El Reino de la Araucanía y la Patagonia (en francés: Royaume d'Araucanie et de Patagonie), también denominado Reino de Nueva Francia (en francés: Royaume de Nouvelle-France), fue el nombre que recibió el intento de establecer un estado en territorio mapuche y tehuelche bajo la autoridad del aventurero francés Antoine de Tounens. El estado, nunca reconocido, fue instituido formalmente con un decreto proclamado por su creador el 17 de noviembre de 1860.
De Tounens era un procurador del Tribunal de primera instancia de Périgueux (Francia) devenido en aventurero, quien afirmó que las regiones de la Araucanía y la Patagonia oriental no dependían de los estados vecinos, Argentina y Chile, por lo cual podían proclamarse independientes bajo su soberanía. En consecuencia, viajó a las regiones de la Patagonia chilena y tuvo algún contacto con algunos loncos mapuches, quienes deseaban mantener su independencia del gobierno chileno. No hay pruebas concluyentes de que los mapuches lo considerasen su soberano o incluso un gobernante.
De Tounens fue arrestado el 5 de enero de 1862 por las autoridades chilenas, encarcelado y declarado mentalmente insano en un juicio celebrado en un tribunal de Santiago el 2 de septiembre de dicho año. El 28 de octubre de 1862 fue expulsado de regreso a Francia. Intentó regresar a Araucanía y Patagonia en tres ocasiones para reclamar su supuesto reino, pero fue detenido en cada una de ellas y expulsado de Argentina y de Chile.
Desde su muerte, existe una línea sucesoria de pretendientes al trono.
En 1858, Antoine de Tounens, procurador del Tribunal de primera instancia de Périgueux en Francia después de ser influido por la lectura de una traducción francesa del poema La Araucana de Alonso de Ercilla, decidió ir a Araucanía para fundar allí un reino.
Antoine de Tounens llegó en 1858 al puerto de Coquimbo y después de pasar algún tiempo en casa de una dama francesa en Valparaíso y Santiago, se dirigió a la Araucanía desde el puerto de Valdivia. Allí se contactó con el lonco Quilapán, al que sugirió la idea de fundar un Estado para el pueblo mapuche con la promesa de lograr apoyo diplomático francés para los mapuche durante la época final de la Guerra de Arauco. Su propósito era, según aseguraba en su correspondencia, «civilizar a los araucanos».
Quilapán permitió el ingreso de Tounens a sus tierras, cuyo paso estaba prohibido para los huincas (extranjeros).
El 17 de noviembre de 1860 de Tounens fundó allí el «Reino de la Araucanía» y se autoproclamó "rey de la Araucanía" bajo el nombre de Orllie Antoine I.
En los días siguientes, Tounens promulgó la constitución del reino y, según algunos, el 20 de noviembre del mismo año declaró la anexión de la Patagonia, estableciendo como límites el río Biobío en Chile por el norte, el océano Pacífico por el oeste, el océano Atlántico por el este desde el río Negro en la actual Argentina hasta el estrecho de Magallanes, límite austral continental del Reino.
Un año después de esta autoproclama, un parlamento mapuche compuesto por un grupo de jefes locales (arribanos, habitantes de los valles de la Precordillera), aceptó supuestamente sus pretensiones.
Las escasas fuentes históricas aseguran que tuvo contacto con algunas autoridades del pueblo mapuche, sin embargo, el rey nunca tuvo el control de ningún punto del territorio. Las autoridades tradicionales mapuches continuaron en sus funciones, no se alteraron las costumbres y el estado nunca llegó a establecerse. Tounens fue aceptado por la comunidad, en especial por Quilapán, como un extranjero capaz de lograr el apoyo de una potencia europea; no hay indicios de que lo reconociera como soberano, si bien Quilapán siguió algunos de sus consejos y le permitió usar el título de rey.Valle Central, entre los ríos Biobío y Toltén, nunca reconocieron a Tounens y lo denunciaron ante Saavedra.
Los mapuches conocidos como abajinos, gente de los llanos delDe Tounens viajó a Valparaíso para dar a conocer su reino al gobierno de Chile, en aquel entonces bajo la presidencia de Manuel Montt, quien no reconoció el nuevo Estado. Después de que de Tounens regresara a la Araucanía, el gobierno chileno bajo el mandato del nuevo presidente José Joaquín Pérez ordenó la búsqueda y arresto del proclamado rey, bajo el cargo de perturbación del orden público. Uno de sus acompañantes, criollo y probablemente miembro del ejército chileno, lo entregó a orillas del río Malleco, en enero de 1862, siendo trasladado a Nacimiento y luego a Los Ángeles.
Antoine de Tounens fue declarado loco por un fallo de la corte de Santiago del 2 de septiembre de 1862
y expulsado a Francia el 28 de octubre de 1862. En Europa, Tounens promocionó su aventura, siendo apoyado por algunos empresarios para financiar un segundo viaje, realizado a fines de 1869. Sin embargo, durante aquellos años, el gobierno chileno había realizado maniobras militares en el territorio para incorporarlo a la República, por lo que Tounens no fue recibido con el apoyo anterior, debiendo huir a Buenos Aires. El historiador chileno Bengoa supone que en esta ocasión llegó con un navío cargado con armas y algunos petrechos militares.
Tras intentar dos nuevos ingresos en 1874 y 1876, de Tounens murió en Tourtoirac, Francia el 17 de septiembre de 1878.
Un testimonio oral de su presencia aparece en boca de Juan Calfucurá quien dijo a su entrevistador cincuenta años después de la aventura de Tounens:
El 28 de agosto de 1873, un tribunal de París dictaminó que Antoine de Tounens, conocido como «rey de Araucania y Patagonia», nunca pudo justificar su condición de soberano.
El territorio reclamado por de Tounens correspondía básicamente a aquellas comarcas que no habían sido sometidas por los gobiernos de la República Argentina y la República de Chile. Tounens las consideraba Terra nullius ya que, como asegura en su proclamación, «... no depende de ningún otro estado; ... se halla dividida por tribus...»
Gran parte de la Patagonia oriental ubicada al sur del río Colorado se encontraba habitada por los tehuelches y pueblos pampas araucanizados, mientras que al occidente de los Andes el límite entre mapuches y chilenos estaba definido por el río Biobío, de acuerdo a lo estipulado en el Parlamento de Quilín de 1641. En ambos casos los estados argentino y chileno reivindicaban dichos espacios como propios en virtud del principio de uti possidetis ya que habían sido nominalmente parte del imperio español, conforme la concesión del papa Alejandro VI según las llamadas Bulas Alejandrinas nunca cuestionadas.
En el comienzo de la conquista, la Patagonia fue parte de la Gobernación de Nueva León, concedida por la corona española al noble don Simón de Alcazaba y Sotomayor. Fracasado el intento de colonización, las autoridades coloniales locales de Buenos Aires y Santiago establecieron puestos en la región oriental y occidental, respectivamente, y celebraron tratados con las autoridades indígenas que controlaban el territorio. La administración española, sin embargo, nunca deslindó los territorios patagónicos entre la Capitanía General de Chile y el Virreinato del Río de la Plata.
Es así que diversos asentamientos existían hacia el sur de los límites mencionados; Valdivia, Osorno y el archipiélago de Chiloé habían sido territorios hispanos con aterioridad a la independencia de Chile y fueron posteriormente incorporados a este país, mientras su gobierno avanzaba en la colonización de Llanquihue desde 1845, especialmente con inmigrantes de origen alemán. Asimismo existieron poblaciones de fundación hispánica al oriente de la cordillera de los Andes, tales como Carmen de Patagones. El territorio en torno al estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego también, fue habitado por pobladores chilenos y argentinos desde la década de 1840.
Los grupos indígenas mapuches y tehuelches ocupaban el territorio que Tounens reclamaba como su reino, la mayor parte de ellos resistiendo con diferentes estrategias la presión de los estados nacionales surgidos de la independencia.
En Chile, reconocidos como parte de un conflicto y firmantes de tratados con el gobierno central, los mapuches alternaban las alianzas y los ataques con el gobierno de Santiago. No siempre sus acciones eran coordinadas, ya que no había una autoridad central; algo que Tounens menciona, también, en su proclamación; «... un gobierno central es reclamado, tanto por el interés particular como en el orden general...» A tenor de sus declaraciones posteriores y en consonancia con el pensamiento eurocéntrico de su época, él sería el indicado para organizar la resistencia indígena estableciendo una monarquía similar a las europeas.
En Argentina, donde la presencia del francés fue esporádica, los mapuches y los pueblos «araucanizados» llamados genéricamente «pampas», resistían por medio de incursiones (malones) a través de la extensa y permeable frontera entre sus dominios (los criollos lo llamban «el desierto») y las poblaciones dependientes de los estados provinciales. También aceptaban firmar tratados con los gobiernos (y a veces con las facciones polìticas) de Argentina y en numerosas ocasiones se reconocían como «argentinos». La prensa porteña, sin embargo, solía mencionarlos como «chilenos» con propósitos propagandísticos. Excepto con Calfucurá, quien lo recibió por la amistad que lo unía a Quilapán, Tounens no tuvo contacto con grupos indígenas de esta región, mucho menos con los tehuelches, moradores de la Patagonia que el francés también reclamaba. Hay que notar que los mapas europeos y estadounidenses de la época muestran al territorio al sur del río Negro como una entidad aparte respecto de Chile o de Argentina; lo que expresa sin dudas la pretensión de las potencias de lograr derechos sobre esas tierras pobladas por «salvajes» y sin control pleno de los estados nacionales vecinos.
En los años sucesivos, el territorio reivindicado por el aventurero francés, que Argentina y Chile consideraban propio sería efectivamente ocupado por ambas repúblicas a través de campañas militares conocidas como la Pacificación de la Araucanía en Chile y la Conquista del Desierto en Argentina; como también por exploraciones militares y el establecimiento de poblaciones criollas e inmigrantes venidas de Europa. Los indígenas que se resistieron fueron exterminados o perseguidos a ambos lados de la Cordillera y quienes se sometieron recibieron algunas parcelas para el cultivo o la ganadería. En ninguno de estos momentos históricos, el supuesto reino de Araucania fue mencionado, ni sus proclamados reyes, intervinieron de alguna manera en la defensa del territorio que reclamaban.
La Constitución del Reino de la Araucanía fue el pretendido texto fundamental de la monarquía constitucional del Reino de la Araucanía y la Patagonia. Redactada por el abogado y aventurero francés Orélie Antoine de Tounens, fue promulgada el 17 de noviembre de 1860, con la proclamación de este último como Rey de la Araucanía y la Patagonia, bajo el nombre Orélie Antoine I. Nunca tuvo vigencia y en ella no participaron los pobladores mapuches, ni se tuvo en cuenta sus tradiciones.
La carta constitucional constaba de nueve títulos integrados por un total de 64 artículos. El preámbulo se basaba en cinco principios: a) un rey o reina siguiendo el orden hereditario; b) un grupo de ministros dependientes directamente del rey; c) un Consejo de Privilegiados, compuesto por los nobles del reino; d) un Consejo de Estado, que se encarga junto con los ministros de hablar en nombre del gobierno y, e) un cuerpo legislativo electo por sufragio universal.
El 28 de agosto de 1873, el tribunal de París dictaminó que Antoine de Tounens, conocido como «rey de Araucanía y Patagonia», no había justificado su condición de soberano.
Antoine de Tounens no tuvo hijos, pero desde su muerte en 1878, ciudadanos franceses sin ninguna relación familiar con él se declaran pretendientes al trono de la Araucanía y la Patagonia sin que quede claro que los mapuches aceptan o están informados.
En 1882, tres años y medio después de la muerte de Antoine de Tounens, el francés Achille Laviarde declaró que Antoine de Tounens lo había nombrado heredero del trono de Araucanía por un testamento. Achille Laviarde se declaró rey de Araucanía bajo el nombre de Aquiles I.
Los pretendientes al trono de Araucanía y la Patagonia son designados como soberanos de fantasía,
«teniendo solo pretensiones imaginarias de un reino sin existencia legal y sin reconocimiento internacional». No obstante, el pretendiente al trono Philippe Boiry ha afirmado que el título habría sido preservado en la persona de Laure Thérèse Cros, hija de Antoine Hippolyte Cros. A la muerte de Laure Thérèse Cors, le habría sucedido su hijo, Jacques Antoine Bernard, quien en 1951 habría abdicado en favor de Boiry. La principal evidencia esgrimida es una carta de consentimiento de Antonio III y un certificado en el que se consigna la abdicación y transmisión de la sucesión del título, con fecha 12 de mayo de 1951.
Los reyes o pretendientes que sucedieron al fundador jamás visitaron el Reino hasta que Boiry estuvo un par de semanas en Argentina y Chile en abril de 1989. En esa oportunidad, declaró que se titulaba príncipe y no rey puesto que su reino «ha sido conquistado y destruido».
El periodista Enrique Oliva, corresponsal del diario Clarín de Buenos Aires en Francia, denunció en varios artículos de prensa al supuesto monarca, por vender títulos nobiliarios «tan falsos como su presunta majestad». En su libro El Rey de la Araucanía y Patagonia de 1995, Oliva con el seudónimo de Lepot, explica la historia del «reino», al que niega toda existencia real, e impugna la sucesión de Boiry. En una publicación francesa, del año siguiente, Oliva escribió un capítulo, titulado «Le Roi de Patagonie», donde ratifica sus dichos. Boiry, a su vez, presentó una demanda ante la justicia francesa reclamando una indemnización y con la pretensión de validar su título por vía judicial; la corte desestimó estas denuncias en 1997. Actualmente existen dos personas que reclaman la sucesión al trono de este estado inexistente, cada una de las cuales mantiene sitios de Internet y ejercen sus «derechos» otorgando falsos títulos nobiliarios. También aparecen reclamos sucesorios en algunos sitios de Internet que apelan a supuestas instituciones y designaciones para ocupar el puesto ante la eventualidad de la restauración de la Carta Patente de 1908.
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