El Marquesado de Montemayor fue un título nobiliario español otorgado por Carlos I a don Juan de Silva, tercer señor de Montemayor en 1538 para recompensarle por sus servicios a favor de los intereses reales durante la Revuelta de las Comunidades.
El titular actual es Carlos Martínez de Irujo y Casanova por cesión de su madre Mª de la Soledad Casanova y Barón (1940-2000) XIV marquesa del Águila, marquesa de Montemayor, dama de la Maestranza de Valencia.
En el siglo XIII la villa de Montemayor (en la actual provincia de Salamanca) fue entregada por Alfonso X de Castilla, junto con otras villas (con Ledesma a la cabeza), a su hijo, el infante Pedro. Esta fue la primera vez que Montemayor pasa de ser realengo (dependiente directamente de la Corona) a señorío.
A la muerte del infante don Pedro la villa pasa a su hijo Sancho pero al morir sin descendencia el rey Fernando IV de Castilla , en 1312, hace que la misma vuelva a la Corona prometiendo solemnemente en las Cortes de 1313 a los procuradores enviados por los concejos extremeños que no la enajenará ni él ni sus sucesores, en lo sucesivo, a ningún otro:
A pesar de ello, su hijo Alfonso XI la entregará sucesivamente a algunos sus hijos habidos con Leonor de Guzmán: Sancho, Fernando y Juan. En 1358 Pedro I la recuperará, junto a otras villas, para la Corona pero a consecuencia de la guerra civil con su hermanastro Enrique de Trastámara en la que Pedro I fue derrotado y ejecutado, el nuevo monarca se vio obligado a pagar las deudas contraídas con quienes le habían ayudado entregando villas y mercedes. Enrique dona Ledesma y sus cinco villas (Montemayor, Salvatierra, Granadilla, Miranda y Galisteo) a su hermano don Sancho, que se casará con la infanta Beatriz de Portugal. Tras la muerte de Sancho, el rey recuperará algunas de las donaciones pero su viuda luchará por recuperar ese patrimonio para su hija Leonor de Alburquerque, lo que conseguirá por lo que a partir de entonces su hija será conocida como la "rica hembra".
Leonor casará con el infante Fernando de Antequera, que se convertirá en rey de Aragón, formándose unenorme patrimonio territorial que empezará a dividirse entre sus hijos: en 1418 cuando a don Enrique le conceden el Maestrazgo de Santiago, su madre le dará entre otras villas la de Montemayor:
Montemayor dejaba definitivamente de ser realengo continuando su devenir como señorío nobiliar hasta que en el siglo XIX desaparezcan. Posteriormente habrá un nuevo cambio de manos: en el siglo XV llegará a manos la familia Silva.
Tras la derrota del infante Enrique frente a las tropas realista de Juan II de Castilla en la batalla de olmedo (19 de mayo de 1445), sus bienes (si bien secuestrados desde 1430) pasan a ser repartidos de la siguiente forma:
Hay constancia de que Juan de Silva y Meneses, I conde de Cifuentes, es señor de la villa desde 1446 pues en esa fecha, cuando arrienda las tercias y alcabalas de la villa y su tierra, se dice:
Juan de Silva, noble de un linaje asentado en Toledo pero de origen portugués, sirvió a don Álvaro de Luna, casándose con una prima suya, lo que le permitió la proximidad al rey Juan II primero y luego, por encargo del mismo, del príncipe heredero don Enrique. Se hará sucesivamente con el señorío de Cifuentes, luego recibirá el título de conde del mismo, el puesto de Alférez Real, Notario Mayor del Reino de Toledo, señor de Barcience y de Montemayor. Fue también embajador de Juan II en el Concilio de Basilea (1434-1436), de donde sacó un emblema y divisa para sus armas (una mariposa tras su blasón y el lema "Mal posa qui mal y pose", porque obligó a dejar el sillón al embajador de Inglaterra diciendo que no tenía su reino categoría para estar por delante de Castilla, de ahí el lema y emblema citados).
Estuvo presente en la campaña de Granada, tomando la plaza de Pinos Puente, que culmina en la batalla de La Higueruela (1431).
Al morir dividió en dos mayorazgos sus bienes, al hijo mayor de su primer matrimonio con Leonor de Acuña, Alonso de Silva, le entregó el señorío y condado de Cifuentes y al del segundo matrimonio con Inés de Ribera, Juan de Ribera, el señorío de Montemayor.
Juan de Ribera, segundo señor de Montemayor y cabeza de esta segunda línea en el linaje de los Silva, participará en el bando isabelino frente en la guerra civil castellana y una vez en el trono Isabel la Católica será enviado a defender la frontera de Navarra para salvaguardar sus intereses frente a las intromisiones francesas, por ello residirá varios años en Logroño, de donde será Asistente (corregidor), y también Corregidor de Guipúzcoa. Además, no dejará de lado los intereses familiares y cada vez que surjan disputas en Toledo, base del linaje, con los Ayala, condes de Fuensalida, estará presto a defenderlos. Las disputas entre los Silva y los Ayala fueron constantes desde el siglo XV, a pesar de las bodas realizadas para intentar unir a ambas familias, como la de María de Silva, hermana del primer conde de Cifuentes, Juan de Silva, con Pedro López de Ayala, conde de Fuensalida.
Juan de Silva, tercer señor de Montemayor, será un personaje destacado en la lucha de las Comunidades en la que defenderá los intereses reales en la comarca toledana, por ello el obispo Acuña, uno de los adalides comuneros más destacado, arrasará sus propiedades en la comarca de La Sagra. Al final de su vida el rey Carlos I premiará sus servicios creándole marqués de Montemayor en 1538.
Montemayor se encontraba bastante alejado de Toledo, base de los marqueses y donde tenían, además de cargos, ricas posesiones en sus cercanías, y por ello las visitas no debieron ser numerosas. Se tiene constancia de su estancia en la villa en 1544:
A lo largo del siglo XVII la casa de Montemayor, como otras casas nobiliarias, pasa por una situación económica complicada debido a los gastos que conllevaba el mantenimiento de la ostentosa vida característica de los nobles de la época: mantenimiento de su casa, patrimonio, criados, etc; a consecuencia de lo cual se produjo un doble enlace con la casa de los condes de Cantillana que tendrá importantes consecuencias en el futuro: Juan Francisco de Silva, luego V marqués, se casa con María de Toledo y Vicentelo, hija de los condes de Cantillana, mientras que su hermana Teresa de Silva lo hace con Juan Luis Antonio Vicentelo de Leca y Toledo, que será el II conde de Cantillana.
Un hermano de Juan Francisco, V marqués de Montemayor, Pedro de Silva heredará los bienes de su tío Felipe de Silva, virrey de Cataluña y general destacado en la Guerra de Cataluña, otorgándole Felipe IV el título de vizconde de La Sagra, luego marqués de Vega de la Sagra, pero a causa de los sucesos de Portugal en los que aparece como implicado, es acusado de traición y ajusticiado en 1648, a causa de lo cual, sus bienes pasaron a la casa de su hermano mayor.
Durante la Guerra de Sucesión Manuel de Silva Ribera y Tenorio, VII marqués de Montemayor se ofreció al rey Felipe V para servirle en el ejército pero éste declinó el ofrecimiento por estar ya dos de sus hermanos como oficiales. El rey no quería que las casas nobles que le eran fieles pudieran quedar sin cabeza por cuestiones bélicas, necesitaba de sus servicios y para ello debían seguir viviendo.
Durante la contienda sucesoria Montemayor fue zona de paso para las tropas francesas y en sus inmediaciones se situaron para evitar el paso de las tropas portuguesas que se acercaban desde Extremadura. Sus pueblos fueron refugio de habitantes de las villas ocupadas o en peligro, muchos procedentes de Alcántara, Coria (como el mismo obispo Juan de Porras y Atienza), Zarza de Alcántara, etc, pero hasta ella no consiguieron llegar. El paso era importante porque significaba unirse con las tropas que, al mando del portugués marqués das Minas, ocupaban Salamanca.
A mediados del siglo XVIII se extinguía esta rama de la familia Silva pasando el marquesado a una rama colateral: la de los condes de Cantillana que enlazó con los marqueses de Montemayor en el siglo XVII a través del enlace entre Teresa de Silva, hermana del V marqués, con don Juan Luis Antonio Vicentelo de Leca y Toledo, futuro II conde de Cantillana. De esta forma se unían los títulos de Cantillana, Montemayor y Castromonte. A pesar de ello, deberán ceder uno de ellos por imperativo de las condiciones de fundación del mayorazgo quedando formada la casa de los marqueses de Castromonte y Montemayor, como pasó a denominarse en adelante.
Hay constancia de que en el siglo XVIII el territorio del Marquesado de Montemayor se dividía en dos "quartos", los de Hojeda y del Río, y la villa de Montemayor, que se situaba entre ambos, hecho que parece fue heredado de los siglos precedentes. Así, la organización territorial de la Tierra de Montemayor que se recoge en la división de Floridablanca es la siguiente (se ponen las denominaciones originales que poseen en el documento de 1789):
La Guerra de Independencia será, como para muchos otros lugares de España, una catástrofe humana y económica que dejará empobrecida la comarca. Los pueblos contribuyeron al sostenimiento de las tropas españolas y británicas, entre las que sirvieron bastantes hombres de la zona con sus acémilas, pero además debieron contribuir, a la fuerza, al mantenimiento del ejército francés y soportar sus saqueos, robos y violencias. Sabemos de varios muertos en el pueblo de Valdefuentes, robos en Montemayor, saqueo de la alhóndiga en Baños, etc.
Finalmente otra de las consecuencias de la guerra fue la llegada de cambios en el sistema político. La Constitución de 1812 planteó la abolición del feudalismo y la desaparición de los señoríos El proceso es largo pero en el caso de Montemayor, que era un señorío jurisdiccional (es decir el titular tenía el ejercicio de la justicia pero no era el dueño del territorio, sólo de aquellas propiedades que hubiera adquirido por compra, etc.), se solucionó pronto pues el problema estaba en los señoríos solariegos por las dudas planteadas sobre la propiedad de la tierra. No obstante los duques de Montemar mantuvieron relación e intereses en Montemayor.
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