Tannhäuser (pronunciación en alemán: /ˈtanˌhɔʏ̯zɐ/, título completo Tannhäuser und der Sängerkrieg auf Wartburg, Tannhäuser y el torneo de canto del Wartburg) es una ópera en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner, basada en dos leyendas alemanas. Wagner utilizó principalmente dos historias que aparecen en la obra de Ludwig Bechstein, entre otras fuentes: una de ellas es la leyenda del caballero Tannhäuser y la otra es la llamada Der Sängerkrieg auf der Wartburg, es decir el «concurso de canto del Castillo de Wartburg». Los temas principales de la ópera son la lucha entre el amor sagrado y profano, y la redención a través del amor, tema dominante en gran parte de la obra de Wagner. Es la quinta ópera de Wagner. El libreto fue escrito entre 1842 y 1843 y la música entre 1843 y 1845.
Wagner dirigió el estreno en Dresde en 1845, no alcanzando las expectativas esperadas debido a un reparto inadecuado. El tenor que encarnó al protagonista, Joseph Tichatscheck, aunque estaba dotado de magnífica voz, poseía escasas dotes dramáticas, en uno de los roles más difíciles de la Historia de la ópera. Lo mismo podía decirse de Johanna Wagner, sobrina del compositor, interpretando a Elisabeth: de fresca voz, era demasiado joven para comprender los recovecos del temperamento de la protagonista. Wihelmine Shroeder-Devrient, vieja gloria en declive, se vio superada vocal y dramáticamente por el papel de Venus.
Factores que también influyeron fueron su duración (algo más de tres horas) y su complejidad dramática, pues aunque conservaba aún algunos vestigios de la ópera a números, se articulaba en torno a la melodía infinita. Aunque Wagner se sintió tentado a hacer cortes, finalmente los desaprobó.
En 1860 Wagner emprendió una revisión de la obra para su representación en París un año más tarde, a instancias de la princesa de Metternich, denominada Versión de París, en contraposición a la Versión de Dresde. La Obertura y primera escena fueron enlazadas en 1875, en lo que se conoce como Versión de Viena. De las posibles combinaciones que ofrecen han surgido otras versiones intermedias, sobre todo en el contexto de los montajes de Wieland Wagner en el Festival de Bayreuth.
En España se estrenó el 11 de febrero de 1887, en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, cantada en italiano y en la versión de París.
En Buenos Aires, Argentina se estrenó el 21 de julio de 1894 y en el Teatro Colón en 1909 con la compañía italiana de Luigi Mancinelli con Hariclea Darclée y Alessandro Rosanoff.
En el Metropolitan Opera se estrenó el 17 de noviembre de 1884, habiéndose estrenado en Estados Unidos en Nueva York el 4 de abril de 1859.
La ópera es una de las integrantes del Canon de Bayreuth.
Esta ópera figura en el puesto 53 de entre las 100 más representadas en el periodo 2005-2010, según las estadísticas de Operabase, siendo la 14.ª en Alemania y la sexta de Wagner, con 82 representaciones.
El libreto de la ópera surge de la conjunción de tres leyendas medievales:
1. Tannhäuser, Venus y el Papa
La leyenda de Tannhäuser apareció por primera vez en el siglo XVI, en una canción que narra la historia de un caballero que había vagado por el mundo hasta llegar a Venusberg (en alemán montaña de Venus), el reino de la diosa del amor, Venus, donde disfruta de los placeres de aquel mundo secreto. Sin embargo, cansado de los placeres que le provee la diosa, se arrepiente y decide volver al mundo real. Venus intenta impedirlo, y Tannhäuser evoca a la Virgen María con lo cual regresa bruscamente al mundo real. Dispuesto a rehacer su vida, Tannhäuser hace una peregrinación a Roma para pedir el perdón de sus pecados, pero el Papa, escandalizado con su relato, le dice que su bastón reseco de madera se llenará de brotes antes de que Jesús perdone a un pecador como Tannhäuser. Amargado y desilusionado, Tannhäuser vuelve a Venusberg.
Poco después, el bastón del Papa se llena de brotes. El pontífice envía apresuradamente mensajeros que intentan encontrar a Tannhäuser y traerlo de regreso al Vaticano para que sea perdonado, pero el poeta ha desaparecido para siempre, y es el Papa quien es condenado.
2. El concurso de canto en Wartburg
El concurso de canto del segundo acto está inspirado en un hecho histórico. El Landgrave Hermann I Landgrave de Turingia, soberano de Turingia y conocido por su patrocinio de las artes, realizó una gran competencia artística en el castillo de Wartburg. Cinco de los trovadores iniciaron la competición de canto con alabanzas al Landgrave Hermann, pero Heinrich von Ofterdingen elogió a su maestro, el Duque Leopoldo. Los temperamentos se tornaron cada vez más agresivos y se decidió que el perdedor del concurso sería llevado a la muerte. Heinrich von Ofterdingen fue juzgado perdedor, pero pidió la protección de Sofía, la esposa del Landgrave, quien lanzó su manto sobre él, evitando que lo hiriesen.
3. Santa Elisabeth
Wagner también se inspiró en Santa Elisabeth, nuera del Landgrave Hermann.
Elisabeth enviudó a los 20 años, y dedicó su vida a las buenas acciones. Es conocida por su piedad, pureza y devoción por los pobres y enfermos. Wagner fundió la figura de Sofía, esposa del Landgrave que había protegido a Heinrich von Ofterdingen en el concurso de Wartburg, con el personaje de Santa Elisabeth.
En la ópera Elisabeth es la sobrina del Landgrave Hermann y objeto del amor de Tannhäuser.
La obra demanda unas exigencias vocales, corales y orquestales importantes. El papel de Tannhäuser, para tenor dramático, es uno de los más difíciles de la historia de la ópera, equiparable al de Tristán, del mismo Wagner, en Tristán e Isolda. A lo largo de los tres actos debe conjugar, respectivamente, lirismo (en el dúo con Venus), squillo (en sus intervenciones en el torneo de canto) y dramatismo (en la agotadora Narración de Roma). El papel de Elisabeth, para soprano lírica, requiere presencia en el agudo y una gran sensibilidad interpretativa. Venus, en cambio, requiere una soprano dramática, en ocasiones interpretada por mezzosoprano, con voz de color oscuro y aterciopelado. Wolfram es uno de los papeles más comprometidos para barítono, por su gran lirismo y expresividad, que demanda un fraseo impoluto similar al del lied (no en vano, Dietrich Fischer-Dieskau hizo en este papel la creación más sobresaliente de su carrera). El landgrave de Turingia está escrito para bajo profundo, con un registro grave importante en el arioso del segundo acto.
Por lo que se refiere al coro, en la línea de las óperas de Wagner, posee una gran presencia como elemento articulador del drama. El coro masculino tiene a su cargo el comprometido coro de los peregrinos, de cuatro voces a capella, que requiere de una gran masa coral bien empastada, dúctil (desde el sottovoce a una sonoridad explosiva) y de tesitura amplia, mientras que el femenino hace lo propio con el idílico y sensual sottovoce que se escucha en el Venusberg. La entrada de los invitados al torneo de canto en el Wartburg presenta también momentos comprometidos y el concertante del final del segundo acto, técnicamente impecable, constituye una verdadera maniobra de precisión.
La orquesta presenta una plantilla especialmente numerosa para la época. La cuerda, dúctil, debe afrontar los sutiles y brillantes pasajes del tema de Venus en la obertura. Las maderas poseen un tratamiento separado de gran calidad, sobre todo en el tercer acto. El metal, poderoso, brilla tanto en la obertura como en la entrada de los invitados, en el concertante y en el final de la obra. Presencia destacada a lo largo de toda la obra, por tratarse de trovadores, la tiene el arpa, que ejecuta los acompañamientos que éstos hacen con sus arpas.
Interior del Venusberg (Monte de Venus).
Las sirenas, náyades, sátiros y amorcillos juegan y bailan para distraer a Venus y a Tannhäuser, el que hace tiempo vive seducido por la diosa (Ballet y Cr.: Naht euch dem Strande!: ¡Acercaos a la playa... !) Ésta se da cuenta de que el caballero ya no se siente tan feliz como antes (D.: Geliebter, sag: Dime, amado.) Al interrogarle, Tannhäuser le dice que le gustaría volver al mundo. La diosa trata de apartarlo de estas ideas y le pide que cante. El trovador ensalza el amor carnal, aunque echa de menos el que sienten los demás mortales (S.: Die Töne lob (La3): ¡Canto tu elogio!) Venus intenta convencerlo para que se quede a su lado, pero nada consigue (S.: Geliebter, komm!: ¡Acércate, amado!) Cuando le deja ir, le vaticina que un día se acordará de ella. Entonces estará dispuesta a perdonarle (S.: Wie hatt' ich das erworben: ¿Cómo puedo merecer esto?)
Un valle cercano al castillo de Wartburg.
Un pastorcillo vigila a las ovejas mientras canta (Frau Holda: Señora Holda). Se acercan los peregrinos que se encaminan a Roma. Tannhäuser cae arrodillado a su lado y quiere unirse al grupo (Cr.: Zur dir wall ich: Hacia ti voy), cuando de repente entra una partida de cazadores presidida por el landgrave, quien reconoce al trovador y le da la bienvenida. Tannhäuser no dice de dónde viene cuando le preguntan y sigue con su idea de ir a Roma (Cn.: O, bleib!: ¡Oh, quédate'), hasta que Wolfram le cuenta que Elisabeth está muy triste desde su partida (S.: Als du kühnen Sange: Cuando en los conventos). El trovador al oír el nombre de su amada, decide regresar a Wartburg (Cn.: O Kehr zurück!: ¡Vuelve con nosotros!; Der Himmel: El cielo).
Salón del concurso en el castillo de Wartburg.
Elisabeth elogia el lugar que tan grandes competiciones ha visto, el cual volverá a recuperar su brillo con el regreso de Tannhäuser (A.: Dich, teure Halle: Salve, noble salón) (Si4). El trovador por fin se encuentra con la dama, la que llena de discreta alegría le da la bienvenida (D.: O Fürstin !: ¡Oh, princesa!; Ich preise dieses Wunder: Bendito este milagro; D.: Gepriesen sei die Stunde: Celebro esta hora). Se acerca el landgrave y, al contemplar la alegría de su sobrina, le promete que se cumplan todos sus anhelos (Noch bleibe denn unausgesprochen: Que durante cierto tiempo). Llegan los nobles preparados para asistir al concurso (Cr..‑ Freudig begrüsen wir: Alegres saludamos [este salón]). El landgrave recuerda la brillante historia del sitio y promete que la mano de su sobrina será el premio para el ganador del concurso (S.: Gar viel und schön: Muchas veces y bellamente). Se inicia la competición. Wolfram entona la alabanza del amor místico (S.: Blick ich umher: Cuando mi vista). Tannhäuser le dice que el amor es la pasión de dos cuerpos enlazados (S.: O Wolfram). Biterolf le responde que el amor es el sentimiento heroico que defiende la virtud (S.: Heraus zum Kampfe mit uns allen!: ¡Te desafiamos a combate singular!) Wolfram invoca al Altísimo para que le inspire (S.: O Himmel: ¡Oh, cielo!). Tannhäuser, exasperado, entona el elogio del amor carnal y afirma haber estado en el Venusberg (S.: Dir Göttin der Liebe (La,): A ti, diosa del amor). Todos, sobrecogidos, le acusan de blasfemo (Cn.: Ihr habt's gehört!: ¡Lo habéis escuchado!) Cuando los caballeros se disponen a acribillarlo con sus espadas, Elisabeth se interpone y pide clemencia, pues confía que Tannhäuser volverá a Dios (S. y C.: Der Unglücksel'ge: El desdichado; Ein Engel: Un ángel.) El landgrave afirma que solo puede hallar el perdón acompañando a los peregrinos a Roma (S.: Ein furchtbares Verbrechen: Un crimen horrible; Cn.: Mit ihnen sollst du wallen: Debes peregrinar con ellos.) De pronto se escucha el coro de peregrinos que pasa cerca del castillo. Tannhäuser corre a unírsele (Cr.: Am hohen Fest: Oh, días de fiesta.) (Intermedio: Peregrinación de Tannhäuser).
El mismo valle del cuadro II del acto I.
Wolfram contempla a Elisabeth que reza a la Virgen María (S.: Wohl wüsst ich hier sie im Gebet zu finden: Sabía que aquí la encontraría orando.) Se acerca un grupo de peregrinos (Cr.: Beglückt darf nun dich: Feliz puedo volverte a ver), pero entre estos la joven no ve a su amado. Tristemente se resigna a morir y pide perdón por sus pecados (S.: All mächt'ge Jungfrau: Virgen santa [todopoderosa].) Cae la noche. Cuando la joven se marcha, Wolfram, quien siempre la ha querido, canta al lucero vespertino para que la acompañe en su subida a los cielos (R.: Wie Todesahnung: Como un presentimiento de muerte; A.: O du mein Holder Abendstern: Oh tú, dulce estrella del crepúsculo.) De pronto se acerca un hombre cubierto de harapos. Es Tannhäuser, al que su amigo no reconoce. Cuando por fin se da cuenta, le pregunta si ha conseguido el perdón (D.: Ich hörte Harfenschlag: He escuchado el sonido de su arpa). El trovador, agresivo, le responde que el Papa se lo ha denegado diciendo que así como su viejo báculo no florecerá jamás, tampoco obtendrá perdón ni su absolución a su horrible pecado. Tannhauser declama la Narración: Inbrust im Herzem (La'3: El corazón ardiendo), declarando que solo desea regresar a los brazos de Venus. De pronto aparece la diosa y Tannhäuser corre hacia ella, mientras su amigo trata de salvarle. Cuando este pronuncia el nombre de Elisabeth, Venus desaparece con todo su cortejo (Willkommen, ungetreuer Mann: Bien venido, hombre infiel). En la oscuridad se acerca una procesión de antorchas que portan el ataúd de la joven. Tannhäuser ruega ante el cuerpo inerte de Elisabeth que rece por él y fallece sobre el mismo. En este momento se aproxima un grupo de jóvenes peregrinos que traen el báculo del Papa completamente florecido, símbolo del perdón de Dios a Tannhäuser. (Cn.: Ich ward der Engel sel'ger Lohn: De los ángeles santos ha recibido).
El conflicto que plantea Tannhäuser es la confrontación entre dos mundos con valores opuestos.
El primero representado por el Landgrave Hermann, los Minnesänger (trovadores alemanes) con su canto por el amor cortés, su moral y sólidos valores religiosos, todo esto como símbolos del pensamiento medieval. El segundo es el mundo de Venus, que simboliza la sensualidad y el erotismo, con su contenido mitológico (sirenas, ninfas, sátiros, faunos), es una evocación del espíritu del Renacimiento.
El conflicto entre estos dos mundos toma forma en Tannhäuser, quien encierra en sí mismo la necesidad de elegir entre ambos mundos y no quedar satisfecho con ninguno. Esta insatisfacción se ve reflejada en el primer acto, cuando le reclama a Venus que lo deje libre para volver a su mundo, y en el segundo acto cuando durante la competencia canta desafiante a la diosa Venus, y va a generar siempre el rechazo, ya sea a través de la condena del Papa como de los Minnesänger y de la misma diosa.
Este conflicto no puede resolverse en este mundo, sino que solo se realiza en la muerte, como es habitual en la obra de Wagner, a partir del sacrificio de Elisabeth por amor.
Si bien Wagner toma partido y triunfa el mundo espiritual sobre el pagano, no se trata de una simple dramatización de lo sacro sobre lo profano, del espíritu sobre la carne, sino más bien es una celebración de la síntesis de estos opuestos, la cura de un alma atormentada entre dos mundos. Por eso la muerte y redención de ambos se da en un mundo distinto, superador de esta antinomia. Ya en la competencia del segundo acto se plantea la sublimación de esta antinomia, dejando en el espectador cierto nivel de justificación de aquel mundo que finalmente termina siendo derrotado.
La síntesis entre ambos mundos se ve reflejada en distintos momentos de la obra, como en la canción de Wolfram a la estrella vespertina, que se trata justamente de Venus pero que también representa a la Virgen María en la simbología cristiana.
Elisabeth comparte con Tannhäuser algo de ambos mundos, ya que de él aprende a conocer la sensualidad y el amor, tal como confiesa en el segundo acto, pero conserva su fe católica que la identifica con el mundo espiritual. Por eso la verdadera figura que se contrapone a Venus no es Elisabeth, sino la virgen María, a quien Tannhäuser invoca para escapar del Venusberg.
El conflicto se resuelve a través de la muerte de ambos protagonistas, una muerte no física sino simbólica, que les da acceso a un nuevo mundo donde pueden ser perdonados y redimidos.
La obertura de Tannhäuser es una de las páginas más difundidas del autor y se ejecuta frecuentemente en las salas de concierto. Constituye el paradigma de la obertura mosaico, exposición de los temas que se desarrollarán en la obra, principalmente el contraste entre el tema de los peregrinos, asociado al perdón, la piedad, el amor puro, Elisabeth, y el de Venus, el amor sensual y lujurioso.
La primera sección es un andante maestoso con una estructura ABABA. El tema A es el tema de la peregrinación, que es introducido por dos trompas, dos fagots y dos clarinetes, en forma de coral, y B es el tema del perdón que aparece en las violas y chelos con un fuerte contenido cromático. Son 80 compases que forman un crescendo y decrescendo que representa el paso de los peregrinos por la escena en un característico motivo de semicorcheas sincopadas que se repetirá en la escena del coro de los peregrinos del tercer acto.
La segunda sección está relacionada con el Venusberg, en una escena sensual en la que aparecen distintos personajes mitológicos, como sátiros, sirenas y ninfas, culminando en el himno a la diosa Venus que Tannhäuser desplegará en la primera escena del primer acto.
En la versión de Dresde, el tema de Venus se va desvanenciendo para reexponer con gran solemnidad el tema de los peregrinos, teniendo la Obertura carácter independiente del primer acto. En la versión de París, como ya quedó dicho más arriba, a la conclusión de la Obertura sigue la gran página musical de la Bacanal (ballet). También hay versiones mixtas (reconocidas «oficiales»), como aquellas en las que la Obertura de Dresde enlaza, sin el ritornello del tema de los peregrinos y sin solución de continuidad, con la propia Bacanal al completo, (escrita para París).
Coro masculino formado por los peregrinos que, a lo largo de la obra, van y vienen de Roma en peregrinación para expiar sus pecados. La melodía, escuchada por primera vez al comienzo de la Obertura, se presenta como un grandioso coral a capella, a cuatro voces masculinas, de gran sobriedad y fervoroso texto. El característico motivo sincopado de la cuerda hace al oyente partícipe de su ida y venida, acercándose y alejándose por el camino.
Al final de la obra, se muestra bellamente acompañado por las maderas, dándole si cabe una sonoridad aún más mística. En esta ocasión es iniciado por el coro femenino (peregrinos jóvenes), incorporándose el coro masculino (peregrinos viejos), en la segunda estrofa, en una explosión orquestal en la que se vuelve a hacer patente el motivo sincopado en la cuerda.
El genial fragmento causó una gran impresión en el propio Wagner, tal y como puede leerse en los Diarios de Cósima. Así, este dijo: «Todavía debo al mundo el Tannhäuser», a propósito de la resolución de la canción del Pastor y del coro de los Peregrinos.[¿dónde?]
Cantada por Wolfram en el tercer acto, constituye uno de los escasos vestigios que quedan de la concepción de la ópera hasta ese momento, al constituir un aria que, si bien se muestra sin solución de continuidad, mantiene los elementos usuales de la época.
En 1860, la princesa de Metternich auspició la interpretación de Tannhäuser en París, en tiempos de Napoleón III. Si bien Wagner esperaba estrenar su obra en el Théâtre Lyrique, su representación en la Ópera de París implicaba incluir un ballet en el segundo acto de la obra, como era tradición en este teatro. Ante la imposibilidad argumental y dramática de incluirlo en este acto, Wagner optó por introducirlo a continuación de la obertura, representando el mundo sensual de Venus a través de una bacanal que fue coreografiada por Marius Petipa.
La versión de París presenta los siguientes cambios:
El estreno de esta nueva versión tuvo lugar el 13 de marzo de 1861, y fue un estrepitoso fracaso. El público de la capital francesa demostró no estar preparado para recibir el impacto que representaba la obra. Detalles como que los socios del Jockey Club llegaran, según su costumbre, al segundo acto, donde se solía insertar el ballet de la habitual grand-opéra, y que manifestaran ruidosamente su descontento por el hecho de que el ballet ya se hubiese dado, no dejan de ser circunstancias que revelan la desconexión absoluta entre el genio de Wagner y el público que había de contactar con él en aquella ocasión.
En 1875 se interpretó Tannhäuser en Viena. Se conservaron las modificaciones procedentes de la versión de París, con el texto en alemán, y se unieron sin solución de continuidad la Obertura y la bacanal, suprimiendo la reexposición del tema de los peregrinos. No obstante, esta distribución es la que conmunmente se denomina Versión de París, al conservar todas las innovaciones de aquella, añadiendo la unión de Obertura y bacanal y el texto en alemán.
Al igual que la de El holandés errante, la obertura de Tannhäuser cuenta la esencia de la trama de la ópera: la lucha entre el amor carnal y el espiritual que desgarra al protagonista, y al igual que aquella, es un magnífico poema sinfónico en el que se desgranan perfectamente los distintos leitmotivs. También trata del tema de la redención, si bien con un carácter mucho más espiritual y menos ontológico, frente a El holandés errante.
Resulta admirable, por otra parte, cómo Wagner sabe mantener la atención a lo largo de los extensos solos gracias únicamente a su música verdaderamente excepcional, así como logra los más hermosos contrastes tanto en la escena de Venus y el trovador, como entre este cuadro I y el II del acto I. Los leitmotivs de la obra, no más de diez, aún no conforman todo el tejido musical, acudiendo en ocasiones a nuevas melodías y con dos arias de corte clásico: Die teure Halle (Elisabeth) y O du mein Holder Abendstern (Wolfram). La aún influencia de Mendelssohn se muestra en el dúo de Tannhäuser y Elisabeth del segundo acto, de la grand-ópera francesa en la entrada de los invitados y del estilo italianizante en el solo de Wolfram del acto primero, si bien todo ello elevado a la calidad intrínseca del autor, como ocurre con unos corcentantes magistrales dentro de un estilo convencional.
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