La elección al trono de Grecia de 1862-1863 (en griego: Εκλογή στο θρόνο της Ελλάδας) fue un proceso desarrollado desde octubre de 1862 a junio de 1863 en el Reino de Grecia para designar a un nuevo rey de los helenos. El proceso de la elección se dio después de la destitución del rey Otón I, de origen bávaro y miembro de la Casa de Wittelsbach.
El 23 de octubre de 1862, después de una serie de pequeñas revueltas, Otón fue destronado por un gobierno provisional griego. Ante esto, las grandes potencias protectoras de Grecia (el Segundo Imperio francés, el Imperio Británico y el Imperio Ruso) acordaron con el gobierno provisional dar un nuevo soberano al reino. Pero las discrepancias de las potencias al elegir un candidato terminaron propiciando un referéndum en diciembre de 1862, siendo elegido el príncipe Alfredo del Reino Unido, hijo de la reina Victoria del Reino Unido. Pero la falta de interés del gobierno británico de mandar al príncipe a gobernar en Atenas y los reproches de los gobiernos Franceses y Rusos, para evitar darle demasiado poder al Reino Unido en el Mediterráneo Oriental, impidieron que el príncipe Alfredo ascendiera al trono heleno.
Por tanto, las potencias propusieron a otros candidatos de acuerdo con la conferencia de Londres de 1832, siendo presentados Fernando II, exrey jure uxoris de Portugal; Nicolás, duque de Leuchtenberg; Ernesto II, duque de Sajonia-Coburgo-Gotha y Guillermo de Baden, pero todos fueron rechazados o rechazaron la oferta de gobernar Grecia. A finales de marzo de 1863, el Reino Unido propuso al príncipe Guillermo de Dinamarca, hermano de Alejandra de Dinamarca, princesa consorte de Gales y Dagmar de Dinamarca, futura esposa de Alejandro III de Rusia. El 30 de marzo de 1863, las potencias protectoras y la Asamblea Nacional de Grecia eligieron al joven príncipe Guillermo como futuro rey de los helenos, sin embargo el gobierno danés tardó en aceptar la elección del danés y no fue sino hasta el 1 de junio cuando fue reconocido oficialmente. El 6 de junio de 1863, una delegación griega, encabezada por Constantino Kanaris, llegó al Palacio de Christianborg, Copenhague y finalmente Guillermo fue declarado rey de los helenos bajo el nombre de «Jorge I».
Entre los años de 1850 el joven Reino de Grecia fue sacudido por un doble movimiento de disputas. Deseosos de llevar a cabo la «gran idea» los griegos reprocharon al rey Otón I no haber expandido las fronteras del Reino de Grecia, ni haber liberado Epiro, Tesalia y Creta del yugo otomano. A esto se le sumó la política despótica, juntos a los grandes gastos a causa de las construcciones del rey y sobre todo no haber engendrado un heredero aumentaron el descontento popular.
Consciente de los reproches y buscando consolidar su trono, Otón buscó asegurar su sucesión y de conformidad con el Tratado de Londres del 7 de mayo de 1832, estableció que:
con la esperanza de que uno de sus hermanos o sobrinos lo sucediera a su muerte y así crear una dinastía en la corona griega. Sin embargo el establecimiento de la primera constitución griega entre 1843 y 1844 cambió la situación. El artículo 40 de la ley fundamental establecía que:
Sin embargo los hermanos del rey se mantuvieron firmes a su fe católica, y se negaron a convertir o criar a sus hijos en otra religión. Durante varios años la sucesión griega, fue por lo tanto víctima de la espera de los príncipes bávaros, que se negaron a renunciar a sus derechos dinásticos, pero hicieron pocos esfuerzos para consolidar su posición.
No fue sino hasta 1861 que las cosas empezaron a cambiar dentro de la casa de Wittelsbach. El príncipe Luis de Baviera, hijo mayor de Leopoldo, cercano a su decimosexto cumpleaños se empezó a interesar en el trono helénico y a pesar del desinterés, sus padres terminaron aceptando la conversión a la religión ortodoxa griega cuando este fuese mayor edad. A la misma vez planeaba comprometerse con su prima Eugenia de Leuchtenberg, nieta del zar Nicolás I de Rusia, para tranquilizar a los griegos, pero ya era demasiado tarde, pues los helenos se habían cansado de esperar.
El 1 de febrero de 1862 estalló una insurrección en Nauplia contra del régimen de Otón I y a favor de la «gran idea» pero la revuelta, mal preparada, fue sofocada finalmente el 20 de marzo.
Para tranquilizar a la población y fortalecer su poder, el soberano y su esposa partieron en una gira oficial por el Peloponeso y las islas del Egeo. La pareja real salió de Atenas el día 16 de octubre rumbo a Spetses, pero dos días después estalló una nueva insurrección en el reino. Vonitsa se levantó y la revuelta se extendió rápidamente a Patras y Mesolongi. El 22 de octubre la revuelta se extendió hasta la capital griega, donde se organizaron manifestaciones y el ejército, encargado de suprimirla, no tardó en sumarse a la multitud. Esa misma noche se nombró un gobierno provisional con Voulgaris, Kanaris y Rufos a la cabeza.
El 23 de octubre, tras un atentado frustrado en contra de la reina Amalia, el rey fue destronado por las nuevas autoridades que proclamaron un decreto por el cual el poder de Otón quedaba abolido, junto a la regencia de Amalia. Inmediatamente se convocó a una asamblea para organizar el país y elegir un rey.
Abandonada por los embajadores de las potencias protectoras, la ex pareja real griega se embarcó en el scylla, un barco de guerra británico y partió rumbo al exilio a Bamberg, en el Reino de Baviera. A pesar de todo y contrariamente a lo que preveía la primera versión del decreto griego, la casa de Wittelsbach no estaba oficialmente destituida y un príncipe bávaro todavía parece poder suceder al exrey Otón.
Cuando estalló la revolución en Atenas, los gobiernos de las potencias protectoras de Grecia (el Segundo Imperio francés, el Reino Unido y el Imperio Ruso) se preocuparon por la voluntad expansionista de los helenos. Las grandes potencias europeas temían que los revolucionarios desestabilizaran el equilibrio internacional declarando una guerra al Imperio Otomano en búsqueda de implementar la «gran idea».
Sin embargo el gobierno provisional griego fue especialmente mesurado y se cuidó de no contrariar a las grandes potencias protectoras ni a la «sublime puerta». Así mientras un primer proyecto planeaba convocar a representantes griegos en el Imperio Otomano dentro de la nueva Asamblea Nacional, finalmente se decidió que solo griegos del reino podrían ocupar un puesto en la Asamblea. Tranquilizados por la actitud de los griegos, los gobiernos británicos, franceses y rusos acordaron trabajar juntos y ocuparse de la sucesión real.
Pero la disensión se sembró entre el Reino Unido y Rusia rápidamente, pues en Grecia existían dos grandes candidatos para suceder a Otón en el trono. El partido inglés apoyaba activamente a Alfredo del Reino del Unido, segundo hijo varón de la reina Victoria, mientras que el partido ruso prefería a Nicolás, duque de Leuchtenberg y sobrino del zar Alejandro II. Para la población helénica el primer candidato ofrecía la anexión de las Islas Jónicas (por entonces un protectorado británico) al reino y además de la posibilidad de un acercamiento con los británicos, protector del reino ante los otomanos, mientras el segundo candidato tenía la ventaja de ser ortodoxo (como exigía el artículo 40 de la constitución griega de 1843-1844) y ser cercano al zar de Rusia.
Pero el tratado firmado por las Potencias Protectoras en la Conferencia de Londres de 1832 prohibía que los príncipes de las casas reinantes en el Reino Unido, Francia y Rusia pudieran ascender al trono helénico. Por lo tanto, el príncipe Alfredo estuvo claramente excluido de la sucesión, mas no ocurría lo mismo con Nicolás, a quien el zar Alejandro no consideraba un Romanov. Mientras que el Reino Unido deseaba firmemente excluir al duque por ser un familiar del zar de Rusia.
Durante varias semanas las tensiones entre las dos potencias fueron altas y mientras que en San Petersburgo se negaban a excluir al duque de Leuchtenberg, en Londres amenazaban con aceptar la candidatura del príncipe Alfredo. Por su parte, en Francia se mostraban relativamente desinteresados en la cuestión de la sucesión, incluso si se negaban categóricamente a que un príncipe inglés se convirtiera en rey de los helenos, aunque no se oponían a la candidatura de un descendiente de la emperatriz Josefina.
La división de las potencias protectoras sobre la sucesión Otón I hizo que los helenos se pronunciaran poco a poco, en su mayoría a favor de la candidatura del príncipe Alfredo. El 24 de octubre de 1862 Dimitrios Kallergis, embajador griego en París, pidió al emperador Napoleón III que ofreciera la corona helena al hijo de la reina Victoria. A lo largo de las semanas en Atenas se produjeron manifestaciones populares a favor de Alfredo, así entre el 22 y 23 de octubre cientos de atenienses marcharon por las calles con retratos del joven príncipe.
Frente al riesgo de la elección del británico, el gobierno ruso aceptó oficialmente la exclusión del duque de Leuchtenberg el 2 de diciembre, en contraparte la reina Victoria renunció definitivamente a la candidatura de su hijo el día siguiente. El 4 de diciembre ambas potencias firmaron un acuerdo sobre el tema y Rusia de ahora en adelante no podría presentar a ningún candidato al trono de Grecia (aunque seguían insistiendo en la necesidad de un rey de fe ortodoxa) y la elección quedó en manos de los diplomáticos franceses y británicos.
Los helenos y el gobierno provisional lejos de renunciar a la posibilidad de que el príncipe del Reino Unido subiera al trono de Grecia, amenazaron con instaurar una república si las potencias protectoras no aceptaban la candidatura de Alfredo. Finalmente entre el 6 y 16 de diciembre se organizó un referéndum para determinar quien sería el nuevo soberano, siendo elegido el príncipe británico con 95% de los votos.
A pesar de todo el resultado del referéndum no cambió la actitud del gobierno británico, pues la reina Victoria había perdido a su esposo, el príncipe Alberto, un año antes y temía separarse de uno de sus cercanos. De hecho la muerte sucesiva de tres de sus primos portugueses, barridos por la fiebre tifoidea en 1861, le recordaban la enfermedad que le había privado de su marido. Además la soberana tenía otras intenciones para sus hijos, como hacer realidad el deseo de Alfredo de suceder a su tío Ernesto II frente al ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha y por lo tanto la reina rechazó una vez más la corona helénica el 24 de diciembre.
Desde diciembre de 1862 las potencias europeas se pusieron a la búsqueda de nuevos candidatos para suceder a Otón en el trono de Grecia. Francia propuso a Óscar de Suecia y Enrique de los Países Bajos, mientras que el Reino Unido propuso a Nicolás de Nassau y a Fernando II de Portugal.
Sin embargo los candidatos franceses rechazaron la propuesta de candidatura. Nicolás de Nassau fue rechazado por el emperador Napoleón III, quien lo acusaba de haber servido a las filas austríacas durante la campaña de Italia, quedando solamente como posible candidato el exrey de Portugal, quien era primo hermano de la reina Victoria y el príncipe Alberto.
El Reino Unido entonces empezó a buscar nuevos candidatos que favorecedores para los griegos. Los británicos realizaron grandes esfuerzos para quedar en gracia con los helenos, a pesar del rechazo de reconocer al Alfredo como rey. Fue entonces que el gobierno británico prometió ceder las Islas Jónicas al Reino de Grecia en agradecimiento por la confianza brindada por los helenos.
El primer candidato de los británicos fue Fernando II de Portugal. Pero la griegos aun persistía en ceder la corona al hijo de la reina Victoria. Por su parte en París y San Petersburgo ofrecieron su apoyo mesurado al candidato del Reino Unido, Francia le daba su apoyo mientras evocaba el nombre del duque de Aumale en caso de fracaso y en cuanto a Rusia no se pronunció oficialmente, aunque en realidad buscaba frustrar las ideas del Reino Unido y persuadir a Francia para que retirara su apoyo al candidato. Además de eso, otros países europeos buscaron intervenir en las elecciones, como Austria, que temía la llegada de un príncipe de Saboya a la cabeza de Grecia y fue entonces que firmó un acuerdo con Francia para evitarlo.
No obstante no fue la oposición de las cancillerías europeas lo que le impidió al Reino Unido postular a Fernando como rey de los helenos, pues el 11 de diciembre de 1862 el exrey de Portugal le informó a la reina Victoria que rechazaba la corona de Grecia. Pero el gobierno británico persistió y pensando que Fernando no era consciente del compromiso del Reino Unido de ceder las Islas Jónicas, se pusieron en contacto con el rey Leopoldo I de Bélgica para que convenciera a su sobrino de aceptar la propuesta británica.
Leopoldo I, rey de los belgas, quien había sido un candidato a la elección al trono de Grecia entre 1822 y 1832, deseaba firmemente que un miembro de la Casa de Wettin ascendiera al trono helénico y entonces envió Jules Devaux, su secretario, a Lisboa para intentar persuadir al exrey de Portugal de cambiar de opinión. Pero Fernando una vez más se negó a aceptar la candidatura porque temía desempeñar el papel de gobernador al mando del Reino Unido en Atenas y decidió dedicarse a las artes y a su relación amorosa con Elisa Hensler. No fue sino hasta los últimos días de enero de 1863 cuando los británicos reconocieron definitivamente la negativa del candidato portugués.
A pesar del intento fallido de postular a Fernando II, el gobierno británico no se desanimó y al enterarse de la candidatura del príncipe Guillermo de Baden, comprometido con la princesa María de Leuchtenberg y por tanto cercano a Rusia, en Londres se dirigieron a Ernesto II de Sajonia-Coburgo-Gotha, hermano mayor del príncipe Alberto y primo de Pedro II.
A petición del gobierno británico el rey Leopoldo I le escribió al duque de Sajonia-Coburgo-Gotha para convencerlo de postularse para el trono de Grecia el 25 de diciembre de 1862. Pero al mismo tiempo el rey de los belgas intentó persuadir a su hijo, el conde de Flandes, para presentar su candidatura al trono. Por su parte en el Reino Unido, Lord Palmerston insistió a la reina Victoria de la necesidad de tener un soberano en Atenas que fuera cercano a Londres y además que profesara ideas liberales.
A diferencia de su primo portugués, Ernesto II en primera instancia parecía estar dispuesto a aceptar la candidatura, pero le pidió a su tío una aclaración sobre el sentir de los helenos y las potencias protectoras sobre su candidatura, así como información sobre la abdicación del rey Otón I. Leopoldo I le respondió el 4 de enero de 1863. En su carta de respuesta el monarca aseguró a a su sobrino el total acuerdo de las potencias (que sin embargo estaban lejos de estarlo) y la voluntad de los helenos de tenerlo como su soberano. Añadió además que el Reino Unido estaba dispuesto a ceder las Islas Jónicas a Grecia y que Ernesto podría fácilmente retener el Ducado de Sajonia-Coburgo y Gotha mientras reinaba en Atenas y además, al no tener hijos, debería nombrar a un príncipe de su casa, la casa de Sajonia-Coburgo y Gotha, para sucederlo en el trono helénico.
No obstante el gobierno británico y la reina Victoria no estaban de acuerdo con una posible candidatura de Ernesto e insistían en que debía abdicar a su ducado si deseaba postularse como candidato. A fin de mantener su ducado, Ernesto II consideró aceptar una simple regencia mientras uno de sus jóvenes parientes tuviera suficiente edad para reinar, pero en Londres rechazaron la idea y entre el 18 y 21 de enero convocaron a una reunión en Bruselas entre Ernesto, Leopoldo I y un miembro del gabinete británico para discutir el tema del trono heleno.
Mientras tanto Francia y Rusia se preocuparon por la candidatura de Ernesto II, pues al no tener hijos, el príncipe Alfredo podía llegar a sucederlo. Además Rusia insistía en la cuestión de religión ortodoxa y señaló que la relación que existía entre el príncipe de Gales y el duque de Sajonia-Coburgo-Gotha era la misma que existía entre el duque de Leuchtenberg y el zar de Rusia.
A pesar de todo no fueron las pocas intenciones de las potencias protectoras las que hicieron fracasar al duque en su candidatura. De hecho la reunión en Bruselas entre Leopoldo I, Ernesto y el ministro del Reino Unido, Lord Palmerston, terminó siendo un completo fracaso, pues Ernesto II se negó a renunciar a su ducado. Además los intentos de los Sajonia-Coburgo-Gotha de encontrar a un príncipe alemán no tuvieron éxito, pues los príncipes Felipe y Augusto de Sajonia-Coburgo y Gotha-Koháry eran católicos y sus padres, Augusto de Sajonia-Coburgo y Gotha-Koháry y Clementina de Orleans, rechazaron la idea que uno de sus hijos se convirtiera a la religión ortodoxa para ascender al trono.
Por tanto Ernesto II renunció a su posible candidatura al trono de Grecia el 31 de enero de 1863 y renovaría su renuncia el 2 de febrero.
La incapacidad del gobierno y las potencias protectoras para encontrar un nuevo soberano hizo que creciera la inestabilidad en el Reino de Grecia, fomentando la creación de diferentes grupos de presión, cada uno apoyando a un candidato diferente. El clan Mavromichalis apoyaba el regreso de un Wittelsbach, el clan Mavrocordato seguía apoyando al príncipe Alfredo, mientras el partido militar de Dimitrios Grivas pedía la candidatura del duque de Aumale y otros grupos optaban por la candidatura de un príncipe de Saboya.
Al mismo tiempo la «gran idea» volvió a ser una prioridad para los helenos y las autoridades se plantearon la posibilidad de que se desatara una guerra en contra del Imperio Otomano. El vandalismo y los disturbios empezaron a crecer en varias partes del Reino griego. Decididos de contrarrestar la influencia británica en Grecia, el gobierno ruso ofreció su apoyo al movimiento expansionista, en conjunto con el Reino de Italia y el Reino de Baviera.
El 2 de febrero el gobierno interino griego emitió una serie de decretos que reafirmaron la destitución de Otón I, Amalia de Oldemburgo y toda la Casa de Wittelsbach. Otro decreto reconoció el resultado del referéndum de 1862 y la elección de Alfredo como rey de los helenos, una vez que el Reino Unido ya había rechazado la propuesta de proclamar a Alfredo como soberano, lo que dañó gravemente la relación entre Reino Unido y los helenos. Fue sin embargo el rechazo de la reina Victoria de aceptar la candidatura del duque Ernesto lo más dañó el prestigio británico.
Tras la negativa de los dos candidatos los británicos tenía previsto ofrecer la corona de Grecia al príncipe Ernesto de Leiningen, sobrino de la reina Victoria. Pero el príncipe rechazó la propuesta antes de que se hiciera pública.
Fue entonces que el Reino Unido empezó a mostrar su desaliento e informó al embajador griego, Spiridon Trikoupis, que no habían candidatos disponibles al trono de Grecia. A pesar de todo, Lord Palmerston y el gobierno británico insistieron al gobierno de Grecia de que debían elegir un candidato que tuviera su apoyo, así la candidatura de Guillermo de Baden y el duque de Aumale debían ser rechazadas por los griegos para poder anexar las Islas Jónicas.
Finalmente los últimos candidatos aún aceptables por el Reino Unido fuero los príncipes Nicolás de Nassau (de quien Napoleón III estaba en contra), Eduardo de Sajonia-Weimar-Eisenach (quien luchó contra Rusia en la Guerra de Crimea), Maximiliano de Austria (quien estaba involucrado en la segunda intervención francesa en México) y Guillermo de Dinamarca, considerado muy joven por las cancillerías europeas.
Francia por su parte tenía previsto ofrecer la candidatura a Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen y el 17 de febrero se hizo oficialmente la propuesta. Pero el día 22 de febrero Leopoldo rechazó oficialmente la propuesta y Francia se abstuvo de realizar cualquier intervención en el asunto de la elección al trono.
Ante los sucesivos fracasos de las potencias protectoras para elegir un nuevo soberano de los helenos, la opinión pública cayó y surgieron dos facciones extremas, los liberales a favor de la Casa de Saboya (con el príncipe de Carignano a la cabeza) y otro a favor de la Casa de Wittelsbach (con Luis III a la cabeza).
Mientras en Austria se oponían a la candidatura de un Saboya, en el Reino Unido estaban en contra de la candidatura de un familiar del exrey Otón I, mientras en Francia y Rusia por su parte terminaron uniéndose a la candidatura del bávaro. Por tanto Rusia dejó de considerar el trono heleno como vacante y Francia hizo saber de que no se oponía al retorno de los Wittelsbach.
Mientras tanto en Grecia surgieron rumores de que los embajadores de Austria y Baviera estaban conspirando en conjunto al clan Mavromichalis para devolver el trono a los Wittelsbach y el 19 de febrero el gobierno provisional protestó oficialmente en contra de la llegada del vicecónsul austríaco a Kalamata, que había desembarcado de un buque de guerra.
Ante el riesgo de la reinstauración de un bávaro, los diputados griegos, animados por el Reino Unido, firmaron un decreto reivindicando la destitución de Otón el 16 de febrero. Entre los días 26 y 27 de febrero un motín en Atenas derrocó el gobierno provisional de Voulgaris, Rufos y Kanaris e instaló un nuevo gobierno con Aristidis Moraitinis al frente. Las representaciones griegas en el exterior fueron cerradas por razones económicas. El embajador de Baviera en Grecia fue arrestado y el de Austria amenazado con la expulsión.
Deseando acercarse a Francia, el gobierno provisional griego pidió en marzo de 1863 al embajador de Francia, Nicolás Prosper Bourée, información sobre el príncipe Guillermo de Baden, que había concertado esponsales con María de Leuchtenberg, sobrina del zar de Rusia. Sin embargo en Francia temían enfrentarse a nueva respuesta negativa, hicieron saber al gobierno provisional que dependía de Grecia contactar al príncipe Guillermo, pero aseguraron su apoyo y propusieron a Guillermo de Hesse-Philippsthal-Barchfeld en caso del rechazo de la propuesta hecha a Guillermo.
El gobierno británico por su parte rechazó la iniciativa griega y si bien Guillermo de Baden parecía tener el apoyo popular, en el Reino Unido demostraron poco interés por cederle las Islas Jónicas al Reino de Grecia.
El 10 de marzo de 1863 Eduardo VII, príncipe de Gales, contrajo matrimonio con la princesa Alejandra de Dinamarca en el Castillo de Windsor. Unos días después el gobierno británico ideó un codicioso plan para colocar al hermano menor de la princesa consorte de Gales, Guillermo de Dinamarca, en el trono de los helenos y rápidamente el gobierno del Reino Unido pidió la opinión de Francia sobre la candidatura del príncipe danés y estos hicieron saber su apoyo.
El 24 de marzo Rusia hizo saber su apoyo hacia el joven príncipe y se mostraron contentos con la llegada al trono de los Schleswig-Holstein-Sonderbourg-Glücksbourg. El Reino Unido informó al gobierno provisional griego sobre el apoyo de las potencias protectoras hacia el príncipe y ordenaron que su embajada promoviera la elección de Guillermo como rey de los helenos.
El 30 de marzo de 1863, aliviada por finalmente haber hallado a un nuevo soberano, la Asamblea de Grecia eligió por unanimidad al príncipe danés y lo proclamaron oficialmente como «Jorge I, rey de los helenos» tanto en Atenas como en las provincias y los helenos e incluso los griegos en el Imperio Otomano celebraron la elección del nuevo soberano.
A pesar de todo, la cuestión de la elección de un nuevo rey estaba lejos de resolverse, ya que en el Reino de Dinamarca los padres del príncipe estaban descontentos con la idea de mandarlo a gobernar en Grecia y tardaron más de dos meses en aceptar oficialmente la elección de Guillermo como rey de Grecia, después de varios encuentros para lograr que las potencias protectoras se pusieran de acuerdo con los daneses.
El 24 de marzo, el gobierno británico se puso en contacto con Copenhague para ponerse de acuerdo con el rey sobre la elección del príncipe danés. Encantado, el rey Federico VII respondió favorablemente a la propuesta británica, pero insistió en pedir el consentimiento del príncipe y sus padres, el príncipe Cristian y Luisa de Hessel-Kassel.
Sin embargo Guillermo quedó rápidamente seducido por la idea de ascender al trono de Grecia. Pero sus padres, se negaron a aceptar la elección de su hijo, pues afirmaban que mientras Otón no abdicara, el trono heleno le pertenecía legítimamente a los Wittelsbach. Temían además por el futuro de su hijo y realizaron diversas garantías financieras y territoriales a las potencias protectoras. Por su parte el gobierno danés insistió en que el príncipe Guillermo podía permanecer en la religión luterana y que tan solo sus hijos se verían afectados por la conversión a la religión ortodoxa griega.
El 1 de abril el gobierno danés se enteró de la elección oficial del príncipe Guillermo por parte de la Asamblea Nacional Griega. Pero lejos de estar contentos con la noticia, lo vieron como una falta de respeto por parte del Reino Unido, a pesar de que en Copenhague el británicos y daneses llevaban semanas negociando la elección del príncipe, pues en Dinamarca esperaban el apoyo británico en la guerra de los ducados, contra Prusia y Austria, a cambio del apoyo danés en la elección al trono de Grecia.
El mismo día, 1 de abril de 1863, la Asamblea Nacional Griega reafirmó oficialmente el deseo de la anexión de las Islas Jónicas al Reino de Grecia y establecieron una delegación oficial para proclamar a Guillermo como «rey de los helenos». La comisión estaba integrada por el almirante Constantino Kanaris, héroe de la guerra de independencia griega y miembro del Partido Ruso; Thrasivoulos Zaimis, miembro del Partido Inglés; Dimitrios Grivas, miembro del Partido Francés; Jorge Mavrocordato, miembro de una poderosa familia fanariota; el mayor Mollas, el capitán Scouzès, el lugarteniente Reinech, el profesor Filemón y el doctor Stavros.
La delegación oficial rumbo a Copenhague salió de Atenas el 11 de abril y llegó el día 25 del mismo mes. Mientras tanto en Grecia surgieron rumores sobre la negativa danesa ante la elección de Guillermo y algunos empezaron a plantearse la posibilidad de que la exreina Amalia utilizara sus vínculos familiares. Fue entonces que la inestabilidad y el bandolerismo volvió a surgir en el Reino de Grecia.
El 26 de abril la delegación griega fue recibida extraoficialmente por el primer ministro danés Carl Cristian Hall y el rey Federico VII. La delegación, encabezada por Kanaris, entregó una carta al soberano danés, dando a conocer cual era el objetivo del viaje. La acogida a los griegos fue cordial, aunque estos se sintieron decepcionados por la negativa danesa sobre la elección del príncipe danés como el nuevo rey de Grecia.
Desde el 29 de abril de 1863 en Londres se organizó una conferencia internacional con representantes de las potencias protectoras de Grecia y otros, para resolver el asunto de la sucesión griega. Para las grandes potencias protectoras, el trono de Grecia estaba vacante, cosa que los Wittelsbach negaron y trataron de hacer imposible la llegada de Guillermo al trono de Grecia. Pero Baviera, invitado especial, persistió y se negó a mandar a un representante a la conferencia, pues no reconocían la destitución de su dinastía. El 27 de mayo las potencias proclamaron, con la abstención de Baviera, la vacancia del trono y la necesidad de encontrar un nuevo rey.
Una vez realizada la proclamación, los daneses se tranquilizaron. El rey Federico VII presionó al príncipe Cristian para que aceptara la elección de Guillermo y el 11 de junio el príncipe Cristian terminó aceptando la elección. Por lo tanto se organizó en Londres una segunda conferencia entre las potencias protectoras y representantes de Dinamarca el 5 de junio y tras una jornada de charlas, se firmó un nuevo protocolo; Guillermo fue reconocido oficialmente como el «rey de los griegos» y se declaró la cesión de las Islas Jónicas al Reino de Grecia. Otros artículos, además, se referían a la “lista civil”, las obligaciones de los hijos de Guillermo (la educación bajo la religión ortodoxa y la nacionalidad danesa de este y sus hijos).
El 6 de junio de 1863 la delegación griega fue recibida oficialmente en el Palacio de Christiansborg para proclamar allí oficialmente al príncipe como «Jorge I, rey de los helenos».
Al mediodía ante los miembros de la Casa de Glücksburg, acompañados por los altos funcionarios de Dinamarca y representantes de las potencias protectoras, llegó el príncipe al salón ceremonial y poco después la delegación griega de Kanaris. El almirante Kanaris fue el primero en hablar, dirigiéndose al rey Federico VII, refiriéndose a la elección de Guillermo y el soberano aceptó la elección del príncipe y se refirió al deseo del Reino Unido de ceder las Islas Jónicas, luego de eso, el príncipe fue laureado con la orden del elefante.
Alrededor de las 13:00 horas la delegación griega se dirigió al nuevo soberano y Guillermo, ahora Jorge I de Grecia, ofreció un discurso, prometiendo ganar la confianza de los griegos y respetar la legalidad constitucional durante su reinado.Reino de Grecia tenía un nuevo rey.
Ahora, después de 7 largos meses, elA diferencia de Otón I, el rey Jorge I no fue elegido «rey de Grecia» (en griego: Βασιλιάς της Ελλάδας) sino «rey de los griegos», pues el primer título se había convertido en una distinción de un gobierno despótico, mientras que «rey de los griegos», en cierto sentido, afirmaba que él gobernaba sobre todo los griegos, incluso aquellos fuera del Reino Griego.
El Imperio Otomano, en el que había una minoría griega, protestó oficialmente contra las grandes potencias protectoras por la atribución de ese título y el 3 de agosto de 1863 se firmó un protocolo internacional y el título «rey de los griegos» se convirtió oficialmente en «rey de los helenos», lo que apenas satisfizo a la Sublime Puerta.
Además del título real, el protocolo del 1 de agosto estableció la cesión de las Islas Jónicas al Reino de Grecia y los representantes del Reino Unido, Francia, Rusia, Prusia y Austria reconocieron como oficial la cesión del archipiélago.
El 19 de octubre de 1863, el Reino Unido, que mantenía un protectorado sobre las islas, buscó el apoyo de la Asamblea antes de ceder las islas y en noviembre se organizó una nueva convención en Londres y se reconoció oficialmente la cesión de las Jónicas a cambio de la neutralización y destrucción de las fortalezas en estas.
Finalmente un último tratado, firmado el 29 de marzo de 1864, entre el Reino Unido y el Reino de Grecia, hizo posible la anexión de las Jónicas, pero la neutralización se terminó limitando a Corfú y Paxoí y finalmente las guarniciones británicas abandonaron las islas el día 2 de junio de 1864.
Los Wittelsbach y Grecia
Cuando Otón I y Amalia de Oldemburgo abandonaron el Reino de Grecia, llevaron consigo las insignias del Reino (corona, cetro y orbe), negándose así a reconocer la legitimidad de cualquier persona que gobernara Grecia y no fuera de la Casa de Wittelsbach.
En diciembre de 1959, casi un siglo después de la destitución de Otón I, el duque Alberto de Baviera, jefe de la Casa de Wittelsbach, envió a su hijo Max Emanuel a Atenas, para reconocer oficialmente el gobierno de los Glücksburg sobre el Reino de Grecia y además regaló a Pablo I de Grecia la corona, cetro y orbe, que Otón I había llevado durante su exilio en Baviera.
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