El principio de razón suficiente es un principio filosófico según el cual todo lo que ocurre tiene una razón suficiente para ser así y no de otra manera, o en otras palabras, todo tiene una explicación suficiente.
El principio de razón suficiente admite diversas formulaciones, todas ellas pueden ser reducidas a alguna de las formas siguientes:
Aquí «explicación suficiente» puede entenderse como un conjunto de razones o de causas, aunque muchos filósofos de los siglos XVII y XVIII no distinguieron entre estos dos tipos de «explicaciones suficientes». El resultado del principio, sin embargo, es muy diferente según se interprete una «explicación suficiente» de una u otra manera.
En la actualidad sigue siendo una cuestión abierta si el principio de razón suficiente puede ser considerado un axioma en una construcción lógica como en una teoría matemática o en una teoría física, porque los axiomas son proposiciones que se aceptan sin necesidad de tener una justificación dentro del propio sistema [cita requerida]. Los axiomas son las proposiciones básicas de las nociones primitivas no definidas.
El filósofo presocrático atomista Leucipo de Mileto formuló que:
Según el principio de razón suficiente, todos los eventos que a primera vista parecen azarosos o contingentes, en realidad tienen una explicación suficiente, su aparente incompresibilidad es que no disponemos de un conocimiento completo de los mismos.
El racionalismo cartesiano considera que la descomposición analítica de cualquier hecho en elementos más simples permite conocer el orden lógico que constituyen las cosas complejas, así como las relaciones causales entre ellas. Consecuentemente la lógica aristotélica tradicional de la intuición de las esencias por parte del entendimiento como facultad del alma, es interpretada ahora por la lógica racionalista de Port Royal como lógica de atribución a una noción que es conocida como idea en la conciencia, no como intuición de la realidad de la esencia como había sido hasta ahora. Por ello, el predicado es un atributo o modo del sujeto como sustancia, cognoscible mediante análisis, según conocimiento acabado de los elementos que le constituyen como sustancia y las causas (relaciones con otras sustancias) que lo hicieron posible y existente en el mundo de la experiencia. En otras palabras, todo es necesario pues en último término todas las verdades serían para nosotros verdades de razón si pudiéramos someter la realidad a un completo análisis. Así el racionalismo se basa en la asunción de que las verdades de hecho son verdades de razón. En el racionalismo de Descartes, si existe un "Dios" o ser con una capacidad de análisis infinita, este podría saber que todas las verdades del mundo son de hecho verdades de razón.
El mecanicismo cartesiano parecería estar apoyado en este principio, a condición del mantenimiento de un dualismo radical: la sustancia pensante, res cogitans y la sustancia extensa res extensa. Pero Leibniz no admitió tal dualismo en su concepción metafísica. Considerándolo un mecanicismo injustificable por su condición de materia extensa y justificó la sustancia con su concepto de mónada. Así Leibniz considera que el orden existente en el mundo es una «armonía preestablecida por Dios» y la libertad aparente del hombre es una acción inmanente de las mónadas.
Para justificar el hecho de la libertad se ha hecho famosa la frase que utilizó el propio Leibniz para explicar su principio y las verdades de razón: «César pasó el Rubicón». Considerando que el hecho de pasar el Rubicón aparentemente no procede del análisis de la noción de César. Puesto que César al ser un ser libre, pudo no haber pasado el Rubicón, sin dejar de ser César. Sin embargo como, de hecho, pasó el Rubicón tiene que haber una razón suficiente para que lo hiciera, y dicha razón no puede estar más que en la propia esencia de César. El César que no hubiera pasado el Rubicón ya no sería el mismo César, sería otro César. Pues César se constituye como tal en sus predicados. Solo un análisis completo de todo lo que constituye la noción de César explicaría la verdad necesaria, y por tanto verdad de razón del hecho: «César pasó el Rubicón»
Nuestros análisis abarcan solamente unos cuantos elementos mundanos que nos dan razón y explican una verdad de hecho, contingente, que pudo no haber sido; pero para Dios, todo sucede conforme a una razón suficiente contenida en la noción de cada mónada. El conjunto y finalidad de la razón suficiente de la acción de todas las mónadas, en su conjunto como mundo real, frente a todos los mundos posibles no puede ser otra que: «Este es el mejor mundo de todos los posibles». Así queda justificada la Perfección y Bondad de Dios o el engaño de un demonio poderoso que se haga pasar por Dios. Solamente si Dios decide existir por su voluntad podría saber que Dios es él mismo.
El principio tiene antecedentes todo a lo largo de la historia de la filosofía,
Pero generalmente se atribuye a Gottfried Leibniz, quien lo formula en diversas ocasiones a lo largo de su obra:
En Gerhardt, V. 309 lo describe como principium redendae rationis (principio por el que se ha de dar razón).
En Monadología, §32: considera que este principio es uno de los que funda cualquier razonamiento. «Consideramos que ningún hecho puede ser verdadero sin que haya una razón suficiente para sea así y no de otro modo».
En Theoría motus abstracti (seccs. 23-24): «Nada acontece sin razón» ... de donde establece las condiciones de que hay que evitar cambios inestables; entre contrarios elegir el término medio; y poder agregar a cualquier término lo que nos plazca siempre y cuando no cause perjuicio a ningún otro término; pues "este nobilísimo principio de razón suficiente" es "el ápice de la racionalidad en el movimiento".
En Gerhardt, II, 181: Establece que no todo lo posible existe. «Una vez admitido esto se sigue que algunos posibles llegan a la existencia más bien que otros no por absoluta necesidad sino por alguna otra razón (como el bien, el orden, la perfección)».
Carta a des Bosses en 1711: «si no hubiera la mejor serie posible, Dios no habría creado nada, pues no puede obrar sin una razón o preferir lo menos perfecto a lo más perfecto».
«Otro principio apenas menos general en su aplicación que el principio de contradicción, se aplica a la naturaleza de la libertad. Se trata del principio de que nada acontece sin la posibilidad de que una mente omnisciente pueda dar alguna razón del por qué acontece más bien que no acontece. Además, me parece que este principio tiene contingentes el mismo uso que para las cosas necesarias».
Para la tradición racionalista, el principio de razón suficiente es el fundamento de toda verdad, dado que nos permite establecer cuál es la condición (la razón) de la verdad de una proposición. Todo lo que sucede tiene en sí una razón suficiente. Un análisis completo haría patente dicha razón. En último término, para Dios, todo es verdad de razón.
Christian Wolff: Per rationem sufficientem intelligimus id, unde intelligitur, cur aliquid sit. (Ontología §56) (Entendemos por razón suficiente aquello por lo que se entiende por qué existe algo).
Esta interpretación de tipo ontológico ha sido mantenida como derivación del principio de no contradicción. Y ha sido la interpretación que ha prevalecido durante mucho tiempo en los racionalistas y neoescolásticos del siglo XIX.
Schopenhauer en su obra Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente (1813) señala cuatro formas de dicho principio:
Tales principios son la aplicación a cuatro necesidades: necesidad física, lógica, matemática y moral.
Alexander Pfänder considera el sentido genuinamente lógico del principio, según el cual este descansa en la «conexión interna que la verdad de un juicio tiene, por un lado, con el "juicio"». Su conocimiento a priori no limita la posibilidad de la acción de cada mónada en su interior, porque en realidad la sucesión es un armonía preestablecida por Dios que ha elegido el «mejor mundo de los posibles»; «por otro lado con la razón suficiente», y es por lo tanto un principio aplicable solamente al juicio y a la condición de verdad, lo cual equivale, en el fondo, a la posibilidad de ser verdadero.
Russell considera que el principio de razón suficiente engloba dos principios:
Ambos principios se refieren a existentes, posibles o actuales, pero mientras el primero es una forma de la ley de causalidad (final) el segundo consiste en la afirmación de que toda producción causal actual está determinada por el deseo del bien.
El primero tiene un carácter metafísicamente necesario (principio de los contingentes posibles) mientras el segundo es contingente (principio de los contingentes actuales).
Heidegger considera este principio como una cuestión central de la metafísica pues atañe a la cuestión del fundamento. Considera que tiene dos aspectos:
Para Heidegger la forma negativa es más fundamental, por cuanto no atañe a las cosas de las que se afirma algo, sino al fundamento de las cosas, del cual fundamento no se afirma nada. Para Heidegger el principio se interpreta erróneamente al confundir «razón» con «fundamento». Por tanto el principio declara nada hay sin razón, por tanto declara que el principio no carece de razón, pero no da la razón del fundamento. La razón del principio no se halla en el principio.
Para Heidegger el sentido de este pequeño principio de razón (der kleine Satz von Grund) es el sentido originario del "logos", como lo que "se hace ver", lo que se abre del ser para hacerse "presente". De esta forma este pequeño principio se convierte en el gran principio (grosse Grundsatz), cuando habla como "palabra del Ser" (als Wort vom Sein), llamando a este Ser, "Razón".
Teniendo en cuenta todo lo anterior las varias maneras de entender el principio de razón suficiente adquiere las siguientes formas de entenderse:
Ferrater Mora concluye que todos estos modos están relacionados: puede considerarse ontológico, pero al mismo tiempo es lógico o lógicamente formulable; pero a la vez es un principio que se impone a todo pensar y, como tal todo pensar como pensamiento tiene su origen en el principio de razón.
El principio de razón suficiente ocupa un lugar central en la novela Cándido, de Voltaire, publicada en 1759. Allí, esta idea es criticada con un tono satírico. Al comienzo de la novela, su protagonista, Cándido, es un ferviente adepto del principio de razón suficiente que le había enseñado su mentor, Pangloss.
A lo largo de la novela, los acontecimientos desafortunados harán que Cándido sea cada vez más crítico con este principio. Por el contrario, Pangloss seguirá convencido del mismo.
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