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Casa de Loyola



La casa de Loyola es uno de los más ilustres y antiguos linajes de la provincia española de Guipúzcoa, reputada de ser parientes mayores en época anterior a las veinticuatro casas calificadas por el monarca Carlos I de España.

Familia antiquísima de parientes mayores del bando de Oñaz que habitó en Loyola (Azpeitia), tenían su casa solar y Palacio en dicha villa. Era casa de Parientes Mayores y del bando oñacino, y casa solar muy conocida y de la primera estimación y antigüedad de la provincia de Guipúzcoa.

Por la línea genealógica es descendiente directo de la casa de Balda, la casa de Butrón, la casa de Haro, la casa de Borgoña y por esta línea familiar de los monarcas de los reinos de Asturias, Castilla, León, Aragón, Navarra, Portugal, la dinastía de los Capetos de Francia, la dinastía Hohenstaufen de Alemania, la casa de Plantagenet de Inglaterra, el Reino de Escocia, la casa de Normandía y la casa de Uppsala.

La Santa Casa de Loyola, 1891, portada e dibujos interiores por Mariano Pedrero

Con esta descendencia falleció Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola el 23 de octubre de 1507.

Martín García Óñez de Loyola contrajo matrimonio con la princesa inca Beatriz Clara Coya, hija del rey inca Sayri Túpac y la princesa inca Cusi Huarcay.

De este matrimonio nació Ana María de Loyola Coya, a quien el rey Felipe III de España concediera el título de marquesa de Santiago de Oropesa. Ana María de Loyola Coya contrajo matrimonio con Juan Enríquez de Borja, hijo de Elvira Enríquez de Almansa, marquesa de Alcañices, y de Álvaro de Borja y Castro, hijo de San Francisco de Borja.

Ana María de Loyola y Coya, I marquesa de Santiago de Oropesa, mencionada anteriormente en esta genealogía, casó con Juan Enríquez de Borja y tuvo por hijo y sucesor a Juan Enríquez de Borja y Almansa, II marqués de Santiago de Oropesa. Este contrajo matrimonio con Juana de Velasco y Guzmán, fueron padres de Teresa Enríquez de Velasco y Loyola, heredera de ambos títulos y esposa legítima de Luis Enríquez de Cabrera y Álvarez de Toledo, VIII duque de Medina de Rioseco la que al extinguirse la descendencia de Beltrán Ibáñez de Oñaz y Loyola en 1677, entró a poseer la casa de Loyola. En 1681 cedió este ilustre solar a la reina Mariana de Austria, para la fundación del suntuoso colegio de la Compañía de Jesús. En memoria de esta cesión, se lee en uno de los muros del edificio la siguiente lápida:

Las armas de la casa de Loyola de la villa de Azpeitia, ostenta una caldera suspendida con dos lobos rampantes a ambos lados, en campo de plata. Los lobos, en heráldica, simbolizan arrojo en la guerra. Se suelen aplicar al apellido López. Conviene recordar que San Ignacio firmó en su juventud “Iñigo López de Loyola”. El caldero podría dar a entender las riquezas y la buena situación económica de la familia Loyola. El solar de Loyola, aunque menos antiguo que el de Oñaz, gozaba de “mayores rentas y posesiones”, según el jesuita Antonio Arana, que en el siglo XVII, exploró los archivos de la familia. El rey Juan I de Castilla concedió a Beltrán de Loyola, en 1377, “dos mil maravedíes de juro de heredad”, pues los señores de Loyola “se emplearon todos en el servicio de los reyes de Castilla”

El nombre Loyola viene de los lobos y la olla que aparecen en el escudo de la casa solar del mismo nombre “lupus in olla” (lobos en olla). Sobre la puerta ojival de la Casa-Torre de Loyola, se encuentra la piedra con el escudo la familia Loyola, en la que aparece esculpida una olla suspendida del llar y, a ambos lados de la misma dos lobos “rampantes”, en campo de plata.

Posteriormente, el escudo de la familia Loyola fue partido en dos cuarteles que representan los dos linajes principales, los Oñaz y Loyola que concurren en San Ignacio de Loyola. Hoy en día este escudo es la insignia universal de los exalumnos de los colegios Jesuitas. En este escudo, el primer cuartel es de los Oñaz, por ser el solar más antiguo. Tiene siete bandas diagonales de gules, de izquierda a derecha, sobre campo de oro. Las siete barras simbolizan a “siete hermanos que participaron en 1321 en la batalla Beotibar, en la que unos pocos guipuzcoanos al mando de Gil López de Oñaz Loyola derrotaron a las tropas de los navarros y franceses, capitaneados por Ponce de Morentaina. En recompensa el rey Alfonso XI de Castilla les concedió las siete bandas rojas sobre oro.



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