El Saint Louis fue un trasatlántico alemán de 1929, propiedad de la compañía naviera Hamburg America Line (HAPAG) que, capitaneado por Gustav Schroeder trató de encontrar un hogar para más de 900 refugiados judíos alemanes, después de habérsele negado la entrada en Cuba, Estados Unidos y Canadá.
El suceso fue objeto en un libro, Viaje de los malditos, de Gordon Thomas y Max Morgan-Witts; dicha obra fue adaptada en una película con el mismo título en 1976, rodada parcialmente en Barcelona.
Construido por los astilleros Bermer Vulkan AG de la ciudad de Bremen y para cubrir la línea Hamburgo-América, la motonave Saint Louis tenía un sistema de propulsión diésel.
El Saint Louis cubrió con regularidad la ruta entre Hamburgo y Halifax, Nueva Escocia (Canadá) y Nueva York e hizo cruceros a las Antillas.
El Saint Louis zarpó desde Hamburgo con destino a Cuba el 13 de mayo de 1939, con un total de 937 pasajeros, de los cuales 930 eran refugiados judíos (principalmente alemanes) que escapaban de la persecución nazi buscando asilo en Estados Unidos, Canadá y Cuba.
A poca distancia de la costa cubana, el transatlántico recibió un telegrama que informaba de los nuevos problemas con las autoridades cubanas. Así, a su llegada a Cuba, el gobierno de Federico Laredo Bru negó la entrada al territorio cubano a los pasajeros del Saint Louis, ya fuera en calidad de turistas o como refugiados políticos. No obstante ello, el gobierno cubano accedió tras intensas negociaciones permitir la entrada a quienes pagaran una cuota de 500 dólares por visado y pasajero, suma de dinero que la mayoría de los refugiados no tenían. Las demandas del Gobierno de Laredo y la evolución de las negociaciones provocaron un motín, dos intentos de suicidio y docenas de amenazas. Finalmente solamente 29 de los 937 refugiados lograron desembarcar en La Habana.
Los pasajeros embarcaron el 13 de mayo de 1939, con dirección a La Habana, Cuba. Allí, la mayoría de ellos esperaban posteriormente llegar a los Estados Unidos, beneficiándose del sistema de cuotas de entrada de emigrantes vigente en la época.
Una media hora después de haber zarpado el capitán recibió órdenes de ir a toda marcha pues otros dos navíos, el Flandes y el Orduna, también enfilaban rumbo a Cuba cargados de refugiados de Europa.
El viaje se desarrolló en buenas condiciones. El capitán ordenó a su tripulación de tratar a los pasajeros y refugiados con respeto, como era el caso en los viajes habituales del Saint Louis.
El 23 de mayo, ya cerca de las costas cubanas, el crucero recibió en forma inesperada un nuevo telegrama que informaba de un posible problema con las autoridades cubanas, que aparentemente se negaban a dar asilo a todos los pasajeros. Rápidamente el capitán organizó un comité compuesto por pasajeros, juristas y miembros de la tripulación, para estudiar la situación y buscar una solución a este problema.
En Cuba, ese mismo año de 1939 el gobierno había establecido un decreto ley (Decreto 55), que restringía el acceso a su territorio según el caso del solicitante de entrada, distinguiendo dos categorías, los turistas y los refugiados. Al contrario de los turistas, los refugiados necesitaban de una visa de entrada, además de pagar 500 dólares con el fin de demostrar que no iban a constituir una carga pública al estado cubano.
No obstante, había una falla pues no se definía claramente la diferencia entre un turista y un refugiado. El director de emigración de aquel entonces, Manuel Benítez, aprovechando esto vendía permisos de entrada. A fin de terminar con este tráfico, el presidente de la República, Federico Laredo Brú, hizo aprobar un nuevo decreto (Decreto 937) por el cual quedan derogadas las visas dadas anteriormente. Como consecuencia, a los pasajeros del Saint Louis se les negó la entrada a Cuba a pesar de las visas ya otorgadas por la embajada de Cuba en Alemania.
Sin embargo, el escritor de origen judío Jaime Sarosky afirma que la verdadera razón de la negativa de entrada de refugiados judíos a Cuba, fue que las autoridades cubanas actuaron por presiones del Departamento de Estado norteamericano. Cordell Hull, titular de esa secretaría, y Henry Morgenthau, Secretario del Tesoro pidieron a La Habana que se les negara el derecho de asilo con el pretexto de que las cuotas para los potenciales emigrantes provenientes de Europa central estaban ya cubiertas en los Estados Unidos.
Después del rechazo de entrada en La Habana el capitán del Saint Louis buscando una nueva solución tomó rumbo a Florida y pidió un nuevo permiso de asilo a las autoridades estadounidenses. El presidente Franklin Delano Roosevelt intentó acoger a una parte de los pasajeros, pero nuevamente la oposición vehemente del secretario de estado, Cordell Hull, y los demócratas del sur lo impidieron, llegando incluso a amenazar a Roosevelt con retirarle el apoyo en las elecciones de 1940 que se avecinaban.
El 4 de junio el gobierno de Estados Unidos le prohibió al Saint Louis, que esperaba una respuesta anclado entre Florida y Cuba, la entrada en territorio norteamericano.
El 5 de junio se hizo un intento desesperado, esta vez con Canadá, pero nuevamente reciben una respuesta negativa del gobierno de Canadá. Ante la imposibilidad de continuar buscando posibles huéspedes entre los países vecinos, la situación de casi amotinamiento, los intentos de suicidios entre los pasajeros, la falta de comida, agua y atención médica que ya se hacía sentir, y otras agravantes, el capitán Gustav Schroder tomó la decisión de regresar a Europa.
Durante el trayecto de regreso el American Jewish Joint Distribution Committee intentó buscar una solución entre los países europeos. Bélgica, Reino Unido, Francia y los Países Bajos aceptaron repartirse por cuotas parte de los pasajeros. El Saint Louis llegó a Amberes, ciudad a partir de la cual los pasajeros fueron repartidos a su destino final.
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