Los Pichiciegos es una novela de ficción del escritor argentino Rodolfo Fogwill. Ambientada en la guerra de las Malvinas, la narración principal transcurre a finales de mayo y principios de junio de 1982 y finaliza cuando los británicos ya han desembarcado en las islas y los soldados argentinos son hechos prisioneros y trasladados a la Argentina. Su primera edición, bajo el nombre de Los Pichy-cyegos. Visiones de una batalla subterránea, data de 1983.
Fogwill escribió la novela en medio del ambiente bélico creado por la guerra, entre el 11 y el 17 de junio de 1982, es decir, que la terminó tres días después del final de la guerra. En los últimos capítulos hay pasajes intercalados que parecen anticipar hechos relativos a la redacción y edición del propio libro. El aporte de Fogwill radica en construir un relato ficcional más ajustado a la realidad que lo que primaba en el imaginario colectivo argentino, manipulado por el poder de facto y transmitidos por medios de comunicación hegemónicos.
Varias copias de la redacción original estuvieron circulando entre críticos y editores de Brasil en los meses siguientes, y fue publicada por primera vez en la Argentina en 1983.
La obra ha sido adaptada al teatro y en 2012 inspiró dos puestas en escena, una dirigida por Mariana Mazover, y la otra, por Diego Quiroz.
Cuenta la historia de un grupo de soldados argentinos, alrededor de 25, enviados por la dictadura militar a las Islas Malvinas, que desertan y se ocultan en un refugio subterráneo. Para el Ejército oficialmente no existen, han sido dados muertos por la tropa. Su único objetivo es sobrevivir, confiando en que la guerra acabe y puedan volver a casa.
El nombre de pichiciegos se lo dan a sí mismos por semejanza con un animal que vive ocultándose en cuevas que él mismo hace, un día que uno de ellos, un santiagueño, cuenta:
Pasan la mayor parte del tiempo en el refugio o Pichicera, y la vida que llevan se limita a realizar tareas para mantenerse vivos. Entre ellas, se cuenta el intercambio de mercaderías y comestibles con los ingleses y los habitantes de las islas (llamados malvineros). La novela narra la lucha de los pichis contra el frío, las enfermedades y el miedo, fundamentalmente a la guerra y a ser descubiertos por miembros del Ejército argentino.
En medio de su aislamiento, sueñan con:
Para poder subsistir han creado una comunidad con su propias normas, en las que hay Reyes Magos o jefes, un almacenero, que controla los víveres, y patrullas que salen a buscar o cambiar mercaderías. También hay pichis que no hacen nada, se pasan el día dormidos, pero estos no duran mucho, porque los tiran afuera, entregándolos a los británicos:
Las patrullas salen por la noche, de noche hay menos viento, y además no te ven, a conseguir recursos de ocasión, despojos de vehículos abandonados, de soldados muertos congelados o de restos de naufragios que llegan a las playas. También hacen intercambios o reciben ayuda de otros soldados argentinos, y de los británicos, de los que obtienen víveres, pilas de linterna, coque o querosén, a cambio de información o ayuda en las tareas de guerra (les pasan planos de las zonas minadas, marcan con radios objetivos de los cohetes, y llegan a aceptar la presencia de una pareja de operadores de radio en la Pichicera).
Los Reyes Magos - los cuatro más veteranos - establecen lo que debe hacer cada uno y aceptan o rechazan la incorporación de nuevos miembros:
A medida que avanza la narración se van descubriendo las situaciones que viven dentro y fuera del refugio, como el miedo a las bombas, el miedo al propio miedo, las conversaciones extenuantes, la dificultad de defecar o tener sexo, el sexo con las ovejas, el encuentro con soldados congelados, las ovejas que revientan al pisar una mina, la sospecha de que afuera sepan de su existencia o de que haya más pichis en otros sitios, y otras más delirantes como la presencia de unas monjas francesas aparecidas en zona de guerra, repartiendo papeles en medio de las ovejas que les caminaban alrededor, o el paso de unos aviones que vuelan en formación en V, 1, 2, 4, 8, 16, 32 aviones por fila, atraídos por el arco iris y que al alcanzarlo se desparraman en el azul.
La novela puede ser caracterizada como una «picaresca de guerra» , en la medida en que los pichis no están inspirados por sentimientos heroicos, sino que su mayor preocupación consiste en la elaboración de «estrategias de supervivencia» . Es por ello también que la narración no presenta juicios o valoraciones morales sobre la guerra: los pichis no se posicionan con ningún bando en particular, simplemente están interesados en que la guerra termine.
El narrador de los acontecimientos que tienen lugar en la Pichicera es Quiquito, el único sobreviviente luego de que el sistema de ventilación de la Pichicera quedara tapado por la nieve y las antenas de dos soldados ingleses que son aceptados en la Pichicera con el objetivo de interceptar comunicaciones del Ejército argentino. La narración de Quiquito se refiere en tercera persona a través del narrador de la novela, quien recién aparece explicitado en el tercer capítulo de la Segunda Parte, a través de un diálogo entre Quiquito y él.
El lenguaje llano de la novela es un recurso estilístico que apunta a resaltar el orden material en el que se encuentran inmersos los pichis, sin posibilidades de acceder a otros órdenes simbólicos. El señalamiento de la diversidad de orígenes geográficos de los pichis, provenientes de diversas provincias, señala las dificultades que la dictadura militar tuvo en construir un sentido de identidad nacional entre los soldados que envió a Malvinas.
Los pichis se organizan en dos bandos: los dormidos y los despiertos. Los dormidos son quienes pasan la mayor parte del tiempo en la Pichicera y en general no ayudan en la organización de expediciones, en el intercambio de mercancías o en la búsqueda de elementos de utilidad para la Pichicera. En un momento de la novela, tres de ellos son mandados a sacrificar por Los Reyes Magos.
Quiquito: es el narrador de los acontecimientos que tuvieron lugar en la Pichicera y es el único sobreviviente del accidente que tapa el conducto de ventilación y donde mueren todos los demás pichis. Es él quien dialoga con el narrador de la novela.
Los Reyes Magos (fijan las misiones, establecen las normas, toman las decisiones): El Sargento (muerto), Viterbo (también muerto; a ambos los mataron los de Marina, que no los dejaron ir en un control), Viterbo -el primo de Viterbo, el muerto-, el Turco, el Ingeniero.
Los que sirven (traen cosas, tienen más conocidos en los batallones, pueden cambiar más cosas y ayudar...): Pipo Pescador (el almacenero), Rubione, García, ...
Los demás de la pichicera: el Tucumano (cuenta historias de vampiros y hombres tigre), Dorio (que salvó a un soldadito), Diéguez (el único herido admitido), Pugliese (el que vio las dos monjas entre las ovejas), Acevedo (judío, que cuenta cuentos), el Sanjuanino (que cuidaba de una culebra que adopta como mascota), Luciani, Uruguayo, Yrigoyen, Galtieri, Ramírez, Acosta, Manzi, Núñez, Tano, Brecelli, Torraga, Benítez, ... y los tres militares británicos destacados en la Pichicera.
Manuel: el pichi Manuel es una clara alusión al escritor argentino Manuel Puig, no solamente por su orientación sexual, sino también porque Manuel es el pichi que distrae a todos contándoles películas que vio en el cine.
Más allá de las referencias obvias a los miembros de la Junta Militar, como Videla, la novela tiene varias alusiones a la historia y a la literatura del país. El narrador de la novela le cuenta a Quiquito la historia del cuento Los barcos suicidas de Horacio Quiroga. Además del pichi Manuel, una referencia a Manuel Puig, la mención a Víctor Redondo como el sargento que los recibe se refiere al poeta argentino del mismo nombre.
Una de las escenas en las que Quiquito y el narrador dialogan remite a las escenas del cuento Esa mujer de Rodolfo Walsh: en particular, cuando Quiquito se distrae mirando por la ventana hacia la avenida Las Heras y ve el río.
Otra de las referencias es al Che, a quien el narrador se refiere como un médico argentino:
No ahorra críticas a los militares profesionales argentinos que aparecen interviniendo en la guerra, presentando casos de corrupción, soberbia, maltrato de los soldados, cobardes que buscan una baja infligiéndose lesiones para evitar combatir en el último momento, deshonrosos como los que se camuflan entre las filas de soldados que se entregan con los papelitos que tiraban los Harrier invitando a rendirse, o como el oficial que se cocina (congela) la mano izquierda para quedar sano ... y pasa a retiro con un grado más alto.
Los militares británicos, en cambio, aparecen muy bien tratados, asépticos, con muchos más medios, mejor vestidos y pagados, y la guerra, la hacen mejor, son más organizados, más hijos de puta.
Además de la metáfora frontal del libro, la identificación de unos soldados con un animal que vive escondido en cuevas que él mismo excava, y sale al exterior preferentemente de noche, cuando se encuentra más protegido de sus amenazas externas, existe otra metáfora más sugerente, sobre a quien representan los pichiciegos, que permite otra lectura de algunos pasajes de la novela.
En todo el relato, Fogwill parece tener un empeño en presentarles como de casi todas las provincias, concretando además para muchos de ellos su origen geográfico, mostrando su variedad, para emparejarlos con el conjunto de la sociedad argentina.
Teniendo en cuenta que aquel conflicto no provocó división de posturas en esa sociedad de 1982, y solo pequeños sectores se manifestaron en contra de lo que la mayoría llamó la recuperación de Las Malvinas, parece haber una intención del autor en identificar a los soldados desertores con esos pequeños grupos opositores, que poco hacen o pueden hacer frente a la guerra y las demás acciones de la dictadura militar, y se esconden, llegando a colaborar con el enemigo, deseando que la guerra (¿y la dictadura?) acabe pronto (Visiones de una batalla subterránea era parte del título de la primera edición). Desde esta interpretación, el final de los pichiciegos, teniendo en cuenta la fecha de escritura de la novela, no puede ser más desesperanzador.
En otro caso, resulta más difícil ampliar el término figurado de la metáfora, los argentinos, y considerar que Fogwill pretendía atribuir sarcásticamente a todos sus compatriotas el rechazo a la guerra, como seguramente hubiera deseado que fuera.
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