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Potencia (política)



Potencia es un concepto de las relaciones internacionales que designa al Estado que actúa en ellas con protagonismo propio, ejerciendo diversos grados de capacidad de influencia o directamente ejerciendo su poder en ese contexto (su poder político, su poder militar, su poder económico y el más sutil denominado "poder blando"). La moderna ciencia política utiliza los términos "potencia" y "poder" (idénticos en lengua inglesa -power-). Los mecanismos de influencia incluyen el uso o amenaza de uso de la fuerza, la presión o interacción económica (cooperación internacional, ayuda al desarrollo, comercio internacional, guerras comerciales, sanciones económicas[8]​), la diplomacia y el intercambio cultural.

Atendiendo a su dimensión geoestratégica se habla de superpotencias, potencias mundiales (grandes potencias), potencias regionales, potencias intermedias, etc. La potencia que se impone sobre las demás se denomina hegemónica. La situación en la que ninguna potencia o bloque de potencias consigue imponerse se denomina de equilibrio de potencias. También existen las situaciones de bipolaridad y multipolaridad entre las potencias. Los Estados que no tienen capacidad de actuación (ni en la esfera internacional ni siquiera pueden ejercer las funciones propias del Estado dentro de su propio territorio) se identifican como Estados fallidos. Los Estados que no cumplen sus responsabilidades dentro del sistema internacional se identifican como Estados canallas o "gamberros" (rogue states).

El poder en las relaciones internacionales se entiende de diversas maneras: como un fin en sí mismo (capacidad de prevalecer en los enfrentamientos, de adquirir o retener territorio o recursos, de imponer la propia política, ideología o intereses nacionales, de alterar el statu quo en beneficio propio o de los aliados, o retornar al considerado favorable en caso de una alteración negativa), como una medida de la influencia o del control sobre los agentes o actores de las relaciones internacionales,[9]​ o sobre los asuntos (affaires), crisis o conflictos internacionales; incluso a veces como prestigio. Puede definirse como capacidad (capabilities), como seguridad o como estatus. Para el realismo en relaciones internacionales el poder es el fin principal de los agentes que intervienen en ellas (Nicolás Maquiavelo, Hans Morgenthau).

En términos históricos, son los Estados con fuerte influencia política, cultural y económica en su entorno y con capacidad de proyectarla hacia el mundo. En el siglo XX, las grandes potencias fueron: Alemania, los Estados Unidos,[10]Francia, Italia, Japón,[11]​ el Reino Unido y la Unión Soviética. Entre 1945 y 1989, la guerra fría dividió al mundo en dos semiesferas de influencia, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Estos dos países fueron considerados como las superpotencias. Después de que la Unión Soviética se desintegró a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría.[12]

En el siglo XXI las situaciones son muy dinámicas. Las principales potencias son los Estados Unidos, China, Rusia, los países que componen el G-4 (Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, los cuales son miembros integrantes también del G-7), Japón, India y Brasil. Asimismo, Turquía es un importante punto estratégico entre Europa y Asia.[13]

Otros agentes no identificados como Estados también participan en las relaciones internacionales y son tenidos en cuenta en el equilibrio de potencias. Tales serían las organizaciones internacionales (formadas por Estados que no ceden soberanía, sino que se coordinan en ellas, como en la ONU, o forman alianzas, como en la OTAN) y las organizaciones supranacionales (en las que los Estados ceden soberanía, como en la Unión Europea). Otras son corporaciones multinacionales de naturaleza privada,[14]​ pero muy "poderosas" y que ocasionalmente han sido decisivas para algún tipo de intervención internacional (United Fruit Company en el llamado "patio trasero" de Estados Unidos en Latinoamérica; la frase lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos expresaba gráficamente esa condición). También las organizaciones no gubernamentales (ONG) han adquirido protagonismo. Distintas instituciones, desde religiosas (particularmente la iglesia católica, que dispone de un Estado reconocido internacionalmente -la Santa Sede, que históricamente contaba con los Estados Pontificios y actualmente se limita a la Ciudad del Vaticano-) hasta terroristas (Al-Qaeda), tienen o han tenido históricamente papel de potencias internacionales (Liga Hanseática, órdenes militares, etc.)

Ha venido a ser de uso común la diferenciación del poder duro y el poder blando (del inglés hard power y soft power); coercitivo el primero y atractivo el segundo. El poder duro supone tácticas coercitivas y de intimidación: el uso o amenaza de uso de las fuerzas armadas, los bloqueos, embargos y otras medidas de presión económica unilateral o sanciones internacionales; e incluso medidas no públicas, utilizadas discretamente, como el espionaje o los atentados. Se asocia tanto al uso directo de tales medidas como a la capacidad de cambiar los asuntos internos de los Estados rivales por la mera amenaza o conciencia de la posibilidad de su uso. Los realistas y neorrealistas, como John Mearsheimer, abogan por el uso de tal poder para el mantenimiento del equilibrio del sistema internacional. Por su parte, Joseph Nye es el principal teórico del poder blando. Los instrumentos de este tipo de poder incluyen los valores culturales puestos a debate y las ideologías sometidas a cuestión y diálogo. La influencia en la esfera internacional se produce a través de los buenos ejemplos y la llamada a la común aceptación de los valores humanos. Los medios de ejercicio del poder blando incluyen la diplomacia, la difusión de la información, el análisis, la propaganda y la cultura enfocada al logro de fines políticos. Aunque tal criterio es altamente difuso y debatido, se suelen consideran potencias culturales únicamente a aquellas que, por su capacidad de innovación tecnológica y de difusión de su cultura y producción intelectual en la actual sociedad de la información, tienen un impacto global más mensurable económicamente, como es el destacado caso de Estados Unidos[15]​ y Japón;[16]​ y, en menor medida, el Reino Unido y España.[17][18]​ En alguna medida, Corea del Sur podría considerarse una potencia emergente en estos ámbitos.[19]

La historia de las grandes potencias engloba un período comprendido desde la Edad Antigua hasta la actualidad. Los conflictos entre las potencias, como las guerras napoleónicas, las guerras mundiales y la Guerra Fría, han cambiado fundamentalmente el curso de la historia universal. La rivalidad entre las potencias a menudo también ha estimulado el desarrollo social y la modernización.[20]

En el Viejo Mundo, se considera a Asiria y Babilonia, la Antigua China, el Antiguo Egipto, la Antigua Grecia y el Imperio Romano, la Antigua India, Persia, entre otros, como las grandes potencias de la Edad Antigua. El Imperio de Alejandro consiguió conquistar la práctica totalidad de las entidades políticas del Mediterráneo Oriental, el Próximo Oriente y el Asia Central; pero tuvo una existencia efímera, escindiéndose en una multiplicidad de reinos helenísticos competitivos.[21]

Tras la victoria de la República romana sobre el Imperio cartaginés (siglo III a. C.) y la conquista del Egipto ptolemaico (siglo I a. C.), el Imperio romano se convirtió en la única potencia del mundo mediterráneo (Mare nostrum), mientras que en su frontera oriental tuvo que disputarse la hegemonía con el Imperio parto. El Imperio romano de Occidente se dividió entre los reinos germánicos. Mientras el Imperio Bizantino decaía con la expansión musulmana y las Cruzadas, la lucha entre los poderes universales (pontificado e Imperio) caracterizó la Edad Media en Europa occidental. La anulación mutua de ambos llevó a las monarquías feudales a transformarse en poderosas monarquías autoritarias.[22]

En el mundo islámico, la inicial unidad se fragmentó desde el siglo VIII, produciéndose una multiplicidad de Estados (Califato omeya de Córdoba, Califato fatimí, Califato abasí, Imperio otomano, etc.). Desde China hasta Europa Oriental se produjo la expansión del Imperio mongol, prontamente fragmentado. En el subcontinente indio se desarrollaron una pluralidad de Estados competitivos, la mayor parte de los cuales se englobó en el Imperio de Asoka. En Extremo Oriente se desarrolló una gran potencia continental, el Imperio Chino.[23]

A partir de la Edad Media y en la posterior Edad Moderna, en Europa, las primeras potencias fueron varios de los antiguos Estados italianos (como las repúblicas marítimas de Amalfi, Génova, Pisa y Venecia; el Ducado de Milán, los Estados Pontificios o el Gran Ducado de Toscana, así como las llamadas comunas o ciudades-estado italianas),[24]España y Portugal;[25]​ luego, el poder pasó a Francia[26]​ y al Reino Unido, así como a Alemania, Austria-Hungría,[27]Dinamarca, Holanda, Italia,[28]Polonia, Rusia,[29]Suecia y Turquía.

Mientras la lucha por la hegemonía en el espacio mediterráneo y balcánico se esolvía mediante el mantenimiento del equilibrio entre el Imperio otomano y los Estados de los Habsburgo (guerras habsburgo-otomanas); en Europa Occidental se osciló entre la hegemonía francesa y la hegemonía española, actuando Inglaterra como un contrapeso para el equilibrio continental mientras obtenía su hegemonía marítima. El concepto de equilibrio continental quedó perfilado, junto al de las propias relaciones internacionales secularizadas, a partir de los tratados de Westfalia (1648) y los de Utrecht y Rastadt (1713-15). En Europa Septentrional y Oriental se fueron conformando potencias como el reino de Dinamarca, el reino de Suecia, el reino de Prusia, la confederación polaco-lituana y el Imperio ruso. La "arena exterior" (término acuñado por Immanuel Wallerstein como parte de la economía-mundo forjada por las potencias marítimas europeas a partir del siglo XVI) se disputaba inicialmente entre el Imperio portugués y el Imperio español; para ser posteriormente objeto de la dinámica penetración de los imperios holandés, francés y británico.[30]

La formalización de la diferenciación de las potencias atendiendo a su peso o tamaño relativo se inicia en el Tratado de Chaumont de 1814;[31]​ antes del cual se asumía que, en teoría, todo Estado independiente tenía idénticas responsabilidades en las relaciones internacionales. Desde las guerras napoleónicas y el Congreso de Viena (1814) las relaciones internacionales mantuvieron en su cúspide a cinco grandes potencias europeas: Francia e Inglaterra, que tras su inicial enfrentamiento terminaron por converger en una alianza estratégica (Entente Cordiale) y los tres grandes imperios de Europa Central y Oriental: el Imperio ruso, el Imperio austrohúngaro y Prusia, en cuyo entorno se creó el Imperio alemán.[32]

En el siglo XX, las grandes potencias fueron: Alemania, los Estados Unidos,[33]Francia, Italia, Japón,[34]​ el Reino Unido y la Unión Soviética. Entre 1945 y 1989, la guerra fría dividió al mundo en dos semiesferas de influencia, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Estos dos países fueron considerados como las superpotencias. Después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría.[35]

En el siglo XXI las situaciones son muy dinámicas. Las principales potencias son los Estados Unidos, China, Rusia, los países que componen el G-4 (Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, los cuales son miembros integrantes también del G-7), Japón, India y Brasil. Asimismo, Turquía es un importante punto estratégico entre Europa y Asia.[36]

En las primeras décadas del siglo XXI, Estados Unidos ha sido la primera potencia mundial en términos de PIB nominal, fuerza militar y tecnológica. Por un tiempo y fundamentalmente durante los años 1990, este país fue la única potencia mundial hegemónica. No obstante, ya en el comienzo del siglo XXI, China surgió con fuerza como otro país susceptible de poder desafiar el poderío estadounidense. Y en el horizonte, en este sentido también despuntó la Unión Europea, gracias a su consagrada unión política y monetaria. Sin embargo, desde 2014 la mayor economía del mundo en términos de paridad de poder adquisitivo es China,[37]​ al haber sobrepasado a Estados Unidos, afectado en gran parte por la llamada Gran Recesión de la primera década del siglo, al tiempo que la economía china gozaba de un periodo de gran expansión.[38]

Potencia mundial o gran potencia es el calificativo atribuido a un Estado o entidad política que tiene la capacidad de influir a escala mundial a través de su poderío militar o económico. Su influencia se ejerce sobre la diplomacia internacional: sus opiniones deben ser tenidas en cuenta por otras naciones antes de tomar una acción diplomática o militar. Una característica de una gran potencia es la habilidad de intervenir militarmente en cualquier lugar. Además, las grandes potencias poseen una influencia cultural que se manifiesta en forma de inversiones en partes menos desarrolladas del mundo.[43]

Poder duro (en inglés: Hard power) es un concepto principalmente utilizado en las relaciones internacionales, y que se refiere al poder nacional radicado en los medios militares y económicos. Esta forma de poder político es a menudo agresiva (coerción), y su efectividad mayor en tanto que un agente político lo impone sobre otro de menor capacidad militar o económica.[47]​ Es usado en contraste con el término poder blando (Soft power), que se refiere a aquel con origen en la diplomacia, la cultura, y la historia.[47]

Según Joseph Nye el poder duro implica «la capacidad de usar palos y zanahorias (carrots and sticks) de poder económico y militar para que otros acaten tu voluntad».[48]​ Aquí las «zanahorias» equivalen a incentivos como la reducción de las barreras comerciales, la oferta de alianzas o la promesa de protección militar. En cambio, los «palos» representan amenazas como el uso de diplomacia coercitiva, la amenaza de intervención militar o la implementación de sanciones económicas.

     Países con armas nucleares del NPT (China, los Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Rusia)      Otros países con armas nucleares (la India, Pakistán y Corea del Norte)      Otros estados que se cree que tienen armas nucleares (Israel e Irán)      Países en la Compartición nuclear de la OTAN (Alemania, Bélgica, Italia, los Países Bajos y Turquía)      Países que alguna vez tuvieron armas nucleares (Bielorrusia, Ucrania, Kazajistán y Sudáfrica)

Desde el punto de vista económico, y con base en datos del Fondo Monetario Internacional del PIB nominal, en el año 2020,[52]​ las primeras diez potencias mundiales son:[53]​ los Estados Unidos, China, Japón, Alemania, el Reino Unido, la India, Francia, Italia, Brasil y Canadá. Por riqueza nacional las siete primeras son: los Estados Unidos, China, Japón, Alemania, el Reino Unido, Francia e Italia.[54]

Poder blando es un término usado en relaciones internacionales para describir la capacidad de un actor político, como por ejemplo un Estado, para incidir en las acciones o intereses de otros actores valiéndose de medios culturales e ideológicos, con el complemento de medios diplomáticos.

Desde el inicio del movimiento olímpico, el deporte se ha venido usando simbólicamente como un sustitutivo de la guerra. Tanto los Estados democráticos como los totalitarios lo utilizaron como mecanismo de cohesión interior y presencia exterior; siendo característica su instrumentalización como propaganda por la Alemania nazi (Juegos Olímpicos de Berlín de 1936) y los países comunistas (la Unión Soviética y particularmente la Alemania oriental y Cuba, cuya posición en el medallero olímplico estuvo muy por encima de lo que correspondería a su peso demográfico o económico).

El término superpotencia energética tiene varias definiciones posibles que podrían utilizarse dependiendo del contexto.[55]

En los últimos años, sin embargo, se ha usado para referirse a un país que suministra grandes cantidades de recursos energéticos (petróleo, gas natural, carbón, uranio, etc.) a un número significativo de otros estados, y que por tanto tiene el potencial para influir en los mercados mundiales y con ello obtener una ventaja política o económica.

El número de habitantes, independientemente de la capacidad económica, de las fuerzas armadas o de la influencia política de que disponga en un momento dado, hace de un Estado un agente a tener en cuenta en las relaciones internacionales; y ello no tanto por una cierta sensación de "deuda democrática" o ética hacia los países menos desarrollados (que son los más poblados), cuanto por el impacto que tal población, y especialmente su crecimiento puede tener en un futuro (bomba demográfica).[57]

El término "potencia" se aplica a los Estados o agentes de las relaciones internacionales que han alcanzado una situación militar victoriosa o un estado de seguridad que proteja su soberanía o intereses estratégicos de cualquier desafío dentro del sistema internacional.

El estadounidense Charles W. Freeman, Jr.[59]​ define "poder" (power) como "la capacidad de dirigir las decisiones y acciones de otros. El poder deriva de la fuerza y la voluntad. La fuerza viene de la transformación de recursos en capacidades. La voluntad infunde resolución en los objetivos. La estrategia encauza las capacidades y las proporciona precisión. El statecraft (término intraducible -¿"arte del Estado"?-)[60]​ busca en la estrategia magnificar la masa, relevancia, impacto e irresistibilidad del poder. Guía las maneras en el Estado despliega y aplica su poder en el exterior. Estas maneras engloban las artes de la guerra, el espionaje y la diplomacia. Los que practican esas tres artes son los paladines del statecraft".[61]

El término "poder", en la esfera internacional, también se usa para describir los recursos económicos y capacidades de un Estado. Este uso tiende a conformar una definición cuantitativa, del tipo de las que usan los geopolíticos y militares. Las capacidades se entienden en términos tangibles y mensurables. Thomas Hobbes hablaba del poder como "los medios presentes para obtener algún bien aparente futuro" (present means to obtain some future apparent good). El "poder duro" (hard power) es un potencial que no tiene por qué aplicarse de hecho en el plano internacional, puesto que no suele emplearse en su máxima intensidad excepto en circunstancias gravísimas.

Independientemente de la "cantidad" de poder, es determinante la posición relativa de una potencia frente a las demás en una "escala" de poder o jerarquía de potencias. Gran parte de la bibliografía sobre el tema se dedica a decidir qué Estados alcanzan determinados niveles dentro de la clasificación de potencias, y al establecimiento de criterios de medición del poder internacional como una variable. El estatus (status) que de tal manera se atribuye a cada una de las naciones origina numerosas controversias.

Los criterios asociados con el concepto de superpotencia, no están muy claramente definidos[68]​ y, en consecuencia, pueden existir diferencias entre las fuentes. Así por ejemplo, Alice Lyman Miller, quien es profesor de Asuntos de Seguridad Nacional ("National Security Affairs") en la Escuela Naval de Posgrado, define una superpotencia como "un país que tiene la capacidad para proyectar poder dominante e influenciar alrededor de todo el mundo, y algunas veces, en más de una región a la vez, por lo que parecería verosímil que consiga el estatus de hegemonía global."[67][69]​ Según Lyman Miller, "los componentes básicos del estatus de superpotencia pueden ser medidos a lo largo de cuatro ejes de poder: militar, económico, político, y cultural (o lo que en ciencias políticas Joseph Nye ha llamado "Poder blando").

En opinión de Kim Richard Nossal de la Universidad de Queen, "en general este término se utiliza para significar una comunidad política que ocupa un territorio de tamaño continental, y con una considerable población (al menos en relación a otras grandes potencias); y además, con una superior capacidad económica, incluyendo suministros abundantes de alimentos y de recursos naturales, para así tener un alto grado de no-dependencia en las relaciones internacionales; y además (y tal vez lo más importante), también una bien desarrollada capacidad nuclear (en su caso, normalmente definida como capacidad de ataque de segunda)".

El supervisor de la anterior Seguridad Nacional de India Jyotindra Nath Dixit, también señaló las características más importantes que deberían tener las superpotencias. En su opinión, "en primer lugar, el estado o la nación de que se trate debe tener un territorio importante y una población importante; en segundo lugar, el estado debe tener un alto nivel de cohesión interna, claro y estable sentido de identidad nacional, y una administración fuerte que impulse arreglos jurídicos e institucionales; y en tercer lugar, el estado en cuestión debe ser económicamente estable y debe estar dotado de seguridad alimentaria y de buenos recursos naturales, en particular los recursos energéticos y de infraestructura en términos de recursos minerales y metales; este estado también debe tener una base industrial fuerte, respaldada por buena capacidad productiva y tecnológica; y también, el estado en cuestión debe tener buena capacidad militar, en particular disponiendo de armas nucleares y de misiles, con capacidad al menos comparable, o de niveles más altos que otros países también fuertes en esta materia."[70]

En opinión del profesor Paul Dukes, "debe ser una superpotencia capaz de llevar a cabo una estrategia global, incluida la posibilidad de destruir el mundo; además, debe tener capacidad de guiar su gran potencial económico para ser influyente, y de impulsar algún tipo de ideología universal o trascendente". Por cierto, "muchos son quienes podrían hacer modificaciones de algún tipo a esta definición básica".[71]

Actualmente de acuerdo con varios analistas, cuando se considera el conjunto del sistema internacional, puede reconocerse la existencia de tres grandes potencias globales, con capacidad militar de actuación global, importante poderío económico y capacidad nuclear significativa: Estados Unidos, Rusia, y la República Popular China. Según Michael Klare el nuevo orden tripolar a nivel global rompe con el paradigma de la Guerra Fría, porque las tres potencias pueden cooperar para hacer valer sus respectivas esferas de influencia, aunque como posibles riesgos señala el de la militarización.[73]

Rusia y China han aumentado su cooperación militar y económica en los últimos años, buscando su espacio de cooperación y alianzas regionales, esto a juicio de analistas, como Alfredo Jalife, se debe a la intención de promover un frente estabilizador que se contraponga a Estados Unidos, para pasar de la hegemonía estadounidense a un sistema multipolar, o de equilibrio de poderes, específicamente tripolar. Este sería el realineamiento geopolítico de las superpotencias más importante desde el acercamiento de Nixon a China en los años 70.[74]

Varios analistas argumentan que el exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Zbigniew Brzezinski, era partidario del orden tripolar con Estados Unidos, Rusia y China como solución a las amenazas de caos global que algunos suponen, como consecuencia del declive de la hegemonía de los Estados Unidos. Los tres principales poderes dominantes pueden de esta forma cooperar para lograr la estabilidad global.[75]​ Según esta visión, Estados Unidos ya no tiene las condiciones que tuvo antes de imponer fácilmente su unilateralismo mundial. Todos los organismos surgidos de la segunda guerra mundial están en una encrucijada por los nuevos centros de poder, y Estados Unidos puede tener resistencias a aceptar ese nuevo orden tripolar.[75]

En el aspecto financiero, los países BRICS, destacadamente Rusia y China, han buscado alternativas a la hegemónica moneda estadounidense para realizar sus transacciones económicas y financieras internacionales. Se ha dicho que la agresiva política exterior estadounidense ha obligado a algunos países y hecho pensar a otros, en una moneda alternativa que sustituya al dólar estadounidense. Incluso países fuertemente aliados de Estados Unidos, como Reino Unido, alguna vez han expresado preocupación por utilizar la moneda norteamericana como única moneda de reserva.[76][77]

Graham Allison señala que el siglo XXI será de un equilibrio de poderes como no lo había visto Estados Unidos en más de doscientos años, China ahora es el principal motor de la economía mundial, con grandes proyectos de alto impacto como la Nueva Ruta de la Seda, y con 9 de las 20 principales empresas de tecnología avanzada en el mundo, por esto Allison asegura que muchos de los compromisos de Estados Unidos para con sus aliados no son sostenibles, tomando en cuenta su propia seguridad, para Allison seguir compromisos irrealizables es lo que ha causado los fracasos de Estados Unidos en Medio Oriente. Es por esto que tiene la hipótesis de nuevas esferas de influencia entre las tres superpotencias.[78]

Bajo ciertas circunstancias, las potencias dominantes constituyen esferas de influencia dentro de las cuales ejercen su influencia predominante, sin necesidad de ejercer directamente la soberanía o el control territorial directo; así como bloques en los que se organizan sus alianzas o incluso se imponen políticas a sus miembros subordinados (en casos extremos, se habla de Estado vasallo y Estado títere). Ejemplos históricos hay desde la Grecia Arcaica y la Grecia Clásica, cuando se establecieron bloques en torno a Atenas (liga de Delos) y Esparta y (liga del Peloponeso). Los tratados entre Roma y Cartago reconocían esferas de influencia respectivas en el Mediterráneo Occidental. Ya en la Edad Moderna, Castilla y Portugal delimitaron con un paralelo sus zonas de influencia en la expansión atlántica (Tratado de Alcaçovas) que hubieron de renegociar tras el descubrimiento de América, esta vez en torno a un meridiano (tratado de Tordesillas). Las guerras de Italia suponían el mantenimiento o la subversión del statu quo de zonas de influencia entre Francia y España.

El denominado concierto europeo del siglo XIX reconoció esferas de influencia en distintas zonas, particularmente entre Austria y Rusia en los Balcanes (cuestión de Oriente). Las gravísimas consecuencias de la diplomacia de bloques posterior a los sistemas bismarckianos, que llevó a la Primera Guerra Mundial, pretendieron evitarse con el sistema de seguridad colectiva en torno a la Sociedad de Naciones, pero en la práctica las relaciones internacionales del periodo de entreguerras no carecieron de alianzas excluyentes, bloques y zonas de influencia. El expansionismo italiano, alemán y japonés se pretendió justificar en la doctrina del espacio vital (Lebensraum), que consideraba a determinadas zonas como territorios naturales de expansión de naciones más dinámicas o razas superiores a otras, y llevó a la Segunda Guerra Mundial. Las conferencias de Yalta y Potsdam diseñaron un nuevo mapa político y marcaron las futuras esferas de influencia y bloques ligados a las dos nuevas superpotencias (OTAN a Estados Unidos y Pacto de Varsovia a la Unión Soviética), que se fueron retocando a lo largo de la Guerra Fría y con el proceso de descolonización.

La que tradicionalmente se considera como alianza más antigua del mundo todavía en vigor es la anglo-portuguesa (1373). La denominada "relación especial" (Special Relationship, término acuñado en 1946 por Winston Churchill)[82]​ caracteriza las relaciones Estados Unidos-Reino Unido[83]​ que incluye a las antiguas colonias británicas de poblamiento (Canadá, Australia y Nueva Zelanda) en una muy estrecha identidad de intereses en las relaciones internacionales, que les hace compartir información de inteligencia (UKUSA, ECHELON).

La actitud opuesta a la formación de alianzas y a la intervención activa en los asuntos internacionales pretende que la mejor política exterior consiste en no implicarse en los conflictos de otras potencias, al considerarlos ajenos a los propios intereses. Característica tradicional del sinocentrismo durante milenios (interpretaciones de la historia de China, muralla china), fue mantenida más en teoría que en la práctica por Inglaterra durante el siglo XIX (splendid isolation) y por los Estados Unidos (aislacionismo). Similar en cierta medida fue la doctrina denominada "socialismo en un solo país" mantenida por la Unión Soviética de Stalin entre 1925 y 1939 (por cuanto implicaba la posibilidad de desarrollar la revolución sin apenas contactos con el exterior, dadas las vastas dimensiones y recursos de su territorio, que permitían prácticamente la autarquía), frente a la expansionista doctrina de Trotsky (la "revolución permanente").



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