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Pintura minoica



La pintura que se desarrolló en la civilización minoica fue innovadora y de extraordinaria calidad. Los ejemplos que se han conservado más importantes proceden del palacio de Cnosos, en Creta y de las casas de Akrotiri, en Thera. La mayoría son del periodo neopalacial, entre 1700 a. C. y 1460 a. C.[1]

La pintura figurativa se desarrolló a partir de precedentes egipcios; sin embargo desarrollará formas originales. La técnica pictórica más habitual en los muros es el fresco. Se conservan también algunos relieves de estuco. Los colores son planos y vivos, de gama reducida, conseguidos mediante pigmentos minerales. Se considera que la función de la pintura minoica sería fundamentalmente religiosa.

En cuanto a la temática destacan las escenas de vida religiosa o cortesana, así como los paisajes. Las figuras humanas representan a jóvenes: hombres atléticos con la piel rojo oscuro y mujeres con piel blanca vistiendo el traje típico de falda de volantes y corpiño que deja al aire los pechos. En los paisajes se representan plantas cretenses o, en ocasiones, egipcias. Los animales son representados en movimiento, con el llamado "galope minoico". La pintura minoica influyó notablemente en la pintura de la civilización micénica.

Como todo el arte minoico, la pintura cretense deriva del hecho que en la isla de Creta se desarrolló una civilización de base agraria que evolucionó a partir del intenso comercio marítimo que puso Creta en contacto tanto con los Imperios Agrarios de Egipto y Mesopotamia como con las culturas de la Edad de Bronce de Anatolia y del continente europeo.

La arquitectura cretense se inspira en la arquitectura de Mesopotamia; sus modelos son acadios, sumerios o hititas, pero la pintura cretense se inspira en la pintura del antiguo Egipto a partir de la cual crea un nuevo universo de formas de extraordinaria influencia en la evolución posterior de la Historia del Arte.

La técnica del fresco se originó en Creta en el periodo Minoico Antiguo II (periodo que se inicia hacia el 2650 a. C.), pero en composiciones no figurativas. Fue en el periodo Minoico Reciente I o Neopalacial (a partir de 1700 a. C.) cuando apareció la pintura figurativa. Se ha sugerido que quizá en ese momento surgiera una nueva élite en los palacios que necesitara justificar su poder a través de las representaciones pictóricas. Previamente se habían dado ya representaciones figurativas en la glíptica.[1]​ En objetos de cerámica como recipientes y mesas de ofrendas, también se realizan numerosas pinturas de animales, sobre todo marinos, y vegetales.[2]

Algunas de las características de la pintura minoica son similares a los de Egipto o Mesopotamia, como los ojos representados frontalmente y la colocación de los pies.[2]​ Sin embargo, su carácter singular e innovador se distingue en tres aspectos fundamentales:

Las pinturas minoicas incluyen representaciones de humanos, animales y paisajes. Algunas son claramente religiosas como las procesiones de oferentes. Es posible que las representaciones de boxeadores y de taurocatapsia, además de espectáculos estén relacionadas con rituales de iniciación de adolescentes. Las pinturas en las que aparecen simultáneamente paisajes y animales son particularmente características. Anteriormente se consideraba que muchas de esas escenas eran meramente decorativas y realizadas únicamente para el disfrute del propietario pero la interpretación que se ha impuesto es de que estas también tienen un carácter religioso.[1][3]

Entre las plantas, son muy representados el azafrán y los lirios, a veces en la misma composición, lo que es irreal dado que los lirios florecen en primavera y el azafrán en otoño. Los monos, que aparecen en varios de los frescos, se representaban también en Egipto, pero en Creta adquieren una mayor relevancia en las composiciones y se les dota de un color azul, que también parece no responder a la realidad y cuyo significado se desconoce.[1]​ Se han realizado dos estudios diferentes que han tratado de identificar las especies de monos representados: uno de ellos, publicado en 2019, identificó al menos uno de ellos como un langur gris, procedente del valle del Indo,[4]​ pero en el otro estudio, publicado en 2020, se llegó a la conclusión de que los minoicos representaron dos especies de monos procedentes de África: babuinos y vervets.[5]

En las representaciones de mujeres es característico un atuendo compuesto por una falda acampanada y un corpiño ceñido que a veces deja los pechos al aire. Suelen llevar joyas y maquillaje. Cuando en las representaciones antropomorfas se distinguen figuras de mucho mayor tamaño respecto a otras de la misma composición, se estima que son divinidades. A veces junto a estas se representan animales mitológicos, como grifos.[1]

Las escenas de guerra o caza son escasas, aunque hay algunos ejemplos de representaciones de soldados, entre ellos los que aparecen en el fresco de la Procesión de la flota de Akrotiri y de escudos en forma de ocho pintados en el palacio de Cnosos.[1]

La mayor parte de las obras de pintura minoica que se han podido conservar proceden de Cnosos, en Creta, y de Akrotiri, en la isla de Tera. Las de Cnosos se encontraron principalmente en el palacio, pero también en otros lugares como en la denominada «casa de los frescos». Otros lugares de Creta donde se han encontrado son Festo, Hagia Triada, Tiliso, Zacro, Amniso, Arjanes, Malia, La Canea, Galatás, Palekastro y Kommos. También se han encontrado algunos fragmentos de obras que se consideran de arte minoico en otras zonas del Mediterráneo, como Tell el Daba (Egipto), Alalakh (Turquía), Tel Kabri (Israel) y Qatna (Siria).[1]​ Es significativo que los principales palacios minoicos son los de Cnosos, Malia, Festo y Zacro pero la pintura figurativa está casi restringida al palacio de Cnosos.[6]

Un aspecto polémico han sido las reconstrucciones de los frescos de Cnosos, que a menudo han sido hechas a partir de muy pocos fragmentos y por tanto podrían distar mucho de su aspecto original.[7]​ Las pinturas de Akrotiri, sin embargo, han aparecido en mejor estado de conservación.

La mayoría de los restos de los originales que han perdurado de pinturas minoicas se conservan en el Museo Arqueológico de Heraclión, en el Museo de Prehistoria de Thera y en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. En el palacio de Cnosos se han colocado réplicas de algunos de los frescos.



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