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Punkurí



Punkurí es un sitio arqueológico existente entre los pueblos de Nepeña y San Jacinto, en la margen derecha del río Nepeña, provincia de Santa, departamento de Áncash, en el Perú.

Se ha confirmado que Punkurí fue un templo elaborado por los habitantes de la Cultura Sechín, dada las características de su estructura y un estudio de su edad cronológica aproximada. No se descarta que haya estado vigente durante el desarrollo de culturas posteriores a ésta.

Presenta un templo que durante siglos permaneció sepultado "en gran parte, por una masa de tierra y lodo que parece haberse extendido por todo el valle", fue descubierto por Julio C. Tello en 1933. Afecta la estructura piramidal de las huacas costeñas. Según Tello, "el piso inferior contenía estructuras de piedra con paredes ornamentales en el estilo clásico Chavín. Estas estructuras fueron derrumbadas, y utilizadas después como fundamento de los nuevos edificios del piso medio, y éste, a su vez, sirvió para los del piso superior. Como en el caso de Cerro Blanco, en los dos pisos inferiores restos de lo que parece la cultura Chavín: un ídolo hecho de piedra y barro, representando un bulto la figura de un felino pintado con diferentes colores; una tumba conteniendo el cadáver de una mujer sacrificada, en asociación con una concha caracol (Strombus galeatus), un patio recamado con laminillas de turquesas, y un mortero provisto de su respectivo pisón, ambos de diorita, y pulido y grabado con figuras del estilo clásico de Chavín. En el piso medio tenían las paredes fabricadas con adobes cónicos y adornados con figuras incididas y pintadas sobre una superficie previamente en lucida, y restos de varias cámaras soterradas con pinturas murales" como en Lacramarca.

Al paso del tiempo y los embates periódicos del fenómeno de el Niño, se sumó uno más destructivo, la ignorancia y superstición por parte de gran número de pobladores de las inmediaciones del sitio arqueológico los que llevados por las supersticiones e «historias» de que Punkurí era un lugar dedicado al diablo, no tuvieron la mejor idea que destruir y saquear el templo al ídolo en forma de felino, lo destruyeron a punta de combos y martillos, pues creían que este era propiciador de desgracias.

Gracias al trabajo del arqueólogo peruano Lorenzo Samaniego enviado por la Universidad Nacional del Santa, así como Agroindustrias San Jacinto se ha logrado iniciar los trabajos de puesta en valor de este representativo templo de Punkurí, al cual se le ha reconocido una gran área como intangible y dedicada para la investigación, observación y visita a través de un pequeño museo de sitio, un jardín botánico, así como una réplica a escala del ídolo de Punkurí todo ello contribuirá para valorar aún más el pasado de la región en especial de los valles de Nepeña, Casma y Lacramarca; todo esto no es más que un primer paso para ir rescatando los muchos testimonios del pasado ancashino.



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