El Pacto de Jaén fue un acuerdo firmado en 1246, entre el rey de Castilla, Fernando III, y el primer rey nazarí de Granada, Alhamar, por el que se fijaba la frontera entre ambos reinos.
El Pacto fue consecuencia de la campaña militar del rey castellano, iniciada en 1245. Tras atacar localidades como Alcalá la Real o Íllora, su Consejo decidió atacar la ciudad de Jaén, que había quedado aislada, tras conquistar los cristianos las tres vías de acceso desde Granada: El Camino Viejo, que iba por Otíñar (fortaleza conquistada por los cristianos) y el río Valdearazo; el Camino nuevo, por Pegalajar, en el que había sido tomado el castillo de La Guardia; y el Camino de Alcalá, que quedó interrumpido tras la toma de Martos.
El asedio de Jaén se prolongó durante ocho meses y la situación llegó a ser desesperada. A la vista de que no podía hacer nada por salvar la plaza, Alhamar se presentó ante Fernando III, se declaró su vasallo y le entregó la ciudad, mediante la firma del Pacto de Jaén.
El Pacto recogía dos aspectos bien diferenciados:
En el Reino de Jaén, la frontera con Granada estuvo situada en la cadena de sierras del Sistema Subbético, situadas en el sur de la actual provincia de Jaén. Se trata de una cadena montañosa de cierta altura (entre 1.600 y 2.000 msnm) que funcionó como defensa natural del reino nazarí. De oeste a este, el límite discurría por los siguientes lugares:
Esta frontera permaneció casi estable hasta la culminación de la Guerra de Granada, en 1492, con la sola variación de la conquista de Alcaudete y Alcalá la Real en 1340, que retrasó el límite hasta las fortificadas ciudades de Moclín, Íllora y Montefrío, muy cerca ya de la vega de Granada. En 1348, los cristianos conquistaron la ciudad de Huelma y, mucho más tarde, Huéscar y sus tierras (1434), produciendo una última modificación en la frontera delimitada por el Pacto de Jaén.
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