Se denomina Reforma católica o Contrarreforma a la respuesta de la Iglesia católica a la Reforma protestante de Martín Lutero, que había debilitado a la Iglesia. Abarca desde el Concilio Ecuménico de Trento en 1545 hasta el fin de la guerra de los Treinta Años, en 1648, con la paz de Westfalia y el final subsecuente de las guerras de religión en Europa.
Sus objetivos fueron renovar la Iglesia y evitar el avance de las doctrinas protestantes.
Se centró sobre todo en cinco aspectos:
Fue un concilio general de la Iglesia, reunido de 1545 a 1563 en Trento, cerca de los Alpes, que aprobó una serie de decretos doctrinales con respecto a los dogmas, la disciplina, el papado y las órdenes religiosas, que permanecieron vigentes hasta que se reunió el siguiente concilio, más de tres siglos después.
Fue convocado por Paulo III y estableció los siguientes aspectos:
Hacia 1650, más de dos tercios de Europa prestaba de nuevo obediencia a la Iglesia de Roma: la Reforma protestante, en conjunto, solo conservó su influencia en el norte.
La Contrarreforma, para algunos, no difería en forma sustancial de aquello que buscaba la Reforma protestante a la hora de renovar la Iglesia. Sin embargo, en cuestiones teológicas era completamente opuesta. Los esfuerzos reformistas de Paulo IV se basaron en el Derecho Canónico y las encíclicas papales. Dos de sus herramientas fueron la Inquisición, institución creada por el papa Gregorio IX en el siglo XIV para investigar y juzgar a los acusados de herejía o brujería, y la censura, con la creación del Índice de libros prohibidos.
Entre otras medidas efectivas sobre liturgia, administración y enseñanza religiosa, se tomaron las siguientes:
El Concilio de Trento no aprobó ninguna de las reformas de Lutero, Calvino u otros protestantes, sobre todo la justificación por la fe, lo que acentuó la división del cristianismo, con diferentes reformistas coincidiendo en que el papado era perjudicial.
Por otra parte, el descubrimiento y colonización de América convirtió a muchos clérigos en misioneros, empeñados en la conversión de los nuevos pueblos conocidos y estableciendo escuelas confesionales.
Al mismo tiempo que la agresividad y militancia del catolicismo era palpable, surgió una ola de misticismo que proponía la meditación y el rezo personal, como el del rosario. La fe católica tras la contrarreforma tuvo dos vertientes:
Pío V representó el esfuerzo de un sector eclesiástico para combatir el protestantismo impulsando la devoción popular y castigando la herejía. Era un dominico de fe sólida y férrea disciplina, que protegió a los pobres creando hospitales y escuelas y apoyando las misiones en el Nuevo Mundo, pero decidió aplicar la Inquisición para prevenir el aumento de herejes.
Sixto V representó la etapa final de la Reforma católica, convirtiendo Roma y el Barroco en la representación visual del catolicismo.
Las nuevas órdenes religiosas constituyeron una parte fundamental de la Contrarreforma. Órdenes tales como los capuchinos, carmelitas descalzos, ursulinas, teatinos, paulistas o jesuitas, paúles, consolidaron las parroquias rurales, ayudaron a consolidar la piedad popular por medio del ejemplo y el cuidado de pobres y enfermos. Su dedicación a las obras de misericordia ejemplifica la reafirmación católica de la salvación a través de la fe y de las obras, y negando la idea luterana de salvación únicamente a través de la fe. No solamente hicieron la Iglesia más eficaz, sino que reafirmaron las premisas fundamentales de la Iglesia medieval.
Otros movimientos espirituales, como los espiritualistas italianos o los místicos españoles, intentaron reformar la iglesia a través del individuo. Un ejemplo fueron los oratorios.
Una consecuencia del concilio fue la unificación litúrgica:
Algunos historiadores, como James Burke, han observado que algunas de las directrices de la contrarreforma provocaron consecuencias igual de graves que el cisma: por ejemplo, los estudios realizados para reformar el calendario juliano terminaron en la confrontación con Galileo y el mundo científico en general.
Se querían hacer atractivos los ritos, y se tomaron dos caminos:
Se pidió a los astrónomos que lo reformaran, entre ellos a Nicolás Copérnico. En su obra, De Revolutionibus Orbium Coelestium, sustituye el modelo ptolemaico por uno heliocéntrico, aunque pasó desapercibido. El libro fue evitado por oponerse a las teorías católicas cuando otros científicos acumularon evidencias a su favor, llegando a ser la base de una revolución científica ajena a la Iglesia que culminó con la prohibición de estudiar los trabajos de Galileo Galilei.
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