Francisco Brines Bañó (Oliva, Valencia, 22 de enero de 1932) es un poeta español encuadrado en el grupo poético de los años 50. Desde 2001, es académico de la Real Academia Española. Ha sido reconocido con distinciones como el Premio Nacional de las Letras Españolas (1999), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2010) o el Premio Miguel de Cervantes (2020). Un amplio sector de la crítica cataloga su obra en el capítulo elegíaco de la poesía española del siglo xx, como continuador de Luis Cernuda y Constantino Kavafis. Su poemario La última costa, fue elegido libro del año 1996 por el suplemento ABC Cultural y ganó el Premio Fastenrath de 1998,
Hijo de hacendados agricultores valencianos, estudió Derecho en las universidades de Deusto, Valencia y Salamanca y cursó estudios de Filosofía y Letras en Madrid.
Con su primer libro, Las brasas (1959) ganó el Premio Adonais y más tarde, con Palabras en la oscuridad (1966), obtuvo el Premio Nacional de la Crítica.
Incluido por José Batlló en la Antología de la nueva poesía española (1968) aparece ya en ella como una de las voces más personales de la lírica intimista entre los miembros de la segunda generación de la posguerra, cerrando filas con Barral, Caballero Bonald, Gil de Biedma, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Félix Grande, Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún y José Ángel Valente, aunque a diferencia de la mayoría de ellos, nunca cultivó la poesía social. En su libro El santo inocente luego llamado Materia narrativa inexacta, apenas se percibe rastro de ella.
Fue profesor de literatura española en la Universidad de Cambridge y más tarde de lengua española en la Universidad de Oxford. Su profunda admiración por el teatro clásico español le permitió, en 1988, la revisión y adaptación del texto de El alcalde de Zalamea de Calderón, versión que fue estrenada en noviembre de ese año por la Compañía Nacional de Teatro Clásico dirigida por José Luis Alonso. En el año 2001, fue nombrado miembro de la Real Academia Española, para ocupar el sillón X vacante tras el fallecimiento del dramaturgo Antonio Buero Vallejo. Tomó posesión el 21 de mayo de 2006.
Su obra poética, que continúa en parte la línea iniciada por Luis Cernuda, se caracteriza por un tono intimista y por la constante reflexión sobre el paso del tiempo. En su escritura, la infancia aparece como un tiempo mítico que desconoce la muerte, ligado al espacio de Elca, la casa de la niñez en Oliva. El adulto ha sido expulsado definitivamente del paraíso de la infancia y sólo en algunos momentos (a través del erotismo, de la contemplación de la naturaleza...) el ser humano recupera la plenitud vital experimentada en la niñez y en la juventud. Por todo ello, la memoria desempeña un papel fundamental en su escritura, si bien sus poemas dejan traslucir la convicción de que ni la poesía ni el recuerdo permiten detener el paso del tiempo y salvar los momentos de plenitud del pasado. En El otoño de las rosas, su libro más valorado por la crítica, se funden el lamento elegiaco y la exaltación vital. En algunos capítulos de su libro Aún no, se acerca a una poesía de tono satírico, que apenas cultivó posteriormente. El tema del amor homosexual aparece en su poesía con naturalidad, en una búsqueda incesante de la Pureza.
Su escritura, que tiende a un equilibrio clásico y a un tono melancólico, que intenta dominar la angustia ante la muerte mediante una asunción serena de lo inevitable, se nutre no sólo de la influencia de Luis Cernuda sino también, y en especial en su primer libro, Las brasas, de la poesía de Juan Ramón Jiménez y del Antonio Machado más intimista.
(sólo se incluye el título y el año de edición)
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