José Francés y Sánchez-Heredero (Madrid, 1883-Arenys d'Empordà, 1964), conocido por el pseudónimo Silvio Lago con el que firmaba sus críticas de arte en La Esfera, fue un periodista, crítico de arte, traductor y novelista español.
Nació en Madrid el 22 de julio de 1883, aunque él siempre se consideró asturiano por sus raíces familiares. Tuvo una única hermana, Amalia Francés y Sánchez Heredero, que nació en Manila (Filipinas) el 26 de abril de 1885 y falleció en Madrid, en febrero de 1938, el mismo año que su padre (un funcionario del gobierno, que también ejerció el periodismo y publicó el libro Galeradas, 1898) y un año antes que su madre. Cursó estudios elementales en Madrid y Granada, y los de bachillerato en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid, en León, en Ciudad Real (donde conoció a su amigo José Subirá) y en Oviedo, donde se graduó: la familia llevaba una vida muy itinerante a causa de los numerosos destinos que daban al padre: Filipinas, Cuba, Puerto Rico, León y Ciudad Real. Su abuelo fue de hecho gobernador civil de este último lugar.
Ingresó por oposición en el cuerpo de Correos, en el cual dirigió la biblioteca y el museo postal. Muy trabajador y muy honesto, desde muy joven colaboró, a veces gratuitamente, en periódicos y revistas y escribió novelas. En 1905 su cuento Alma errante fue premiado por la gran revista Blanco y Negro. En 1906 obtuvo el primer premio de cuento de El Liberal con el título Ley de amor. Pronunció también cientos de conferencias sobre temas artísticos; como crítico de arte fue un seguidor de Camille Mauclair, de quien era además amigo y con quien se carteaba; se formó en el modernismo y defendió la obra de Samuel Ros, Hermenegildo Anglada Camarasa, Ignacio Zuloaga, Eugenio Hermoso y otros artistas catalanes y vascos, sin olvidar figuras cercanas al simbolismo y el apoyo a escenógrafos, dibujantes e ilustradores (organizó exposiciones de dibujantes como el Salón de Humoristas de Madrid, escribió libros como La caricatura española contemporánea, Madrid, 1915 y frecuentó la tertulia de humoristas del café Jorge Juan). Tuvo él mismo una tertulia en su casa, a la que no faltaban Federico Marés y el marqués de Lozoya, su gran amigo. Durante unos años fue vicepresidente del Círculo de Bellas Artes. Acumuló una biblioteca de diez mil volúmenes y fundó con Marés un museo en el Ampurdán. Se casó con la actriz teatral Rosario Rodríguez Acosta, que interpretó varios de sus estrenos teatrales; pero ella enloqueció, fue internada en un sanatorio mental y se divorció; cuando falleció esta en 1950, se casó a los sesenta y siete años de edad con la bailarina Àurea de Sarrá, que tenía sesenta y uno, pero con la que ya convivía por lo menos desde hacía veinte años, cuando tuvieron un hijo en común. Fue amigo del musicólogo José Subirá. Colaboró en revistas como Contemporánea, Ronsel o Tobogán. Escribió diez volúmenes de El año artístico, Pintura española y la ya citada Caricatura española contemporánea. Viajó por toda Europa, y ejerció la crítica de arte sucesivamente en Alma Española, Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, La Esfera (de la que fue también director artístico), Informaciones y La Vanguardia. Durante la Guerra Civil se refugió con su mujer en la Embajada de Rumanía; el régimen franquista anuló su divorcio.
Tras la guerra civil dejó de estar abierto a novedades y se convirtió en un escritor "conservador" desempeñando una labor institucional en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde había ingresado en 1923 y de la que fue secretario perpetuo. Vinculado a Avilés, donde solía pasar la temporada estival desde 1921, fue mecenas de algunos artistas locales, como el escultor Antonio Rodríguez García, y su Ayuntamiento lo nombró hijo adoptivo en 1926. Fue de los pocos críticos de arte en considerar la fotografía como un arte, y publicó al respecto La fotografía artística (1932); inversamente, no supo valorar las vanguardias históricas y sobre todo rechazó el cubismo y el surrealismo.
Como narrador colaboró asiduamente en las colecciones La Novela Corta y en El Cuento Semanal con relatos como Cuentos del mar y de la tierra (1915) y El café donde se ama (1925). En efecto, destaca en la narración corta, género en el que obtuvo premios importantes y que fue preferido por él, ya que escribió más de cuatrocientas. Las recogió en colecciones como Miedo, La ruta del sol, El espejo del diablo, El muerto, La peregrina enamorada, Entre el fauno y la sirena, La estatua de la carne, Adán y Eva, Páginas de amor o El misterio del Kursaal. Su prosa era bastante barroca y llena de imágenes audaces.
Sus novelas, una veintena, son inferiores a sus cuentos y dentro de la estética del naturalismo. Entre ellas el tema más frecuente es el erótico, y cabe destacar El alma viajera (1908) y La mujer de nadie (1915), que fue su mayor éxito popular. Otras son La raíz flotante y La danza del corazón etcétera. Es esta última la que el crítico José Domingo destaca como la más lograda; plantea el conflicto de un actor obligado a escoger entre su matrimonio burgués y su vocación. También escribió un libro misceláneo con algo de contenido autobiográfico, Miradas sobre la vida, 1925.
En cuanto a su obra dramática, compuesta de diez piezas, escribió La doble vida, La moral en el engaño, Cuando las hojas caen, El corazón despierta, Lista de Correos, La moral del mar etcétera; pero solo alcanzó éxitos discretos, acaso por su intención de adoptar en él estéticas dentro del modernismo como el simbolismo y el decadentismo, y el teatro de guiñol; sin embargo, dirigió el teatro Cervantes de Madrid durante los años 1909 y 1910, y fue Premio Nacional de Literatura en 1944 por su drama Judith, donde se entrevé el elemento biográfico de su relación con la bailarina Àurea de Sarrà, amiga de los poetas Kostís Palamás y Constantino Cavafis, y el mundo bohemio de preguerra, de gran calidad literaria, aunque su dramaturgia ya no es renovadora.
Tradujo numerosas obras policíacas de Arthur Conan Doyle y la narrativa de Edgar Allan Poe, así como El spleen de París de Charles Baudelaire; fue miembro correspondiente de la Hispanic Society of America en Nueva York, de la Academia Nacional de Artes y Letras de La Habana y de la Galería Cultural de la Academia de Bellas Artes de Brasil.
Con la bailarina clásica Àurea de Sarrà tuvo un hijo en 1922, el catedrático de psicología social en la Universidad de Columbia en Nueva York y funcionario de la OEA Alberto Francés. Aunque alternaba su residencia entre un palacete en Madrid y una "torre" (chalet) en la localidad gerundense de Arenys d'Empordà, el 10 de septiembre de 1964 falleció en esta última. Le sobrevivió su segunda mujer, que fue vendiendo y dispersando su colección de arte.
(no se incluyen sus catálogos, conferencias y discursos)
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