La ortografía (del latín orthographia y del griego ὀρθογραφία orthographía 'escritura correcta') es el conjunto de reglas y convenciones que rigen el sistema de escritura habitual establecido para una lengua estándar.
La ortografía frecuentemente ha protagonizado debates; la reforma de la ortografía alemana de 1996 llevó a un amplio debate, y finalmente no fue aplicada ni en Austria ni en Suiza. Igualmente la propuesta de reforma ortográfica del francés de 1988 fue ampliamente contestada entre 1988 y 1991, llegando algunos periódicos a boicotear la reforma.
La actual ortografía española empieza a codificarse desde el siglo XVIII, con el establecimiento en 1727 de las primeras normas ortográficas por parte de la Real Academia Española al poco tiempo de su fundación. Hasta ese momento las vacilaciones en las grafías eran constantes: unos optan por soluciones fonémicas, tratando de adecuar su escritura a la pronunciación oral, y otros se decantaban por criterios etimologizantes, manteniendo grafías que carecían de correspondencia en la pronunciación del español de la época. El resultado era una falta de unidad que dificultaba la comprensión.
Actualmente las 22 academias del español mantienen acuerdos que garantizan la unidad ortográfica. De este modo, la edición de la Ortografía de la lengua española (1999) fue la primera en ser elaborada con la colaboración consensuada de todas las academias de América y de Filipinas.
Fuentes frecuentes de problemas en el uso de la ortografía son las grafías que presentan igual sonido, como la "b"/"v" (betacismo), "c"/"s"/"z" (seseo y ceceo), "g"/"j", "ll"/"y" (yeísmo). Otros aspectos problemáticos son la utilización correcta de los signos de puntuación y la acentuación gráfica (tildación). La ortografía del español utiliza una variante modificada del alfabeto latino, que consta de los 27 símbolos A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y, Z. Asimismo, se emplean también cinco dígrafos para representar otros tantos fonemas: «ch», «ll», «rr», «gu» y «qu», considerados estos dos últimos como variantes posicionales para los fonemas /g/ y /k/. Los dígrafos ch y ll tienen valores fonéticos específicos, por lo que en la Ortografía de la lengua española de 1754 se les comenzó a considerar como letras del alfabeto español y a partir de la publicación de la cuarta edición del Diccionario de la lengua española en 1803 se ordenaron separadamente de c y l, fue durante el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española celebrado en Madrid en 1994, y por recomendación de varios organismos, que se acordó reordenar los dígrafos ch y ll en el lugar que el alfabeto latino universal les asigna, aunque todavía seguían formando parte del abecedario. Con la publicación de la Ortografía de la lengua española de 2010, ambas dejaron de considerarse letras del abecedario. Las vocales (A, E, I, O, U) aceptan, además, el acento agudo para indicar la sílaba acentuada y la diéresis o crema modifica a la «u» en las sílabas «gue», «gui» para indicar su sonoridad: «güe», «güi».
Desarrollada en varias etapas a partir del período alfonsino, la ortografía se estandarizó definitivamente bajo la guía de la Real Academia Española, y ha sufrido escasas modificaciones desde la publicación de la Ortografía de la lengua castellana, de 1854. Las sucesivas decisiones han aplicado criterios a veces fonológicos y a veces etimológicos, dando lugar a un sistema híbrido y fuertemente convencional. Si bien, la correspondencia entre grafía y lenguaje hablado es predecible a partir de la escritura —es decir, un hablante competente es capaz de determinar inequívocamente la pronunciación estimada correcta para casi cualquier texto—, no sucede así a la inversa, existiendo numerosas letras que representan gráficamente fonemas idénticos. Los proyectos de reforma de la grafía en búsqueda de una correspondencia biunívoca, los primeros de los cuales datan del siglo XVII, han sido invariablemente rechazados sin explicaciones, pues ninguno de los fundamentos de la reforma ortográfica ha sido refutado. Es impertinente afirmar que la divergencia de la fonología de la lengua entre sus diversos dialectos impida la elaboración de una grafía puramente fonética, debido a que se cuenta con el castellano estándar, el cual es comprendido por todos los hispanohablantes, y es la base para una reforma ortográfica exitosa. De momento, la mayor parte de los cambios se han limitado a la simplificación de los símbolos homófonos que se conservan por razones etimológicas.
La ortografía del portugués está basada en gran medida en criterios fonológicos, al igual que sucede en español y a diferencia de lo que sucede en francés o inglés, donde factores históricos condicionan la correspondencia entre fonemas y grafías. Sin embargo, debido a la extensión de la lengua y la aparición de numerosas variantes regionales y dialectales, la ortografía usualmente usada no está en relación estrictamente fonológica con la pronunciación de todas las variantes.
A diferencia de lo que ocurre con la ortografía generalmente usada en español moderno la ortografía del inglés no está regulada por una institución, equiparable a la RAE, sino que es una ortografía de consenso. Por esa razón a veces existen diferencias menores entre el inglés británico y el inglés americano y de otros países (color ~ colour 'color', center ~ centre 'centro', etc.). Un principio interesante de la ortografía del inglés es que no usa un criterio puramente fonológico para sus palabras razón por la cual a veces no existe una correspondencia predictible entre la forma escrita y hablada, esto se manifiesta por ejemplo en la variabilidad de pronunciaciones no enteramente predictibles que tiene, por ejemplo, el diptongo ea:
Esta variabilidad de correspondencia entre la ortografía y la fonología de la lengua se debe a diversos accidentes históricos. En primer lugar, la ortografía del inglés se fijó aproximadamente hacia el siglo XV y desde entonces la lengua ha sufrido importantes cambios fonéticos, especialmente en las vocales, lo cual hace que la ortografía no sea una guía segura para la pronunciación moderna (y en parte la ortografía tiende a reflejar la pronunciación del inglés medio más que la del inglés moderno). Otro segundo factor es el conservadurismo usado en los neologismos con raíces en culturas grecorromanas, el inglés conserva/usa dígrafos como th, ch, kh, ph o vocales como y (mientras que en español o italiano se han adaptado fonéticamente a /t, k, p/ e /i/. Este conservadurismo también afecta a préstamos léxicos procedentes del francés, que son muy numerosos, para los cuales se mantiene la ortografía original aunque la pronunciación difiere notablemente de la pronunciación francesa.
En tanto que lengua artificial, la ortografía del esperanto propuesta por su creador trató de simplificar las dificultades de correspondencia entre sonido y grafía en las palabras de esta lengua. Así el esperanto tiene una ortografía guiada por criterios eminentemente fonológicos teniendo cada fonema una y solo una grafía posible.
Según Martínez de Sousa, la ortografía técnica comprende:
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