Vercingétorix (c. de 80 a. C. en Auvernia- 46 a. C. en Roma) era hijo del líder galo Celtilo, de la tribu de los arvernos. A finales de la guerra de las Galias, unió a la mayoría de las tribus galas con el objetivo de enfrentarse a Julio César y expulsarlo de sus territorios. Vencido en Alesia (52 a. C.), fue apresado y encarcelado en el Tullianum durante seis años hasta que fue ejecutado tras celebrarse el triunfo de César. Sus hijos fueron educados como romanos.
Vercingétorix fue uno de los primeros líderes galos que lograron acaudillar a una parte importante de la nación gala, mostrando verdadero talento militar al enfrentarse al más grande de los estrategas de su tiempo, Julio César. Bajo el reinado de Napoleón III, se empleó considerablemente su figura como representante de la civilización galorromana. Posteriormente, durante el enfrentamiento franco-alemán, encarnó la figura mítica y patriótica del pueblo francés, que lo convirtió en parte importante de su historiografía durante el siglo XIX. Entre 1870 y 1950 se convirtió a ojos de las nuevas generaciones de escolares en el primer líder de Francia.
Las fuentes históricas que documentan la vida de Vercingétorix son escasas y deben ser interpretadas y empleadas con precaución, partiendo de la base de que la conforman escritos antiguos,Estrabón, Plutarco y Floro, quien emplea como fuente principal a Tito Livio y Dion Casio. No obstante, la obra que contiene más información acerca del líder galo son los Comentarios de la Guerra de las Galias, de Julio César, destinados a ser leídos por el Senado. Esta obra fue escrita a lo largo de sus campañas y compilada tras su victoria final sobre los galos en Alesia. Los extractos relativos a Vercingétorix se resumen en el Libro VII de los Comentarios.
entre los que destacan las obras deEs bastante desconcertante, al intentar esbozar el retrato de un personaje histórico, el tener que referirse esencialmente a los discursos y rasgos de su carácter referidos por su principal adversario, cuya preocupación no era probablemente perpetuar su memoria con la más meticulosa objetividad.
Sin embargo, los importantes avances realizados en el campo de la arqueología de la Francia galorromana en los últimos cuarenta años han proporcionado suficientes elementos como para ayudar en la comprensión del carácter del personaje.
Según Estrabón, es probable que naciera en Gergovia (Auvernia), aunque también existe la posibilidad de que el líder galo naciera en Nemoso, ciudad arverna mencionada también por el geógrafo griego («los arvernos se asientan en el valle del Líger. Su capital es Nemoso, ubicada en su orilla»), y cuya ubicación corresponde de una manera aproximada al emplazamiento de la moderna ciudad de Clermont-Ferrand. Recientes investigaciones arqueológicas revelan que la capital de los arvernos no estaba localizada en Clermont-Ferrand, sino en Corent; además, dichas investigaciones desvelan la existencia de una excepcional urbanización con un desarrollo policéntrico en la zona de Limaña. Los expertos han determinado que en la época de César coexistían el oppidum fortificado de Gergovia y la ciudad desarrollada de Corent.
Se desconoce su fecha de nacimiento exacta, aunque se puede deducir de forma aproximada a partir de un extracto de los Comentarios de César. El general republicano hace referencia al futuro líder galo bajo el nombre de adulescens,Antigua Roma para designar a un hombre menor de treinta años. Determinados historiadores han establecido su fecha de nacimiento c. del año 80 a. C.
término empleado en laVercingétorix era hijo de Celtilo, líder de uno de los principales clanes arvernos. El pueblo arverno era una de las tribus más poderosas, con un territorio que se extendía desde el Languedoc hasta Narbona y hasta las fronteras de Massilia, e imperaban sobre los pueblos establecidos hasta el Pirene, el Océano (Océano Atlántico) y el Rin.
Su padre fue asesinado por las familias aristocráticas arvernas, que trataban de restablecer su derecho al trono, abolido cuando los arvernos fueron derrotados por los generales romanos Cneo Domicio Enobarbo y Quinto Fabio Máximo Alobrógico (122 a. C.). Tras vencer en Orange a Bituito, rey de los arvernos, los romanos le mantuvieron bajo arresto domiciliario hasta su muerte en Alba Longa (Italia), e impusieron a su pueblo un nuevo régimen. El rechazo a la nueva dinastía pesaba tanto como el temor a quebrantar el tratado firmado con los romanos, fuente de seguridad y prosperidad para este pueblo durante sesenta años.
El origen de su nombre ha sido durante largo tiempo un misterio. En sus Vidas Paralelas, Vida de Julio César, Plutarco hace referencia al líder galo a través del nombre de «Ουεργεντοριξ (Ouergentorix)»; Estrabón emplea otra forma para referirse a él. Sin embargo, tanto César en su obra como numerosas monedas halladas con su nombre grabado precisan su forma onomástica exacta: VERCINGETORIXS.
El historiador Floro escribe en su Historia Romana que «...hasta su nombre parece hecho para crear el horror». Tras el «redescubrimiento» en el siglo XIX de la Galia y de Vercingétorix, los autores se han preguntado durante muchos años si el nombre del líder arverno era realmente un nombre de persona, o si simplemente significaba «el jefe» en lengua arverna. De este modo, Jules Michelet le nombra «El Vercingétorix» en su Historia de Francia. Hubo, pues, varios reyes llamados así en la historia gala, lo que explicaría la abundancia y repartición de ejemplares de monedas llevando esta inscripción. Pero la dificultad estribaba, sin embargo, en que «el» Vercingétorix lleva realmente este nombre antes incluso de que le fuera confiada la responsabilidad suprema.
Actualmente, se admite lo que los filólogos han descrito desde hace tiempo: Vercingétorix ostenta un título honorífico compuesto de Ver- (pronunciar «uer-» [wer]) que es una forma de superlativo, cingeto(s) (pronunciar «kinnguéto» [kiŋˈgeto]) haciendo referencia a la figura del guerrero y el sufijo -rix (pronunciar «riks» [ˈɾiks]), es decir "rey" en antiguo celta). El sufijo -rix está presente en numerosos nombres galos: en sus Comentarios, César menciona dos Cingétorix Por tanto, se puede considerar como un título y traducirlo como «el más grande rey de los guerreros».
No se ha hallado ninguna escultura de Vercingétorix que date de la época antigua, por los que los pintores, escritores y escultores del siglo XIX, como Bartholdi, se vieron obligados a imaginarse al líder galo inspirándose en las definiciones literarias realizadas por Julio César y otros autores antiguos, que describen a Vercingétorix como un hombre corpulento, de largo cabello y poblado bigote.
De todos los objetos arqueológicos que se han encontrado, los únicos objetos conocidos que pudieron haber representado a Vercingétorix cuando todavía estaba con vida son las monedas contemporáneas. Las investigaciones realizadas por Jean-Baptiste Colbert de Beaulieu, que revolucionaron la numismática gala entre los años cincuenta y sesenta, condujeron al hallazgo de 25 estáteros de oro y dos de bronce con el nombre de Vercingétorix grabado.
Sin embargo, ante la pregunta de si se puede concluir de que ese perfil que figura en estos estáteros representa a Vercingétorix los especialistas entienden que no. Estos se inclinan más bien por la teoría de que dichas monedas contienen una representación de tipo helenístico de una divinidad que podría ser Apolo, y no de un rey. Brigitte Fischer, siguiendo en esto a Jean-Baptiste Colbert de Beaulieu, solo ve en dichas monedas representaciones de Apolo que imitan al estátero de Filipo II de Macedonia.
Paradójicamente, el verdadero rostro de Vercingétorix podría no ser el que aparece representado en un denario galo, sino el que figura un denario romano acuñado en 48 a. C. por Lucio Hostilio Saserna. Muestra el retrato de un jefe galo con cara fatigada y demacrada, con los cabellos de la nuca peinados, con bigote y perilla, con un escudo detrás de la cabeza. El anverso muestra un auriga conduciendo una biga sobre la cual se encuentra un guerrero galo desnudo blandiendo una lanza y portando un escudo, una de las técnicas de combate favorita de los galos. Hay que señalar que este denario fue acuñado por un allegado de Julio César en una época en la que Vercingétorix estaba cautivo en Roma, por lo que algunos numismáticos sostienen que podría tratarse del retrato del propio Vercingétorix. En efecto, cuando se acuñó esta moneda el galo más célebre estaba en Roma y no podía haber un modelo mejor para los grabadores. Otros estiman que el retrato representa un personaje de más edad que no era el Vercingétorix de la época (alrededor de 32 años) y piensan que es una alegoría de la victoria romana sobre los galos.
Los romanos se enorgullecían de mostrar en sus monedas los trofeos representativos de los pueblos derrotados,
o sus símbolos de prestigio. Sin embargo, era excepcional exhibir los rostros de los líderes vencidos. La moneda de L. Hostilio Saserna se podría explicar a través del deseo de representar a un enemigo fuera de lo común, el caudillo de los galos. Su rostro desnutrido sería el reflejo de sus cuatro años de cautiverio, y se explicaría por la voluntad de remarcar el aspecto de aflicción y desesperación de un prestigioso enemigo.Tras la derrota de los alóbroges en Solonion (61 a. C.), la Gallia Narbonensis estuvo definitivamente sometida; mientras que Aquitania, Bélgica y Céltica se mantuvieron como territorios independientes de Roma. César, gobernador de las provincias de Galia Cisalpina y Transalpina, describió la disposición de los distintos pueblos establecidos en la Galia Comata:
«Gallia est omnis divisa in partes tres», dice César («la Galia está dividida en tres partes»); los territorios habitados por los aquitanos, los celtas y los belgas. Tras la conquista del sur del territorio francés entre los años 125/122 a. C. se redactaron numerosos tratados comerciales estableciéndose sólidos vínculos con Roma. Por esa época la Galia estaba habitada por más de sesenta pueblos, de los cuales se conocen algunos nombres, como los arvernos, eduos, sécuanos y remos. En total, el pueblo galo podría integrar de entre 9 a 10 millones de personas.
Desde mediados del siglo II a. C., y sobre todo tras la conquista romana del sur de la Galia, los eduos se aliaron con los romanos y establecieron fuertes lazos comerciales, políticos y militares con ellos. Los arvernos, un poderoso pueblo que tradicionalmente había ejercido el dominio del Macizo Central, se opusieron a esta alianza y se enfrentaron a eduos y romanos hasta que estos últimos les derrotaron en 121 a. C.
En 58 a. C. los helvecios, forzados por la creciente presión ejercida por los germanos que acaudillaba Ariovisto, emprendieron una masiva migración hacia Saintonge. Julio César utilizó como pretexto este desplazamiento para invadir ese mismo año la Galia a la cabeza de sus legiones y de los contingentes enviados por los aliados eduos, cuyo pueblo se encontraba bajo la amenaza germana. Al inicio de la invasión romana, Vercingétorix era un joven de veinte años perteneciente a la aristocracia arverna en edad de combatir. Aunque César siempre alegó que la invasión se trataba de una acción defensiva, modernos historiadores han determinado que con esta campaña el general no pretendía otra cosa que impulsar su carrera política, así como apoderarse de las legendarias riquezas de los galos.
Celtilo, jefe de uno de los principales clanes arvernos, trató de alcanzar el liderazgo del «partido antirromano» de la Galia, que los sécuanos (debilitados por el reciente enfrentamiento con Ariovisto) habían dirigido durante el siglo anterior. Sin embargo, el líder arverno fue ejecutado por las familias aristocráticas de su tribu, quienes rechazaron someterse a su autoridad.
El hijo de Celtilo, Vercingétorix, se integró en el ejército de César, donde se convirtió en uno de sus contubernalis (compañeros de tienda de campaña). A cambio de estos privilegios militares los galos brindaban a los romanos su cooperación y su conocimiento de la geografía y la cultura de la Galia Comata. Comandó un cuerpo de caballería arverno obtenido en virtud del tratado de 120 a. C.
La guerra de las Galias conduciría a César y a su ejército más allá de Rin y a Britania. El conflicto se extendió durante cinco años y se dividió en numerosas campañas cada año con el objetivo de someter a las tribus rebeldes.
En 58 a. C., César decidió intervenir a fin de impedir que los germanos de Ariovisto se convirtieran en una amenaza para la Galia; les derrotó en Alsacia, cerca de Mulhouse, y estableció en el Rin una frontera entre ellos y los galos que se mantendría durante los próximos siglos. A partir de ese momento los antecesores de los alemanes no podrían cruzar el río sin la aprobación de los romanos.
En 57 a. C., César se dirigió hacia el Noreste valiéndose de la rapidez con la que era capaz de marchar a la cabeza de sus tropas; allí se enfrentó a los belgas reunidos en las inmediaciones del río Aisne. Se encerró en sus campamentos y esperó a ver la desunión que produciría su presencia entre sus adversarios; tras lo que combatió sucesivamente a los nervios de Ambíorix y a los belóvacos. Temerosos del avance romano, los pueblos de Armórica se rindieron. El total sometimiento de la Galia parecía confirmar el término del conflicto. Roma conmemoró el heroísmo de sus soldados con la celebración de una fiesta que duró diez días.
Sin embargo, César permaneció en la Galia, donde desde 56 a. C. tuvo que hacer frente a un progresivo aumento de la resistencia, especialmente de la generada a raíz de los impuestos. Se enfrentó a los poderosos vénetos de Morbihan y a sus aliados del otro lado del canal de la Mancha. La represión sobre la defección bretona fue despiadada, se eliminó a la aristocracia y se esclavizó a la población.
En el invierno de 54/53 a. C. estalló una nueva revuelta liderada por los eburones, un pueblo que habitaba en las inmediaciones del Mosa. Los rebeldes lograron destruir una legión, obligando a César a movilizar a una docena de legiones a fin de enfrentarse a ellos; tras su derrota, la tribu fue prácticamente exterminada. Se produjeron varias rebeliones esporádicas, como la de los carnutes o los senones. El legatus de César, Labieno, combatió a los tréveros.
En el invierno de 53 a. C. César se desplazó hasta una de sus provincias, la Galia Cisalpina (Norte de Italia). Vercingétorix empleó la ausencia del líder enemigo para adquirir poder en las asambleas de su pueblo.
Vercingétorix trató de aprovecharse de la difícil situación que experimentaba la República romana tras la derrota de Craso y la aniquilación de sus legiones por los partos en la Batalla de Carras (53 a. C.), así como del descontento experimentado por una Galia cansada de esta larga guerra. Traicionó el tratado con los romanos al reivindicar sus derechos dinásticos:
En el invierno de 53/52 a. C., los comerciantes romanos de Orleans fueron masacrados por los carnutes. Informado de esta noticia, Vercingétorix tomó el liderazgo de los arvernos y se puso a la cabeza del «partido antirromano». Sus apasionados discursos movilizaron contra los romanos a una Galia que les odiaba. A finales de 53 a. C. o principios de 52 a. C., los rebeldes lograron el apoyo de los aliados de los romanos.
César escribe que la masacre de Orleans estuvo precedida por una serie de reuniones «en medio de los bosques»;Bosque de los carnutes. El romano afirma que aquí se redactaron los términos del tratado a los que estaban sujetos los integrantes de la revuelta, aunque no nombra a ninguno de los galos presentes en esa reunión. C. Goudineau escribe que «se deben leer estas líneas con mucha cautela», ya que el escrito de César describe la conspiración de un modo similar a como lo hace Salustio con Catilina. Independientemente de ello, la rebelión de los carnutes supuso la salida a escena del que se convertiría en el más duro rival de César durante el conflicto. Sus reivindicaciones estaban basadas en una sólida posición política, similar a la que mantuvo su padre y, según César, reunió a los miembros de su clan para que tomaran las armas.
identificado como elVercingétorix tuvo que enfrentarse a la oligarquía arverna liderada por su tío paterno Gobanitio, probable responsable de la ejecución de su padre y de su expulsión de la capital. Vercingétorix fue expulsado de Gergovia, a lo que respondió iniciando el reclutamiento de tropas por toda la campiña. Después volvió algunos días más tarde, movilizando al pueblo y proclamándose como único comandante supremo. Aclamado rey por los arvernos, envió embajadores a todos los pueblos de la Galia. Según Robin, el vocabulario que emplea César a la hora de escribir sus Comentarios referente a la toma de poder es extremadamente connotado y es muy significativo para su lector romano: las palabras que elige, al tiempo que resultan muy familiares, implican en sus lectores unas determinadas reacciones: aunque se presenta a Vercingétorix como un hombre de considerable poder, en la frase en que se describe el apoyo que le brinda la población rural se emplean palabras a fin de desacreditarle a los ojos de los senadores romanos. César se vale de palabras similares a las que usa para calificar el apoyo a Catilina o Clodio. De ese modo, César rechaza cualquier legitimidad política presente en sus pretensiones, describiéndole como un hombre peligroso.
A lo largo de este año, el líder arverno mostrará un auténtico talento militar y político al enfrentarse a uno de los más capaces estrategas romanos. Su estrategia se divide en dos fases:
En enero de 52 a. C. la coalición gala envió embajadores a los demás pueblos a fin de que se estableciera una alianza nacional basada en la toma de rehenes. Trató de imponerse o neutralizar a los eduos, antaño aliados de los romanos. El cardurco Lucterios viajó a la provincia narbonesa a fin de convencer a los rutenos y a sus aliados para unirse a ellos contra los romanos, de modo que la Galia Narbonense quedaba directamente amenazada. El propio Vercingétorix negoció una alianza con los bituriges, miembros tradicionales de la confederación edua. En este momento la mayor parte de los pueblos del centro y el oeste de la Galia se habían unido contra el procónsul.
Temiendo tener que enfrentarse a una insurrección generalizada, César interrumpió su estancia en la Cisalpina y, a finales de enero, se desplazó a Narbona a fin de restablecer la confianza. Con un audaz movimiento tomó la ruta del norte cruzando el puerto de Vivarais; tras atravesar el nevado Macizo Central, ubicado en pleno país arverno, logró alcanzar Agendico (Sens). A su llegada en febrero de aquel mismo año, disponía de seis legiones ociosas y de otras cuatro desplegadas en la fronteras trévera y germana para enfrentarse a los sediciosos.
El líder arverno aplicó con éxito su estrategia; evitó la confrontación directa con los romanos, extenuando a las legiones y destruyendo su capacidad de abastecerse mediante el ejercicio de una «táctica de tierra quemada».
Advirtiendo que César concentraba sus efectivos, reanudó la ofensiva al enfrentarse a los boyos, tribu aliada de los romanos y miembro de la confederación edua; de ese modo mostraba su determinación a acabar con el único pueblo galo que osaba resistírsele. Aunque sitió el oppidum de Gorgóbina el talento y habilidad estratégica de César permitió a los romanos beneficiarse del apoyo logístico de diversas tribus galas como los boyos, remos y eduos mediante la firma de pactos con aquellos que se mostraban reticentes a unirse a los sediciosos.
Tras atravesar las devastadas tierras de Brie, César logró apoderarse de la ciudad de Cénabo; y el general republicano ordenó a sus legionarios incendiar la capital carnuta a fin de vengarse de las masivas ejecuciones que ordenó este pueblo a comienzos de la revuelta. Seguidamente traspasó el territorio de Sologne y asedió Avárico, aunque ordenó a sus soldados que no la destruyeran. César escribe que Vercingétorix abandonó la ciudad a pesar de que los bituriges deseaban preservarla. Sobre la base de los debates historiográficos surgidos en torno a esta cuestión, Christian Godineau estima que este asedio formaba parte de la táctica del líder de los sediciosos, quien querría derrotar a las legiones tras exponerlas a una guerra de desgaste en la que deberían enfrentarse a un largo asedio de una fortaleza reputadamente inexpugnable. Ese habría sido el motivo de que destruyeran aquellas que no fueron consideradas demasiado fáciles de conquistar.
La estrategia habría resultado de no ser por la habilidad sitiadora de César, quien no vaciló a la hora de ordenar a sus hombres establecer un castrum (campamento militar) en pleno mes de marzo. El ejército republicano logró entrar en la ciudad a la semana del inicio del asedio. A su entrada, se exterminó a la población.
Si bien la caída de Avárico supuso un duro revés para Vercingétorix, parte de su estrategia estaba teniendo éxito: las legiones padecían y, lo más importante, los aliados de Roma comenzaban a cambiar de bando. Lo más ominoso para los romanos era que sus aliados más fieles, los eduos, parecían a punto de unirse a los sediciosos. De hecho, Convictolitave alcanzó el poder en detrimento del «partido pro-romano» liderado por Coto. A la familia del primero pertenecía Dúmnorix, el vergobreto al que César había mandado asesinar en 55 a. C. En pocas semanas, los eduos se declararon aliados de Vercingétorix.
La defección edua estuvo acompañada por una serie de revueltas protagonizadas por los otrora integrantes de su confederación. César se vio obligado a enviar a Tito Labieno al mando de dos legiones a fin de restablecer el orden en el territorio de los parisios y senones.
Vercingétorix remontó entonces la orilla oriental del Allier; César le persiguió por la orilla opuesta.
Fiel a su táctica, el líder arverno se encerró en Gergovia, oppidum ubicado en las inmediaciones de Clermont-Ferrand. César afirma en sus Comentarios que se había cumplido su deseo de «abatir la vanidad gala así como de devolver el coraje a los suyos». Mientras que el comandante establece sus pérdidas en setecientos hombres, ciertos historiadores califican esta batalla como una derrota aplastante que supuso un importante revés para los intereses romanos en la zona. Plutarco afirma que todo iba bien «hasta el momento en que el pueblo eduo entró en guerra. Al unirse a los rebeldes, provocaron una profunda desazón en el ejército de César. Esa es la razón por la que levantó el campamento».
Tras la derrota César tomó el camino del noroeste a fin de unirse a las tropas de Tito Labieno, que combatían con dureza a los senones. En este punto, la sedición se había extendido por la mayor parte del territorio galo. Vercingétorix logró revalidar su título como líder de los arvernos y obtuvo la alianza de los eduos. Con el objeto de terminar de consolidar su dominio, ordenó la invasión de las provincias del norte de Italia. No obstante, el ataque supuso un completo fracaso.
En Bibracte, se impuso finalmente como líder de los galos sublevados. La mayor parte de las tribus galas se unían por primera vez en su historia. Probablemente quiso derrotar definitivamente a César, creyendo en su superioridad numérica, aunque la mitad de sus tropas potenciales estaban por llegar, que fueron las que constituyeron el contingente de reserva en Alesia.
Julio César reagrupó sus tropas formando doce nuevas legiones, es decir, 50 000 soldados; sin embargo, había perdido a todos los auxiliares galos. El comandante romano centró su atención en recuperar los territorios que le habían arrebatado los rebeldes; negándose a ceder posiciones, Vercingétorix envió a su caballería a combatir a César, al que se enfrentó a pocos kilómetros de Alesia. Los combates concluyeron con una victoria romana.
Vercingétorix decidió reunir las fuerzas de que disponía, aproximadamente 80 000 soldados, en Alesia, el mayor oppidum de los mandubios. Se cursaron peticiones de ayuda a todos los aliados; con sus hombres, las tribus indígenas formaran el «ejército de socorro», formado por c. de 250 000 jinetes e infantes.
Mientras tanto, César desplegó a sus legiones en campamentos ubicados en torno a la fortaleza, y, a fin de poder sitiar el oppidum, ordenó la construcción de una enorme muralla doble que circunvalaba Alesia. La enorme estructura, que seguía el modelo que había empleado Publio Cornelio Escipión Emiliano en Numancia, suponía el bloqueo total de los sitiados; estos no podían salir en busca de alimentos, ni recibir el apoyo del ejército de socorro.
Vercingétorix perdió la batalla tras cuarenta días de implacable asedio; sus tropas se estaban muriendo de hambre. Los refuerzos llegaron finalmente, y, liderados por los jefes mandubios y lemovices, lanzaron una serie de ataques sobre las sólidas defensas romanas. Aunque la situación de los romanos era desesperada no rompieron el sitio en ningún momento. El líder galo aceptó su derrota y solicitó parlamentar con César, al que ofreció su vida a cambio de los 53 000 supervivientes de Alesia. Desarmados, los sitiados salieron de la ciudad y fueron capturados por las legiones.
La derrota en Alesia se basó en la superioridad logística y armamentística de los romanos, a la falta de entendimiento entre los diversos líderes galos, poco acostumbrados a luchar juntos, y sobre todo, a la demora del ejército de socorro.
El resto de tribus continuarían resistiendo un poco más. Lucterio, el líder de los efectivos de refuerzo en Alesia, combatió a los romanos hasta que estos le cercaron en Uxeloduno (51 a. C.), otro inexpugnable oppidum. Cuando les derrotó, César amputó las manos a los supervivientes del asedio a fin de sembrar el terror entre el resto de pueblos galos.
Se especula mucho sobre su muerte. Se dice que Julio César tomó a Vercingétorix como el trofeo de su larga campaña en la Galia, que exhibiría en el triunfo que tenía pensado celebrar. Probablemente, se le mantuvo prisionero en una celda de Tullianum, donde pensaba ser estrangulado en agosto de 46 a. C., año en que César celebró su triunfo sobre la Galia.
Hasta el siglo XIX, los historiadores no mencionaban a Vercingétorix, puesto que sus trabajos sobre los orígenes de Francia llevaban largo tiempo dedicados a los orígenes míticos de las dinastías reales (troyanos, etc.). Únicamente mencionaban a los francos como los primeros habitantes, y a Clodoveo I o Meroveo, como los primeros reyes.
El descubrimiento de Vercingétorix es el de los galos, en la obra Histoire des Gaulois depuis les temps les plus reculés de Amédée Thierry, publicada en 1828. Aunque siguiendo de muy cerca el texto de César, da de ello una versión viva y romántica que proporcionó al libro un inmenso éxito popular. Después Henri Martin en su Histoire de France populaire (1867-1875) celebró bajo una «vena nacional» a los galos, rubios y altos, y a sus jefes, como Vercingétorix. Otro historiador, Rémi Mallet dijo: Henri Martin consigue dotar a Francia y a los franceses de ancestros reales y simpáticos (...). Logró divulgar y que se admitiera definitivamente la existencia de Vercingétorix.
Admirador de Julio César (en su calidad de civilizador de tierras consideradas bárbaras) el emperador Napoleón III contribuyó al redescubrimiento y a la revalorización de la historia de los pueblos galos.
En 1866, Napoleón III encargó a Aimé Millet, erigir una estatua de siete metros de alto de Vercingétorix, en el presunto lugar de la batalla de Alesia, el cual había hecho excavar al coronel Stoffel en Alise-Sainte-Reine, a 60 km al noroeste de Dijon, en Borgoña. En el pedestal, diseñado por arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, se puede leer:
Formant une seule nation
Animée d'un même esprit,
Fue sobre todo durante la Tercera República, cuando se instrumentalizó a Vercingétorix, recalcando su papel heroico, de «resistente al invasor» y símbolo de la idiosincrasia francesa. Dicha propaganda estaba destinada a exaltar el patriotismo de los franceses exacerbando el sentimiento de revancha después de la derrota contra la Alemania de 1870 recientemente unificada. La imagen de patriota galo que se levantó contra el invasor estaba magnificada en los manuales escolares, como el Lavisse:
Esta visión de la historia es retomada por la célebre Le Tour de France par deux enfants (La vuelta a Francia de dos niños) de G. Bruno, aparecida en 1877, de la que se imprimieron 7 millones de ejemplares en los siguientes 30 años. En un capítulo del libro, un joven alsaciano dialoga con un escolar de Auvernia:
A partir de que Camille Jullian publicó su obra Vercingétorix, en 1901, se forjó la imagen moderna del jefe galo. Como dijo Albert Grenier, su sucesor en el Collège de France «buscando a Vercingétorix, Jullian encontró la Galia». Apostilló que esa imagen moderna de Vercingétorix ha sido luego constantemente precisada, aunque se haya visto que los aspectos concretos de su vida todavía están basados, en lo esencial, en una lectura crítica del texto eminentemente político de César.
Debido a la desaparición de los galos y de Vercingétorix de la historia oficial francesa durante más de 18 siglos, no existen representaciones escultóricas ni pictóricas suyas antes del siglo XIX. En 1866 se erigieron las monumentales estatuas oficiales de Vercingétorix en Alise-Sainte-Reine (realizada por Millet, 1866) y en Clermont-Ferrand (por Auguste Bartholdi, 1903). En el siglo XX, Vercingétorix y Julio César fueron representados con una estatura similar en dos de las tres estatuas honoríficas que hay en el extraño palacio ideal de Ferdinand Cheval en Hauterives, en el departamento de Drôme.
A lo largo del siglo XX se han realizado numerosas representaciones de Vercingétorix, imágenes de Épinal y cuadros, como por ejemplo en Bertin, salón de 1867; en Chatrousse, salón de 1877; en Mouly, salón de 1886, en Segoffin, salón de 1911.
Étienne Clémentel, figura radical de Puy-de-Dôme, consagró a Vercingétorix una epopeya lírica en cuatro actos. El libretista fue Joseph-Henri Louwyck y el compositor Joseph Canteloube, y la obra se estrenó en la Ópera Garnier el 26 de junio de 1933.
En la segunda parte del siglo XX, el cómic hace figurar al héroe popular en numerosas ediciones:
Además de los numerosos volúmenes de Astérix, el tomo 18 de la serie del cómic Alix, escrita y dibujada por Jacques Martin, Vercingétorix, aparecida en 1985, se centra en el papel de este en la lucha entre Pompeyo y Julio César.
El tomo 11 de la serie Vae victis!, Cetill le Vercingétorix, publicado en 2001, describe algunos episodios de la Guerra de las Galias.
Los tomos 2 y 3 de l'Extraordinaire Aventure d'Alcibiade Didascaux, de ediciones Athéna, narran las migraciones celtas, la Guerra de las Galias y la romanización.
En cuanto a cinematografía, diversas películas de la última década han contemplado la figura de Vercingétorix:
En la exitosa serie televisiva Xena: la princesa guerrera, el héroe galo recibe un tributo en uno de sus episodios. Para facilitar los diálogos es llamado Vercinix y es salvado de morir por la protagonista, enemiga a su vez de Julio César. Entrega a Craso (quien en este episodio no murió a manos de los partos y quien, por ser un político acaudalado, nadie del populacho conoce) a la condena y muerte pública en lugar de Vercinix, quien así se salva y regresa a su tierra, mientras la historia oficial escribe la versión que todos conocemos. Se deja notar al inicio del episodio las aptitudes para la guerra del pueblo galo donde incluso una mujer se bate de igual a igual con los hombres, igual que lo hace la protagonista.
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