La explotación infantil, también llamada esclavitud infantil, es la utilización de niños en trabajos normales o peligrosos, para fines económicos familiares o de otra índole, de menores de edad por parte de adultos, afectando con ello el desarrollo personal y emocional de los menores y el disfrute de sus derechos. Algunos autores utilizan este término como sinónimo de trabajo infantil, aunque otros emplean este último de un modo más amplio, sin una necesaria carga negativa.
El salario de aquellos niños que se dedicaban a trabajar tan solo representaba el 20-15 % del salario masculino adulto. Comenzaban a trabajar a una edad muy temprana, entre 7 y 8 años. Normalmente realizan labores específicas como vigilar el correcto funcionamiento de las máquinas (portadores de bobinas, devanadores de tramas), engrasar las máquinas. La primera hiladora de algodón era tan pequeña que las únicas personas capaces de trabajar con ellas o arreglarlas eran niños y niñas, además enseñarselas a utilizar resultaba muy sencillo. Esto los exponía a un grave peligro ya que metido entre los entresijos de las máquinas sufrían quemaduras, graves traumas y aplastamiento de los miembros. Hay datos de desfiguraciones faciales a causa del aceite hirviendo de las máquinas o al tratar con productos altamente inflamables.
Esto les hacía permanecer muchas horas de pie sin poder cambiar su posición. En otros casos manipulaban manivelas que accionaban complejas maquinarias. Debido al movimiento monótono mantenido durante gran cantidad de horas, pronto aparecían deformaciones en sus extremidades.
Por otra parte, desarrollaban otro tipo de oficios. Ganaban unos pocos peniques como limpia chimeneas, mensajeros, llama-carruajes, limpia carretas, vendedores de juguetes o de flores y como porta equipajes o paquetes.
En 1850, tan solo una de cada nueve chicas alrededor de diez años trabajaban en una casa. En este mismo tiempo, durante la primera mitad del siglo XIX los huérfanos tan pronto como cumplían los 4 años eran vendidos por los orfanatos a los jefes de cuadrilla de limpia chimeneas; también era legal ''capturar'' niños sin hogar y obligarles a mantener un régimen de esclavitud. Estos mismos eran enviados dentro de la chimenea trepando por los muros de la misma con las manos o con rascadores. Todo este panorama, de escasez y miseria, hacia frecuente los hurtos infantiles de bienes consumibles.
Una sucesión de leyes sobre trabajo infantil, las llamadas Factory Acts, se aprobaron en el Reino Unido en el siglo XIX. Los niños menores de nueve años no podían trabajar, los de 9 a 16 años podían trabajar 12 horas al día según la Ley de fábricas de algodón. En 1856, la ley permitía el trabajo infantil después de los 9 años, durante 60 horas a la semana, de noche o de día. En 1900, la edad permitida para el trabajo infantil se elevó a 12 años.
La erradicación del trabajo infantil tiene para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) una prioridad urgente y muy importante ya que durante siglos el trabajo infantil fue aceptado y era legal mientras que actualmente, ésta y otras prioridades forman parte de la Declaración de los Derechos del Niño.
Eliminar la explotación laboral infantil es una prioridad por los efectos que las actividades laborales tienen sobre la salud y el desarrollo de los menores de edad.
Igualmente está demostrado que cuando los menores de edad trabajan en condiciones que afectan el ejercicio de sus derechos, con frecuencia son explotados al no recibir salario o porque las jornadas de trabajo son usualmente extensas. Algunos estudios muestran que en la medida que más trabaje el menor de edad se expone a sufrir una mayor accidentalidad y enfermedades. El trabajo de menores también afecta la educación al generar deserción escolar. Está demostrado que el atraso escolar se relaciona con las horas de trabajo en la niñez. En 1992, la OIT creó el programa internacional para la erradicación del trabajo infantil para combatir el trabajo de los niños y niñas que atentan con su desarrollo y en 2014 el fundador del Centro Internacional sobre trabajo infantil y educación, Kailash Satyarthi fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su lucha contra la explotación infantil en la India.
Si bien el gráfico indica un menor número en América Latina, lo cierto es que las condiciones de trabajo en muchos casos son de peligro, debiéndose reglamentar los trabajos peligrosos para evitar el trabajo de niños, niñas y adolescentes. A la fecha en el Perú existe la propuesta de erradicación del trabajo infantil desde el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, ninguna otra cubre esta gran problemática. Entre 1992 al 2012 existió la propuesta Educadores de Calle de atención en calle, desactivada y reemplazada.
De acuerdo al informe El trabajo infantil en México: avances y desafíos, elaborado por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), la principal causa del trabajo infantil es la pobreza. Otros factores causantes de este fenómeno social es la demanda en hogares, granjas o negocios familiares para que los niños participen en el trabajo; las normas y actitudes sociales y, los costos que implica la educación (uniformes, transporte, material escolar, inscripciones).
Solamente uno de cada cuatro niños trabajadores concluye su educación básica de lo cual se desprenden problemas como el analfabetismo y el ausentismo escolar, altos índices de reprobación, bajo aprovechamiento y deserción escolar. El informe detalla que los motivos por los cuales los niños laboran son los siguientes: 23.3 por ciento trabaja para pagar sus gastos o para la escuela; el 22.5 por ciento lo hace para completar el gasto de sus hogares; 22.4 por ciento realiza estas labores solo por ayudar y, 13.5 por ciento labora para aprender un oficio.
El trabajo infantil es un problema de escala mundial y aunque en México se ha ido reduciendo, el informe señala que aún hay un estimado de 2 millones 500 mil niños y adolescentes de 5 a 17 años laborando. La OIT, UNICEF y la oficina de la UNESCO en México exhortan al país a centrar su atención en el acceso a una educación de calidad de todas las niñas, niños y adolescentes como factor clave en la lucha contra el trabajo infantil. Ya que señala que la primera razón por la que las niñas y niños no asisten a la escuela es la falta de interés o actitud, en este sentido es necesario se les dé un seguimiento educativo en comunidades indígenas, con discapacidad o migrantes (como las hijas y los hijos de jornaleros agrícolas).
Según CEPAL, hasta 2019 más de dos millones de menores de edad trabajaba en el país, siendo el segundo país con más cifras en Latinoamérica, solo por detrás de Brasil. A inicios de 2020 se había contabilizado un aumento de la explotación infantil en la Ciudad de México, llegando a más de 84 000 niños.
El trabajo infantil de menores es delito y solo pueden trabajar los mayores de 16 años con autorización de sus padres, la única excepción es si tiene 14 años y trabaja en la empresa del padre, madre o tutor 3 horas diarias o 15 semanales, debiendo cumplir con la asistencia escolar y no hacer tareas riesgosas o que perjudiquen la salud.
Los menores que tienen 16 años pueden trabajar 6 horas por día o 36 horas semanales, y solo con permiso del Ministerio de Trabajo esa jornada puede llegar a 8 horas diarias o 48 horas semanales y está prohibido que trabajen entre las 20:00 y las 6:00. El sueldo no puede ser menor a los de los demás trabajadores si la jornada de trabajo es igual o sus tareas son las mismas que hacen los trabajadores mayores de edad y la licencia anual por vacaciones no puede ser de menos de quince días.
En los últimos años, el trabajo infantil en Argentina ha aumentado: hacia el año 2018, más de 1,4 millones de niños trabajaba.
El trabajo infantil en Ecuador, la edad en la que se registra mayor trabajo infantil es entre los 3 y los 17 años y medio, "lo que tienen un impacto en la interrupción de la educación" de los adolescentes. Incluso trabajando a las espaldas de los padres por la falta de empleo por varios ámbitos de pobreza, acceso a la educación o factores cultural, etc. Según el fondo de las naciones unidas para la infancia (UNICEF), el trabajo infantil tiene consecuencias desfavorables acorto como a largo plazo: en lo inmediato hay un deterioro en la educación del niño una exposición a situaciones de riesgos (accidentes, lesiones físicas,enfermedades) y una socialización en ámbitos que no siempre son adecuados para su edad.
Cabe recalcar que en el transcurso del tiempo que se ha investigado este problema del trabajo infantil, las investigaciones siempre nos traen mismo punto de origen, por eso debe ser estudiada esta problemática desde varias perspectivas para el cambio social.
Ocasionalmente, y a pesar del exhaustivo trabajo de las autoridades nacionales y locales por controlar esta situación, se ha llegado a saber de casos de menores (de inclusive 10 o 14 años) que no han cursado un solo año de escolaridad (ni siquiera el nivel de Inicial), por lo cual, dichos niños y jóvenes llegan a formar parte de la también alarmante tasa de analfabetismo en el país
El trabajo infantil en el Perú es muy notable. Pese a que la Ley 27337 establece que el trabajo recién se permite desde los 14 años, hacia el año 2019 más de un millón de menores de edad trabajaban en el país, alrededor del 88 % en el área rural y agrícola, una cifra equivalente al 17.6 % de niños del país. Esto se ve en varias regiones del país, que niños desde muy corta edad, sacrifican su infancia para poder aportar algo a la economía familiar. Este problema se da por muchos factores de pobreza, problemas de planificación familiar, posible ignorancia de los métodos de concepción, o explotación en las áreas rurales.
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