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Matriarcal



La palabra matriarcado (del lat. māter 'madre' y del gr. archein 'gobernar') refiere a un tipo de sociedad en la cual las mujeres tienen un rol central de liderazgo político, autoridad moral, control de la propiedad y de la custodia de sus hijos. Confundida a veces con los términos: ginarquía, ginocracia, ginecocracia, o sociedad ginocéntrica.

Las sociedades realmente existentes donde las mujeres tienen un lugar distinto al patriarcal son llamadas matrilineales, matrilocales o matrifocales.[1][2]

La antropóloga Peggy Reeves Sanday prefiere restringir el uso del término matriarcado para referirse a culturas como la Minangkabau en Indonesia.[3]

La existencia del matriarcado ha sido mencionada por los teóricos del evolucionismo del siglo XIX.

Aunque existe un número importante de sociedades matrilineales documentadas, no siempre se utiliza correctamente el término "matriarcado". Muchos autores usan erróneamente el término "matriarcado" para referirse a sociedades matrilineales o matrilocales, como dice Marvin Harris.[4]​ Harris y Young (1979)[5]​ ponen ejemplos de sociedades no patriarcales en la Tierra del Fuego y en las selvas tropicales del noroeste amazónico y el centro de Brasil y en el sudoeste de China como los Mosuo. Sin embargo, en modo alguno se han encontrado ejemplos claros de sociedades en las que exista o haya existido un matriarcado, es decir un estado de dominación femenina, la contraparte del patriarcado.

En algunas de estas sociedades existen mitos que afirman un pasado matriarcal y que posteriormente las mujeres perdieron el poder y fueron los hombres quienes comenzaron su reinado e impusieron su autoridad, formando las sociedades patriarcales. Un mito clásico en este sentido sería el que recogió Gusinde, entre los selknam de la isla Grande de Tierra del Fuego, y los yaganes del archipiélago al sur de esta. Dichos grupos tienen mitos similares (hain y kina, respectivamente) que hablan de un pasado mítico en el que mandaban las mujeres, que engañaban arteramente a los hombres haciéndoles creer que ciertos seres sobrenaturales avalaban aquel orden social. Cierto día, los hombres descubrieron el engaño y mataron a todas las mujeres adultas, volteando el sistema en su propio beneficio y fundando una sociedad dominada por los hombres, con los mismos rituales (hain, entre los selknam) ahora legitimando la dominación masculina y haciendo creer a las mujeres y niños que los participantes en aquel ritual (hombres disfrazados) eran seres sobrenaturales. Se trata de un clásico mito y rito de inversión de roles que trata de legitimar el orden social de dominación masculina.

No obstante, dice (Marvin) Harris que el hecho de que hasta la actualidad todas las sociedades humanas en el pasado conocido hayan sido sexistas no es razón para adjudicar tal hecho a la naturaleza humana, o para pensar que necesariamente así serán las sociedades futuras (Harris, Caníbales y reyes: los orígenes de las culturas, 1977: 82).

Es muy importante distinguir el matriarcado del matrilinaje, que es una cuestión diferente. En algunas sociedades el prestigio social y la adscripción de bienes y posesiones se recibe por vía materna, más que por vía paterna. Eso en general implica que en algunas sociedades son las mujeres quienes heredan las tierras familiares y no los hombres. Aunque en muchas sociedades matrilineales las mujeres tienen un poder decisorio sobre asuntos familiares razonablemente importantes. La posición social viene de la madre más que del padre y las familias extensas y la alianzas tribales se establezcan sobre líneas sanguíneas femeninas. Aun así, en algunos pocos casos, los hombres tienen más autoridad formal que las mujeres, siendo quien la ostenta el hermano de la cabeza de familia más que el marido de la cabeza de familia. De hecho, algunas pocas sociedades matrilineales son avunculocales, lo cual significa que los hijos de la cabeza de familia están sometidos a la autoridad del tío materno, más que del padre.

El matriarcado es una acepción diferente a la de matrilocalidad, usado por algunos antropólogos para describir sociedades en donde la autoridad maternal se basa en relaciones domésticas, debiéndole al esposo unirse a la familia de la esposa, en lugar de que la esposa se mude a la villa o tribu del esposo, así, ella es mantenida por su familia extendida, y el esposo tiende a estar socialmente aislado. Otros pasos coadyuvantes son la matrifocalidad y la poliandria.

Así, el matriarcado es una combinación de estos factores: matrilinealidad y matrilocalidad. Pero lo más importante es el hecho de que la mujer está a cargo de la distribución de los bienes para el clan y, especialmente, de las fuentes de nutrición, campo y comida. Esta característica hace que todos los miembros del clan dependan más de la matrilinealidad y matrilocalidad, y esto le otorga a la mujer una fuerte posición en las sociedades que hoy son consideradas matriarcales.

Debido a la falta de registros es difícil afirmar o negar la existencia y extensión de sociedades con organización matrilineal durante la prehistoria. La evidencia histórica muestra que en todos los tiempos han existido sociedades con organización matrilineal junto a otras basadas en la patrilinealidad. Un análisis contenido en el Ethnographic Atlas (1967) de George P. Murdock sobre 752 sociedades históricamente documentadas dio los siguientes datos:

Se observa que algo más de una quinta parte de las sociedades tienen un régimen de filiación matrilineal, en el que los individuos reciben el nombre familiar, la herencia y el prestigio de su rama materna. En general en las sociedades matrilineales las mujeres tienen un estatus social más alto que en sociedades patrilineales. Aunque de ningún modo puede decirse que las sociedades matrilineales sean matriarcados, ya que en estas sociedades matrilineales muchas de las más altas responsabilidades políticas y legislativas están en manos de ambos sexos, aunque los estudios de Bachofen sobre la sociedad Naire si nos describe una sociedad matriarcal en las islas de Malabar observada por los Europeos en el S. XV en donde el poder si es ejercido por una oligarquía femenina.

Sin embargo, todo ello tampoco constituyen argumentos definitorios, ya que, en las sociedades patriarcales del pasado, también podemos ver que, el poder político, es ejercido también por la mujer desde la antigüedad, como son los casos -en Egipto- de Nitocris, de la Dinastía VI, Neferusobek de la Dinastía XII, Hatshepsut de la Dinastía XVIII, Semenejkara de la Dinastía XVIII, Tausert de la Dinastía XIX, Cleopatra VII de la Dinastía ptolemaica. En el mundo romano también podemos observar que las matriarcas como LIVIA, CORNELIA, AURELIA, AGRIPINA LA MENOR, JULIA DOMNA se convierten cada vez más en personajes muy importantes en el mundo de la política y en el caso del imperio romano de oriente podemos ver las figuras de emperatrices como Irene , Zoë Porphyrogenita y Teodora. En estos casos, nunca hubo un macho consorte emperador (es decir, un marido de una emperatriz-reinante); Sin embargo, algunas parejas de marido y mujer, en particular Justiniano I y Teodora , eran al mismo tiempo coreinantes.

En épocas más modernas también podemos ver como mujeres gobernaron en las denominadas sociedades patriarcales, entre las más destacadas tenemos a Isabel la Católica, María Tudor de Escocia, Elizabeth de Inglaterra, Catalina I de Rusia, la reina Victoria de Inglaterra, entre otras, muchas de las cuales protagonizaron enfrentamientos políticos y militares de características épicas y que han definido nuestra era. Como podemos ver, el poder político también ha sido ejercido por las mujeres en las sociedades patriarcales, por lo cual el ejercicio del poder por ambos sexos no es un aspecto relevante para definir a ambos tipos de sociedades. Por otro lado, lo que encontramos en común, es que todas estas sociedades son clasistas, por lo tanto están gobernadas por representantes de esas clases en función de sus intereses. La pertenencia a uno u otro sexo era un aspecto secundario que convive, si, con la ideología violenta dominante, que en el caso de las sociedades patriarcales se expresa en los que conocemos como el machismo.

En realidad lo único que podemos establecer es que existen pruebas suficientes para establecer que las sociedades matriarcales existieron, que las mismas se extinguieron como forma políticamente dominante y que se han mantenido como parte de la cultura o del derecho consuetudinario en algunas sociedades, lo cual se expresa en la forma en que se transmite la herencia y el prestigio social. En las sociedades matrilineales lo más común es que los hijos de la hermana (los sobrinos) o los hermanos maternos del fallecido sucedan a este en cuestiones de riqueza, autoridad, etc. Existen no obstante algunas sociedades matrilineales, como los Minangkabau, donde se trata de las hijas de la persona fallecida quienes la suceden. También tenemos casos siu generis, como el de la sociedad de los Jíbaros o Shuar en la amazonía, en donde la sociedad es patriarcal, pero los bienes se transmiten de manera matrilineal, lo cual nos lleva a pensar que este fenómeno debe ser estudiado de manera más concreta para entender su dinámica.



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