El Libro del caballero Zifar (originalmente Libro del cavallero Zifar) es el primer relato de aventuras de ficción extenso de la prosa española y fue compuesto hacia 1300. Presenta rasgos de la novela de caballerías y su autor fue, probablemente, un tal Ferrand Martínez, clérigo de Toledo, que aparece en un cuento del prólogo.
Se nos ha transmitido en dos manuscritos, el ms. 11.309 (Biblioteca Nacional de España) del siglo XIV, llamado códice M; y el ms. español 36 (Biblioteca Nacional de Francia) llamado códice P o manuscrito de París, de 1464, bellamente iluminado. Además existen dos ejemplares de una edición impresa en Sevilla en 1512.
El relato arranca como una adaptación de la vida de san Eustaquio, que se personificaba en el caballero Plácido (o Plácidas, como se le llamó en la Península) que protagonizaba una difundida leyenda hagiográfica, encarnada en el caballero Zifar, a partir de la cual se entretejen diversos materiales de carácter didáctico, épico y caballeresco. Zifar parte de una desgraciada separación familiar para reencontrarse luego elevado a la condición de rey de Mentón. Su hijo, Roboán, recibe sus enseñanzas y repite la trayectoria del padre, siendo al fin coronado emperador.
El ejemplo prologal nos sitúa en 1300, año jubilar bajo el papado de Bonifacio VIII, y en Roma, adonde llega Ferrand Martínez, archidiácono de Madrid para encontrarse con Gonzalo García Gudiel, arzobispo primado de Toledo y posteriormente ruega a Ferrand que traslade a Toledo su cuerpo finado, lo que ocurre al año siguiente. Datos comprobados de este cuento son el jubileo, la historicidad de Ferrand Martínez y de Gonzalo García Gudiel, por lo que la crítica ha creído verosímil que Ferrand Martínez compusiera el libro hacia 1300 y que escribiera el cuento introductorio tres o cuatro años después.
De lo que no cabe duda es de que el autor poseía formación jurídica y experiencia en cancillerías. En todo caso el autor del Zifar tuvo que conocer o tener noticia de estos personajes históricos. La fecha ante quem de redacción no iría más allá del primer cuarto del siglo XIV.
No obstante, en su estudio «Los problemas del Zifar» de la última edición facsímil de 1996, Juan Manuel Cacho Blecua retrasa su fecha de composición hasta mediados del siglo XIV.
El libro se inicia con un prólogo (aunque no se nombra así en los manuscritos) en el que un tal Ferrand Martínez asegura haber traducido la historia de la lengua caldea, que aquí significa probablemente «árabe». Aunque es este un tópico habitual de los relatos de tradición caballeresca, lo cierto es que muchos de los antropónimos del Zifar son árabes y también ciertos motivos estilísticos, pues la técnica de inserción de los cuentos (se incluyen más de veinte exempla) recuerda la estructura de Las mil y una noches.
Muy posiblemente la inclusión de digresiones típicas de la literatura sapiencial o las colecciones de exempla viene dada por la novedad que suponía componer una obra extensa de ficción en prosa, a pesar de que la labor del taller literario alfonsí y la aclimatación de la materia de Bretaña en la Península, junto con la necesidad de desarrollar modelos narrativos en las crónicas históricas, habían allanado el camino a la irrupción de la ficción novelesca.
Así, el Zifar podría dividirse en un prólogo y cuatro partes:
La edición impresa de Sevilla de 1512 añadió otro prólogo al original.
Múltiples influencias pueden detectarse en el Zifar. En primer lugar, las similitudes con la cuentística oriental (Mil y una noches, Calila y Dimna o Sendebar) ya mencionadas, en particular las referidas a la técnica del relato marco que encuadra cuentos tradicionales. La obra es también una colección de exempla y de proverbios y sententiae, que muestran la extensa cultura de su autor.
Se ha destacado también la semejanza de su argumento con la leyenda hagiográfica del caballero llamado Plácidas o (Placidus), que posteriormente se convirtió en san Eustaquio y que originó varios libros de aventuras españoles, como el De un caballero Plácidas, del mismo siglo XIV. Se observan asimismo concomitancias con la novela griega de aventuras o novela bizantina, al modo del Libro de Apolonio.
Del occidente europeo se ha señalado el posible influjo de la chanson de geste, los Lais de María de Francia o el de Chrétien de Troyes, todos ellos pertenecientes al género del roman courtois novelesco; y el del ciclo artúrico, pues de esta época datan las primeras traducciones españolas. En cuanto al ámbito hispánico, se han localizado influencias puntuales de los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo o las Cantigas de Alfonso X el Sabio.
Pero toda búsqueda de fuentes no explica la radical originalidad de un libro que ha sido considerado el primer libro de caballerías castellano, pero que incluye en su parte central un extenso tratado de «educación de príncipes», el capítulo de los «Castigos del rey de Mentón», donde se ha visto el influjo directo de las Flores de filosofía. Este tratado pertenece al género de la literatura doctrinal, o también sapiencial o gnómica, adaptándolo a la figura del caballero cristiano, en consonancia con el espíritu de las órdenes militares.
En resumen, el texto del Zifar combina características del roman medieval, en el sentido que tiene en Chrétien de Troyes y los autores de la Vulgata artúrica, con elementos didácticos de tipo variado: exempla, proverbios, sermones y tratados para la educación de príncipes
La heterogeneidad de los materiales que conforman el Zifar propició en un primer momento que la crítica negara la unidad temática de la obra hasta mediados del siglo XX. Pero a partir del estudio de Justina Ruiz Conde (1948)Francisco Rico vuelve a incidir en la amalgama colectánea de géneros que supone el libro.
la tendencia dominante es considerarla como una obra unitaria, si bien dentro de los parámetros siempre misceláneos de la literatura medieval. En 1996 un trabajo deLa crítica de la segunda mitad del siglo XX incidió en su carácter doctrinal. Se ha propuesto como tema de la unidad del libro la frase redde quod debes (devuelve lo que debes), que enunciaría el núcleo de una estructura basada en el sermón, donde todo el Zifar sería una amplificación del concepto de la redención.
Otra interpretación propone una unidad basada en las retóricas medievales, en los recursos de amplificación, paralelismos, simetrías y digresiones (con técnica de intercalación o entrelazamiento de episodios), que son propias de los posteriores libros de caballerías. El libro no tendría un carácter doctrinal ni alegórico, sino que constituiría un relato heroico y caballeresco con elementos intercalados moralizantes, como los consejos del rey de Mentón o la abundancia de exempla, proverbios y sentencias.
Destaca, en todo caso, la presencia constante del humor en el Libro del caballero Zifar, estudiado por Scholberg,Cuento del medio amigo», que es todo él una broma que un padre le gasta a su hijo.
aspecto en el que concluye que supera a todas sus obras contemporáneas. Existen tanto componentes humorísticos verbales, como juegos de palabras o conversaciones ingeniosas, como estructurales, como el «Pero quizá los elementos más señalados del estilo del Zifar son los proverbios y refranes y los exempla o cuentos moralizantes. En cuanto a los primeros se nota, a diferencia de lo que ocurre en otras obras de la literatura española que los utilizan, como El libro de buen amor, La Celestina o El Quijote, que no aparecen enristrados, sino diseminados por toda la obra. En general se ponen más frecuentemente en boca de personajes de autoridad elevada, como son Zifar (luego convertido en Rey de Mentón) y su hijo Roboán, que también será coronado ya no rey, sino emperador. Menos sentencias aparecen en boca del personaje más cómico de la obra, el escudero Ribaldo, por lo que no hay similitudes en este aspecto con su descendiente literario, Sancho Panza. Han sido catalogadas hasta un total de trescientas setenta y cuatro frases de carácter paremiológico en el Zifar.
En cuanto a los exempla, aparecen en el texto más de veinte, tratados siempre con algún añadido original. Su filiación es diversa y va desde las fábulas de Esopo (como sucede en el Arcipreste de Hita), hasta el origen oriental (hindú, persa o árabe adecuándolos a la cultura cristiana), pasando por el anecdotario de procedencia clásica bien difundido en la literatura sapiencial, de la que es ejemplo el cuento de la proverbial comparación entre la ruindad de Antígono y la generosidad de Alejandro Magno.
La imbricación de los textos se logra mediante variadas técnicas narrativas donde se aprecia el influjo de la cuentística oriental, con el mecanismo de relato marco y cajas chinas o muñecas rusas. La mayor parte de las veces la voz narrativa pertenece a uno de los protagonistas del Zifar, que se sirve de la narración de un cuento en el decurso del diálogo con otro personaje. Con ella pretende ejemplificar en la práctica lo que expuso de modo teórico. También en este caso son los personajes de mayor prestigio quienes acaparan la mayoría de las intervenciones como narradores internos, pues revelan una de las dos características que debía tener un héroe medieval, la sapientia (sabiduría), que era inseparable de la fortitudo o valor guerrero. Solo en algunas ocasiones el narrador del cuento es el narrador principal del Libro del caballero Zifar. En la anécdota del «Agarrado a este nabo» el protagonista y narrador de la facecia o relato folclórico es un personaje del relato principal, el criado Ribaldo. Se trata de una técnica que adelantará la inclusión de material folclórico en los hechos narrados por el protagonista que se da en el Lazarillo de Tormes.
Pese a que la obra ha sido considerada como la primera novela de caballerías de la literatura española, carece de algunos rasgos definitorios de este género, como son la ausencia de descripción de batallas y estrategias militares, la precaución e incluso elusión de los enemigos, la escasísima presencia de duelos entre dos caballeros y, en fin, un sentido de la fama, el amor y la aventura muy diferente del mundo ideal caballeresco. Antes al contrario, el relato del Zifar se esfuerza en reproducir con bastante fidelidad el contexto de la realidad cotidiana del siglo XIV. Por otro lado la influencia de la novela griega de aventuras o novela helenística basta para explicar la separación y reencuentro familiar, el encumbramiento del héroe y el entrelazamiento de los episodios.
Por último cabe mencionar la inclusión de dos poemas castellanos, en uno de los primeros ejemplos de lírica en esta lengua que se conservan. Los poemas expresan plantos por la pérdida del amor o de un reino maravilloso e inciden en la expresión de las emociones con recursos muy sencillos, como la interjección, la interrogación retórica, la anáfora o el apóstrofe:
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