La gramática de la lengua latina (en latín: Grammatica linguae latinae), al igual que la de otras lenguas indoeuropeas antiguas, es muy flexiva en el sentido estructural y orgánico, lo que significa que permite una gran flexibilidad para la elección del orden de palabras. Por ejemplo, femina togam texuit, "la mujer tejió una toga," que es el orden preferido de palabras, se podría expresar igualmente como texuit togam femina o togam texuit femina. En cada palabra, las terminaciones -a, -a-m y -u-it —y no la posición que ocupan en la frase, como sucede en cambio en la mayoría de las lenguas modernas, romances o no— expresan la función gramatical. Sin embargo, generalmente el orden de las palabras se atiene al paradigma Sujeto Objeto Verbo, aunque las variaciones de este modelo son muy frecuentes, especialmente en la poesía, así como en la prosa para expresar matices sintácticos y estilísticos sutiles.
El alfabeto latino clásico está compuesto por veintitrés letras. Primitivamente solo había veintiuna, pero en los siglos I-II a. C. se introdujeron dos nuevas letras: la Y (y) y la Z (z), para la transcripción de las palabras griegas que contenían la vocal ípsilon y la consonante dseta, respectivamente. Otros intentos de introducir nuevas letras, como el del emperador Claudio en la primera mitad del siglo I d. C., no prosperaron debido a su naturaleza exclusivamente erudita. A partir del Renacimiento, los editores de los textos latinos comenzaron a emplear las grafías J (j) y la V (v) como signos convencionales para poder distinguir los alófonos consonánticos [j, w] de I y V de los correspondientes alófonos vocálicos [i, u].
A B C D E F G H I/(J) K L M N O P Q R S T (U)/V X Y Z
a b c d e f g h i/(j) k l m n o p q r s t u/(v) x y z
En el latín clásico hay diez fonemas vocálicos, los cuales se distinguían por la cantidad vocálica: cinco de ellos son vocales breves /a, e, i, o, u/, y los otros cinco, vocales largas /ā, ē, ī, ō, ū/, si bien la escritura latina casi nunca distinguía gráficamente las vocales breves de las vocales largas. Así todas las vocales se representaban solo mediante los cinco signos que para este fin poseía el alfabeto de las colonias griegas de Italia: A (a), E (e), I (i), O (o), U (u) (los signos del griego para las vocales largas η y ω sencillamente no fueron usados para representar vocales). Ocasionalmente, durante el Imperio, algunos textos marcaron algunas de las vocales largas con á, é, í, ó, ú.
La evidencia de la cantidad de las vocales es por tanto indirecta, y procede en gran medida de dos fuentes:
La cantidad es un rasgo fonológico que distingue las vocales, diptongos y sílabas en muchas lenguas indoeuropeas. La cantidad de las vocales es un rasgo suprasegmental que influye en la duración de la pronunciación de las mismas. El latín solo distinguía dos tipos de cantidad o duración: las vocales de mayor duración se denominan largas, y las de menor duración se denominan breves. Modernamente la cantidad de una vocal se marca explícitamente mediante los siguientes signos:
En este artículo, normalmente, sólo se indican las vocales largas, luego las vocales sobre las que no se indica el signo gráfico usualmente son breves. La cantidad es un fenómeno importante en la lengua latina, ya que distingue palabras de significados diferentes y también diferentes formas flexivas de una misma palabra. Por ejemplo:
(1) Distinción léxica: mālum, 'manzana' / malum, '(algo) malo'
(2) Distinción gramatical: cum reginā, 'con la reina' / cum regina..., 'cuando la reina...'
El fenómeno de la cantidad silábica está automáticamente relacionado con la presencia de vocales largas y la presencia de coda en la sílaba. La posición donde recae el acento prosódico está determinada por la cantidad vocálica de la penúltima sílaba. La doctrina tradicional establece las cuatro siguientes reglas para decidir si una sílaba es larga o breve y, por lo tanto, averiguar la posición del acento:
Además, debe tenerse en cuenta que las combinaciones vocálicas "ae" (æ) y "oe" (œ), que son diptongos, siempre son largas (y, a veces, lo es también la combinación vocálica "au", que puede tratarse como diptongo o como hiato).
Modernamente se realiza un análisis fonológico que resulta más simple en términos de mora. De acuerdo con este análisis, las sílabas breves constan de una sola mora, y las sílabas largas, de dos moras, y el acento prosódico recae siempre adyacente en la penúltima mora antes de la última vocal. El hecho de que el acento pueda ser analizado en términos de moras y el hecho de que la poesía latina se basara más que en la rima en la cantidad vocálica, sugieren que la cantidad silábica tenía un reflejo fonético en el habla: presumiblemente, el latín se hablaba con un ritmo moraico (como sucede en japonés moderno) más que con un ritmo silábico (como sucede en italiano o español) o con un ritmo acentual (como sucede en inglés).
En latín no existe acento gráfico, pero sí acento fonológico de intensidad, siendo las palabras llanas o esdrújulas. Las reglas para la acentuación prosódica son las siguientes:
Más sencillamente, si clasificamos las sílabas latinas en pesadas (las acabadas en vocal larga o consonante) y ligeras (todas las demás) y consideramos que las sílabas pesadas tienen dos moras y las ligeras una sola mora, se puede comprobar que el acento recae sobre la penúltima mora antes de la última vocal.
El latín es una lengua flexiva, lo que significa que una palabra (los sustantivos, los adjetivos y los pronombres) adopta diversas formas de acuerdo con su función sintáctica y su caso gramatical. Existen en latín clásico seis casos:
Existen restos fosilizados de un caso adicional indoeuropeo: el Locativo, únicamente en el número singular, para indicar localización, bien en el espacio, bien en el tiempo: ruri, 'en el campo', humi, 'en la tierra', Romae, 'en Roma', vesperi, 'al atardecer'. Estas formas con sentido locativo coinciden morfológicamente con las de genitivo singular (en las declinaciones primera y segunda) y con la del dativo singular (en la tercera declinación): en las declinaciones cuarta y quinta, no tenemos documentado ningún ejemplo de este caso[cita requerida].
La relación de los distintos casos con el verbo es de gran relevancia. El nominativo, el acusativo, el dativo y el ablativo recaen en la órbita del verbo y podemos decir que son determinantes de este. Sin embargo, el genitivo es determinante de otro nombre; y el caso vocativo quedaría fuera de la influencia del verbo también.
Los sustantivos se reparten, según temas, en cinco declinaciones identificables por su genitivo singular.
Temas en -a y genitivo singular en -ae. La mayoría de los nombres son de género femenino, aunque existen cuatro grupos de excepciones con sustantivos masculinos: 1) los nombres comunes que se refieren a un trabajo que en Roma era ejercido exclusivamente por los varones (poeta, nauta, agricŏla, pīrāta, scurra 'poeta, navegante, agricultor, pirata, truhan', etc.); 2) los nombres propios de los ríos (Sequana, Garunna 'Sena, Garona', etc.); 3) los nombres propios de varón (Caligŭla, Senĕca, Catilīna, etc.); y 4) los gentilicios (belga, persa, etc.).
Particularidades:
1.ª: Los nombres femeninos de la primera declinación (ejemplos: dĕa 'diosa', fīlĭa 'hija', liberta 'liberta', magĭstra 'maestra', amīca 'amiga', sĕrva 'esclava', etc.) cuyo correspondiente masculino pertenece a la segunda declinación, siempre y cuando compartan idéntica raíz (ejemplos dĕus 'dios', fīlĭus 'hijo', libertus 'liberto', magĭster 'maestro', amīcus 'amigo', servus 'esclavo', etc.) presentan en los casos dativo y ablativo del plural una desinencia en -ābus (y no la esperable -īs) con el fin de poder diferenciarse de aquellos: 'vg.' fīlĭīs: 'para los hijos' / fīlĭābus: 'para las hijas'.
2.ª: El sustantivo familia, -æ, cuando depende de un nombre de parentesco, emplea en el genitivo singular la terminación (arcaica) -as (y no la terminación regular -æ): pater familias: 'el padre de (la) familia'.
Temas en -o y genitivo singular en -ī. La mayoría de los nombres pertenecientes a esta declinación son de género masculino (aquellos cuyo nominativo singular termina en -ŭs/-ĕr/-ĭr) o neutro (aquellos cuyo nominativo singular presenta la terminación -ŭm). Sin embargo, existen en esta declinación (pero solo entre los acabados en -ŭs) unos pocos sustantivos de género femenino, los cuales pueden agruparse en tres grupos, si bien el tercero de ellos es artificial: 1) sustantivos comunes que indican árboles, ya que el nombre genérico para "árbol", arbŏs arbŏris, es femenino en latín (pīnŭs -ī, corylŭs -ī, ulmŭs -ī, fraxĭnŭs -ī, etc.); 2) los nombres propios geográficos (topónimos) de ciudades, islas y países transcritos de la lengua griega, ya que en este idioma eran de género femenino (Corinthŭs -ī, Cyprŭs -ī, Ægyptŭs -ī, etc.); y 3) una serie heterogénea de nombres comunes de uso muy frecuente ('humŭs -ī, domŭs -ī, etc.) o infrecuente (alvŭs -ī, etc.). Para los sustantivos masculinos (o femeninos en -ŭs) existen tres paradigmas de declinación dependiendo de la terminación del nominativo singular:
En cambio, para los nombres neutros se debe aplicar el siguiente paradigma de declinación:
Temas en -i y en consonante, y genitivo singular en -is. Comprende sustantivos masculinos, femeninos y neutros. Los paradigmas de declinación son los siguientes:
Temas en -ū, y genitivo singular en -ūs. Comprende nombres femeninos(masculinos) y neutros. Domus tiene casos de la segunda y de la cuarta. A saber, genitivo singular -i -us dat sin -ui -o abl sin -o -u gen pl -uum -orum ac pl -us -os
Temas en -e y genitivo singular -ei. Los nombres de esta declinación son femeninos. Dies en singular puede ser masculino o femenino y en plural es masculino.
Se denomina concordancia a la igualdad en caso, número y género de dos palabas. El adjetivo debe concordar con el nombre al que acompaña. Que adjetivo y nombre deban concordar no significa que coincidan sus terminaciones, pues existen nombres de la primera declinación ( temáticos en -a ) que son de género masculino, y también existen nombres de la segunda declinación ( temáticos en -o ) que son de género femenino.
La primera clase comprende los adjetivos de tres terminaciones que se declinan como los nombres de la primera y segunda declinaciones. Se enuncian en nominativo en sus formas masculina, femenina y neutra. Existen dos tipos:
Los adjetivos de la segunda clase se flexionan por la tercera declinación. Los podemos clasificar en dos grupos:
El latín cuenta con cinco formas de pronombres personales independientes: cuatro personales y uno más de carácter personal-reflexivo. Este último será analizado en la siguiente sección. La flexión de los cuatro pronombres personales es la siguiente:
De lo expuesto en la sección anterior, se deduce que en Latín no existe un pronombre personal de tercera persona; éste se suple con el anafórico is, ea, id o con el denominado deíctico ille, illa, illud. Sin embargo, existe un pronombre personal reflexivo de tercera persona cuya flexión es la siguiente:
Los pronombres posesivos se flexionan como los adjetivos de la primera clase, y así tendremos:
También son llamados pronominales demostrativos, ya que se pueden usar como pronombres o como adjetivos. Son los siguientes:
La declinación es como sigue:
hic, hæc, hoc (este, esta, esto)
iste, ista, istud ('ese, esa eso')
ille, illa, illud (aquel, aquella, aquello)
Son los siguientes:
Se llaman relativos porque se relacionan con un antecedente. Dan paso a una nueva oración (subordinada de relativo) y concuerdan con su antecedente en género y número, no así en caso, ya que pueden desempeñar un oficio diferente en su propia oración.Ejemplo:
La declinación del pronombre relativo es la siguiente:
Las formas masculinas y femeninas del pronombre interrogativo son idénticas. Los formas de neutro son diferentes. El genitivo, dativo y ablativo plural son la unión entre las flexiones de quis y las respectivas formas de res 'cosa'.
Otros pronombres interrogativos:
Los verbos latinos expresan los accidentes gramaticales de persona, número, voz, tiempo, aspecto y modo por el procedimiento básico de añadir al tema verbal sufijos y desinencias. Llamamos desinencia al sufijo terminal que expresa las categorías o accidentes gramaticales citados:
El verbo latino se enuncia con la primera persona del singular del presente y del pretérito perfecto de indicativo, con el supino, y con el infinitivo presente:
Algunas gramáticas y diccionarios incluyen también la segunda persona del singular del presente indicativo.
Tema en -a amō, amās, amāvī, amātum, amāre
Tema en -e Moneō, -ēs, monēre, monuī, monitum
Tema en -e petō, petis, petere, petīvī, petītum
Tema en -i audiō, audīs, audīre, audīvī, audītus
Tema en -i capiō, capis, capere, cēpī, captus
Los verbos deponentes son aquellos verbos con morfología de pasiva, pero que se traducen en activa. Más concretamente el sujeto de un verbo deponente no es un paciente, sino un sujeto experimentador o psicológico. La ocurrencia de los verbos deponentes es uno de los restos de Ergatividad escindida en latín.
En latín los verbos meteorológicos (pluit 'llueve', tonat 'truena', fulgurat 'relampaguea', ninguit 'nieva', son defectivos; aunque también lo son verbos que expresan deber o necesidad (libet 'agrada', licet 'es lícito', decet 'es adecuado', dedecet 'no es adecuado', oportet 'es necesario', refert 'importa', ...) y otros que expresan sentimiento (piget 'tener pena', paenitet 'arrepentir', miseret 'tener compasión', etc).
Las preposiciones del latín actúan de núcleo del sintagma preposicional y como tales núcleos rigen a un sintagma nominal cuyo caso gramatical está regido por la preposición.
El Nominativo se corresponde en Español al sujeto, al atributo y también al complemento predicativo.
Corresponde al complemento del nombre (adnominal) que en español va introducido por la preposición "de". Puede ser:
Generalmente corresponde a un complemento indirecto o a un complemento de régimen.
Corresponde fundamentalmente al complemento directo y también al complemento predicativo:
En caso de "dobles acusativos" uno de ellos en español equivale a un complemento indirecto:
En oraciones exclamativas se usa el acusativo: Magnum virum Senecam! - '¡Qué gran hombre (fue) Séneca!'
A, hacia, en, cerca de (C.C.Lugar), alrededor de (con numerales).
Contra, hacia, respecto a.
Lugar en donde -sin preposición con nombres propios de ciudades e islas pequeñas y con los apelativos domus y rus; los demás nombres de lugar van con las preposiciones ab, ex o de = Romā proficistur, rure rediit.
De medio se expresa por ablativo sin preposición cuando el medio es una cosa y por acusativo con per cuando es de persona = cornibus tauri se tutantur; adeunt Caesarem per Haeduos -muchas veces la relación de medio latina no corresponde a la castellana; equo, curru vehi; pedibus ire; ludere pila; terra Macedoniam petit: se dirige a Macedonia por tierra.
Con los verbos que significan vestir, adornar, alegrar, intruir, acostumbrar: erudire exercitum omni disciplina militari. -con el verbo acostumbrar se usa más el dativo.
Con los verbos vivir, alimentar: lacte vivere
Con los verbos deponentes utor, fruor, vescor, fungor y potior:oculis utor; vescimur bestiis
En latín el orden de los constituyentes generalmente no está rigidamente determinado por restricciones gramaticales y depende de cuestiones de tópico y foco. El tópico tiende a aparecer lo más a la izquierda posible de la oración y el foco, hacia el final. Compárense la dos frases:
En cuanto al orden de los constituyentes dentro de los sintagmas tampoco parecen existir restricciones fuertes aunque el núcleo sintáctico tiende a aparecer detrás del complemento o modificador. Entre adjetivos y nombres el orden de los adjetivos puede influir en que el adjetivo restrinja el posible referente o simplemente califique:
Hay que recordar que en latín se usa mucho el hipérbaton, sobre todo en poesía, por lo cual el orden de los constituyentes no es de vital importancia.
Sin embargo, existen numerosos casos de palabras cuyo orden relativo no es enteramente libre, sino que el orden importa respecto al significado de la expresión, eso sucede por ejemplo cuando interactúan varios elementos de polaridad negativa:
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