Coordenadas: 37°23′35″N 6°2′14″O / 37.39306, -6.03722
El tesoro de El Carambolo es un conjunto de varias piezas de oro y cerámica de discutido origen tartesio en síntesis con la cultura púnica peninsular, que fueron encontradas en 1958,Camas, a tres kilómetros de Sevilla. La fabricación del conjunto está datada, según varios expertos, en un lapso entre los siglos VI a V a.C. para el collar, y en torno a la primera mitad del siglo VII a.C. para el resto de las piezas.[cita requerida]
en el cerro de El Carambolo en el municipio deRecientes estudios concluyen que se trata del ajuar propio de animales que eran sacrificados en templos fenicios dedicados al dios Baal y la diosa Astarté, confirmando las hipótesis inicialmente formuladas en 1979, que divergían de la tradicional atribución de las piezas a la cultura tartésica. Sin embargo, una investigación científica llevada a cabo en 2018 demostró que las piezas fueron hechas con oro procedente de una zona cercana al hallazgo (20 km), concluyéndose que el tesoro es producto de una mezcla de culturas (local y fenicia) debido a la llamada procedencia del oro y a las distintas técnicas con que se fabricaron las piezas, de las cuales algunas de ellas ya se empleaban desde el III milenio a.C.
A tres kilómetros de Sevilla, unos pequeños cerros a los que llaman carambolos se elevan casi un centenar de metros sobre las aguas del Guadalquivir. En uno de ellos, en el término municipal de Camas, se encuentra La Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla. Esta entidad, que adquirió el terreno en 1940 con la idea de ubicarse físicamente allí, había iniciado unas obras para ampliar sus instalaciones, con motivo de un torneo internacional que tenía previsto celebrarse. La leyenda de que existía un tesoro en el lugar ya venía de antiguo, pero era sólo eso, una leyenda.
Al arquitecto que dirigía las obras no le convencía que unas ventanas que darían a una futura terraza en construcción, pudieran quedar casi al mismo nivel que ésta, por lo que antes de que se colocara el pavimento mandó excavar para que se profundizara unos 15 cm más.
El yacimiento sigue en la actualidad en manos privadas sin explotarse y cubierto de basura. Sin embargo, las ruinas no corren peligro relativamente ya que están cubiertas por un "búnker" de arena. Así se hace en cualquier hallazgo arqueológico que no se puede mostrar en superficie.
El 30 de septiembre de 1958, uno de los obreros, Alonso Hinojo del Pino (albañil natural de Medina Sidonia), encontró casi en la superficie un brazalete que luego resultó ser de oro de 24 quilates y de un incalculable valor arqueológico. Al observar que al brazalete le faltaba un adorno, tanto él como el grupo de trabajadores que participaba, siguieron excavando en la búsqueda de la parte restante. Pero la sorpresa fue aún mayor cuando encontraron un recipiente de barro cocido, una especie de lebrillo, conteniendo muchas otras piezas y que por desgracia se partió, y al mezclarse los restos con otros restos de cerámica fue imposible reconstruir. Aparentemente eran imitaciones de joyas antiguas, de latón o cobre, por lo que no dieron mayor valor a lo encontrado. Tanto es así, que se las repartieron entre los trabajadores que habían intervenido. Uno de ellos, para demostrar que no podían ser de oro, dobló repetidamente una de las piezas hasta llegar a romperla.
La directiva del tiro de pichón, buscó la intervención del arqueólogo y catedrático Juan de Mata Carriazo y Arroquia, que estableció que estas piezas pertenecían, fijando un amplio margen de error, a un período comprendido entre los siglos vii y viii antes de Cristo, y describió el hallazgo así:
Esta táctica de aprovechar un nombre de la mitología clásica o grecolatina, viene del descubridor de Troya, Henry Schliemann, que al descubrir unas piezas de oro dijo que eran de la princesa Helena de Troya y una máscara funeraria era de Agamenón, sin tener prueba alguna de ello.
Este valiosísimo tesoro que muestra un exquisito trabajo de orfebrería fenicia (sendas reproducciones pueden verse en el Museo Arqueológico de la capital hispalense y en el Ayuntamiento de Sevilla) se encuentra celosamente guardado en la caja fuerte de un banco. Diversas técnicas fueron empleadas en su ejecución: fundido a la cera perdida, laminado, troquelado y soldado. Algunos elementos, debido a las concavidades que presentan, tuvieron que llevar incrustaciones de turquesas, piedras semipreciosas o de origen vítreo.
Una de las joyas más destacadas, que presenta una decoración floral bastante distinta del resto del tesoro, consiste en una cadena doble con cierre decorado, de la que penden siete de los ocho sellos giratorios originales.
Estos sellos, que en su origen podrían haber servido para marcar propiedades, sellar contratos, o acreditar un control administrativo, se clasifican como correspondientes a la época tartésica orientalizante y se cree que podían haber dejado de tener su función original como sellos y haberse convertido posteriormente en mera joya de adorno.
Mientras algunas opiniones coincidían -arqueólogos románticos, tartesiólogos y nacionalistas andaluces- en que todos estos adornos de oro posiblemente eran portados por una sola persona -tal vez un hombre- en momentos de máxima representatividad u ostentación, la arqueología se decanta por la hipótesis de que se trata de adornos para algún animal que los fenicios sacrificasen a Astarté, dejando luego la joyería en una fosa o bóthros ritual. Pese a ello, quienes pensaron que era el ajuar de un rey o reyes -o bien de un sacerdote- son personalidades tales como Juan de Mata Carriazo, Blanco Freijeiro, Maluquer de Motes y otros tantos ilustres arqueólogos. En los últimos años se ha creado la hipótesis de que un tesoro de estas características pueda tratarse de joyas para animales, lo cual ni encaja con el valor del ajuar en su época -ya que son unos tres kilos de oro- ni con una función normal de uso de piezas de orfebrería en la antigüedad.
Cuando ejercía como Comisario de la Expo 92 de Sevilla, Don Jesús Aguirre, marido entonces de la Duquesa de Alba y Duque consorte, encargó a un prestigioso joyero de Madrid, conocido suyo, una exacta reproducción en oro del tesoro, para ser expuesta. El temor, por parte de destacados miembros del Ayuntamiento sevillano, de que las piezas originales, cuando se devolvieran, podrían ser sustituidas por una copia, produjo un enfrentamiento verbal con el Duque de Alba que desembocó en el cese de su cargo como Comisario. Aquel suceso dio origen a las famosas declaraciones del duque consorte cuando conoció las palabras del alcalde que justificaban su destitución: "He cesado a Jesús Aguirre porque él se ha hecho responsable del comunicado que la pasada semana criticaba con dureza la actuación municipal en relación con el tesoro de El Carambolo". El duque apostilló: "Me permito una licencia académica: no me siento cesado, porque cesar es un verbo intransitivo, pero sí destituido. El alcalde está en su derecho...".
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