El homo viator ("hombre viajero" o "peregrino", en latín) es un antiguo tópico literario de la literatura pagana y cristiana, que contemplaba la vida desde el nacimiento hasta la muerte como un peligroso y accidentado viaje de aprendizaje que terminaba en la madurez (novela de aprendizaje o bildungsroman), en el autoconocimiento o en la sabiduría, o, en el caso cristiano, en el perdón y en la Gloria ultraterrena, y más raramente, como en Shakespeare, en la nada.
La Odisea de Homero es ya un viaje iniciático, como lo son en general muchas epopeyas antiguas, ya que sus temas son siempre guerras o viajes peligrosos. Pero este viaje puede ser de varios tipos:
En la Edad Media son frecuentes los caminos identificados como peregrinaciones ascéticas de purificación, sobre todo cuando el mundo cristiano se moviliza en el siglo XII con las Cruzadas y las órdenes militares; lo excelente no es llegar a Jerusalén, sino llegar a uno mismo, a la paciencia y la humildad necesarias para alcanzar la otra vida. En este viaje está presente la conciencia de fugacidad del tiempo (tempus fugit) y la endeblez del hombre como pecador (miseria hominis), tópicos con los que suele andar. En los más instruidos, incluso se divide la vía terrena del hombre en etapas del nacimiento a la muerte. Seis en Diego García de Campos, canciller de la corte castellana de Alfonso VIII; cuatro en Dante Alighieri; o, con menor rigor sistematizador, en Francesco Petrarca. Shakespeare, por su parte, imagina no solo seis, sino siete, la última de decadencia:
Son muy conocidos ejemplos del tópico los versos de Jorge Manrique:
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