x
1

Números (texto sagrado)



El Libro de los Números o simplemente Números (del griego Ἀριθμοί [Arithmoí]; llamado en hebreo במדבר [Bəmidbar]: ‘En el desierto’) es el cuarto libro del Tanaj hebreo (que desde el siglo II d. C. ―aunque con algunas diferencias― es llamado Antiguo Testamento de la Biblia). Es el cuarto libro de la Torá judía (o Pentateuco ―‘los cinco libros’― según su posterior nombre griego).

Es históricamente interesante por los detalles de la ruta de los israelitas por el desierto y sus principales lugares de residencia. El libro consta de tres partes principales: el censo del pueblo en el desierto y los preparativos para reanudar el viaje (capítulos 1-10:10). El relato del viaje del Sinaí a Moab, el envío de los espías, su regreso con el informe, las quejas del pueblo (cap. 10:11-21:20), y los acontecimientos en las llanuras moabitas antes de cruzar el río Jordán hacia Canaán (cap. 21:21 - cap. 36).

El libro se llama "Números" porque contiene recuentos de los israelitas en el desierto. Viene precedido por el Levítico y seguido por el Deuteronomio.

El nombre original del Libro de los Números es במדבר, /bamidbar/ (‘[libro de] en el desierto’) en hebreo. En el siglo  III  a. C. se tradujo al griego con el resto de la llamada Biblia Septuaginta, en la que se le dio a este libro el título de Αριθμοί, /arithmoí/ (‘números’).

Todo el libro está poblado de números, que consigna con minuciosidad extrema: la cantidad de jefes de las tribus (cap. 7); número de las poblaciones y libaciones necesarias (13); cuenta de la cantidad de hombres sublevados (16:2); cabezas de ganado que han de ser destinadas al sacrificio ritual (28-29); cantidad de botín y su reparto exacto (31); agrimensura y dimensiones del territorio (35); incluso recuentos minuciosos de las leyes y los relatos contados.

Es posible que el libro exagere o idealice algo la cantidad de hebreos, pero es innegable que, más allá de ello, pinta un cuadro de la vida y la sociedad de aquellos tiempos con una fuerza incomparable, describiendo incluso con gran vivacidad el desierto del Néguev y la manera de vivir en él.

Más de una vez se expresa que Moisés se dedicó a registrar cada sitio donde los hebreos se detenían, cada oasis y cada campamento.

La tradición religiosa judía atribuye el Libro de los Números ―como todos los libros de la Torá (el Pentateuco)― al gran legislador de la nación hebrea Moisés (Moisés ben Hamram o Moshé Rabenu), quien habría vivido hacia el 1300 a. C.. Según el Segundo Libro de los Reyes (22-23), este libro fue hallado durante la reforma de Josías (hacia el año 622 a. C.).

El evento clave en la formación del Antiguo Testamento fue la invasión del reino de Judá por el Imperio de Babilonia en el 586 a. C. (según Dawes, pág. 13).[1]

Los babilonios destruyeron la ciudad y el Templo de Salomón, ejecutaron a los hijos del rey delante de él y lo cegaron, y se lo llevaron a él y a muchos otros al exilio en Babilonia (Dawes, pág. 14).[1]​ Estos eventos deben de haber representado una gran crisis religiosa: ¿por qué el dios Yahvé había permitido que esto sucediera? ¿Qué había pasado con la promesa de que los descendientes de David reinarían para siempre? Las respuestas están registradas en el Libro de Ezequiel, el Libro de Jeremías y el Libro de Isaías, y en la historia deuteronomista, la colección de obras históricas desde el Libro de Josué al Libro Primero de los Reyes: Yahvé no había abandonado a Israel, sino que Israel había abandonado a Yahvé, y el exilio en Babilonia era un castigo de Yahvé por la falta de fe de Israel (según Dawes, págs. 14-16).[1]

El exilio en Babilonia duró aproximadamente 48 años: empezó en 586 a. C. y terminó cuando los persas conquistaron Babilonia en 538 a. C. El nuevo gobernante persa, Ciro II el Grande, decidió permitir que los exiliados de distintos pueblos regresaran a sus patrias. De acuerdo con el Libro de Esdras y el Libro de Nehemías, los judíos regresaron a Palestina bajo la dirección conjunta de un descendiente del último rey y del último sumo sacerdote. Reconstruyeron el templo y reconstituyeron Judá (ahora se llama Yehud) como una comunidad santa gobernada por sacerdotes.

Fue en este periodo cuando se compuso la Torá (o el Pentateuco ―‘los cinco libros’― para dar su posterior nombre griego), separando el Deuteronomio de la historia deuteronomista y agregando los libros del Génesis, el Éxodo, el Levítico y los Números (Dawes, pág. 16).[1]

Como es habitual en los libros del Antiguo Testamento, su pertenencia a la serie de «libros históricos» es afirmada tanto por la Iglesia católica, como por ortodoxos, protestantes, etc. Otros autores afirman que ello no implica que corresponda al género histórico como se lo entiende hoy.

En el primer caso, en la misma línea que la tradición judía, la historia refleja ampliamente hechos históricos acontecidos, que hablan de la relación de Yahvé con el pueblo judío. Para los segundos no habría más que mitos y leyendas que en cualquier caso nadie ha podido tampoco negar.

La arqueología trabaja desde hace un siglo en tratar de averiguar la veracidad y detalle del contenido histórico de este libro. No cabe duda alguna que al menos todos los aspectos culturales quedan muy reafirmados por haberse conservado en su esencia en el judaísmo del templo hasta tiempos de Jesús. Además de la propia certificación que los autores del Nuevo Testamento ofrecen al dar por históricos estos hechos. Así como lo hacen numerosos otros libros posteriores de la propia Biblia.

La arqueología no ha podido ni negar ni confirmar la completa veracidad de todo lo narrado. Como es común, los autores discuten sobre numerosas y a veces contradictorias hipótesis.

Las narraciones se interrumpen constantemente para insertar textos jurídicos. Es por ello que el plan de trabajo histórico se diluye a menudo, cosa que no ocurre con el plan teológico del libro.

El agrupamiento de los elementos del libro debe hacerse alrededor de los hechos principales narrados, y esta tarea es en extremo difícil. Es por ello que históricamente se ha buscado establecer una división más simple, como por ejemplo según los sitios donde suceden los acontecimientos.

Así, el Libro de los Números puede dividirse en tres partes principales:

Dios ordena a Moisés, en el desierto del Sinaí, que cuente a los que pueden llevar armas, a todos los hombres "de veinte años en adelante", y que nombre príncipes para cada tribu. Un total de 603.550 israelitas son aptos para el servicio militar. La tribu de Leví está exenta del servicio militar y, por tanto, no se incluye en el censo. Moisés consagra a los levitas para el servicio del Tabernáculo en lugar de los primogénitos, que hasta entonces habían realizado ese servicio. Los levitas se dividen en tres familias, los gersonitas, los coatitas y los meraritas, cada una bajo un jefe. Los coatitas estaban dirigidos por Eleazar, hijo de Aarón, mientras que los gersonitas y meraritas estaban dirigidos por el otro hijo de Aarón, Itamar. Se hacen entonces los preparativos para reanudar la marcha hacia la Tierra Prometida. Se decretan diversas ordenanzas y leyes.

Los israelitas parten del Sinaí. El pueblo murmura contra Dios y es castigado con fuego; Moisés se queja de su obstinación y se le ordena que elija a setenta ancianos para que le ayuden en el gobierno del pueblo. Míriam y Aarón insultan a Moisés en Hazeroth, lo que enfurece a Dios; Miriam es castigada con lepra y queda fuera del campamento durante siete días, al final de los cuales los israelitas se dirigen al desierto de Parán en la frontera de Canaán. Los doce espías son enviados a Canaán y regresan para informar a Moisés. Josué y Caleb, dos de los espías, informan de que la tierra es abundante y "mana leche y miel", pero los otros espías dicen que está habitada por gigantes, y los israelitas se niegan a entrar en ella. Yahvé decreta que los israelitas serán castigados por su pérdida de fe teniendo que vagar por el desierto durante 40 años.

Dios ordena a Moisés que haga placas para cubrir el altar. Los hijos de Israel murmuran contra Moisés y Aarón por la destrucción de Coré y son azotados por la plaga, pereciendo 14.700. Aarón y su familia son declarados por Dios responsables de cualquier iniquidad cometida en relación con el santuario. Los levitas vuelven a ser designados para ayudar en la custodia del Tabernáculo. Se ordena a los levitas que entreguen a los sacerdotes una parte de los diezmos que se les entreguen.

Miriam muere en Cades Barnea y los israelitas parten hacia Moab, en la frontera oriental de Canaán. Los israelitas culpan a Moisés por la falta de agua. Dios ordena a Moisés que hable a una roca, pero al principio desobedece y es castigado con el anuncio de que no entrará en Canaán. El rey de Edom rechaza el permiso para atravesar su tierra y la rodean. Aarón muere en el monte Hor. Los israelitas son mordidos por serpientes voladoras ardientes por hablar contra Dios y Moisés. Se hace una serpiente de bronce para alejar a estas serpientes.

Los israelitas llegan a las llanuras de Moab. Un nuevo censo da el número total de varones de veinte años en adelante como 601.730, y el número de los levitas de un mes en adelante como 23.000. La tierra se dividirá por sorteo. Las hijas de Zelofehad, que no tenían hijos, participarán en el reparto. Se ordena a Moisés que nombre a Josué como su sucesor. Se enumeran las prescripciones para la observancia de las fiestas y las ofrendas para las diferentes ocasiones. Moisés ordena a los israelitas que masacren al pueblo de Madián, en represalia por el incidente de la Herejía de Baal-Peor. Los rubenitas y los gaditas piden a Moisés que les asigne la tierra al este del Jordán. Moisés les concede su petición después de que prometan ayudar en la conquista de la tierra al oeste del Jordán. La tierra al este del Jordán se divide entre las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés. Moisés recuerda las estaciones en las que se detuvieron los israelitas durante sus cuarenta años de peregrinación y les ordena exterminar a los cananeos y destruir sus ídolos. Se detallan los límites de la tierra, que debe dividirse bajo la supervisión de Eleazar, Josué y doce príncipes, uno de cada tribu.

El pueblo de Israel camina con Yahvé. Si existen fallos, estos no son provocados por Yahvé, sino por los pecados del pueblo (cfr. caps. 13 y 14). En cambio, si hay éxitos, estos vienen como consecuencia de la fidelidad del pueblo al Dios que los ha librado y que permanece con Israel.




Escribe un comentario o lo que quieras sobre Números (texto sagrado) (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!