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María de Nazaret



Existen numerosas festividades marianas:[4]

María, ya sea con su nombre o con el nombre de alguna de sus advocaciones, es patrona de innumerables países, ciudades y localidades del mundo. Su advocación de Nuestra Señora de Lourdes es patrona de los enfermos.

María (en arameo, מרים, 'Mariam'), madre de Jesús de Nazaret, fue una mujer judía de Nazaret de Galilea que, según diversos pasajes neotestamentarios pertenecientes al Evangelio de Mateo, al Evangelio de Lucas y a los Hechos de los Apóstoles, como también distintos textos apócrifos tales como el Protoevangelio de Santiago, vivió entre fines del siglo I a.C. y mediados del siglo I d.C. También el Corán (siglo VII), libro sagrado del islam, la presenta como madre de Jesús (Isa), bajo su nombre árabe, Maryam o Miriam.

La presencia de María es atestiguada por las principales corrientes del cristianismo primitivo que terminaron por integrar el canon bíblico: primero, de forma alusiva, en el cristianismo paulino,[5]​ y luego, con mayor énfasis en el cristianismo sinóptico y joánico, donde se la considera una personalidad cualificada y en más de un sentido única, partícipe singular de un momento clave de la Historia de la salvación, la encarnación de Jesucristo,[6]​ y copartícipe de otros dos, la crucifixión y muerte de Jesús,[7]​ y la conformación de la primera comunidad cristiana orante inmediatamente antes de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.[8][9]

El Evangelio de Mateo[10]​ y el Evangelio de Lucas[11]​ presentan a María como una joven virgen cuando, en la Anunciación, supo que estaba encinta por obra del Espíritu Santo, sin concurso de varón.[9]​ Por esto, a menudo se la llama la «Virgen María», o simplemente «la Virgen», en las Iglesias católica, ortodoxa, copta, en la Comunión anglicana y en otras denominaciones cristianas.

En las Iglesias católica y ortodoxa se le atribuyen facultades de intercesión ante Jesucristo, siguiendo a san Ireneo de Lyon (siglo II) y lo narrado en el Evangelio de Juan sobre su intervención en las bodas de Caná.[12]​ En las Iglesias antes citadas, la devoción a ella se manifiesta a través de expresiones diversas, que van desde declaraciones dogmáticas y doctrinales marianas, hasta oraciones a ella dedicadas, y títulos con los que se la identifica, tales como «Madre de Dios», o su correspondiente término en griego, «Theotokos», este último adjudicado a ella tempranamente en el Concilio de Éfeso de 431 y muy utilizado por la Iglesia ortodoxa. También se la llama «Bienaventurada Virgen María», en línea con el texto evangélico:

Otras denominaciones cristianas, en particular varias surgidas a partir de la Reforma cuestionan la devoción mariana de católicos y ortodoxos.

María es un nombre conocido en el Tanaj o Antiguo Testamento por haber sido nombre de la hermana de Moisés y Aarón,[13]​ originalmente escrito como Mīryam. La versión de los Setenta lo menciona a partir de la forma aramea Mariám (Mαριαμ); el cambio en la primera vocal refleja la pronunciación corriente, la del arameo que se hablaba en Palestina antes del nacimiento de Cristo. En el texto griego del Nuevo Testamento, en la versión de los Setenta, el nombre usado era Mariám,[14]​ María es la forma helenizada de la palabra.

Aunque en la Edad Media se le buscó significados más piadosos que exactos, bajo los actuales descubrimientos arqueológicos, "Alteza" o "Ensalzada" son los significados más cercanos al nombre de origen hebreo. El apelativo latino Stella Maris es aplicado a María a partir de un pasaje del Antiguo Testamento, Primer Libro de los Reyes 18:41-45, a partir de un error de transcripción debido a Eusebio de Cesarea y Jerónimo. En efecto, el primero Maryām como mar-yam (מר-ים) "gota del mar", basado en מר mar, una palabra bíblica poco común para "gota" y ים yam "mar". San Jerónimo adoptó esta interpretación y tradujo el nombre al latín como stilla maris, "gota del mar", pero en una etapa posterior un copista lo transcribió a stella maris, "estrella del mar", y este error de transcripción se generalizó.[15][16]

María, en árabe: مريم, romanizada: Maryam, la madre de Jesús, ocupa un lugar singularmente exaltado en el Islam como la única mujer nombrada en el Corán, el cual se refiere a ella setenta veces.

La historia de María es narrada en varios textos del Nuevo Testamento de la Biblia. María es mencionada por su nombre por primera vez, aunque de forma tangencial, al escribirse el evangelio más antiguo, el Evangelio de Marcos.[17]​ En el Evangelio de Mateo se la menciona con motivo de la narración de la concepción milagrosa de Jesús y de su nacimiento y huida a Egipto.

Aquí el evangelista Mateo menciona que es María aquella de quien habló el profeta Isaías al decir:

El Evangelio de Lucas es el que más datos da sobre María, al desarrollar con más detalle los temas de la infancia de Jesús, algunos de los cuales se amplían más abajo: la Anunciación, la Visita a Isabel, el Nacimiento de Jesús, la Presentación de Jesús en el Templo (aquí el anciano Simeón le profetiza: «a ti misma una espada te atravesará el corazón»,[19]​ aludiendo al dolor de María durante la Pasión de su Hijo) y la pérdida de Jesús y su hallazgo en el templo. También es el evangelista Lucas quien dice que María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.[20]​ En el Evangelio de Juan, Jesús hace su primer milagro a petición de ella, en Caná. Y en la cruz, la entrega como madre al discípulo amado, y él es entregado a María como hijo (por estos hechos, las teologías católica y ortodoxa destacan la intercesión de María ante su Hijo; y la proclamación simbólica de María como «Madre de la Iglesia», es decir, «de todos los cristianos», figurados en la persona del discípulo amado). También se la menciona en los Hechos de los Apóstoles[21]​ como miembro destacado de la comunidad cristiana primitiva.

La tradición cristiana ha considerado a Joaquín y Ana como los progenitores de María. Estos nombres están tomados del Protoevangelio de Santiago, uno de los evangelios apócrifos más famosos y antiguos. Esta asunción ha sido punto de referencia para muchos datos piadosos sobre la vida de la Virgen María.

No se tiene seguridad de si María tuvo hermanas. Aunque algunos toman por ciertos datos del Evangelio de Juan y de Mateo quienes mencionan a una "hermana de su madre", la cual sería María de Cleofás de acuerdo con Jerónimo.[22]​ Por su parte, Hegesipo menciona a esta María como esposa de Cleofás, hermano de José y por tanto concuñada de María: un matrimonio hebreo no colocaría el mismo nombre a dos de sus hijas carnales.

En el Nuevo Testamento, algunos pasajes mencionan que Jesús tenía hermanos. En concreto, se mencionan los hermanos 2 veces en el Evangelio de Mateo, 2 en el Evangelio de Marcos, 1 en el Evangelio de Lucas y 2 en el Evangelio de Juan. La Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa,[23]​ la Iglesia copta[cita requerida] y la Comunión anglicana,[24]​ basadas en el uso del lenguaje hebreo de aquella época y en la tradición eclesial, interpretan este término como "parientes", y declaran que María permaneció "siempre virgen".

Quienes aseguran que María tuvo otros hijos basan su argumentación en la interpretación literal de los textos bíblicos en los que se habla expresamente de "hermanos de Jesús". En el idioma arameo así también en el hebreo no existe un término para indicar primo o un familiar cercano.[25]​ La Biblia de los Setenta, al traducir la Biblia del hebreo al griego, cada vez que encuentran el término hermano (בן), usan el término ἄδελφος, de manera que este término indica a parientes incluso no muy cercanos. Así se comprende entonces que Asaía tuviera “doscientos veinte hermanos” (1.ª Cró 15:6 –véase también Gén. 11:27; 12:5 y comparar con Gén. 13:8; 14:14,16).

Aunque en el idioma griego koiné sí existe el término ἀνέψιος para referirse a los primos, no implica que su uso estuviera generalizado entre los hebreos.[cita requerida].

Los evangelios hacen aparecer a María cuando narran la concepción de Jesús. Según lo que narran se puede ver que María en ese momento era prometida de José de Nazaret, quien era carpintero. Los relatos evangélicos se inician después de los desposorios de María con san José.

El Evangelio de Lucas dedica dos capítulos a la concepción e infancia de Jesús. Es en Lucas también donde es llamada "llena de gracia", "bendita entre todas las mujeres", "madre del Señor". El apelativo κεχαριτωμένη, que se lee kecharito̱méni̱ y que es participio perfecto pasivo de χαριτον (chariton), es traducido por las versiones protestantes como "muy favorecida", mientras que en las católicas se suele traducir como "llena de gracia" (siguiendo el "gratia plena" de la Vulgata). La Nueva Biblia de Jerusalén, por ejemplo, detalla en el Evangelio de Lucas (1,28) que este saludo en forma literal significa: "tú que has estado y sigues estando llena del favor divino".[26]​ Esto se debe a que en griego un verbo factitivo como χαριτόω en perfecto indica completamiento del acto que indica el verbo.

Según la tradición judía de aquel momento, los jóvenes varones se desposaban entre los dieciocho y veinticuatro años, mientras que las jóvenes mujeres a partir de los doce años eran consideradas doncellas (na'arah); a partir de esa edad podían desposarse. El matrimonio judío tenía dos momentos, desposorio y matrimonio propiamente dicho: el primero era celebrado en la casa de la novia y traía consigo acuerdos y obligaciones, aunque la vida en común era posterior. Si la novia no había estado casada antes se esperaba un año después del desposorio para llegar a la segunda parte, el matrimonio propiamente dicho, donde el novio llevaba solemnemente a la novia desde la casa de sus padres a la de él.

La presencia de María en los relatos bíblicos comienza con la narración de la aparición del ángel Gabriel a María, según lo relata el evangelista Lucas.[nota 1]

Lucas puso empeño en anotar las reacciones de María ante las revelaciones divinas que se irán sucediendo: su turbación[27]​ y su dificultad,[28]​ al igual que posteriormente mostraría su asombro ante el oráculo de Simeón[29]​ y su incomprensión de la palabra de Jesús en el templo.[30]​ En presencia de un misterio que rebasa su inteligencia, reflexiona sobre el mensaje (Lucas 1:29; Lucas 2:33), piensa sin cesar en el acontecimiento y lo guarda en su corazón.[31][32]

Desde el momento de la Anunciación, cuando el proyecto inicial de vida de María parece trastocarse, comienza una secuencia de riesgos y de inseguridades señalada por los evangelios de Lucas y de Mateo.[33]​ La primera inseguridad se presenta en relación al origen de su concepción. En efecto, la incertidumbre parece atacar el corazón de su prometido José, y lo conduce a su intención de repudiar a María en secreto para no ponerla en evidencia.[34]​ Así lo tiene planificado José cuando Dios le hace conocer sus designios por un sueño: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»[35]​ A partir de entonces, José coparticipa de los riesgos que se presentan en la vida de María, como se detalla más adelante.

Según el evangelio de Lucas, María, ya embarazada, visita luego a su prima Isabel, ya que el ángel Gabriel le había anunciado que también ella, aunque ya anciana, estaba encinta, señal de que para Dios no había nada imposible. El destino de María es una población de la montaña de Judea, cuyo nombre no se explicita, pero que la tradición, recogida por los primeros peregrinos cristianos, identifica con la actual Ain Karim a seis kilómetros y medio al oeste de Jerusalén.

Al llegar María, el evangelio narra que el niño que tenía Isabel en su vientre dio un salto, que fue interpretado como de alegría. Isabel saludó a María como la "Madre de su Señor"[36]​ y la alabó. María respondió con un canto de alabanza, ahora llamado "Magnificat",[37]​ inspirado en el cántico de Ana del Primer Libro de Samuel,[38]​ en varios salmos y en otros pasajes del Antiguo Testamento. El "Magnificat" incluye un texto que se interpreta como una profecía: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada".[39]​ La "Anunciación" y el "Magnificat" son, sin dudas, los dos pasajes de los evangelios canónicos en que María expresa verbalmente con más detalle su pensamiento, que no es otro que un anticipo de la misma vida y mensaje de Jesús,[40]​ si bien cabe recordar que se trata de textos escritos un siglo después de los hechos, por lo que pueden ser también una expresión del pensamiento del autor de los mismos, o de su comunidad acerca de María.[41]

Lucas, al narrar las circunstancias que rodean el nacimiento de Jesús, describe con sencillez el riesgo que sigue impregnando la vida de María.[33]​ Ante un edicto de César Augusto que ordena un censo,[42]​ José y María deben emprender la travesía desde Nazaret en Galilea hacia Belén en Judea, cuando ella está por dar a luz.[43]​ Como no hay sitio para hospedarse, debe dar a luz en un pesebre.[44]​ El relato del evangelio de Lucas parece resaltar de forma creciente la fe de María, quien se fía de Dios a pesar de no comprender plenamente lo que sucede: ella guarda "estas cosas" y las medita en su corazón.[45]

Con motivo de la presentación de Jesús en el Templo para dar cumplimiento a la ley que ordena que todo varón primogénito ha de ser consagrado al Señor,[46]​ se produce un nuevo signo de inseguridad para María. Un hombre justo y piadoso llamado Simeón, a quien le es revelado que no verá la muerte antes de ver al Cristo, reconoce en el hijo de María la salvación, luz para iluminar a los gentiles y gloria del pueblo de Dios, Israel.[47]​ Pero a continuación, una profecía realizada por Simeón atraviesa la figura de María:

Tiempo más tarde, unos magos de Oriente se presentan en busca del «Rey de los judíos que ha nacido».[48]​ Cuando entran en la casa, ven al niño con María su madre y, postrándose, le adoran.[49]​ Pero esta visita de los magos atrae la atención de Herodes el grande que ordena matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca.[50]

El riesgo se cierne nuevamente sobre María y el niño. Pero el Ángel del Señor se aparece en sueños a José y le dice: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levanta, toma de noche al niño y a su madre, y se retira a Egipto; y permanece allí hasta la muerte de Herodes.[51]​ Un autor contemporáneo remarca la ausencia casi constante de toda seguridad humana en el destino de María: «Quédate allí hasta nuevo aviso: tal era la fecha que Dios había señalado. ¿Cuándo será la vuelta? ¿Pronto, dentro de un mes, de un año? ¿Se instalarán, vivirán allí provisoriamente?...»[33]

Cuando mueren los que buscaban la vida del niño, José toma consigo al niño y a su madre, y entra en tierra de Israel. Pero se entera de un nuevo riesgo: Arquelao reina en Judea en lugar de su padre Herodes, y por eso tiene miedo de ir allí. Y, avisado en sueños, se retira a la región de Galilea, a una ciudad llamada Nazaret.[52]

El único episodio de Jesús adolescente narrado por los evangelios canónicos es referido por Lucas con motivo de la fiesta de la Pascua.[53]

Después de sufrir la pérdida de su hijo en el Templo y de haberlo buscado durante tres días, al encontrarlo María le pregunta: «Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando!» La expresión deja traslucir el dolor y la preocupación de una madre diligente, que incluso habla en nombre de José, lo que remarca la gran personalidad de María.[54]​ Jesús le responde a María con otra pregunta, que ella no comprende.

De acuerdo con las Sagradas Escrituras, María no fue lo que la Epístola de Santiago llamó «un oidor olvidadizo».[55]​ El Evangelio de Lucas nos lega una frase que se repite dos veces casi literalmente, forma de poner énfasis en el asunto. En la escena del nacimiento de Jesús, después que los pastores relatan a José y María lo que se les había dicho del niño, el evangelista agrega que «María conservaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón».[45]​ Y un poco más adelante, al relatar el episodio del hallazgo del Jesús, de doce años, entre los doctores del templo, el evangelista repite casi textualmente la frase antes citada: «Y su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón».[56]

Es de notar que esta segunda frase no solo se refiere a la respuesta dada por Jesús en el templo a los doce años, sino que es razonable extenderla a todo lo que Jesús le dijo en los diálogos que con ella tendría durante los años que pasó «sujeto a sus padres». También es claro que el evangelista señala que María conservaba esas palabras a pesar de que ni ella ni José habían entendido la respuesta de Jesús en el templo: que «convenía que él se ocupara de las cosas de su Padre». Juan de Maldonado comenta que no podía María dejar de comprender que Jesús llamara a Dios «su Padre», ni tampoco podía resultarle extraño que él se considerara obligado a ocuparse de las cosas de Dios. Lo que María aún no comprendía era «a qué cosas llamaba Jesús las cosas de su Padre: de enseñar primero a los hombres, y luego de morir por ellos».[57]

A pesar de que, bajo este aspecto, las palabras de Cristo quedaron de momento envueltas en el misterio para la mente de María, ella las guarda como una reliquia, lo que forma parte de la psicología profunda de María. De allí que haya autores que hagan referencia a ella dándole el título de «Señora del Silencio».[58]​ Y es también por ello que algunos exégetas han llegado a considerar a María misma como una de las fuentes primarias del Evangelio de Lucas.[54]​ En cualquier caso, aun cuando María no fuese una fuente oral del Evangelio de Lucas, es razonable al menos admitir la existencia de un testimonio mediato: las palabras de María pueden haber llegado a Lucas a través de Juan el Apóstol o de mujeres que convivieron con ella.

Durante el ministerio público de Jesús, María aparece mencionada en los Evangelios como "su Madre", situación especial de la que no goza ningún otro miembro de la comunidad. Un pasaje del Evangelio de Lucas describe cómo una mujer entre la muchedumbre se refirió a Jesús al exclamar: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».[59]​ Jesús respondió: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».[60]​ Según José María Cabodevilla, Cristo no significó con esas palabras que haya otros seres más dichosos que su madre pero, en lugar de poner particular relieve en la virginidad de María, en su concepción inmaculada o en su maternidad divina, expresó que la bienaventuranza principal de María consiste, no solo en haberlo concebido y criado a él, sino en haber escuchado y puesto en práctica su palabra, en haber creído en él,[40]​ tal como lo exclamó antes Isabel: "Feliz de ti por haber creído".[61]

En el Evangelio de Juan, la vida pública de Jesús se encuadra entre los dos únicos pasajes en los que aparece su Madre, propios de este evangelio. Se trata de las "bodas de Caná"[12]​ y la "muerte del Señor",[7]​ o sea, el inicio y el final del ministerio público de Jesús.[62]

Las bodas de Caná tienen lugar cuando, según lo expresa Jesús, todavía no ha llegado "su Hora".[63]​ Sin embargo, (y a pedido de María) Jesús realiza su primer signo para que sus discípulos crean en él. María reaparece al llegar "la Hora",[64]​ o sea la glorificación de Jesús: su muerte y resurrección. En la cruz, es Jesús quien llama a su Madre,[65]​ y como en Caná le dice “Mujer”, encomendándole que sea “Madre” del discípulo amado que está con ella junto a la cruz. Así, María adquiere el valor simbólico de ser la madre de los discípulos de Cristo, figurado en el discípulo amado. Se le llama "Mujer", haciendo alusión a la mujer del comienzo del Génesis, "Eva, madre de todos los vivientes". Muchos Padres de la Iglesia (san Justino, san Jerónimo de Estridón, san Agustín de Hipona, san Cirilo de Alejandría, san Juan Crisóstomo, san Juan Damasceno) señalan al respecto que "si la muerte vino por Eva, la vida vino por María".[66]​ Ahora que comienza una nueva creación, hay una nueva "Mujer" que es la Madre de la Iglesia, madre de todos los que viven. Las teologías católica y ortodoxa destacan que, en virtud de esos dos pasajes, son discípulos del Señor aquellos que –tal como pide María– hacen lo que Él dice,[67]​ que permanecen al pie de la cruz del crucificado junto a María[68]​ y los que la reciben como madre propia, al igual que hizo "el discípulo a quien Jesús amaba".[69][62]​ Otras interpretaciones se discuten más adelante (ver sección “Cuestiones Teológicas”).


Ya en el siglo II, san Ireneo de Lyon llamó a María "nuestra más eminente abogada",[71][72]​ y su figura aparecía representada en las catacumbas de Priscila en Roma.[70]​ También en el siglo II, se decía de ella: "Y en Ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de Israel" (Protoevangelio de Santiago).

Ignacio de Antioquía, obispo y mártir durante el reinado de Trajano (98-117), compuso siete epístolas dirigidas a Éfeso, Magnesia del Meandro, Trales, Roma, Filadelfia y Esmirna, además de una carta personal al obispo Policarpo de Esmirna. La más importante de todas en relación a este tema es la que envió a la comunidad cristiana de Roma antes de morir entre los años 98 y 110 d.C.[73]

Orígenes Adamantius, de Alejandría, uno de los tres pilares de la teología cristiana, expresó lo siguiente en el año 232 d.C.[75]

Efrén el sirio (306-373 d.C), padre y doctor de la Iglesia, declaró:

De este modo, de las reflexiones sobre lo que dicen de ella en el evangelio, se explicitaron todo tipo de virtudes y cualidades.

Sin embargo, otros creen que la devoción a María fue más tardía. “Parece que la Iglesia de Roma no celebró ninguna fiesta de la Virgen antes del séptimo siglo”. (Christian Worship: Its Origin and Evolution por el historiador francés Louis Duchesne) “La devoción a Nuestra Bienaventurada Señora a fin de cuentas debe considerarse como una aplicación práctica de la doctrina de la Comunión de los Santos. Dado que esta doctrina no se encuentra, por lo menos de manera explícita, en las versiones más antiguas del Credo de los Apóstoles, tal vez no haya razón para que nos sorprendamos de no hallar rasgos claros del cultus de la Bienaventurada Virgen durante los primeros siglos de la era cristiana.” (The Catholic Encyclopedia) “El título ‘madre de Dios’ parece haber surgido en el uso devocional, probablemente en Alejandría, en algún tiempo durante el siglo III o el IV [...] Para fines del siglo IV, la Theotokos se había establecido firmemente en varias secciones de la iglesia”.

Cabe mencionar que algunos ven en la veneración a María similitudes con la veneración de mujeres en otras culturas paganas.[78][79]

Como la doctrina de la Trinidad considera a Jesús una de las personas divinas (Padre, Hijo y Espíritu Santo), se le da a María el título de theotokos, 'Madre de Dios'. Isabel había dicho: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Aquí "el Señor" es indudablemente Dios. Por lo tanto cuando a continuación la llama: "la madre de mi Señor", la referencia es muy clara: la consideraba 'Madre de Dios'.

Según la teología ortodoxa y también católica, es correcto denominarla de esta forma pues Jesús unía en una misma persona dos naturalezas (la humana y la divina), y cuando se habla de María como Madre de Dios se refiere a María como madre de Jesús en toda su persona. La ortodoxia encuentra correcto[cita requerida] el referirse a María como Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, y Esposa del Espíritu Santo. Su razonamiento lógico es el siguiente; "Si Jesús es Dios y María es madre de Jesús, entonces María es Madre de Dios". La encarnación significa que en un instante la segunda Persona de la Trinidad, el Verbo, de naturaleza divina, asumió plenamente la naturaleza humana -sin menoscabo de su condición divina- al ser concebido milagrosamente en María. Como fue instantánea y esencial, María en ese momento empezó a ser madre de Jesús: hombre-Dios.

Para los cristianos, sobre todo en la teología católica, ortodoxa y anglicana, se ponen de manifiesto un conjunto de "paradojas marianas" (recopiladas por Castán Lacoma) y solo contempladas en el marco de la fe, pues forman parte del "misterio mismo de Dios, que quiso hacerse niño", y depositó en María gracias extraordinarias en orden a su maternidad. Por ser la madre de Cristo –considerado el Verbo encarnado, Dios mismo–, María es:

En las iglesias ortodoxa y católica también existe la creencia de la "Santísima dormición de la Virgen María", ya que al considerar que estaba libre del pecado original, no podía morir pues la muerte es consecuencia de este pecado. Por ello fue algo comúnmente creído por los fieles: “En el principio, la comunidad cristiana no tenía ningún recuerdo de la muerte de María”. (Periódico L‘Osservatore Romano por el teólogo católico Jean Galot). En Jerusalén se encuentra la benedictina Abadía de Hagia María o de la Dormición, en cuya cripta se dice descendió María y fue dormida antes de su asunción al cielo, lo cual fue proclamado solemnemente por Pío XII en 1950. Por otro lado también se cree lo dicho por los padres de la Iglesia desde San Melitón de Sardes en el siglo II después de Cristo de que María fue coronada en el cielo después de su asunción, basándose esto en el relato del libro del Apocalipsis en el capítulo 12. En la iglesia católica, la Coronación de María es el 5.º. Misterio glorioso del Rosario.

Mientras con el transcurso del tiempo la Reforma se alejaba de Lutero y Calvino, y disminuía la posición de María, en el catolicismo esta posición se mantenía. El pasaje del evangelio según San Juan 19:27 ha dado lugar a interpretaciones que aún hoy no concuerdan: Muchas versiones traducen: “Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa”. Mientras que otras [como Sagradas Escrituras (1569) y Reina Valera (1909)] traducen: “Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo”.

Según el catolicismo, la diferencia de lo que se transmite no es menor, ya que "para Jesús era el momento más trascendental de toda su existencia terrenal". Para saber si estaba dejando a su madre al cuidado de su amado discípulo Juan, es conveniente verificar el texto original (griego):

καὶ ἀπ’ ἐκείνης τῆς ὥρας [y desde aquella hora]

ἔλαβεν ὁ μαθητὴς αὐτὴν εἰς τὰ ἴδια [(aquel discípulo la tomó a su propiedad)[80]​]

En cualquier caso se traduce al español como: “y desde aquella hora el discípulo la tomó como propia” (es decir, como su propia madre).

En 1854, se produjo la proclamación, por parte del papa Pío IX del dogma de la Inmaculada Concepción: María fue liberada del pecado original en su propia concepción, de manera que vivió una vida completamente sin pecado, cuestión que tampoco es aceptada por los protestantes. Por tanto, la Iglesia católica considera dogma de fe que "la Santísima Virgen, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio concedido por Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original".

Por medio de la Constitución Apostólica "Munificentíssimus Deus", el papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen el 1 de noviembre de 1950:

Al definir este dogma, Pío XII no hizo más que definir solemnemente lo que los fieles siempre habían creído, es decir que la carne de la mujer que había dado carne al Hijo de Dios escapó a la corrupción de la carne humana. Las confesiones protestantes niegan esta proposición.

Las iglesias reformadas interpretan el papel de María, y de todos los personajes y acontecimientos bíblicos de su época, sólo según lo dicen las Escrituras, usando la hermenéutica bíblica para la fiel interpretación de sus textos. La Biblia dice lo que significa y significa lo que dice. Acepta la concepción milagrosa de Jesús por obra del Espíritu Santo como una verdad bíblica, pero además, cuando las Escrituras se refieren a los "hermanos de Jesús", o cuando el apóstol Pablo escribe "Santiago el Menor, el hermano del Señor", lo interpretan literalmente, por lo que niegan la virginidad perpetua de María. En el pasaje bíblico de (Mateo 13:55-56) La gente de Galilea al ver los milagros de Jesús se sorprendían y se preguntaban quién era, e intentando identificar su familia directa, mencionan a su padre por el oficio, luego a su madre María y siguen con los nombres de sus cuatro hermanos Jacobo, José, Simón, Judas y también mencionan que tuvo hermanas. Si bien la Biblia en muchas ocasiones utiliza la palabra hermanos para referirse a parientes, como en cierto sentido lo hacemos en la actualidad. Aunque el contexto sugiere lo anterior, y sabiendo que se estaba en una comunidad judía, las Iglesias Reformadas lo interpretan como si fuere la familia directa de Jesús.

Por otro lado, Martín Lutero dijo entre otras cosas:

Sobre la Maternidad Divina:

Sobre la Inmaculada Concepción:

Y sobre la virginidad perpetua de María:

Otra importante figura del Protestantismo, Juan Calvino, escribió sobre este punto:

Como se dice al comienzo de la sección, los continuadores del movimiento se han apartado de la idea de sus iniciadores -coincidente con la de la Iglesia Católica- sobre estos puntos.

Hay que recordar que los hebreos vivían bajo la cultura de “clan” (Lev. 25:10), por lo tanto solo solían distinguir entre parientes cercanos (en griego: adelphe –traducido al español como hermanos-) y parientes en general (en griego: suggens –es decir: parentela-). Y en relación con la palabra traducida como hermano, es sabido que entre los hebreos tenía una aplicación muy amplia, por ejemplo:

"Cuando Tobías oyó decir esto a Rafael y supo que Sara era hermana suya, de la misma descendencia que la familia de su padre, la amó intensamente y se enamoró de ella." (Tobías 6:19)

Sin embargo, la no inclusión del libro de Tobías como canónico -es decir, con autoridad normativa o dogmática- en algunas Biblias protestantes, dificulta la aceptación de este argumento.

La Biblia afirma que Abraham era tío de Lot (Gén. 11:27; 12:5); no obstante a Lot y Abraham más de una vez se los denomina “hermanos” (Gén. 13:8; 14:14,16). También Labán llama “hermano” a Jacob, el cual para nuestra terminología actual sería su “sobrino” (Gen 29:15). Así se comprende entonces que Asaía tuviera “doscientos veinte hermanos” (1.ª Cró 15:6)

Aunque la figura de María ha estado presente en la Comunión anglicana desde sus inicios, en el año 2005 se produjo un acercamiento teológico profundo de la Comunión anglicana a la figura de María. Este acercamiento se expresó en un documento publicado por la ARCIC (Comisión Internacional Anglicano-Católica) llamado "María: Gracia y Esperanza en Cristo", publicado el 16 de mayo del año 2005 el cual es la primera declaración conjunta anglicano-católica sobre el papel de la Virgen María en la doctrina y la vida de la Iglesia. Aunque no es un texto declaratorio, se ofrece a las iglesias para su estudio y evaluación. Una de las conclusiones del documento es que "es imposible ser fieles a las Escrituras sin prestar la atención debida a María".

Profundizando el acercamiento anterior, el 24 de septiembre de 2008, el arzobispo de Canterbury y primado de la Comunión Anglicana Rowan Williams peregrinó al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes para honrar a la Inmaculada Concepción, predicando ante 20.000 personas en la Eucaristía Internacional.[81]

Según la Iglesia católica, la Iglesia Ortodoxa[cita requerida] y la Iglesia Copta[cita requerida], es posible que María y los santos puedan comunicarse privadamente con los hombres. Los mensajes revelados a los videntes son considerados por la Iglesia como revelaciones privadas (mensajes que pueden ayudar a la salvación). Sin embargo, aunque la Iglesia católica llegue a aprobar una aparición como auténtica manifestación sobrenatural y diga que los mensajes están de acuerdo con la doctrina y tradición cristiana, estas revelaciones no son consideradas como una verdad de fe, lo que deja en libertad a los creyentes de aceptarlas o no. Las apariciones de María son indicadas en la teología católica con el término mariofanías.

La historia del catolicismo recuerda numerosas apariciones, de las cuales solo algunas han sido aprobadas oficialmente. Entre las más conocidas podemos citar: del Pilar (España, 40 DC), GuadalupeReina de la Hispanidad— (España, siglo XIII, y venerada en México, 1531), Coromoto (Venezuela, 1652), de la Medalla Milagrosa (Francia, 1830), Lourdes (Francia, 1858), Chapi (Perú) y Fátima (Portugal, 1917); la que se refiere a Medjugorje (Bosnia y Herzegovina, 1981), todavía es objeto de estudio por parte de la Santa Sede.[82]

Estos fenómenos no han ocurrido solo en el catolicismo. Durante la historia de casi todos los países de la cristiandad ortodoxa, tales apariciones se manifestaron en gran número con la consiguiente construcción de santuarios.[cita requerida] Algunas de esas apariciones se reflejaron en los calendarios litúrgicos de las iglesias ortodoxas (véase Protección de la Madre de Dios).

En los últimos años se han reportado supuestas apariciones marianas en Egipto, algo que la Iglesia Copta interpreta como una consolación en tiempos de persecución.[cita requerida] Se han reportado supuestas apariciones como la del Zeitún en 1968, Asiut en 2000, y más recientemente en el barrio cairota de El Warraq en diciembre de 2009. Los creyentes manifiestan que la mayoría de estas apariciones tienen lugar en las cúpulas de iglesias coptas. El papa copto, Shenouda III aprobó tales apariciones como verdaderas manifestaciones de la Virgen María.[83][84]

Estas son algunas apariciones y advocaciones marianas:

Nuestra Señora del Divino Amor, Pintura del Castel di Leva.
Italia

Virgen del Pilar
Zaragoza, España

Nuestra Señora de Czestochowa
Polonia

Virgen de Guadalupe
Extremadura, España (Reina de la Hispanidad)

Nuestra Señora de Guadalupe, México Reina de México, Emperatriz de las Américas y de las Islas Filipinas.

Nuestra Señora de San Juan de los Lagos
México

Virgen de Chiquinquirá, pintura de Baltasar Vargas de Figueroa.
Colombia

Virgen de Coromoto
Venezuela

Virgen de Fátima
Cova da Iria, Portugal

Virgen de Lourdes
Lourdes, Francia

Nuestra Señora de Pontmain
Pontmain, Francia

Virgen Pura Dolorosa de Umbe
Lauquíniz, España

Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila
La Codosera, España

Virgen de las Gracias de Onuva
La Puebla del Río, España

Nuestra Señora de las Lágrimas
Campinas, Brasil

Virgen de la Caridad del Cobre
Cuba

Virgen de la Candelaria
Islas Canarias, España

Divina Pastora de las Almas
Venezuela

Nuestra Señora de la Concepción Aparecida
Brasil

Virgen del Carmen
Santiago, Chile

Virgen de Luján
Argentina

Virgen de los Remedios
Valencia de Alcántara, España

Virgen de la Esperanza Macarena
Sevilla, España

Nuestra Señora de Walsingham
Norfolk, Inglaterra

Virgen de la Montaña
Cáceres, España

Nuestra Señora del Carmen Coronada
San Fernando, España

Nuestra Señora de las Mercedes
San Fernando, España

Virgen de los Milagros de Caacupé
Paraguay

Mare de Déu de la Salut
Algemesí, España

Virgen de Montserrat
Cataluña, España

Virgen del Rocío
Almonte, España

Nuestra Señora de la Cinta
Huelva, España

Nuestra Señora de los Reyes
Sevilla, España

Virgen de la Victoria
Málaga, España

Nuestra Señora de las Angustias
Granada, España

Nuestra Señora del Mar
Almería, España

Virgen de la Capilla
Jaén, España

Nuestra Señora de Bótoa
Badajoz, España

Santa María de la Almudena
Madrid, España

Virgen de Covadonga
Asturias, España

Nuestra Señora de Criptana
Campo de Criptana, España

Virgen de los Desamparados
Valencia, España

Virgen de los Remedios
Fregenal de la Sierra, España

Virgen de la Cabeza
Andújar, España

Virgen de la Fuensanta
Murcia, España

Nuestra Señora de Araceli
Lucena, España

Nuestra Señora del Puerto
Plasencia, España

Virgen de Valvanera
La Rioja, España

Nuestra Señora de la Altagracia
República Dominicana

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Roma, Italia

Virgen de Itatí
Argentina

Nuestra Señora de la Peña de Francia
Ciudad Rodrigo, España

Virgen de Butarque
Leganés, España

Nuestra Señora del Refugio
Sevilla, España

Nuestra Señora de la Coronada
Villafranca de los Barros, España

Virgen de Argeme
Coria, España

Virgen de Tentudía
Calera de León, España

Nuestra Señora de la Paz
Ronda, España

Nuestra Señora de Atocha
Madrid, España

Virgen de Montesión
Lucainena de las Torres, España

Virgen del Rosario de San Nicolás
San Nicolás de los Arroyos, Argentina

Virgen de Montemayor
Moguer, España

Virgen de los Milagros
Palos de la Frontera, España

Nuestra Señora del Pino
Gran Canaria, España

Santa María de A Franqueira
Galicia, España

La oración mariana de más antigüedad conocida es el Sub tuum praesidium (español: Bajo tu protección o amparo).

El papiro Rylands 470 descubierto en Egipto, datado del siglo III y publicado por Roberts en Mánchester en 1938, contiene la muy conocida oración Sub Tuum Praesidium.[85]​ El original se conserva en la Biblioteca Universitaria John Rylands.[86]​ Cabe destacar en el texto la presencia del término Theotokos (en este caso, Theotoke, en vocativo), es decir, “Madre de Dios”. Dos siglos después, en el Concilio de Éfeso, se reconoció de forma solemne este título para la Virgen María, contra el parecer de Nestorio. Está considerada, por tanto, como la oración mariana más antigua de las que tenemos noticia.

La Iglesia católica propone muchas otras oraciones para venerar a María o pedir su intercesión. La más popular de todas ellas es el Ave María. Otras oraciones marianas son el Angelus, el Regina Coeli (que se reza en el tiempo litúrgico de Pascua en lugar del Angelus), la Salve, el Memorare y también el Bendita sea tu pureza:

Bendita sea tu pureza

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti Celestial Princesa,
Oh, Virgen Sagrada María,
Yo te ofrezco en este día,
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes Madre Mía. Amén.

En el Islam se llama Maryam bint ʿImran (مريم بنت عمران), esto es, María hija de ʿImran (Joaquín en el cristianismo), y de Hannā (حنـّا Ana), o también Maryam bint Dāwud (María hija de David), por proceder del linaje del rey David según la tradición. Es considerada ejemplo de mujer virtuosa y tiene tanta relevancia como su hijo Jesús (ʿIsà عيسى), a cuyo nombre se añade casi siempre el laqab o filiación "ibn Maryam" (بن مريم), esto es, "hijo de María". A María está dedicada una de las azoras o capítulos del Corán, la que lleva por título آل عمران Āl ʿImrān, esto es, la familia de Imran.

También el Corán 19:28 describe a María como hermana de Aarón, que es el hermano de Moisés. Asimismo el Evangelio, según Lucas 1:5, establece la relación genealógica entre Aarón y otra mujer relacionada con María; se trata de Isabel (madre de Juan, el Bautista) a la que describe como descendiente de Aarón (Lc 1:15) y parienta de María (Lc 1:36). Según el Éxodo 6:20 Aarón es hijo de Amram y de Iojebed. Así, según el Corán María es hija de 'Imran y hermana de Aarón, y según el libro del Éxodo Aarón es hijo de Amrán, por lo que la María está ligada al personaje que el Corán llama Imran y que la Biblia llama Amrán, y por tanto a Iojebed y a Moisés.

Según el Corán, la madre de María esperaba tener un hijo varón a quien dedicar al servicio del Templo, siguiendo la tradición familiar. Dio a luz a una niña, en quien sin embargo se cumpliría la tradición, pues fue asignada al servicio sagrado. Fue confiada a la tutela del profeta Zacarías (necesariamente un personaje distinto al Zacarías bíblico), quien se sorprendía, al visitar a su ahijada en el oratorio en el que esta se encontraba retirada, de que siempre contara con alimentos que le eran enviados por Dios.

Como en la tradición cristiana, a María le fue anunciada la concepción sobrenatural de Jesús por un ángel. El Corán insiste, sin embargo, en que aunque tuvo un hijo por voluntad de Dios sin la intervención de un varón, Jesús no es un ser divino. En el Corán no existe José: María dio a luz sola en el desierto, al que se había retirado con este propósito y en el que se alimentaba de dátiles y del agua de un riachuelo colocados allí por Dios. El hijo, por su parte, tiene en el islam la consideración de profeta o enviado de Dios (véase el epígrafe Jesús en el islam).

María tiene en el islam la envergadura espiritual de un profeta, sin serlo. En el Corán, el mayor error de los judíos en lo que a Jesús y María se refiere no es, como asumen los cristianos, el supuesto asesinato de Jesús (la tradición islámica indica que Jesús no murió en la cruz), sino el hecho de haber menospreciado y dudado de la virtud de la madre.

Una tradición atribuye a Mahoma el dicho de que cinco son las mujeres más destacadas ante Dios: Asia, esposa del faraón, que cuidó de Moisés y que creía en las enseñanzas judías pese a la opresión de su esposo y de su entorno; María, la madre de Jesús; Jadiya, la primera esposa de Mahoma, que fue la primera creyente y lo apoyó en las épocas más difíciles de adversidad, su otra esposa Aisha, y Fátima, su hija menor y madre de sus nietos, los imanes Hasan y Husain.

En 1999, una investigación realizada por el periódico británico The Guardian en la que se efectuó un análisis computarizado del inventario de libros de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos con sede en Washington D. C., concluyó que «si la celebridad de un individuo consiste en que se escriba un libro sobre él, [...] Jesucristo es aún el personaje que goza de más fama en el mundo actual». En efecto, se contabilizaron 17.239 obras acerca de Jesús, casi el doble que de William Shakespeare, quien alcanza el segundo lugar. La Virgen María alcanza el 7.° lugar, siendo la única mujer que se ubica en uno de los 30 primeros puestos. Con los 3.595 libros dedicados a ella, supera en casi 5 veces a su inmediata seguidora, Juana de Arco.[87]



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