La morfología (del griego μορφo morphḗ ‘forma’, y λογία logía ‘tratado o estudio’) es la rama de la lingüística que estudia la estructura interna de las palabras para definir y clasificar sus unidades: las variantes de las palabras (morfología flexiva) y la formación de nuevas palabras (morfología derivativa y composición).
La palabra «morfología» fue introducida en el siglo XIX y originalmente trataba simplemente de la forma de las palabras, aunque en su acepción más moderna, estudia fenómenos más complejos que la forma en sí.
El término morfología proviene del griego μορφo-, morpho ('forma') y λογία logía ('tratado', 'ciencia'); así, el todo significa literalmente 'ciencia (o estudio) de la forma'. En efecto, se habla de la morfología de las plantas, de la morfología de los seres vivos, de la morfología del relieve terrestre, etc.
En lingüística, este término adquiere un significado especializado: 'estudio de las formas de las palabras' y, por extensión, 'estudio de la palabra'. Esto se remonta a una tradición iniciada en los trabajos de Baudouin de Courtenay según la cual las palabras están formadas por raíces y afijos que realizan la función del signo saussureano. Y aunque también se deba hablar en lingüística de la forma de los sintagmas y/o de las frases, el término morfología no se aplica a estos últimos; es la palabra, y solamente la palabra, lo que constituye el objeto de la morfología lingüística de acuerdo a un uso general.
La posición en la morfología gramatical es intermedia. Para la tradición estructuralista americana de Bloomfield, la morfología era esencial; en la tradición generativista chomskyana, en cambio, la sintaxis es central y la morfología o bien es relegada a la fonología o bien es ignorada como disciplina independiente. Esas posturas han hecho de la morfología lingüística un campo polémico y de difícil definición en la moderna teoría lingüística. Habitualmente se considera que los patrones morfológicos son el resultado de la gramaticalización y que, en cierto sentido eso es todo lo que hay en morfología. Por tanto, la búsqueda de universales morfológicos y el propio análisis morfológico no serían otra cosa que un estudio de los patrones de gramaticalización.
La gramática tradicional divide el estudio de todas las lenguas del mundo por convención, en dos secciones: morfología y sintaxis. La relación entre las dos es la siguiente:
Sin embargo, en el seno de la gramática generativa se ha sostenido que la morfología es insostenible como rama autónoma. En ocasiones hay alternacias morfológicas que están ocasionadas por restricciones fonológicas por lo que ciertos aspectos de la morfología tradicional caen dentro de la morfofonémica. Algunos otros procesos morfológicos no parecen fácilmente separables de la sintaxis, por lo que su estudio recae en el estudio llamado morfosintaxis. Para algunos autores la morfología se restringe solo al proceso de formación de palabras, dejando fuera los procesos morfofonémicos y morfosintácticos.
Desde el punto de vista de la morfología, es importante la tradicional clasificación de las lenguas humanas en 3 grupos:
No todas las lenguas entran claramente en estos 3 grupos.
En todas las lenguas, con independencia de los procedimientos morfológicos que posea, se puede identificar en una palabra un morfo básico, una secuencia de sonidos que identifica el significado principal de la palabra, al que se llama lexema o raíz. Sin embargo, en lenguas con morfos que no son afijos, como las lenguas semíticas, los lexemas son "esqueletos" de dos o tres consonantes entre las cuales se insertan vocales. Estas vocales entran en forma de esquemas paradigmáticos y son un ejemplo de morfo discontinuo (en este tipo de lenguas los lexemas también son de hecho discontinuos, es decir, no forman una secuencia de fonemas consecutivos).
Los lexemas forman la mayor parte del léxico de una lengua, su número es siempre muy superior al de gramemas (los morfemas que no son lexemas), y en principio se considera una clase abierta. Es decir, forman un conjunto susceptible de ser ampliada con nuevos préstamos léxicos u otros procedimientos creativos para designar nuevos conceptos o realidades.
Los morfemas gramaticales son las unidades que constituyen la parte variable de la palabra y son las responsables de expresar relaciones gramaticales que no alteran el significado referencial básico de una palabra. Usualmente no son autónomos y su aparición no es facultativa sino que está sujeta a restricciones gramaticales. Estos morfemas expresan relaciones o accidentes gramaticales como:
Son formantes facultativos mediante los cuales se forman significados composicionales y conceptos derivados del significado básico. Algunos ejemplos de esto:
Según su posición respecto al lexema, se distinguen tres tipos de morfemas gramaticales derivativos:
Son formantes constitutivos que ocupan siempre la posición final de la palabra y la información que ofrecen es de tipo gramatical, como el género, el número, la persona, el modo, etc.
Existe otra clase de morfemas denominados morfemas libres o independientes que no van unidos a ningún lexema pero confieren de significación gramatical a las palabras con las que se asocian. Los determinantes, las preposiciones y las conjunciones puede actuar como morfemas libres. Casi todos ellos son átonos. Por ejemplo, el artículo hace de morfema flexivo para el sustantivo de la oración.
Los alomorfos son las diferentes realizaciones fónicas de un determinado morfema. Por ejemplo, en español el plural puede realizarse como -s o -es, estas dos formas son por tanto alomorfos del morfema de número plural del español. También son alomorfos -ble y -bil, como en imposible e imposibilidad, o nece- y neci, como en necio y necedad.
Un tipo de morfo interesante es aquel que no tiene realización fonémica audible. La consideración de esta ausencia de contenido fónico como una relación con frecuencia ayuda a hacer más sencillo y sistemático el análisis morfológico, ya que el hecho de que un determinado morfema no tenga realización fónica no impide considerarlo un miembro de pleno derecho de la clase de equivalencia que forma el morfema sobre la base de relaciones paradigmáticas sistemáticas.
Un ejemplo de esto lo encontramos en español en la palabra atlas. Aquí el morfema de número no está presente, y esa es precisamente la razón por la cual el número es singular. Otro ejemplo son los morfos de género en nombres o adjetivos acabados en consonante:
La consideración de los alomorfos ceros ∅M y ∅F permite decir que en una oración atributiva el sujeto y el atributo concuerdan en género siempre. Un análisis alternativo en la línea de Vossler negando que estos alomorfos cero sean reales necesitaría explicar que a veces hay concordancia (cuando hay morfemas de género) y a veces no hay concordancia, siendo en ese caso la regla más complicada. Es decir, la consideración de morfemas cero simplifica las generalizaciones sobre la concordancia y otros aspectos de la estructura gramatical. Igualmente las marcas de persona de en la tercera persona del singular pueden ser consideradas morfos ceros:
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