Veni, vidi, viciAFI /weːniː wiːdiː wiːkiː/ o /veni vidi viʧi/ en latín eclesiástico) es una locución latina empleada por el general y cónsul romano Julio César en 47 a. C., al dirigirse al Senado romano, describiendo su victoria reciente sobre Farnaces II del Ponto en la Batalla de Zela.
(La fórmula, atribuida a Julio César —según Suetonio, la escribió tras la batalla de Zela, en la que derrotó al rey del Ponto— se traduce por "Vine, vi, vencí". Se utiliza habitualmente para significar la rapidez con la que se ha hecho algo con éxito, a la vez proclamaba la totalidad de la victoria de César y sirvió para recordar al Senado su destreza militar (César se encontraba inmerso en una guerra civil contra Pompeyo). Alternativamente, el comentario se puede ver como una expresión del desdén de César para el Senado patricio (optimates), que tradicionalmente representaba el grupo más poderoso de la república romana.
Veni, vidi y vici son la primera persona del pretérito perfecto simple de los verbos en latín venire, videre y vincere.
En 1683, el rey de Polonia, Juan III Sobieski, después de la batalla de Kahlenberg, envió una carta al papa Inocencio XI que empezaba con la frase de Julio César, pero la cambió por Veni, vidi, Deus vicit (‘Llegué, vi y Dios venció’).
En el periódico carioca Semana Ilustrada, de fecha del 12 de noviembre de 1865, en el marco de la guerra del Paraguay y tras el sitio de Uruguayana, está titulado como "Venit Vidit Vicit", haciendo referencia al triunfo brasileño frente a las tropas paraguayas.
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