Alcora (oficialmente y en valenciano l'Alcora) es un municipio de la Comunidad Valenciana, España. Perteneciente a la provincia de Castellón, en la comarca del Alcalatén y capital de la misma.
Situada en un paisaje accidentado en la Sierra de Alcora y a orillas del río de su mismo nombre.
Su clima es clima mediterráneo y seco con una temperatura media anual de 16 °C.
Desde Castellón de la Plana se accede a esta localidad a través de la CV-16 y posteriormente la CV-190.
En el término municipal de Alcora se encuentran los siguientes núcleos de población:
Lucena del Cid, Figueroles, Costur, San Juan de Moró, Castellón de la Plana, Onda, Borriol, Ribesalbes y Fanzara todas localidades de la provincia de Castellón.
A falta de un estudio y en profundidad de los restos arqueológicos del término municipal, hasta la fecha, la presencia humana más antigua se remonta a la Edad de Bronce, si bien se trata de restos poco significativos.
Es a partir de la cultura ibérica cuando Alcora presenta una relativa abundancia de yacimientos, destacando de entre ellos los poblados de Montmirà y el Tossal de les Foies.
La dominación romana dejó también su huella en las partidas de Montmirà, la Pereta y, sobre todo en la de Santa, donde existen vestigios de un gran asentamiento rural de época imperial junto al Camí dels Bandejats, que unía la zona prelitoral con las tierras altas del interior y cuyo origen prerromano parece más que probado.
En la partida de Santa también han sido halladas varias lápidas sepulcrales con epígrafe latino, hasta un total de ocho, algunas ellas ya citadas por el príncipe Francisco Pío de Saboya y Moura en el siglo XVIII. También en Santa fueron halladas en 2004 las termas romanas.
Los vestigios de la presencia musulmana son relativamente abundantes. Destacaremos aquí, por su singularidad e importancia, el castillo de Alcalatén, que da nombre a la comarca. Igualmente musulmán es el origen del topónimo —ya que alcora significa alquería— y del núcleo de población de Alcora, en cuyo centro histórico se conservan algunos elementos urbanísticos y arquitectónicos de innegable origen islámico.
El 24 de julio de 1233 la fortaleza y territorios del Alcalatén son conquistados por las huestes de Ximén de Urrea.
El 31 de diciembre de 1305 se otorga Carta Puebla a Alcora. Por ella, D. Juan Ximénez de Urrea, quinto descendiente directo de Ximén de Urrea, da a poblar la "puebla de Alcora de Alcalatén", según fuero y costumbre de Aragón, a 11 caballeros y miembros de la nobleza con la condición de traer 110 pobladores más, y reservando parte de las tierras para los moros que quisieran permanecer en la villa.
A partir de la concesión de la Carta Puebla, la población va creciendo en tamaño y población en detrimento de la villa del castillo de Alcalatén.
En 1306, Jaime II concede privilegio a la "villa nostra de las Alcoras" para celebrar mercado los miércoles, tradición que todavía hoy se mantiene.
El 31 de diciembre de 1336 Juan Ximénez de Urrea concede mandas para el sostén y construcción de la iglesia de Alcora. Fecha de especial significación histórica para la comarca del Alcalatén es 1418. Según Concordia firmada por los municipios de Lucena y Alcora, se acuerda entre ambos el reparto de las tierras del castillo de Alcalatén y la destrucción de la fortaleza y poblado aledaño.
En 1725 Don Buenaventura Pedro de Alcántara, noveno conde de Aranda, hereda el castillo de Alcalatén. Los Habitantes de Alcora, aparte de dedicarse a la agricultura, trabajan la arcilla en las alfarerías. El conde de Aranda, inteligente, gran observador de sus reinos, fija su atención en los 24 hornos de cántaros y alfares, ubicados en Alcora. Como la tierra era de tan buena calidad aprovechó estas circunstancias para crear la famosa cerámica de Alcora.
A finales del siglo XVIII, la villa recibe la visita de dos insignes eruditos de la época. En 1788 es el príncipe Pío de Saboya, quien localiza seis inscripciones sobre piedras de cronología romana. En 1792 el botánico Antonio José de Cavanilles, en su recorrido científico por España, llega a Alcora, hallándola en plena pujanza como consecuencia de la actividad ceramista que se iniciara en 1727 ("las fábricas de loza y porcelana le han dado nueva vida").
Entre 1811 y 1813 durante la guerra de la Independencia, las tropas francesas saquean la localidad y reprimen la resistencia contra su invasión. Tras la guerra de la independencia, en 1818, el Duque de Híjar cede sus derechos señoriales a la Corona.
El 21 de marzo de 1838, en el fortín de San Cristóbal, se enfrentaron las tropas del general isabelino Borso di Carminati y del carlista Ramón Cabrera, quien consiguió mantener la posición, obligando a replegarse a las tropas de Borso di Carminati.
En 1874 y 1875, durante la tercera guerra carlista es escenario de nuevos combates. Los principales enfrentamientos tienen lugar en San Cristóbal y los montes aledaños los días 14 de junio de 1874 y 26 de mayo de 1875. Ambos supusieron derrotas para los carlistas, que se repliegan hacia Lucena y Villahermosa.
Será liberada por los ejércitos de los generales Chacón y Montenegro. Por su apoyo a la causa carlista, Alcora perderá en 1876 la capitalidad del partido judicial, pasando este honor a Lucena, que había permanecido fiel al gobierno constituido.
Durante la Guerra Civil Alcora destacó por las numerosas colectivizaciones que se llevaron a cabo en la villa. Al igual que diferentes pueblos de la provincia, el movimiento anarcosindicalista tuvo una repercusión considerable. Fue impulsado desde los sindicatos CNT y UGT. El hecho más remarcable del movimiento anarquista en Alcora fue que llegó a sustituirse el dinero por bonos. Esos bonos no constituían una moneda: no permitían adquirir medios de producción, sino solamente bienes de consumo, y en cantidad limitada. También quemaron el archivo municipal.
Alcora es fundamentalmente agrícola hasta 1960, y casi exclusivamente industrial a partir de esta fecha. El desarrollo industrial, centrado en las tantas veces mencionado "monocultivo del azulejo", tiene su origen histórico en la Real Fábrica de Loza y Porcelana del Conde de Aranda, fundada en 1727. Si bien desde un principio la manufactura del conde fabrica azulejos, no deja de ser una producción escasa y de encargo. Será a principios del siglo XX cuando comience el desarrollo del azulejo con carácter puramente industrial. La gran crisis de 1931 actuará de forma implacable sobre el sector cerámico: en 1936 solamente quedaban 3 de las 9 fábricas inventariadas pocos años atrás.
Tras la guerra civil se reanuda lentamente la actividad fabril, y solamente a partir de los años 60 del pasado siglo se producirá la verdadera eclosión industrial.
Población de derecho (1900-1991) o población residente (2001) según los censos de población del INE. Población según el padrón municipal de 2019 del INE.
Es conocida por su cerámica. La fábrica fue fundada en 1727 por Buenaventura Pedro de Alcántara Jiménez de Urrea, noveno conde de Aranda, en tierras de su propiedad. Este noble, que había visitado las fábricas francesas de cerámica de Marsella, Nevers y Moustiers, intentó aportar los procesos de fabricación europeos y renovar la tradicional manufactura española en esta materia. Con la desaparición de la casa de Aranda, en 1798, la fábrica entró en una etapa de decadencia.
En la actualidad, la industria azulejera de Alcora compite con la de otras localidades de la provincia. Existe una importante industria auxiliar y complementaria de esta actividad.
La agricultura (de secano) tiene menor interés, predominando el cultivo del almendro y el olivar.
Declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, Fiesta de Interés Turístico y Bien de Interés Cultural, tiene lugar el Viernes Santo a las 12 del mediodía, en el que tras el silencio, más de 1000 tambores y bombos tapan el sonido de las campanas en un gran estruendo percutido, simultáneo y acompasado. Tiene doble significado: religioso, simbolizando el cataclismo de la tierra que la biblia narra tras la muerte de Cristo; social, simbolizando la diversidad de la humanidad, a través de las diferentes túnicas de colores, unida y sin prejuicios, pidiendo por la paz y la convivencia en un mismo toque. Además, en los últimos años, los fondos recaudados con artículos promocionales van destinados a diversas ONG.
El acto empieza en la Plaza de España, donde tras el silencio un personaje célebre hace el toque de honor que da pie al resto de tamborileros y bombistas. Tras unos 15 minutos tocando en la plaza, se parte en procesión por las calles del casco antiguo de la localidad hasta llegar a la Plaza de la Iglesia, donde finaliza el acto y se vuelve al silencio de luto del Viernes Santo hasta la tarde, con las procesiones de las diversas cofradías.
Declarada Fiesta de Interés Turístico, es sin duda una de las celebraciones más importantes de Alcora en honor al milagro del patrón de la villa, San Cristóbal (Sant Cristòfol, en valenciano y pronunciado "Sant Cristáfol" en la variedad diatópica local).
El Lunes de Pascua, Alcora cuadriplica su población y se viste de fiesta y alegría para acoger, como cada año y desde tiempo inmemorial, a todos los niños que acuden a participar en la "Romería de Infantes", considerada la única romería del Estado donde los protagonistas son los niños, y para el posterior reparto de los "rollos".
La tradición popular marca el inicio de esta romería a mediados del siglo XVIII, cuando una terrible sequía asolaba los cultivos de Alcora. Ruegos y oraciones no eran suficiente para conseguir invertir esta voluntad divina. El Consejo Municipal determinó enviar una embajada de niños, menores de siete años en la ermita más alta del término municipal, San Cristóbal, para que desde allí, mucho más cerca del cielo, hicieron llegar sus suplicas al Padre Dios. Al cabo de unos días una formidable lluvia regó los campos, salvando las cosechas. Por ello y en señal de gratitud, una vecina dio al pueblo unos sacos de harina, con los que se elaboraron unos rollos con semillas que se repartieron entre todos los niños.
De la gastronomía alcorina destacan, entre otros, dos platos típicos:
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