados con una caprichosa variedad de tonos, desde la aparente frivolidad hasta la gravedad máxima, pasando por la sentencia, la paradoja, el adagio, la erudición, la introspección, la retórica como arte, la cuchufleta o el más fino y sutil humor celtibérico.[76][77]

Durante la década de 1920 y los primeros años de la década del treinta, Machado escribió teatro en colaboración con su hermano Manuel. Se llegaron a estrenar en Madrid las siguientes obras: Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Mañara (1927), Las adelfas (1928), La Lola se va a los puertos (1929), La prima Fernanda (1931) y La duquesa de Benamejí (1932).[78]

Mucha literatura se ha escrito sobre «símbolos machadianos». Cualquier lector de su poesía, tras un simple y breve vistazo a una de las muchas antologías poéticas de Antonio Machado, podrá enumerar: camino, fuente, sueño, ciprés, agua, noche, mar, jardín, alma, tarde, primavera, muerte, soledades...

A modo de guía, y según su fecha de publicación:[80][81]

(con Manuel Machado)

(adaptaciones de clásicos, en colaboración)

El 19 de junio de 2007 se instaló en los jardines de la Biblioteca Nacional de Madrid, sobre un pedestal del diseñador Alberto Corazón, la última «cabeza» de Antonio Machado de la casi legendaria serie realizada por el escultor Pablo Serrano desde años sesenta. Antes, en 1981, otra «cabeza» de don Antonio había sido regalada por Serrano y expuesta en el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y una más en Soria en 1982, frente al colegio donde el poeta impartió sus clases de francés. La supuesta «cabeza original» de toda la serie pudo colocarse finalmente en Baeza en 1983.[83]

En 1985 una nueva cabeza decoró el monumento titulado "El Pueblo de Madrid al poeta Antonio Machado", en el barrio madrileño Ciudad de los poetas y junto a la estación de metro que también lleva su nombre.[ae]

Fuera de España, pueden verse "cabezas" de Machado en el Centre Georges Pompidou de París (obra de Serrano de 1962, adquirida por la institución francesa en 1971), otra en el MOMA de Nueva York, al parecer comprada en 1967, y una tercera en la Universidad Brown, en Providence (Rhode Island) (Estados Unidos).[84]

No podían faltar representaciones del poeta "ligero de equipaje",[85]​ abundando en la moda de las esculturas callejeras. Pueden verse Machados de bronce, paseando, sentado leyendo o pensando, ausente de la silla que sujeta su amada Leonor, con la maleta a mano... El paseante se encontrará con ellas en las ciudades machadianas: Soria, Segovia, Baeza.[86]

En 1922, Emiliano Barral concluyó y regaló a Machado un busto blanco del poeta. Una copia hecha por Pedro Barral recuerda desde un rincón del jardín que da acceso a la Casa-Museo de Machado en Segovia aquellos versos que unieron a los dos artistas en la eternidad:[87]

Además de las variopintas esculturas dedicadas al poeta, entre los numerosos reconocimientos dedicados a Antonio Machado, su obra y su memoria, pueden mencionarse de modo aleatorio:



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