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La Guerra de los Padres



La guerra de los padres fue un episodio histórico oscuro sucedido entre la política, el clero y la sociedad hondureña a mediados del siglo XIX.

El sacerdote de Yocón, Paulino Rodríguez, enviado por el Vicario Delcid, partió a Olancho, allá se unió al sastre Manuel Cerrato y a Tomás Arias, con el fin de sublevar a la gente contra el gobierno central, Rodríguez llevaba consigo un impreso que repartió entre los ciudadanos y que en una de sus partes manifestaba:

Al año siguiente, 1860 el Vicario del Cid asentado en La Paz, convocó al pueblo en una “Pastoral contra el Gobierno hondureño” de sus retóricas se formularon cargos y delitos además de la proliferación de la francmasonería y la política, por los cuales alborotaba a la población, en fecha 26 de diciembre de 1860 el Vicario del Cid situado en San Antonio, excomulgo al presidente de turno General José Santos Guardiola acto que replicó el gobierno en fecha 5 de enero de 1861 ordenando la expulsión del territorio nacional del Vicario Miguel del Cid, quedando como suplente Fray José Nicolás Irías Midence, que había regresado de su exilio. Del Cid, al saber de las órdenes gubernamentales procedió a mover a varios de sus allegados para realizar protestas y marchas en contra del gobierno, primeramente se organizaron en la ciudad de Nacaome, un buen grupo de civiles al mando del presbítero Yanuario Reyes quienes efectuaron movimientos hostiles, saqueo y vandalismo, que al querer ser desmontado por las fuerzas gubernamentales, los rebeldes se atrincheraron en la Iglesia de la localidad, ocasionando una pequeña batalla.

En el occidente de Honduras, el Presbítero Nicolás Madrid al mando de otro grupo tomo la ciudad de Gracias (Lempira).

En el sur oeste, en la ciudad de La Paz, el Presbítero Néstor Grau falló en su intento por invadir las ciudades de Santa Ana y Opatoro.

Por su parte, la ciudad de Choluteca cedió a las tropas organizadas al mando del Cura Ramón Villalobos y secundado por el Coronel Felipe Espinoza de nacionalidad salvadoreña.

La Villa de Guarita fue atacada por una fuerza invasora al mando del cura Jerónimo Palma y el cura Lorenzo Hernández y veinticinco personas más.[2]

En la localidad de La Virtud sucedió el encontronazo entre las fuerzas del pueblo y seguidamente las gubernamentales al mando del Coronel Venancio Pineda contra de los invasores rebeldes al mando del cura Jerónimo Palma y el cura Lorenzo Hernández.

En la villa de Goascorán las fuerzas pacifistas al mando del Coronel Samuel Cáceres derrotaron a los rebeldes, pero estos se reorganizaron y marcharon hasta El Salvador donde recibieron apoyo del General salvadoreño Francisco Lope.

El 22 de junio de 1861 era designado como Obispo de Honduras a Fray Juan Félix de Jesús Zepeda y Zepeda, quien logró acabar con las violentas revueltas y apaciguar a la población.



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