La inteligencia se ha definido de muchas maneras, incluyendo: la capacidad de lógica, comprensión, autoconciencia, aprendizaje, conocimiento emocional, razonamiento, planificación, creatividad, pensamiento crítico y resolución de problemas. En términos más generales, se puede describir como la capacidad de percibir o inferir información, y retenerla como conocimiento para aplicarlo a comportamientos adaptativos dentro de un entorno o contexto.
La inteligencia se estudia con mayor frecuencia en humanos y evoluciona y cambia con la edad. Los niños, jóvenes y adultos tienen su propia escala de inteligencia, en cuanto a los mayores, se habla de deterioro de sus escalas cognitivas.
La escala típica para medir la inteligencia es la prueba de Weschler: WAIS para adultos; WISC para jóvenes y WPPSI para preescolares.
Algunas pruebas del WAIS para adultos como la prueba de cubos que miden la capacidad manipulativa e inteligencia general, la prueba de semejanzas que miden la capacidad de abstracción desde un nivel concreto a uno más abstracto, prueba de vocabulario, etc.
Por lo tanto, los índices del WAIS comprenden la comprensión verbal, el razonamiento perceptual, la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento.
La palabra ‘inteligencia’ proviene del latín intelligentia o intellēctus, que a su vez provienen del verbo intellegere —término compuesto de inter («entre») y legere («leer, escoger»)— que significa comprender o percibir.
En la Edad Media, la palabra intellectus se convirtió en el término técnico académico para la comprensión y una traducción para el término filosófico griego nous. Este término, sin embargo, estaba fuertemente relacionado con las teorías metafísicas y cosmológicas de teleología escolástica, incluidas las teorías de la inmortalidad del alma y el concepto de intelecto activo. Todo este enfoque para el estudio de la naturaleza fue fuertemente rechazado por los filósofos de la Edad Moderna Temprana como Francis Bacon, Thomas Hobbes, John Locke y David Hume, los cuales prefirieron la palabra «comprensión» (en lugar de intellectus o "inteligencia"). Hobbes, por ejemplo, en su obra, De Corpore, usó intellectus intelligit, traducido en la versión inglesa como «the understanding understandeth» («el entendimiento comprende»), como un ejemplo típico de una lógica absurda.
No hay una definición unitaria y aceptada de la inteligencia. Además, definir qué es la inteligencia ha sido siempre objeto de polémica Algunos grupos de psicólogos han sugerido las siguientes definiciones:
En «Mainstream Science on Intelligence» (1994), una opinión op-ed en el Wall Street Journal firmada por cincuenta y dos investigadores (de un total de 131 invitados a firmar), dice:
De Intelligence: Knowns and Unknowns (1995), un informe publicado por el Board of Scientific Affairs (Junta de Asuntos Científicos) de la Asociación Estadounidense de Psicología, señala:
Además de esas definiciones, los investigadores de la psicología y el aprendizaje también han sugerido definiciones de inteligencia como:
Globalmente, podemos entender la inteligencia como una capacidad mental (como la creatividad por ejemplo) que puede ser entendida de manera diferente, aun estando las diversas concepciones conectadas entre ellas.
Por un lado , la inteligencia Natural o inteligencia A, es una disposición biológica e innata del individuo que constituiría el núcleo básico de la inteligencia.
Por otro lado, la inteligencia Social o inteligencia B, cotidiana, observable a partir del comportamiento.
Finalmente, la tercera concepción haría referencia a una inteligencia Psicométrica o inteligencia C, investigada a partir de su evaluación con test psicológicos. A esta medida se le llama CI, se trata de un estimador parcial de la capacidad.
Por lo tanto, podemos visualizar la inteligencia Natural (A) y la Psicométrica (C) como componentes de la inteligencia Práctica o B, siendo l’A la base disposicional y siendo la C la operativización en términos de rendimiento.
Dada la generalidad del concepto inteligencia es conveniente familiarizarse con términos como capacidad, aptitud, habilidad, destreza.
La capacidad es un concepto genérico que designa la potencialidad para realizar una conducta en términos de eficacia y nivel de ejecución. La capacidad y aptitud son conceptos similares, disposiciones en alguna medida innatas, las cuales ejecutan un comportamiento adaptativo. La aptitud tiene un significado más específico.
Habilidad y destreza son conocimientos prácticos y técnicos adquiridos mediante el aprendizaje, el entrenamiento y la práctica. Cuando estos se han centrado en materias o tascas muy específicas, se dice que han desarrollado una competencia específica, o que una persona es competente en un área determinada. Es evaluada en términos de rendimiento o ejecución.
El rendimiento es una determinada tarea que se verá mediatizada tanto por la disposición innata (capacidad) como por los grados de destreza en la materia. El rendimiento y la ejecución son el nivel de obtención de resultados (aciertos) en una tarea.
Las definiciones psicológicas han sido elaboradas bajo diversas perspectivas, tales como la psicología experimental, psicología diferencial y la psicología genética.
La Asociación Estadounidense de Psicología, una organización científica y profesional de psicólogos de Estados Unidos, lo expuso así:
Definición que fue suscrita por cincuenta y dos investigadores en 1994:
En psicología diferencial se han formulado varios modelos teóricos para conceptualizar y operativizar la inteligencia,
es necesario diferenciar los modelos factoriales de los no factoriales.Charles Spearman realizaba diversos estudios, en uno de ellos en particular se dio cuenta de que parte de la varianza explicada venía dada por la especificidad de cada prueba que realizaba, mientras que otra parte de la varianza venía explicada como un factor común en todas las pruebas. Para poder comprobarlo Spearman inventó el análisis factorial para explicar esta “teoría bifactorial de la inteligencia”, en ella afirmaba que cualquier medida de inteligencia se podía dividir en dos componentes, uno común denominado “G” y otro específico “S”. Al tener esta varianza compartida cada prueba no media un atributo del todo independiente, ya que el factor “S” dependía del factor “G”. Por lo tanto, la medida del factor G es más importante. Actualmente hay evidencias empíricas que constatan la existencia del factor “G”.
Louis Leon Thurstone en 1938 propuso un modelo alternativo multifactorial de las capacidades cognitivas llamado PMA (Positive Mental Attitude). También usó el análisis factorial como metodología, pero siguiendo un procedimiento diferente, proporcionando así una estructura diferente de la inteligencia. Según este modelo, la inteligencia se medía por las puntuaciones obtenidas en pruebas de cada aptitud específica. Thurstone defendía que su propuesta era realista y útil. De esta manera se medían las aptitudes por separado y se podía comparar las puntuaciones de cada persona en una prueba específica sin tener relaciones posibles con otras pruebas. En el modelo de aptitudes mentales primarias definía 13 factores de los que se han podido identificar 7: factor espacial (E), factor numérico (N), velocidad perceptiva (P), fluidez verbal (V), memoria (M), inducción (R) y comprensión verbal (V).
Las aportaciones de la escuela de Londres se resumen en la introducción del análisis factorial como metodología de análisis, y extracción de factores, la definición de un modelos jerárquico de la inteligencia, y el hallazgo del factor "G". A partir de este modelo básico varios autores han propuesto diferentes estructuras en función de los factores aislados con análisis factorial.
Cyril Burt (1949) ha propuesto un modelo jerárquico con diferentes niveles inferiores al factor "G" que ha ido extrayendo a partir de ir descomponiendo las correlaciones residuales al factor general. Con este procedimiento definió una estructura de 18 factores organizados en diferentes niveles. En el primer nivel estarían los factores asociados a las sensaciones, en el segundo nivel estarían los procesos perceptivos complejos. En el tercer nivel se encontraban los procesos asociativos y en el cuarto los procesos relacionales. Y en la cima se encontraba el factor "G" con el nivel máximo de abstracción e integración.
Raymond B. Cattell ha formulado un modelo estructural de la inteligencia que conseguía incluir los modelos de Thurstone y Spearman y que actualmente continúa vigente siendo uno de los más sólidos. Mediante análisis factorial ha diferenciado tres agrupamientos de factores. En el primer nivel las aptitudes primarias de Thurstone, en el tercer nivel el factor "G" de Spearman y entre estos dos se situaría un factor de segundo orden que ha definido como inteligencia fluida (GF) e inteligencia cristalizada (GC) que correlacionan entre ellas. La GF correspondería a aquel componente de la inteligencia de base genética y neurofisiológica que reflejaría los procesos mentales superiores, en especial el razonamiento inductivo. Y la GC corresponde a aquella parte ejercitada en la interacción con el medio sociocultural.
John B. Carroll (1993) ha hecho un trabajo exhaustivo para integrar todas las investigaciones sobre inteligencia. Este análisis ha acabado en el "modelo de los estratos" de Carroll. El trabajo de Carroll se enmarca dentro del auge de la psicología cognitiva, y representa una reorientación del estudio de la inteligencia, acentuando el proceso por delante de los resultados. Así a diferencia de los modelos anteriores, la medida de la inteligencia se realizó mediante tareas específicamente cognitivas, en lugar de usar pruebas psicométricas. Para muchos estudiantes de la psicología de la inteligencia este sería el mejor modelo actual sobre la inteligencia humana.
A finales del siglo XX surgen varias teorías psicológicas que cobran gran celebridad: la Teoría de las inteligencias múltiples, la Teoría triárquica de la inteligencia y la que trata de la Inteligencia emocional.
Howard Gardner, psicólogo norteamericano de la Universidad de Harvard, escribió en 1983 “Las estructuras de la mente”, un trabajo en el que consideraba el concepto de inteligencia como un potencial que cada ser humano posee en mayor o menor grado, planteando que ésta no podía ser medida por instrumentos normalizados en test de cociente de inteligencia (CI). y ofreció criterios, no para medirla, sino para observarla y desarrollarla.
Según Howard Gardner, creador de la teoría de las inteligencias múltiples, la inteligencia es la capacidad para resolver problemas o elaborar productos que puedan ser valorados en una determinada cultura. Propuso varios tipos de inteligencia, igualmente importantes:
Posteriormente añadió:
Robert J. Sternberg, psicólogo estadounidense y profesor de la Universidad de Yale, en su Teoría triárquica de la inteligencia de 1985, estableció tres categorías para describir la inteligencia:
Daniel Goleman, psicólogo estadounidense, publicó en 1995 el libro Emotional Intelligence («Inteligencia emocional»), el cual adquirió fama mundial; si bien fueron Peter Salovey y John D. Mayer los que acuñaron la citada expresión «inteligencia emocional», en 1990. Anteriormente, el psicólogo Edward Thorndike, había manejado un concepto similar en 1920, la «inteligencia social».
Para Goleman la inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Considera que la inteligencia emocional puede organizarse en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, reconocerlos, manejarlos, crear la propia motivación, y manejar las relaciones. Goleman enseña que tener inteligencia emocional es la capacidad que el ser humano tiene para decir las cosas en el momento correcto, de la manera correcta, con la intensidad correcta y en el lugar correcto a las personas correctas.
La psicometría es la disciplina que se encarga de las mediciones psicológicas. Los primeros trabajos de psicometría surgieron para evaluar la inteligencia mediante diversos test cuya aplicación permitía estimar el cociente intelectual de los individuos, una medida que se suponía aproximada al concepto de la inteligencia. Los criterios de cientificidad más extendidos en psicometría para la aceptación de los tests de inteligencia son la fiabilidad y la validez, medidas obtenidas generalmente a través de técnicas estadísticas basadas en la correlación, como el análisis factorial o la regresión lineal.
Algunos de estos test ofrecen una única medida, un "factor general de inteligencia", (o Factor G en términos de la Teoría bifactorial de Charles Spearman) que se determina comparando el rendimiento del sujeto con el obtenido por su grupo de referencia, en condiciones similares. Otros tests, sin embargo, están diseñados bajo un marco teórico diferente, y en consecuencia permiten la estimación de varias medidas independientes correspondientes a los distintos tipos de inteligencia.
Artículo principal: Cociente intelectual
El cociente intelectual o cociente de inteligencia —abreviado CI; IQ en inglés— es la relación entre la inteligencia de un individuo medida con un test de inteligencia y la inteligencia media cronológica, es decir, la esperable por su edad.
Con la finalidad de hallar un método de correlacionar la edad mental con la edad cronológica William Stern (1912) formuló el cociente intelectual. Esta nueva medida de la inteligencia consistía en la división entre la edad mental y la edad cronológica multiplicada por 100. El valor 100 obtenido cuando ambas coinciden representa el nivel normal de inteligencia.
Los primeros test de inteligencia los realizaron Alfred Binet y Théodore Simon en 1905, y tres años después aparecieron las primeras escalas de inteligencia destinadas a evaluar a niños de entre tres y doce años. Fue en el informe de 1908 donde introdujeron formalmente el concepto de "edad mental", enumerando específicamente los tres a ocho ítems que podían pasar la mayoría de los niños de cada nivel de edad. En los años 30 David Wechsler lo adaptó a otros grupos de edad.
Los test para evaluar el cociente intelectual fueron empleados, inicialmente, para predecir el rendimiento escolar. Los creadores no creyeron que estuvieran midiendo una inteligencia estática y, a pesar de ello, los críticos argumentan que los test de inteligencia han sido empleados para justificar teorías genéticas en las que la inteligencia sería una cualidad única y fija.
Las investigaciones acerca de la inteligencia humana crean gran preocupación en el público y generan más críticas que los estudios científicos de otras áreas. Así, hay numerosos estudios que han puesto en tela de juicio la relevancia de los test psicométricos. Hay controversias sobre los factores genéticos en la inteligencia, particularmente en cuestiones sobre si estas diferencias se relacionan con la raza y el sexo, o cómo interpretar el incremento en las puntuaciones de los test, conocido como el efecto Flynn.
Actualmente, la mayoría de los investigadores rechazan esta forma de clasificar la inteligencia, principalmente por su parcialidad. Argumentan que esta visión sólo mide una parte de lo que comúnmente se entiende por inteligencia. Además, la fiabilidad es baja, porque hay circunstancias que influyen en el resultado, como el estado de ánimo, la salud, o el conocimiento previo de pruebas similares. Uno de los críticos más activos y acreditados en contra del CI y de su uso ha sido el paleontólogo Stephen Jay Gould, quien argumentaba que la inteligencia no es fácilmente mensurable, rebatía los puntos de vista hereditarios, rechazaba el análisis factorial como criterio científicamente válido en la investigación psicométrica, exponía el fuerte fundamento político que subyace a gran parte de la investigación histórica sobre la inteligencia y terminaba denunciando los abusos de un sector de la Psicología, que abandonando la objetividad científica ha invocado criterios pretendidamente científicos para justificar prejuicios meramente sociales y políticos.
En el marco de la Teoría de la evolución, para que cualquier rasgo o característica se mantenga y se desarrolle ha de otorgar alguna ventaja a los individuos que la presentan.
En el caso de la inteligencia referida al ser humano, hay varias teorías que pretenden explicar el proceso. Así, algunos autores, como el paleontólogo español Juan Luis Arsuaga lo atribuyen a los cambios impuestos por el bipedismo, y por un cambio en la dieta, cuya proporción de vegetales fue disminuyendo, y eso supuso cambios en la conducta.
Los investigadores Aiello y Dunbar encontraron una relación directa entre el tamaño del neocórtex y la cantidad de miembros que forman los grupos sociales.
Ellos lo sostienen como un indicio de que el desarrollo y evolución de la inteligencia son impulsados principalmente por la necesidad de mantener complejas relaciones sociales, como la cooperación, la competencia, la alianza, el engaño, etc. La naturaleza no desarrolla formas de vida inteligentes por premeditación; los seres más simples reaccionan ante el medio mediante programación genética, miedos y afinidades instintivas. Un pequeño cambio en estos instintos implica muchas generaciones. La selección natural ha favorecido la rapidez en la adaptación al medio. Esta criba de seres vivos ha seleccionado aquellos que disponen de un sistema nervioso central como los seres superiores dentro de la escala trófica de alimentación. Dentro de esta escala, la selección ha dejado en la cumbre a aquellos que disponen de un sistema nervioso central con cerebro e identidad de individuos. Esta disposición del sistema nervioso les hace capaces de administrar en mayor o menor medida sus comportamientos, aprendiendo y reaccionando en consecuencia, esto es, con inteligencia, un resultado consecuente del ahorro energético que supone memorizar y recordar para luego aplicar resultados.
La inteligencia no es una cualidad únicamente humana (solipsismo humano), en mayor o menor medida todos los seres vivos la tienen, basada en las hormonas, visceralidad, el sistema nervioso periférico o el central, incluso con zonas específicas del sistema nervioso central para procesos concretos. Muchos animales tienen signos claros de inteligencia instintiva, e incluso pueden lograr algunas etapas racionales primarias bajo entrenamiento.
Las distintas cualidades psíquicas y sus distintos grados de desarrollo pueden considerarse como las distintas formas de inteligencia, utilizadas para un uso práctico, lúdico o perverso, pero en todos los casos, inteligencia.
La naturaleza nos muestra que la inteligencia es una cuestión de grado; podemos encontrar rasgos inteligentes en aquellas situaciones en el que el ecosistema alberga sistemas biológicos capaces de ahorrar energía frente a otras alternativas más costosas. El hecho de encontrar el camino más corto entre dos puntos, es una muestra de que se está aplicando algún tipo de lógica, cuyo procesamiento da evidencias de un grado de inteligencia.
La inteligencia depende de las variaciones del sistema, que se sujeta a la teoría general de sistemas, estableciendo una lógica y, a su vez, la lógica depende de un diferencial. En la naturaleza encontramos constantes indicios de diferenciales. Las unidades biológicas reactivas ante la variación de los diferenciales del medio, se podrían catalogar como unidades de funcionamiento condicionado o lógico. En otras palabras, ante una variación concreta de un valor del medio, esa unidad biológica actuará siempre de la misma manera. Se puede decir, que la unidad de la inteligencia es la lógica, que a su vez se basa en la termodinámica del medio, o sea algo totalmente natural.
Se han realizado en Japón experimentos con Physarum Polycephalum. Estos plasmodiales son organismos unicelulares con múltiples núcleos que son capaces de encontrar el camino más corto en un laberinto. Es el mejor ejemplo de procesamiento de información sin poseer un sistema nervioso.
Existe una discusión sobre si la inteligencia humana contiene algún aspecto que la diferencie de forma cualitativa de las demás especies o incluso de la inteligencia artificial.
Sólo a partir de Darwin se ha comprendido que no somos la especie elegida, sino una especie única entre otras muchas especies únicas, aunque maravillosamente inteligente.
Ciertamente el concepto de inteligencia humana puede variar mucho dependiendo de la perspectiva del ser y su punto de vista, es por esto que grandes pensadores escogen su propio concepto idóneo de la palabra intentando generalizar lo más ampliamente posible.
La pedagogía es la ciencia que estudia la educación humana y elabora técnicas que faciliten el aprendizaje; los pedagogos muestran gran interés en los diferentes aspectos relacionados con la inteligencia y sus factores condicionantes, tanto psicológicos y biológicos como socio-culturales. Algunos de estos condicionantes son:
El neurofisiólogo Roger Sperry en sus trabajos demostró que nuestros dos hemisferios cerebrales se nutren de las mismas informaciones básicas, pero que las procesan de forma distinta. Cada uno de nosotros tiene un hemisferio dominante (predisposición genética). El hemisferio cerebral izquierdo domina aspectos como el lenguaje, la solución de problemas lógicos y el pensamiento analítico; mientras que en el hemisferio derecho destacan la comprensión espacial, musical o el dibujo.
En el proceso creativo, los hemisferios cerebrales se encuentran en actividad al mismo tiempo, funcionando de forma coherente e integrada en el acto creador, aunque cada hemisferio es dominante en ciertas actividades, los dos están básicamente capacitados en todas las áreas y las habilidades mentales se hallan distribuidas por toda la corteza cerebral.
Sefchovich y Waisburd estiman que los programas de las escuelas y en general la educación, se han apoyado principalmente en las habilidades del hemisferio cerebral izquierdo, mientras que el otro hemisferio se ha desarrollado por sí solo, lo que ha ocasionado que se hayan quedado fuera habilidades y funcionamientos que son indispensables para el desarrollo creativo.
El efecto Flynn o el incremento secular de la inteligencia explica el aumento del CI de una generación a otra en la población de un país. En este aumento influyen factores como el grado de desarrollo del país, las características del test que se usa y las características de la muestra evaluada.
Se da el caso que en países que han empezado hace relativamente poco su modernización el incremento del cociente intelectual entre generaciones es mayor, mientras que en países que empezaron su desarrollo en el s. XIX el incremento es mucho menor.
A partir de los resultados obtenidos se pueden extrapolar las siguientes conclusiones, explicadas a modo de hipótesis:
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