Pedro Antonio Barroeta y Ángel nació en Ezcaray.
Pedro Antonio Barroeta y Ángel (Ezcaray, La Rioja, 25 de octubre de 1701 - Granada, 20 de marzo de 1775) fue un sacerdote y obispo católico español, XIII Arzobispo de Lima (1751-1758) y XXVI Arzobispo de Granada (1759-1775).
Estudió en el Colegio Mayor de Cuenca. Fue destinado a la canonjía penitenciaria de la iglesia de Coria, y luego fue canónigo doctoral en Málaga. Fue preconizado para ocupar la Arquidiócesis de Lima (18 de septiembre de 1748), que se hallaba vacante desde la muerte del arzobispo José Antonio Gutiérrez de Ceballos en 1745 y aunque en 1746 había sido nombrado en su reemplazo el arzobispo de Chuquisaca, Agustín Rodríguez Delgado, este murió en el mismo año antes de trasladarse a Lima.
Barroeta mostró alguna reticencia para partir al Perú, pero a la postre se embarcó en Cádiz en octubre de 1750, y llegó a Cartagena de Indias, donde fue consagrado por el obispo Bernardo de Arbiza y Ugarte el 13 de enero de 1751. Pasó al Perú vía Panamá; desembarcó en Paita y siguió viaje a Lima por tierra. Tomó posesión de su sede el 26 de junio de 1751.
Como arzobispo de Lima hizo la visita de los conventos e iglesias de Lima, ciudad que había sido asolada pocos años antes por el pavoroso terremoto de 1746. Vio reedificada en gran parte la Catedral de Lima y presenció la reinauguración de la mitad de ella el 30 de mayo de 1755. Según Pérez Mallína colaboró poco en la restauración, que sería culminada muchos años después.
Demostró su celo apostólico en la observancia de las leyes eclesiásticas y en sus obras de caridad, así como en el freno puesto a desórdenes y corruptelas que ya había prohibido la autoridad eclesiástica; pero su intransigencia le ocasionó largas desavenencias con el virrey Conde de Superunda y con el cabildo eclesiástico, pues aspiró a contener las preeminencias cortesanas u ostentosas. La desavenencia que rebalsó la tensa situación la tuvo con el virrey en 1756, al impedir que a su entrada en la Catedral sonase el órgano, regalía regia acostumbrada, y que el arzobispo quería disfrutar solo. Visto este asunto en la Corte se resolvió a favor del virrey. Barroeta hubo de volver a la península ibérica, donde fue nombrado arzobispo de Granada (19 de diciembre de 1757). Abandonó Lima el 18 de septiembre de 1758; un hermano suyo tuvo que costearle el viaje, pues tal era su pobreza. Murió en su nueva sede, el 22 de mayo de 1775.
Con respecto a este enfrentamiento con la autoridad virreinal y con su propio cabildo eclesiástico, dice el padre Rubén Vargas Ugarte (historiador peruano): «No negamos que el Arzobispo demostró celo por la disciplina y cuidó de guiar a sus ovejas por el sendero del bien. Sus muchos edictos lo comprueban. En algunos casos pudo también asistirle la razón y sin embargo verse contrariado, pero, en general, hay que confesar que su genio era un tanto díscolo y no supo unir la firmeza con la mansedumbre».
Fue arzobispo de Lima durante siete años, dos meses, veinte y tres días, dejando memoria por su severidad con los curas cuya codicia reprimió, favoreciendo siempre a los indígenas. Los hacía comparecer cada dos años a ser examinados en quechua, y no admitía a recibir las órdenes sacerdotales a los que no habían aprendido aquel idioma.
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