Los túbulos seminíferos son pequeños tubos (entre 150 a 250µm de diámetro y 30 a 70 cm de largo) que se hallan dentro de los testículos, los cuales se encargan de producir espermatozoides, y la hormona testosterona masculina .
Sus paredes están cubiertas de espermatogonias, que son las células germinativas que, al dividirse por mitosis y meiosis, generan espermatozoides que se liberan en la luz del túbulo por un proceso denominado espermiación.
En túbulos seminíferos se desarrolla la espermatogénesis. Desarrollan una pared gruesa y compleja llamada epitelio seminifero, compuesta por 2 tipos de células: las células germinativas (espermatogonias), que proliferan y se diferencian en espermatozoides; y las células de Sertoli, que sostienen a las células germinativas e intervienen en su nutrición. Una lámina basal separa el epitelio seminífero del tejido conectivo circundante en donde se encuentran las células de Leydig que producen testosterona.
Cerca del medianismo (vértice de los lobulillos), los extremos de cada túbulo seminífero se enderezan y forman los llamados tubos rectos, que ingresan en el mediastino y desembocan en una red de canalículos denominada rete testis. A su vez, de la rete testis parten de 12 a 14 tubos muy delgados conocidos como conductillos eferentes, cuyos extremos distales convergen en un conducto muy largo y enrollado llamado epidídimo. En el epidídimo se origina la espermiohistogénesis que es el periodo en que los espermatozoides obtienen el acrosoma (vital para la fecundación) y una capa que lo protege del ph de la vagina (glicolema). Los tramos de la vía excretora que siguen son: el conducto deferente, el conducto eyaculador y la uretra.
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