La reconcentración fue un método y una política utilizada por el general Valeriano Weyler adoptada a partir del 16 de febrero de 1896 para aniquilar militarmente el levantamiento independentista cubano de 1895. Consistía en aglomerar de manera forzosa a los campesinos en poblados cercados, con el fin de aislar a los insurrectos de su medio natural evitando que pudieran recibir ayudas. La medida creó una situación compleja al no poder suministrar alimentos a estas poblaciones con graves condiciones de insalubridad que experimentaron hambrunas y epidemias, tanto en los soldados españoles como en la población civil, volviéndola altamente impopular. La medida vio su fin en noviembre del año siguiente con la sustitución de Weyler por el general Ramón Blanco y Erenas quién llegó con la concesión de la autonomía para intentar restaurar el daño ocasionado.
Los mambises le habían ganado la partida a Martínez Campos. Al comprobar cómo el éxito de los rebeldes dependía del apoyo que estaban recibiendo tanto de los pueblos próximos como de los filibusteros estadounidenses que desembarcaban armas, organiza la reconcentración, de población civil del campo en los poblados, sin la cual era imposible su control, organizando zonas de cultivo en todas las zonas con destacamentos destinados a dar alimentación a los concentrados.:
Cánovas del Castillo sobre esta guerra afirma que se hará hasta el último hombre y hasta la última peseta, sustituye a Martinez Campos y nombra a Weyler como Capitán General. Gracias a esto la guerra da un vuelco.
Esta medida despertó contra Weyler odio y sobre todo intranquilidad para los insurrectos, que tenían dificultades para recibir informes, abastecimiento y ayuda. Aunque Weyler fue tachado de cruel y despiadado, esta táctica surtió efecto.
La proclama de Weyler decía textualmente:
Como buen estratega se le ocurre dividir la isla a través de las trochas, murallas con puestos de vigilancia para aislar a los mambises.
Weyler reorganizó su ejército, dividiéndolo en cuerpos, divisiones, brigadas y medias brigadas, suprimiendo muchos destacamentos inútiles formados por indisciplinados "voluntarios" y engrosando con ellos a los batallones bajo mandos profesionales. Complementó su esquema con la organización de fuerzas irregulares, táctica e información, una nueva división territorial militar así como el refuerzo de la trocha creada desde Morón y la creación de otra nueva con todos los adelantos militares, trocha Mariel-Majana, entre las provincias de La Habana y Pinar del Río, donde operaba el ejército mambí a las órdenes del líder Antonio Maceo.
No cabe duda de que esta medida despertó contra Weyler odio con una táctica que surtió un efecto negativo en el curso de la guerra. Las zonas confinadas de alojamiento de los reconcentrados no guardaban las condiciones higiénicas favorables, sin control del agua ni de la disposición de residuales líquidos y sólidos. No existían tampoco lavabos, ni camas, lo cual favorecía los casos de disentería y diversas infecciones gastrointestinales. La población infantil era la más afectada.
El estadounidense Stephen Bonsal, citado por el historiador cubano José Manuel Cabrera, aporta datos difícilmente cuantificables, por carecerse de fuentes fidedignas, estimando a finales de 1896 unos 400 000 cubanos no combatientes reconcentrados. Carlos M. Trelles y Govín, historiador cubano, afirma que por estas causas murieron no menos de 300 000, incluyendo residentes habituales de las ciudades, antes de la medida, y que no fueron reconcentrados como tales, y los que murieron por incumplir la orden.
Hasta hoy, los investigadores no se han puesto de acuerdo sobre el número de bajas civiles, que oscila entre 60 000 y 500 000. Los estudios más recientes parten de unas 170 000 víctimas civiles, un 10 por ciento de la población de la isla.
Medidas como estas eran prácticas que se realizaban en conflictos contemporáneos similares: Horatio Kitchener en la Guerra de los Bóeres; el ejército de Estados Unidos en sus Guerras Indias y en la Guerra de Secesión, como hicieran los generales Sheridan y Hunter al devastar completamente el valle de Shenandoah o Sherman al arrasar Georgia y Carolina del Sur; el Ejército de la República Argentina en su Conquista del Desierto, etc.
Hay que destacar que las medidas del General Weyler fueron en ocasiones excesivamente exageradas por la prensa de EE. UU. (Pulitzer, Hearst), lo que granjeó la impopularidad internacional a España y facilitó el apoyo popular a la entrada de EE. UU. en guerra.
Se esparcieron noticias totalmente falsas como que había miles de estadounidenses reconcentrados que necesitaban socorro. Weyler tomó la medida, lógica desde toda perspectiva militar, por la que obligó a los ciudadanos estadounidenses a inscribirse en un registro especial y de esta forma evitar que pudieran ser hechos prisioneros.
Desesperación, miseria, muerte y caos es el caldo de cultivo esperado y deseado por los periodistas estadounidenses quienes catapultaban sesgadas observaciones, produciendo el efecto que buscaban desde el inicio:
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