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Pigmento de laca



Los pigmentos de laca se producen al precipitar un tinte orgánico con un aglutinante inerte, o «mordiente», generalmente una sal metálica. A diferencia del bermellón, del azul ultramar y de otros colorantes obtenidos de minerales molidos, los pigmentos lacados son orgánicos.[1]​ Fabricantes y proveedores de artistas e industria con frecuencia omiten la designación de laca en el nombre. Muchos de estos pigmentos son fugaces, porque los tintes involucrados no son resistentes a la luz. Los rojos de laca fueron particularmente importantes en las pinturas renacentistas y barrocas; y a menudo se usaban como esmaltes translúcidos para representar los colores de telas y ricos cortinajes.[2]

El término «laca» se deriva del término lac, que designa las secreciones del insecto comedor de madera indio Laccifer lacca (anteriormente conocido como Coccus lacca).[3][4]​ Proviene originalmente de la palabra hindú lakh, a través de la palabra árabe lakk y la palabra persa lak.[5]

Muchos pigmentos de laca son colorantes azoicos. Característicamente tienen sustituyentes sulfonato y a veces carboxilato, que confieren carga negativa al cromóforo (sustancia colorante).

Las sales metálicas o aglutinantes utilizados son por lo general totalmente o casi incoloros.[1]​ El componente orgánico del tinte determina el color del precipitado resultante. En la antigüedad, la creta, la arcilla blanca y los huesos triturados se usaban como fuentes de sales de calcio. Hoy en día, las sales metálicas son típicamente de cromo o cobalto, y el pigmento de laca resultante se diluye con materiales inertes como la alúmina.

Los pigmentos de laca tienen una larga historia en decoración y artes. Algunos han sido producidos durante miles de años y comercializados a largas distancias.

Las lacas rojas fueron particularmente importantes en la historia del arte por su carácter translúcido. A menudo se usaban en capas sobre un rojo más opaco (a veces el pigmento a base de mineral bermellón, o también una laca roja mezclada con plomo blanco o bermellón) para crear un color rojo intenso y rico. Son comunes en las pinturas de artistas venecianos del siglo XVI, incluido Tiziano, para representar cortinajes y telas finas.[2]

El índigo y el rosa de rubia ahora se producen de manera más barata a partir de fuentes sintéticas, aunque persiste el uso de productos naturales, especialmente entre los artesanos. Las industrias de alimentos y cosméticos han mostrado un renovado interés en la cochinilla como fuente de colorante rojo natural.



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