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Piedras de Ica



Las piedras de Ica son una colección de piedras del tipo andesita provenientes del Perú y que fueron clasificadas como oopart tras su descubrimiento. Algunas se han podido datar por instituciones científicas españolas.[1]

Estas piedras se caracterizan por estar grabadas con supuestos antiguos dibujos de dinosaurios y artefactos tecnológicos avanzados.[2]

Diversas investigaciones posteriores apuntan a un origen fraudulento.[3][4]

Las piedras están formadas por andesita del Mesozoico. Varían en tamaño desde 3x2.5x1.5 cm hasta 40 cm.[5]​ Como resultado de la erosión, han desarrollado una fina pátina. Consiste en una capa de corrosión donde las inclemencias han transformado el feldespato en arcilla, originando un material más blando, categorizado en una dureza 3 o 4 en la escala de dureza mineral de Mohs, que puede ser rayado.[5][6]

Están grabadas superficialmente con una variedad de imágenes, algunas directamente incisas, otras por medio de sustraer el fondo, manteniendo la imagen en relieve. Las imágenes varían desde dibujos simples en un lado del guijarro, hasta diseños de gran complejidad. Algunos de los diseños aparecen en estilos que pueden asociarse como pertenecientes a las culturas Paracas, Nazca, Tiwanaku, Ica o Inca.[5]

Algunas de las imágenes son flores, peces, o animales vivos de diferentes clases.[5]​ Otras parecen ilustrar escenas[7][8]​ que serían anacrónicas en el arte precolombino, como dinosaurios, operaciones médicas avanzadas y mapas.[9]

Los restos arqueológicos muestran evidencias de que las culturas peruanas se remontan varios miles de años atrás. En algunos periodos posteriores, todo el Perú moderno estuvo unificado en una sola unidad política y cultural, culminando en el Imperio incaico, seguido por la conquista española. En otros periodos, zonas como el valle de Ica, una región habitable separada de otras por el desierto, desarrolló una cultura distintiva propia.[10]

En 1613, el cronista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti reflejó en su obra Relación de las antigüedades deste Reyno del Piru la existencia de piedras grabadas ("mancos") cerca de Ica, en tiempos del inca Pachacútec.[11]

Se sucedieron excavaciones en la provincia de Ica a finales del siglo XIX y principios del siglo XX conducidas por eruditos como Max Uhle, Julio C. Tello, Alfred L. Kroeber, William Duncan Strong y John Howland Rowe. Ninguno de ellos informó sobre el descubrimiento de las piedras andesitas grabadas. Aun así, piedras grabadas que habían sido saqueadas por huaqueros, ladrones de tumbas, comenzaron a ofrecerse a la venta a los turistas y coleccionistas aficionados.[5]

En 1961, el desbordamiento del río Ica propició que salieran a la luz numerosos restos arqueológicos, entre ellos cerámicas, fósiles paleontológicos y piedras grabadas.[12]

Santiago Agurto Calvo (1921-2010), arquitecto de profesión, fue rector de la Universidad Nacional de Ingeniería en Lima, y uno de los coleccionistas que organizó prospecciones en cementerios antiguos. En agosto de 1966 encontró una piedra en el sector Toma Luz, distrito de Callango, en el Valle de Ica. El contexto arqueológico correspondía a la cultura tiahuanaco. Agurto informó de su descubrimiento al Museo Regional de Ica, y fue acompañado en sucesivas expediciones por su curador, el arqueólogo Alejandro Pezzia Assereto (1917-2005).[5]​ En septiembre de 1966, en el cementerio de la colina Uhle (sector de la Banda, Viña Ocucaje, Distrito de Ocucaje), encontraron, por vez primera, una piedra grabada con innegable procedencia en una tumba de la cultura Paracas. Esta piedra era bastante plana e irregular en su forma, de un tamaño aproximado de 7 x 6 x 2 cm. En ella estaba tallada un diseño que podía ser abstracto, o que podría considerarse como una flor de ocho pétalos.[5]​ Agurto publicó su descubrimiento en un periódico de Lima.[13]

Pezzia continuó su investigación. En el cementerio San Evaristo en Toma Luz, encontró una piedra tallada de tamaño similar a la anterior, con la imagen realista de un pez. El contexto dató la tumba en el Horizonte Medio (600-1000 d. C.). En una tumba no muy lejos del mismo cementerio, encontró una piedra con un diseño bastante razonable de una llama, en un contexto típico de la cultura de Ica. En 1968, Pezzia publicó sus hallazgos, incluyendo ilustraciones y descripciones.[5]

Las piedras grabadas supuestamente aparecieron en el Desierto de Ocucaje (Departamento de Ica), en los cerros que actualmente se conocen como La Peña, Blanco, Norte y Callango —próximos o incluidos en el Cementerio paleontológico de Ocucaje—; dichos cerros albergan fósiles, conchas marinas y algunas supuestas tumbas incas.[1][13]​ Este enclave a 35 km al sur de Ica, de unos 90 km² de extensión, posee fósiles con una antigüedad de entre 65,5 y 1,8 millones de años, principalmente de fauna marina que habitó una bahía de poca profundidad, que se convirtió en desierto hace aproximadamente 25 millones de años.[14]​ En 2003 un proyecto de ley instaba a declarar de interés nacional las zonas paleontológicas de Ocucaje, que incluyen restos fósiles de megalodón, cocodrilos, aves, peces, tortugas, odontocetos, focas, delfines, ballenas, caballos, cérvidos, mastodontes o perezosos gigantes.[15]

Fue Javier Cabrera Darquea (1924-2001) quien dio a conocer estas piedras. Este médico peruano dijo haber recibido en 1966 de manos de su amigo Félix Llosa Romero una supuesta extraña piedra grabada como regalo de cumpleaños.[16]​ Posteriormente, Cabrera declaró haber identificado el grabado como un dibujo de un pez que se había extinguido hacía millones de años.

En los años 50 las piedras llamaron la atención de Carlos y Pablo Soldi, dos coleccionistas de objetos de este tipo que no habían conseguido que la comunidad arqueológica se interesara con sus conclusiones, pero encontraron en Cabrera un aliado para su causa. Los Soldi le vendieron 341 piedras similares. Igualmente, Cabrera también dijo haber encontrado en seguida otro proveedor, llamado Basilio Uchuya Mendoza (1935-2003). De estas y otras fuentes, y durante los siguientes treinta y cinco años, se habrían obtenido más de 15 000 piedras grabadas con diferentes técnicas, entre las que se incluyen el altorrelieve y el bajorrelieve.

Las piedras representan una amplia variedad de escenas: dinosaurios, tecnología avanzada, cirugías, mapas, y hasta pornografía. Si bien estas escenas pueden ser ambiguas, muestran conocimientos de cosas que, según la ciencia moderna, son totalmente anacrónicas (ver oopart). Todo esto ha llamado la atención de gente que tiende a dudar de la ciencia moderna, como algunos creacionistas, y los que buscan justificaciones históricas para la ufología.

Cabrera describió muchas de las escenas en un ensayo, para poder contar la historia de la supuesta civilización que, según él, había creado las piedras. Creía que estas tecnologías antiguas pertenecieron a lo que él llamó el Hombre del Gliptolítico, una supuesta raza extraterrestre. Según la historia descrita por Cabrera, esta raza habría llegado hace mucho tiempo, el suficiente como para coexistir con los dinosaurios, y creó genéticamente al hombre moderno. Algún tiempo después, se habrían marchado a otro planeta, antes de que ocurriera alguna catástrofe planetaria.

En la actualidad aún sigue el comercio de piedras que pueden encontrarse en Lima, Ica, Ocucaje, Santiago y otros municipios del departamento de Ica, y de manera internacional por Abraham Veciana.

La mayor colección de piedras puede verse en Ica, en la plaza de armas de la ciudad.

Entre 1967 y 1969, análisis de las piedras conducidos por la Universidad de Ingeniería de Lima, la Universidad de Bonn en Alemania y la compañía minera Hochschild arrojaron que la antigüedad de los grabados (algunos de los cuales incluían especies extintas) "no se puede determinar" pero que "los grabados o incisiones no son recientes."[6][16][1]

En 2003, el laboratorio de datación y radioquímica de la Universidad Autónoma de Madrid llevó a cabo una datación absoluta por termoluminiscencia de carbonatos de deposición pertenecientes al yacimiento Cerro La Peña en Ocucaje, Departamento de Ica, Perú, resultando en una datación de 100.000 y 60.000 años para algunas piedras grabadas recubiertas por caliche.[1][17]​ En marzo del mismo año el Instituto de Química-Física Rocasolano del CSIC dató por carbono 14 otra piedra asociada a un manto, encontrada en Cerro Blanco (La Peña), fechándola en el siglo VI o VII.[1]​ El responsable del yacimiento e investigador alicantino Félix Arenas Mariscal publicó dichos resultados junto a María del Carmen Olázar en 2007. Una de las piedras que data 61.000 años presenta un grabado que bien pudiera asemejarse a una operación quirúrgica con intubación.[1]​ El investigador Vicente París admitió estar sorprendido por estos hallazgos, ya que se ha constatado que muchas otras piedras han sido falsificadas.[18]

Según se dice, estas piedras fueron encontradas en cuevas y corrientes de agua. Pero al ser rocas y no contener ningún material orgánico, no se les puede aplicar la datación por carbono 14. Además, los lugares donde supuestamente se hallaron no han sido revelados, con lo que tampoco es posible averiguar su edad basándose en su estrato geológico.[cita requerida]

Los grabados pudieron generarse en el momento de formación de las rocas por lo que serían de la misma época, cosa imposible pues las rocas son mucho más antiguas que los hechos en ellas dibujados, por lo que deben haberse grabado en un momento posterior. La única forma de datar la antigüedad de los grabados es por comparación con los estratos donde se encontraron (midiendo la capa de sedimentos encima se puede saber el tiempo que llevan en ese lugar), o por medición de su alteración natural por el paso del tiempo, aunque esta forma de datación es menos precisa.

Neil Steede, un arqueólogo que investigó las piedras de Ica para "Los Misteriosos Orígenes de Hombre" (una película que intenta demostrar que el hombre apareció mucho antes de lo que se cree actualmente), no encontró ninguna capa de corrosión química sobre los grabados, por lo que dice que los grabados eran recientes.

Las piedras fueron protagonistas de publicaciones en varias lenguas durante este período, como el texto de Robert Charroux "L'Enigme des Andes", publicado en 1974. En 1975 Juan José Benítez escribió el libro "Existió otra Humanidad", el cual se basa en los "datos" obtenidos en estas piedras.[6][19]​ En 1976, el propio Javier Cabrera publicó "El mensaje de las piedras grabadas de Ica", donde exponía sus tesis sobre las piedras. También los libros "Miracles of the Gods: A Hard Look at the Supernatural" (1975), "In Search of Ancient Gods: My Pictorial Evidence for the Impossible" (1976) y "According to the Evidence" (1977) de Erich von Daniken recogían el caso.

En 1977, en los documentales de la BBC "Pathway to the Gods" y "The Case of the Ancient Astronauts" se le hizo una entrevista a Basilio Uchuya, que fabricó una "auténtica" piedra de Ica con el taladro de un dentista y añadió la capa exterior cociendo la piedra en un horno con estiércol de vaca, todo ello en un tiempo récord. Sin embargo, en 1996, se publicó otro documental de la BBC con un análisis escéptico sobre las piedras.

El aumento de atención sobre el caso llevó a las autoridades del Perú a detener a Basilio Uchuya. Según la ley peruana, es ilegal vender descubrimientos arqueológicos. Basilio negó que las hubiera encontrado y reconoció que eran falsificaciones que él y su esposa habían creado. Así, no fue castigado, y siguió vendiendo las piedras a los turistas como baratijas. Confirmó que las había falsificado durante una entrevista con Erich von Däniken en 1973,[8]​ pero se retractó durante una entrevista posterior con un periodista alemán. Los creyentes en la veracidad de las piedras sin embargo creen que no obstante, la explicación del fraude no tendría en cuenta la edad de Basilio ni el tiempo que requiere fabricar una de estas piedras. El huaquero podría haber hecho, en toda su vida, unas 10 000; pero estas no se acercan en número a las 40.000 que se han catalogado hasta ahora. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a pesar de la poca confianza y el escaso incentivo económico que pudiera tener Basilio para falsificar las piedras, no era el único proveedor, y no todas las piedras muestran los anacronismos que las hacen tan discutibles.

Los creyentes igualmente indican que en el año 1966, Santiago Agurto Calvo, arquitecto y exrector de la Universidad Nacional de Ingeniería (Perú) de Lima también habría recolectado numerosas piedras durante años, ya que poseería una colección de piedras grabadas, extraídas, según se dice, de diversos enterramientos pertenecientes a las culturas Paracas, Ica, Nazca y Tiahuanaco; lo que según los creyentes sería un hecho que confirmaría la sacralización de que fueron objeto las piedras por parte de estas culturas. Sin embargo estos indicios al no ser probados no han valido para despertar el interés de la comunidad científica para que se investiguen nuevamente estos hallazgos arqueológicos que ya fueron identificados como fraudulentos.

El investigador español Vicente París, tras cuatro años de investigaciones, ofreció en 1998 las evidencias que demostraron que las piedras son realmente un fraude. Entre las pruebas presentadas por este investigador se encuentran microfotografías de las piedras que muestran restos de pinturas actuales, así como el uso de papel de lija.[20]

Otros análisis que apoyan la existencia del fraude, es que entre los grabados que muestran estas piedras, las imágenes de dinosaurios solo representan a los dinosaurios más conocidos y populares en la época que fueron dadas a conocer (triceratops, tiranosaurio, brontosaurio, styracosaurus, estegosaurio y el pteranodon (el más conocido representante de los pterosaurios), y se comete el error de juntar dinosaurios de diferentes periodos geológicos y lugares de la tierra; además de errores anatómicos y fisiológicos en estos animales. Por ejemplo, algunas de estas piedras representan escenas en las que humanos practican cesáreas a dinosaurios y otros reptiles, siendo que estos son ovíparos, o se muestran dinosaurios sauropodomorfos atacando y devorando a seres humanos, cuando en realidad estos eran herbívoros. Otros argumentos en contra de estas piedras exponen la incongruencia entre la tecnología representada en las piedras y la calidad técnica de las mismas, suponiendo que ambas provienen de una misma cultura.




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