Manco Inca Yupanqui, también conocido como Manco Cápac II, fue un noble Inca, militar, político, líder de la resistencia y primer soberano del reino independiente de Vilcabamba.
Vivió en los últimos años del Imperio Inca y participó en la conquista inca de la región de Moxos. Durante la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, Manco Inca apoyó al primero; por lo que acabada la guerra con la victoria del bando atahualpista tuvo que esconderse de las represalias del ejército de Atahualpa en el Cuzco. Cuando recibió la noticia de la captura de Atahualpa a manos de los españoles decidió ofrecerles ayuda creyendo que lo liberarían de las «malignas tropas de Quito». A cambio de entregarles Cuzco los españoles lo nombraron emperador Inca, pero a causa de los múltiples abusos que cometían contra él y su pueblo, decidió escapar y rebelarse.
La guerra de Manco Inca supuso el mayor enfrentamiento militar de la Conquista del Perú: los ejércitos cusqueños cortaron los caminos entre Lima y Cuzco, sitiaron ambas ciudades y en 1536 estuvieron cerca de tomar el Cuzco y expulsar definitivamente a los españoles; sin embargo, ante la llegada de los refuerzos españoles de Diego de Almagro y Alonso de Alvarado, Manco se refugió en Vilcabamba por tener que dar de baja a sus tropas por el excesivo tiempo que estaba tomando la guerra. Lideró la resistencia desde su reino independiente hasta que fue asesinado en 1544, apuñalado por un grupo de siete españoles almagristas que lo traicionaron.
Manco Inca fue uno de los más de 500 hijos del Inca Huayna Cápac y probablemente nació en 1515 en el Cuzco. Aunque, según el historiador José Antonio del Busto, Manco Inca nació en 1514 en el Tiahuanaco.
Durante la guerra civil, las tropas de Atahualpa tomaron el Cuzco bajo el mando del general Quizquiz y asesinaron a los descendientes de Huayna Cápac, a los partidarios de Huáscar, y a todo aquel que pudiera intentar tomar el lugar del Inca. Fue por esta razón por la que Manco Inca se vio obligado a huir evitando cualquier contacto con los atahualpistas.
El 14 de noviembre de 1533, Manco se encontró con Francisco Pizarro y su contingente, tanto inca como español. Esta entrevista y otros hechos previos, como la captura y muerte de Atahualpa en Cajamarca, llevaron a Manco Inca a creer que los españoles eran «salvadores» enviados por los dioses. Al presentarse a Pizarro, este le respondió:
Chalcuchímac, uno de los 3 generales principales de Atahualpa en la guerra civil, había sido tomado preso a traición por el español Hernando Pizarro, y sobre su final existen dos versiones: Una de ellas dice que para convencer a Manco Inca, Francisco Pizarro lo quemó vivo delante de aquel. Por otro lado, José Antonio del Busto cita a Pedro Sánchez de la Hoz cuando afirma que el general ya había muerto un día antes del arribo de Manco Inca:
En la mañana del sábado 15 de noviembre, día de San Eugenio, las tropas hispano-indígenas ingresaron a la capital (Cuzco) por el cerro de Carmenca (actual barrio de Santa Ana) para luego bajar por un camino que llevaba a un río y que posteriormente bautizaron como «El callejón de la Conquista» o «La calle de los Conquistadores». Tras saquear el Coricancha, los templos y palacios más importantes del Cuzco, Francisco Pizarro coronó a Manco Inca como Sapa Inca.
Una vez nombrado, Pizarro solicitó a Manco Inca que organizara un ejército que combatiera a las tropas del general atahualpista Quizquiz. Pizarro, además, lo apoyaría con caballos y soldados españoles. Unos espías informaron a Manco Inca de las intenciones de las tropas de Quizquiz para atacar Jauja, dándole la opción de enviar justo a tiempo a su ejército bajo el mando de su hermano; Paullu Inca. Tras la batalla, Quizquiz y sus guerreros se vieron obligados a retirarse hacia Tarma. Sin embargo, fueron expulsados también de esta ciudad debido a que sus habitantes eran huascaristas. Finalmente, Quizquiz fue asesinado por un noble inca, Huayna Palcón, partidario de la rendición ante los españoles. Finalizada la guerra contra los que acabaron con su panaca, se esperaría que existiese armonía entre el Inca y los españoles, sin embargo la realidad fue diferente. Pronto el nuevo monarca se dio cuenta del craso error de confiar en los peninsulares por la serie de razones siguientes:
Por estas y otras razones planeó sacudirse de la influencia española. No obstante, sus planes fueron descubiertos y fue hecho prisionero a mediados del año 1535.
Mientras seguía prisionero Manco Inca, llegó a la capital imperial el conquistador Hernando Pizarro, incipiente teniente de gobernador general del Cuzco, quien prontamente lo puso en libertad en febrero de 1536, aunque sin que pudiera salir de la ciudad de Cuzco.
El monarca escondió su ira y se mostró resignado ante el español, al cual en señal de agradecimiento le regaló una vajilla, estatuas, vigas del Coricancha y aríbalos, todos hechos enteramente de oro. Notando el aumento de la ambición de Hernando le ofreció traerle la estatua del Inca Huayna Cápac «toda de oro, incluso las tripas».
El ambicioso español le creyó y el 18 de abril de 1536 el Inca salió del Cuzco junto al sumo sacerdote o Vila Oma pero ya no regresó. Su primer refugio fue Calca, adonde llamó a sus generales y curacas fieles y lanzó la siguiente arenga: «Yo estoy determinado a no dejar cristiano en vida en toda la tierra y para eso quiero poner cerco en el Cusco; quien de vosotros pensara servirme, servirme en esto, ha de poner sobre tal caso la vida; beba por estos vasos y no con otra condición».
Los principales fueron bebiendo uno a uno la chicha en señal de aprobación y entrega a la causa de la reconquista, y el ejército se iba formando desde todas partes del imperio. Asimismo, se le unieron varios pueblos que sí reconocían las virtudes del estado incaico en su favor, e incluso un español. Manco Inca nombra como jefe de su ejército a Vilaoma y como maestre de campo a Paucar Huaman.
Entre los meses de mayo de 1536 y marzo de 1537, Manco Inca sitió a la ciudad de Cuzco, iniciando de esta manera la guerra de reconquista incaica.
Con la llegada de las tropas de Almagro desde Chile, Manco Inca se retiró a Ollantaytambo para pasar de allí hacia Vilcabamba. Desde allí, e invitado por los antis, marchó hacia Chachapoyas, derrotando en Ongoy a un ejército español que intentó sorprenderlo, obteniendo una aplastante victoria en la que solo se salvaron dos cristianos. Sin embargo tuvo que distraer sus victoriosas fuerzas en sostener un nuevo frente: El de los huancas.
El Inca mandó a someterlos y castigarles por haberse aliado a los españoles, para lo cual mandó expediciones de castigo que acabaron vencidas por la coalición huancas-españoles. Enfurecido el Inca, marchó el mismo saliendo de Sapallanga matando a todos los que encontró en reñidos combates en el camino. Llegó a Jauja, la Grande, donde se produjo un gran combate en el que tropas españolas participaron de lado de los huancas. Tras dos días de combate, el Inca vence al ejército enemigo matando 50 españoles y miles de aliados huancas. Tras estas acciones de castigo en el valle del Mantaro, Manco Inca regresa al sur donde manda sacar al ídolo huanca, llamado Varihuillca, y echarlo al río Mantaro, cumpliendo de esta forma su venganza.
Después de terminada la campaña huanca, el Inca pasa a Pillcosuni, donde en Yeñupay derrota y pone en fuga a una expedición española. Después de producida la batalla de las Salinas el 6 de abril de 1538, Manco Inca regresa a Vilcabamba y Victos, desde donde pone espías y atalayas en los caminos que llevan a esa región, enterándose de que una gran expedición iba en su búsqueda al mando de Gonzalo Pizarro y con la compañía de sus traidores hermanos, Paullo, Inguill y Huaspar. Salió Manco a defender el paso y para mejor cumplir se encastilló en una fortalecilla de piedra junto a un río.
La lucha fue tan tenaz como ardua, prolongándose durante 10 días. En la refriega caen presos del monarca Inguill y Huaspar, y pese a las súplicas de la coya Curi Ocllo, los decapitó diciendo: «más justo es que corte yo sus cabezas que no llevar ellos la mía».
Se reanuda la lucha con furor y los españoles logran capturar la fortalecilla. Acosado por sus enemigos, Manco Inca hubo de echarse al río y atravesarlo a nado, ganando la otra orilla para gritar a sus burlados adversarios desde ella: «Yo soy Manco Inca, yo soy Manco Inca», para desconcertarlos y que lo dejasen de buscar, pero no pudo impedir que capturen a su esposa la Coya y al general Cusi Rimanchi.
Los vencedores partieron inmediatamente al Cusco y, estando descansando en Pampacona, algunos quisieron violar a la Coya pero ella se defendió cubriéndose con «cosas hediondas y de desprecio», por lo que el abuso no se consumó. Así llegaron al pueblo de Tambo, donde para vengarse de su marido entendieron más provechoso matar a la Coya, lo que hicieron los ballesteros asaeteándola. También sirvió la ocasión para encender varias hogueras y matar en ellas al valeroso Villac Umu y a los generales Tisoc, Taipi, Tangui, Huallpa, Urca Huaranga y Atoc Supi; días después estando ya en Yucay, los españoles quemaron a Ozcoc y Curi Atao, también caudillos de la rebelión incaica, en mayo de 1539.
Vuelto el Inca a Vilcabamba, hizo hurtar del Cusco a su hijo Titu Cusi Yupanqui y a la madre de este, saliéndolos a recibir a Victos en 1541. Estando en Victos llegaron siete almagristas sobrevivientes de las Salinas, suplicando servir al Inca a perpetuidad si este protegía sus vidas. Aceptó Manco Inca a tomarlos como vasallos para aprender mejor los usos de la guerra entre los españoles, por lo que pronto se supo que ningún indio los debería tocar siendo establecidos como criados y amigos del Inca. Pronto los españoles alcanzaron amistad con el monarca, enseñándole a este y a su corte a perfeccionar sus conocimientos sobre los caballos y adentrándolo también en los juegos de bolos y el herrón. Manco yupanqui utilizó a los esclavos para que se vayan a la guerra a luchar con otros
Alonso de Toro, teniente gobernador general de Cuzco, ofreció en 1545 (algunos sostienen que fue en 1544) una oportunidad a los almagristas que habían traicionado a España. Les dijo que si mataban a Manco Inca les perdonarían, y ellos aceptaron; por lo que un día de los primeros meses de 1545, en Vilcabamba, los siete almagristas asesinaron a Manco Inca delante de su hijo, Titu Cusi Yupanqui, quien fue más tarde cronista y narró la muerte de su padre:
Los españoles salieron por la puerta celebrando la muerte del que fuera su protector y amigo, mas los descubrió el capitán Rimachi Yupanqui, quien con algunos antis les cortó la retirada derribándolos de sus cabalgaduras y arrastrándolos hasta el poblado, donde enterados de los sucedido, dieron cruel muerte a aquellos, quemando a los más culpados. Las cabezas de los siete españoles que asesinaron a Manco Inca fueron exhibidas en las plazas y calles de Vitcos y Vilcabamba.
Manco Inca sobrevivió unos cuantos días en agonía y entre las últimas conversaciones que tuvo con su hijo se encuentra este mensaje:
Le sucedió su segundo hijo, Sayri Túpac, quien renunció y dejó el trono a su hermano mayor (hijo mayor de Manco Inca) llamado Titu Cusi Yupanqui y cuando este murió le dejó el trono a su hermano llamado Túpac Amaru I. Los cuatro incas de Vilcabamba fueron de la familia de Manco Inca.
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