Juan Gastón de Médici (en italiano: Gian Gastone de' Medici; Florencia, 24 de mayo de 1671-ibidem, 9 de julio de 1737) fue el séptimo y último gran duque de Toscana perteneciente a la familia Médici, entre 1723 y 1737.
Tercer, cuarto, o quinto hijo de Cosme III de Médici y de Margarita Luisa de Orleans, creció descuidado por sus padres ya que su madre volvió a Francia cuando el niño apenas tenía cuatro años y su padre estaba ocupado, sobre todo, en cuidar la educación y la carrera del primogénito, Fernando de Médici, heredero al trono, y de la segundogénita, Ana María Luisa de Médici, considerada importante en la política matrimonial para una ilustre unión.
El joven Juan Gastón, sensible e inteligente, se dedicó rápidamente a intereses científicos, encontrando la comprensión de su tío el cardenal Francisco María de Médici, personaje vicioso e inconformista no obstante su hábito eclesiástico, y de Giuliano Dami, un modesto servidor del marqués Ferdinando Capponi, que estará ligado al gran duque toda la vida, primero como amante, y después como cómplice de sus aventuras homosexuales.
Juan Gastón asumió una importancia decisiva a los ojos de su padre, Cosme III, sólo cuando estuvo claro que el matrimonio del primogénito Fernando con la princesa Violante Beatriz de Baviera no tendría hijos; a la hostilidad de Fernando, declaradamente bisexual, hacia su mujer, se añadió la sífilis que Fernando contrajo con ocasión de una libertina tarde en Venecia y que le llevó a una prematura muerte.
Cosme III y Ana María Luisa, que se había casado con Juan Guillermo del Palatinado, se pusieron en busca de una esposa para Juan Gastón. Ana María Luisa propuso el nombre de su cuñada, Ana María Francisca de Sajonia-Lauenburgo, una noble alemana, gorda y vulgar, justo aquello que no se deseaba para Juan Gastón. El matrimonio, celebrado en 1697, terminó rápidamente por la incompatibilidad de ambos cónyuges: Juan Gastón abandonó la residencia de la mujer, que no había querido trasladarse a Florencia —se había quedado en Reichstadt, un pequeño pueblo en las montañas de Bohemia— y se dirigió primero a París y después a Praga, donde mantuvo una vida disoluta junto a su amigo, Giuliano Dami.
En 1708, Juan Gastón volvió definitivamente a Florencia. Viviendo en el Palacio Pitti, llevó una vida desligada completamente de los asuntos de estado, por los cuales no mostró nunca un gran interés; además continuó odiando el fasto de la corte, como siempre había hecho. Pasaba el tiempo leyendo obras científicas, de botánica y recogiendo objetos de anticuarios, de los cuales era un gran entendido.
Mientras tanto, Cosme III había intentado una tragicómica tentativa de tener un heredero alternativo a Juan Gastón; Cosme hizo abandonar el capelo cardenalicio a su hermano, Francisco María, y le obligó a casarse con la jovencísima princesa Eleonora Gonzaga con la esperanza de que tuvieran un hijo, esperanza, no obstante, vana a causa de la imprevista muerte de Francisco María.
En 1722, cuando la Toscana se había ya convertido en un objeto de mercadeo por parte de las cortes europeas, Juan Gastón asumió por primera vez responsabilidades como regente, dada las malas condiciones del octogenario Cosme III. Al año siguiente moría Cosme III y Juan Gastón subía al trono, aunque era consciente de que su gobierno sería solo una formalidad y que el poder estaba ya en manos de las grandes potencias. Dijo en el momento de la coronación:
Ya que la homosexualidad de Juan Gastón era bien conocida en toda Europa, sus catorce años de reinado estuvieron caracterizados por los numerosos proyectos de las potencias para la futura sucesión al trono de Toscana: en un primer momento, el Gran Ducado fue destinado al hijo del rey de España, Carlos de Borbón que ya era duque de Parma y Plasencia, el cual hizo su entrada en Florencia el 9 de marzo de 1732, bien acogido por el gran duque. Recibiéndolo en el Palacio Pitti, Juan Gastón comentó:
Permitió el libre paso por su territorio y la utilización del puerto de Livorno por parte de las tropas españolas, que conquistaron Nápoles en 1734 y Sicilia en 1735. Posteriormente se decidió en 1736, durante la guerra de sucesión polaca, que Carlos de Borbón se convertiría en rey de Nápoles (Incluía los Presidios de Toscana) y Sicilia. Pasando la Toscana a Francisco Esteban de Lorena, prometido de María Teresa de Austria, hija del emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico. Juan Gastón de Médici, consciente de que las fuerzas le eran adversas, no intentó ni siquiera oponer resistencia a los proyectos de las potencias europeas.
A pesar de esto, Juan Gastón tuvo fuerzas para efectuar algunas grandes reformas que remediaron, al menos en parte, el mal gobierno de su padre, gestando en parte las bases de las reformas lorenenses: llevó a cabo una política laica y redujo el poder e influencia de la Iglesia; dio impulso a la Universidad de Pisa; hizo tributar grandes honores a Galileo Galilei en la basílica de Santa Croce; derogó el decreto contra las prostitutas, los hebreos y las fiestas laicas; redujo notablemente las cargas fiscales y encargó el gobierno de Pisa a la inteligente Violante Beatriz de Baviera, a la cual les ligaba desde siempre una fraternal amistad (en cambio, odiaba a su hermana, a la cual consideraba la responsable de su matrimonio).
Juan Gastón, perezoso por naturaleza, no amaba el poder sino la libertad: cuando el arzobispo de Florencia le reclamó la aplicación de algunas leyes eclesiásticas contrarias al código granducal, Juan Gastón le ordenó ocuparse de sus asuntos, es decir, de su alma. Además, cuando el papa le ordenó despedir al ministro Giulio Rucellai, notoriamente anticlerical, el gran duque ni siquiera le respondió.
La vida cotidiana del gran duque se desarrollaba con métodos y ritmos poco dignos de la que había sido una de las cortes más refinadas y elegantes del mundo: Juan Gastón de Médici no amaba la vida mundana, no tenía ambiciones, el trabajo le pesaba y mostrarse en público era una tortura para él. Se hizo ver solo en los primeros años de reinado, después permaneció encerrado en sus apartamentos, luego en su habitación y finalmente en su cama, que se negó a abandonar por meses enteros. En ella recibía a los ministros y embajadores.
Juan Gastón solía almorzar en la cama a las cinco de la tarde y cenar a las dos de la madrugada; los perros dormían con él; apestaba a tabaco y vino; solía vomitar y hacer sus necesidades en la cama e idear extravagantes novedades como el hacer entrar un burro, saltimbanquis u osos en la habitación. Una vez debieron salvarlo de las manos de algunos saltimbanquis polacos, a los que había provocado lanzándoles a la cara un vaso después de haberse emborrachado con ellos.
Transcurría los días en orgías homosexuales organizadas por Giuliano Dami, el cual se ocupaba personalmente de reclutar chicos generalmente de modestísima condición. Estos, puestos al servicio del gran duque, fueron llamados ruspanti porque eran pagados con ruspi, la moneda del Gran Ducado de Toscana, hechas acuñar por Cosme III de Médici. Se calcula que en 1731 los "ruspanti" fueron aproximadamente 370. La admisión del candidato ruspante para el gran duque seguía siempre un ritual preciso:
A Juan Gastón, por puro masoquismo, le gustaba ser insultado y vilipendiado por estos jóvenes; además, los "ruspanti" eran instruidos sobre cómo hacerlo:
El gran duque no se contentaba con las injurias verbales y no desdeñaba las relaciones de grupo: algunas tardes se reunían diez o doce ruspanti, dando Juan Gastón inicio a sus perversiones:
Además encontraba placer en ser robado: los ruspanti eran animados a robar los objetos de valor del gran duque para después revenderlos a los mercaderes, los cuales volvían después a revendérselos al gran duque. Este, reconociéndolos, exclamaba: "Toh, chi non muore si rivede!" y los recompraba.
Pero quien sufría realmente estas extravagancias era Ana María Luisa de Médici, la hermana de Juan Gastón. Una vez le convenció de ofrecer finalmente una comida a los funcionarios de la corte. Juan Gastón los invitó, se emborrachó, eructó, vomitó sobre el mantel y se limpió la boca con los rizos de la peluca.
El gran duque prohibía a todos limpiar su cama y solo después de la incomodidad sufrida durante la visita de un embajador (la habitación fue cubierta de rosas para tapar el pestilente olor), y del desmayo de su cuñada Violante que había ido a verle, se decidió a levantarse para que se pudiera hacer la limpieza.
Como por Florencia corría la voz de que, a causa de estas condiciones, el gran duque estaba al borde de la muerte, este decidió demostrar que no era verdad, haciéndose llevar en carroza a la fiesta de San Juan Bautista, patrono de la ciudad. Para vencer su terror a ser visto en público, Juan Gastón había bebido más de lo normal y todo el tiempo se asomaba a la ventanilla para vomitar. Los florentinos lo vieron con la peluca despeinada y sucia porque la utilizaba como servilleta, reducido a una miserable situación a causa del alcohol, de los vicios y probablemente afectado por algunas de las enfermedades psíquicas hereditarias de la familia Médici. A pesar de todo, lo aclamaron igualmente.
Enfermo de gota, la "maldición" de la familia Médici, Juan Gastón murió a causa de unas complicaciones el 9 de julio de 1737 después de haberse reconciliado con su hermana, Ana María Luisa, a la que pocos días antes había expulsado de su habitación al grito de "puta", y después de recibir los sacramentos. Con él se extinguía la secular dinastía de los Médici.
El trono del Gran Ducado de Toscana pasó a Francisco Esteban de Lorena, de la dinastía de los Habsburgo-Lorena.
Francisco de Lorena, con el fin de presentarse como aquel que iba a gobernar mejor que los Médici, trató los restos mortales de Juan Gastón como los de un personaje de mal recuerdo, y en vez de enterrar su cuerpo en la Capilla de los Príncipes en la basílica de San Lorenzo de Florencia, tradicional lugar de enterramiento de todos los grandes duques de Toscana, lo hizo enterrar en una esquina escondida detrás del altar, en la cripta de la Capilla de los Médici.
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