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José María Salaverría



¿Qué día cumple años José María Salaverría?

José María Salaverría cumple los años el 8 de mayo.


¿Qué día nació José María Salaverría?

José María Salaverría nació el día 8 de mayo de 1873.


¿Cuántos años tiene José María Salaverría?

La edad actual es 151 años. José María Salaverría cumplió 151 años el 8 de mayo de este año.


¿De qué signo es José María Salaverría?

José María Salaverría es del signo de Tauro.


¿Dónde nació José María Salaverría?

José María Salaverría nació en Vinaroz.


José María Salaverría Ipenza[a]​ (Vinaroz, 8 de mayo de 1873 - Madrid, 28 de marzo de 1940)[1]​ fue un periodista y escritor español, coetáneo de las figuras más destacadas de la generación del 98. De ideología regeneracionista en su juventud, contribuyó en la madurez a la elaboración de una versión reaccionaria del nacionalismo español.

Salaverría nació en la localidad castellonense de Vinaroz en 1873, donde su padre trabajaba como farero.[2]​ Pero tanto el padre como la madre eran naturales del País Vasco; del municipio alavés de Beotegui el primero; y del partido de Tolosa, en la provincia de Guipúzcoa, la madre.[3][b]​ Cuando contaba cuatro años de edad, el traslado de su padre al faro de Monte Igueldo supuso su establecimiento en San Sebastián.

A los quince años empezó a escribir y, aunque intentó varias veces dedicarse exclusivamente a la literatura, no lo logró hasta años después, y tuvo que trabajar como delineante y empleado de la Diputación de Guipúzcoa. Sus frustraciones por no poder dedicarse profesionalmente a la escritura las expresó en un copioso epistolario dirigido a Miguel de Unamuno, especialmente entre los años 1904 y 1908.[6]​Su incorporación a la literatura fue relativamente tardía si tenemos en cuenta que su primer libro —El perro negro— no lo publica hasta cumplidos los treinta y tres años.

Realizó numerosos viajes, tanto por la península ibérica como por el extranjero, y estuvo en Puerto Rico en 1895. Sus primeros artículos los publicó en Euskal-Erria y en otras revistas del País Vasco. Publicista infatigable, colaboró en El Gráfico,[7]La Voz de Guipúzcoa, España Nueva, El Imparcial, ABC (y durante los años de la Guerra civil en la edición sevillana del ABC), La Vanguardia, El Pueblo Vasco, Heraldo de Aragón, La Nación, de Buenos Aires, y Diario de la Marina, de La Habana.[8]​ En la Revista de las Españas, publicó algún artículo y reprodujo su conferencia «El espejismo de las Indias». Preferentemente, escribió sobre política desde un punto de vista liberal (en sus primeros años), pero también realizó crónicas de guerra (México, Europa, Marruecos), crítica literaria y relatos de viajes. Parte de su libro Vieja España (Impresión de Castilla) (1907) —inscrita en la órbita del regeneracionismo— apareció en Los Lunes de El Imparcial de octubre a noviembre de 1906.

Emigró a la Argentina y allí consiguió trabajo como redactor de La Nación de Buenos Aires, con lo que logró su sueño de dedicarse profesionalmente, en exclusividad, a la literatura. Estuvo allí hasta 1913 y fruto de esa experiencia serían títulos como Tierra argentina (1910), Paisajes argentinos (1918) o El poema de la pampa. "Martín Fierro" y el criollismo español (1918).

A lo largo de toda su obra es muy perceptible el influjo poderoso del pensamiento de Nietzsche.[9]​ En 1931, a solicitud del semanario fascista La Conquista del Estado,[10]​ envió el artículo «Imprecación en la hora decisiva».[11]​ En los años de la II República se mantuvo, sin embargo, al margen de cualquier agrupación política y su firma no aparece en una revista tan significativa de la derecha radical como Acción Española. En 1934, después de los sucesos revolucionarios de octubre, publicó El instante dramático, que puede considerarse su «testamento político-intelectual», donde expresó sus peores presagios sobre los derroteros del país y añadió a su bagaje ideológico influencias spenglerianas.[12]​ Durante la guerra civil —en coherencia con la evolución de su pensamiento político— apoyó al bando franquista.

Fue un periodista muy prolífico, además de un incisivo ensayista. Al lado de estas dos facetas, su condición de narrador o novelista (novelas breves, por lo general, muchas de ellas aparecidas en colecciones populares como «El Cuento Semanal» o «La Novela de Hoy») queda en segundo plano. A propósito de esta faceta, Andreu Navarra Ordoño ha podido escribir: «que nadie busque modernidad estilística en las novelas de Salaverría». «Como mucho —continúa el mismo especialista—, se le debe reconocer una limpieza de estilo, una buena y tímida pátina humorística y una fluidez que son los atributos más recuperables de su estilo y los pilares sobre los que descansa el peso de su discurso».[13]​ En toda su obra se descubre al ávido e incansable viajero.

Aunque cronológicamente pertenece a la llamada generación del 98 —y su obra participa en sus comienzos de los planteamientos regeneracionistas de principios del siglo XX—, con los años su pensamiento fue tomando creciente distancia de aquellos. De todos los escritores de su entorno cronológico —incluido Ramiro de Maeztu— «fue quien reaccionó de manera más rotunda —sobre todo a partir de 1914— contra el espíritu pesimista, escéptico y crítico de los noventayochistas» y quizá el que mayor receptividad mostró ante el fenómeno fascista.[14]

Su nueva actitud, cada vez más inserta en la derecha radical y autoritaria, se vio condicionada —en opinión de Sobejano— por su última estancia en Argentina, por su contacto con los países maltrechos por la Gran Guerra, por el desarrollo del capitalismo español que propició ésta, por «el aumento de aprecio por ciertas virtudes tradicionales de la nación y acaso por otros motivos más personales».[15]​ La nueva orientación de sus ideas cuajará en multitud de artículos y en dos ensayos fundamentales: La afirmación española (1917) y En la vorágine (1919). En la primera escribía:

Por su parte, En la vorágine (1919) desarrolló su doctrina aristocrática con un análisis de la incorporación de las multitudes a la vida social y política contemporánea, en una línea que anticipa en casi una década los planteamientos de Ortega y Gasset. Tanto es así que Sobejano la calificó como «una hermana más vieja y menos afortunada de La rebelión de las masas».[16]

Sin embargo —y este rasgo es bastante peculiar en el panorama ideológico de la derecha española—, su defensa del nacionalismo español se hacía desde supuestos laicos,[17]​ acordes con su agnosticismo religioso. Por esa razón, Juan Pablo Fusi lo ha descrito como «maurrasiano y pre-fascista»; según este mismo autor Salaverría asignaba al liberalismo características retrógradas y anticuadas.[18]​ En ese sentido, en agosto de 1923 —unas semanas antes del golpe de Estado del general Primo de Rivera— escribía en ABC:

No resulta extraño que, tras la Guerra Civil, celebrase el Desfile de la Victoria de 1939 en estos términos:



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