El «Mandato del Cielo», mandato celeste o mandato celestial o la ley del cielo (天命 en chino Pinyin: tiānmìng) es un concepto de la filosofía china tradicional referente a la legitimidad de los gobernantes. Según este concepto, el «cielo» favorecería las empresas y situación del gobernante justo, pero despreciaría al gobernante déspota y pondría fin a su régimen. El mandato del cielo transferiría entonces el poder político a otro individuo que poseyera dotes de mejor gobernante.
El mandato del cielo fue un concepto muy utilizado en la Antigua China para explicar los vaivenes políticos de cada época, y ayudó a mantener a los gobernantes bajo control de alguna autoridad extraterrenal. Esta idea fue muy popular en China debido también a que invocando el "Mandato del cielo" cualquier líder poderoso en épocas de crisis podía deponer a los gobernantes que no fueran los apropiados para sus intereses alegando que las graves dificultades de la nación ocurrieron porque el monarca había "perdido el Mandato del Cielo", del mismo modo una revuelta popular podía encontrar justificación en esta doctrina. El sistema era hereditario entre padre e hijo, pero nunca entre madre e hija, con lo cual era necesaria la descendencia masculina en línea directa para transferir este Mandato (y también era necesaria la ascendencia patrilineal para tener el derecho de recibirlo de un ancestro).
El concepto de "haber recibido el Mandato del Cielo" no tenía limitaciones de tiempo, y por tanto no se podía determinar un momento exacto en que se perdía tal derecho, sino que su conservación sólo dependía del desempeño del gobernante. El mandato del cielo no requería que el candidato al trono fuera de familia aristocrática, por lo cual no se excluía la posibilidad que cualquier hombre virtuoso pudiese recibirlo; esto explica que amparándose en esta idea incluso muchas dinastías comenzaran con emperadores de origen plebeyo (como la dinastía Han y los Ming). Este concepto fue utilizado en su inicio para apoyar el gobierno de los reyes de la dinastía Zhou y posteriormente a los emperadores de China.
De hecho, el Mandato del Cielo implicaba una potestad que podía ganarse pero también perderse, lo cual diferencia a este concepto del Derecho divino de los reyes ideado en Europa, pues según la filosofía china una revolución estaba justificada ante un soberano despótico, alegando que ese gobernante había perdido el "Mandato del Cielo" por su mala conducta: la derrota del gobernante sería una prueba decisiva de haber perdido el favor divino. Por el contrario, la doctrina europea del derecho divino condenaba en principio toda desobediencia al monarca, en tanto el derecho de gobernar no dependía de la conducta del soberano sino que era un derecho poseído de modo incondicional e inalienable.
Los primeros registros escritos del concepto se encuentran en documentos de Zhōu Gōngdàn, el Duque de Zhou, hermano menor del rey Wu de Zhou y regente del hijo del Rey Wu, el rey Cheng de Zhou. La noción del mandato del cielo fue invocada también por Mencio, quien, después de Confucio fue un filósofo sumamente influyente de la época.
El mandato del cielo fue utilizado como justificación por parte de la dinastía Zhou para el derrocamiento de la dinastía Shang y se volvería un argumento recurrente en las dinastías posteriores para explicar su propia forma de ascenso al poder. Inclusive fenómenos naturales como inundaciones o hambrunas eran consideradas como la evidencia de revocación de dicho mandato.
El Mandato del Cielo está sustentado en cuatro ideas principales:
La cuarta regla implica también que si un gobernante pierde el "Mandato del Cielo" será el propio Cielo quien dicte a un sucesor, el cual podrá ser conocido gracias a la fuerza de los eventos de la historia humana. Así, por ejemplo, se considera que el triunfo final de una revuelta contra el gobernante es señal irrebatible que el líder de la sublevación ha recibido el Mandato del Cielo y que el gobernante derrocado lo había perdido.
Las cuatro ideas así expresadas tenían cuatro implicaciones importantes: legitimaban a la dinastía reinante ante el pueblo, en caso de haber varios pretendientes a Emperador de China debía establecerse cuál de ellos podía alegar el Mandato del Cielo en su favor, los gobernantes tenían un estímulo para mantener buena conducta y preocuparse del bienestar de su pueblo, y sobre todo, los gobernantes siempre tendrían miedo a una rebelión cuyo triunfo sería interpretado como reprobación del Mandato del Cielo.
La transmisión del Mandato del Cielo significaba también que era importante para el gobernante tener hijos varones, pues sólo la descendencia patrilineal aseguraba la influencia continua del Mandato del Cielo, el cual no era transmisible por vía materna.
En Japón, el concepto de una legitimidad política divina condicional y que podría ser retirado, era ideológicamente problemático, porque la casa Imperial de Japón pretendía ser descendiente de la diosa japonesa del sol, sin estar sujeto al condicionamiento de un "Mandato" susceptible de perderse. Así, pese a que en el Periodo Heian el Japón había absorbido gran parte de la cultura china tradicional, la idea del "mandato del Cielo" era aún acogida con mucha reserva.
Sin embargo, manteniéndose en este papel, el emperador japonés llegó a ser políticamente marginado en distintos periodos y la autoridad política pasó por sucesivas dinastías de regentes y shogunes que se legitimaban en un ciclo de manera muy similar al de las dinastías chinas.
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