Rerum novarum (latín: «De las cosas nuevas» o «De los cambios políticos») es la primera encíclica social de la Iglesia católica. Fue promulgada por el papa León XIII el viernes 15 de mayo de 1891 con el título "De Conditione Opificum", aunque se la denomina por sus dos primeras palabras. Fue una carta abierta dirigida a todos los obispos y catedráticos, que versaba sobre las condiciones de las clases trabajadoras. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho laboral de «formar uniones o sindicatos», pero también se reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada. Además discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia, proponiendo una organización socioeconómica que más tarde se llamaría distributismo.
Aun cuando se ha debatido sobre sus posiciones o declaraciones particulares, es claro que este trabajo fue notable como resumen de muchos asuntos planteados por la Revolución Industrial, por el creciente movimiento obrero y las sociedades democráticas modernas. Con esta encíclica la Iglesia pretendió, entre otras cosas, paralizar la «descristianización» de las masas trabajadoras, en un período en el cual la credibilidad de la Iglesia se veía disminuida debido a que los sectores populares de la cristiandad e incluso del clero, se inclinaban por las ideas revolucionarias o que las soluciones vendrían de las acciones conjuntas de la Iglesia, del estado, el patrón y los trabajadores.[cita requerida] Precisó los principios para buscar la justicia social en la economía y la industria. Se acepta generalmente que la encíclica Rerum Novarum es la carta de fundación de la democracia cristiana y una pieza clave de la doctrina social de la Iglesia.
El papa señala los orígenes y características de la crisis social que atravesaba Europa indicando que sus causas se deben al abandono de la fe:
Frente a las ideas socialistas la Iglesia señaló:
Defensa de la propiedad privada:
Sostenía que la propiedad privada era un «derecho natural», dentro de los límites de la justicia, haciendo referencia al iusnaturalismo:
La encíclica también condenó la pobreza y degradación de muchos trabajadores, argumentando que la deshumanización del trabajador y una paga injusta eran contrarios a la fe católica.
Recordó a los ricos y patrones que:
Afirmó que cada trabajador debe recibir un salario que le permita subsistir y tener una vida razonablemente cómoda y que, si aceptaba malas condiciones laborales debido a la necesidad o al temor, el trabajador era una víctima de la injusticia.
Partiendo de la competencia del magisterio de la Iglesia en cuestiones sociales manifestó la necesidad de adoptar medidas en favor de los obreros, con la consiguiente intervención del Estado (normas de higiene y seguridad en el trabajo, tutela del descanso dominical, limitación de horarios y jornadas laborales, etc.).
Fue un elemento indispensable para el fomento de las mejoras en las condiciones de los obreros, la constitución y fomento de asociaciones obreras católicas (junto a las ya existentes por aquella fecha). Esta encíclica constituye, pues, un importante estímulo para el incipiente catolicismo social.
Recomendó a los católicos, si lo deseaban, organizar partidos laboristas propios y uniones de trabajadores bajo principios católicos:
Se marcan los deberes de los obreros:
Conjuntamente con el resto de su obra, durante su período como papa (1878-1903), la encíclica tuvo un efecto profundo en la Iglesia católica, en su jerarquía y en el mundo moderno. En esa época, su apoyo a los sindicatos de trabajadores y un salario justo fueron vistos como radicalmente izquierdistas.
Muchas de las posiciones de Rerum Novarum fueron completadas por encíclicas posteriores, especialmente Quadragesimo Anno (1931) de Pío XI, Mater et Magistra (1961) de Juan XXIII, y Centesimus annus (1991) de Juan Pablo II.
Provocó una reforma en medio de una Iglesia donde varios sectores reclamaban que se abandonaran posiciones políticas afines a los gobiernos y a los sectores dominantes para que la Iglesia se encargara únicamente del oficio religioso ecuménico.
Como conclusión puede señalarse que Rerum Novarum diseñó una estrategia que logró contribuir a salvar el período de crisis que enfrentaba la Iglesia y que la reestructuración doctrinal y práctica que provocó, delineó la nueva imagen de la Iglesia católica actual.
El arzobispo de Westminster, cardenal Henry Edward Manning, influyó mucho en la redacción de Rerum Novarum.
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