La historia de la filosofía estudia la génesis y la adoración de la filosofía de la historia. Existen varias acepciones sobre su origen como disciplina: Voltaire en el siglo XVIII por la acuñación del término, Jean Bodin en el XVI calificando a un autor oriental como philosophitoricus attando con Voltaire.
Sin embargo los antiguos griegos también se preocuparon por la historia y por los problemas filosóficos que planteaba sin llegar, no obstante, a ser una disciplina. La historia planteaba una serie de cuestiones como: ¿Qué es la historia?, ¿Cuál es su sentido?, ¿Cómo conocemos nuestro pasado?, entre otras.
La filosofía de la historia nació en el s. XVIII. Tradicionalmente se le atribuye a Voltaire que fue el primero en acuñar el término para una obra escrita por él en 1765 y que firmó como Abate Bazin. Sin embargo, el término fue utilizado unos siglos antes por Jean Bodin en Método para el conocimiento fácil de la historia, donde califica a Filón de Alejandría como a un philosophitoricus (filósofo de la historia). También se admite que Giambattista Vico fue el auténtico creador de la disciplina en su Principios de ciencia nueva.
Voltaire entendía por filosofía de la historia una disciplina crítica, por lo que trata de explicar los acontecimientos pasados por medio de principios razonables con el fin de que "la luz" de la razón elimine todo el fanatismo y las supersticiones irracionales que había en la historia.
En el s. XIX, Hegel le dio un sentido más amplio a la filosofía de la historia y diferenciado a lo considerado por Voltaire. Él fue el primero en incorporar a la Universidad de Berlín esta disciplina. Para Hegel la filosofía de la historia hay que entenderla como una historia global o universal. El sentido de la disciplina de la historia sufrirá un cambio en la escuela positivista con Leopold von Ranke. Para él eran el gobierno de las leyes generales y universales que rigen el mundo y que deben ser relatados por la historia como una ciencia empírica.
La respuesta a por qué no surge antes del XVIII esta disciplina es debido a que los filósofos de otras épocas se han centrado en otras cuestiones, en la Antigua Grecia por la física, matemática, etc. En la Edad Media por la teología y más tarde en las ciencias naturales y finalmente los filósofos sintieron la necesidad de reflexionar sobre la historia en el siglo XVIII y que cuyo objeto era el pasado. Esta historia plantea una serie de problemas que se dividen en cuatro apartados:
La concepción de la filosofía de la historia es inseparable y depende de la concepción de la historia, y por tanto, la comprensión del objeto está condicionada por la interpretación que hace la filosofía de la historia. Tuvo una interpretación ilustrada, resultado de una concepción renacentista de la historia, que a su vez es el precipitado de fenómenos de la Antigüedad y el Medievo.
Para los griegos la historia es el conocimiento que se transmite mediante investigación, no por transmisión antiquísima, como el mito. Es investigación, indagación, interrogatorio de un testigo ocular, y el resultado de dicho interrogatorio.
Ιστορ, es un testigo árbitro que puede actuar como juez y puede aclarar lo que ocurrió. Ιστορεω, es el verbo que significa investigar, indagar, por lo que semánticamente significa indagación, y ha pasado el término a la mayoría de las lenguas occidentales a partir del latín historiae.
Los romanos entendían la historia igual que los griegos, como demuestra Tácito, que utilizó el término historiae cuando hablaba de la época que el mismo había vivido y las que son anteriores a él, y no puede observar personalmente. Los llama Annales, por lo que no representaba la narración de hecho del pasado. En la época romana se empleraron annales y crónicas.
En la Edad Media, historiae serán los hechos sagrados expuestos en la Biblia y la hagiografía.
En el Renacimiento se establecen las bases para elaborar un tipo homogéneo de literatura histórica que se le puede llamar historia. En esa época es cuando la historia se abra a los sucesos del pasado y surja el germen de la historia científica.
A partir de ese momento se desarrollará un criticismo ingente de la historia, sobre todo en el s. XVIII, donde se entenderá la historia de dos formas: por un lado a los acontecimientos hechos por el hombre (res gestae); y el reconocimiento mental de estos, cognitio (res memoria). Para ellos no solo existe la realidad histórica sino el conocimiento o estudio de dicha realidad, es decir, la historia se convirtió en ciencia.
A partir de esta doble concepción, la historia planteó dos problemas a la filosofía: uno de tipo ontológico y otro epistemológico. La res gestae planteó problemas ontológicos, pero si nos referimos al segundo significado, serán de tipo epistemológico.
Los de tipo epistemológico, son los problemas planteados por la historia en cuanto a un modo de ciencia. Un ejemplo sería el de aclarar si la historia es un conocimiento inmediato o no. El conocimiento histórico es ideográfico. Las leyes de la naturaleza rigen también la historia. También se crearon categorías históricas y se planteaba qué tipo de verdad es la verdad del conocimiento histórico.
La filosofía del conocimiento histórico se ocupará por tanto de la realidad histórica (res gestae) y la historiografía (res memoria).
La filosofía nace en Grecia en el s. VII a. C. en las colonias griegas de Asia Menor (Jonia) como Éfeso, Mileto, etc. Estas ciudades gozaban de un nivel económico y social superior al de la Hélade. El comercio de estas ciudades, más cercanas a oriente, hacían que estuvieran en contacto con distintas civilizaciones, ya que las distintas versiones explicatorias de las cuestiones clave chocaban entre sí. Cuestiones como la creación del universo o la aparición del ser humano eran explicadas de forma mitológica. Ante este hecho se buscó otra vía para dar contestación a estos problemas. Esta vía no podía ser otra que la razón, ya que la vía mitológica había quedado obsoleta y los jónicos entendieron que ese no era el camino. De este modo empezaron a buscar explicaciones razonables para contestar a las distintas cuestiones, dándose así el paso del mito (μῦθος) al logos (λóγος) y dando origen a la filosofía.
El paso del mito al logos se dio por un proceso de secularización y por un proceso de abstracción del pensamiento. Rompía así el pensamiento griego las estructuras propias del pensamiento mítico y los sustituyó por el lógico dando lugar a la filosofía y el pensamiento histórico ya que la filosofía y la historia comparten esa racionalidad, son discursos racionales.
La lógica mítica era ambigua porque se movía en dos planos: el natural y el sobrenatural de manera que el mito explicaba los fenómenos naturales con argumentos donde intervenían elementos sobrenaturales. Como los rayos (elemento natural) argumentado como que era la cólera de Zeus.
Los estudios de Mircea Eliade han puesto de manifiesto que el pensamiento mítico arcaico hacía imposible que el hombre pudiera asumir la historicidad y, por ende, impedía el nacimiento de la historia. Una de las razones es porque el pensamiento mítico solo daba importancia a los dioses y no a los hombres y era imposible desarrollar la historia sin tener en cuenta los aspectos mundanos.
Por el otro extremo, el discurso histórico rompe la dualidad de planos, iguala el pasado y el presente y sitúa los hechos históricos de la historia en el curso de la temporalidad. Todo lo contrario de la epopeya que tenía dos tiempos heterogéneos: el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses.
Apareció también la noción de acontecimiento, hecho que se sitúa en el curso de la existencia humana sensible y que no se proyecta en lo atemporal ni en lo sagrado. Dejando paso el mitógrafo al logógrafo, que marca los hechos pasados y descarta la tradición legendaria de los poetas. Este logos constituye la base de la filosofía y de la historia y por eso nacieron a la vez. Los historiadores se empezaron a ocupar de estudiar una realidad susceptible de ser investigada y de transmitirlo de la manera más objetiva posible.
El significado etimológico de la palabra historia significa en griego indagación y narración de hechos cuyo origen deriva del concepto de Ιστορ (testigo) que es el individuo que actúa de testigo en un juicio y del que se puede fiar a cerca de lo que nos narra
El hecho de que la historia surja como resultado de la indagación explica que la perfección directa, la observación y la experiencia constituyen la base de la nueva metodología básica que está surgiendo en el s. VI a. C. en Grecia; y explica que los historiadores antiguos muestren una clara preferencia de la narración de los hechos temporales cercanos a ellos, porque los lejanos son más difíciles de indagar.
El filósofo y el historiador deben estudiar solo aquellas cosas de las que hay experiencia o percepción directa. La filosofía estudia el pensamiento de una persona
La historiografía de este periodo va a estar marcada por la limitación de la metodología que la historia utiliza. La metodología que utiliza Heródoto y Tucídides es fundamentalmente la indagación o la inquisición que se realiza a los que han presenciado los hechos. En bastantes ocasiones los historiadores utilizan sus propias experiencias personales. La narración histórica solo abarca un período de tiempo limitado aquel período del que queden individuos vivos que puedan dar créditos (histor).
Heródoto de Halicarnaso es el primer historiador griego del que conservamos gran parte de su obra, dado a esto se le puede considerar como el padre de la Historia. Para Heródoto hay dos conceptos de Historia. Uno de ellos es el concepto de la Historia como el relato de los acontecimientos. El segundo es el que ve la Historia como una indagación de las causas de los acontecimientos. El historiador se esfuerza por investigar las causas de esos acontecimientos que narra. Diferenciando así la epopeya de la narración histórica.
Para Heródoto hay tres causas principales para la explicación de los acontecimiento de la historia:
Como Heródoto, Tucídides está convencido de que la función del historiador es explicar las razones de los hechos, las causas que los han producido. Al igual que este utiliza distintos niveles:
La actitud ateniense en la Guerra del Peloponeso se emprende, según Tucídides, a partir del deseo de construir un poder marítimo que hiciera frente a la alianza de los lacedemonios. La política ateniense remite a la esencia misma de su democracia que no puede evitar ser imperialista. La democracia se define por el amor de la libertad de los ciudadanos, y para ello hay que ser fuertes contra los ataques externos. La manera de garantizar esta libertad es dominar a los vecinos; por eso la democracia ateniense se ve abocada al imperialismo para garantizar su libertad.
Al explicar las guerras Tucídides da una gran importancia a las nociones estratégicas. Pudiéndose explicar estas con categorías estratégicas. Por ejemplo las categoría de mar (Atenas desarrollando barcos de guerra) y de tierra (Esparta un fuerte ejército). La estrategia militar utilizada depende las estructurs sociopolíticas y de las motivacions colectivas que animan a los Estados. Pensaba que había que indagar también en las causas morales y políticas que explican la guerra. Las guerras, el catalizador que actualiza las pasiones humanas más bajas, esas pasiones que la paz no deja aflorar.
Ahora bien, esta hegemonía le acarrea el odio, la enemistad de esas ciudades y desata irremediablemente una continua violencia. De manera que la filosofía del imperialismo ateniense es radicalmente realista. En esta filosofía la libertad del ciudadano depende de la libertad del Estado en el que vive, que es más libre cuanto menos amenazado está por otros en su seguridad y cuanto más se extiende su control sobre los demás. Esta política hegemónica conduce a la rebelión de los otros estados y a la oposición de las ciudades libres, y por esto lo único que se puede esperar es una guerra total, debido a los odios que el imperialismo acaba produciendo.
Este imperialismo no es ni más ni menos que la manifestación de poder que domina a todo hombre. La voluntad de poder es para Tucídides la dimensión esencial que nos ayuda a comprender la acción histórica y el fondo único de la naturaleza humana. Porque la voluntad humana, cuando está lúcida, lo único que quiere es el interés de la ciudad, que le lleva a tiranizar a las demás ciudades.
De este modo Tucídides se alinea con los sofistas en el desarrollo de un tema central del pensamiento de estos: el tema de la defensa del derecho natural del más fuerte, que encuentra su mayor desarrollo en Calicles o Trasímato, ambos sofistas. En último término Tucídides pone en manifiesto que la ley última que gobierna la historia es la ley de la fuerza. Es natural que en el período clásico de Grecia la preocupación por la historia ocupe un lugar en el pensamiento filosófico de este período, cuyos principales representantes son Platón y Aristóteles.
Platón tenía una valoración negativa del conocimiento histórico. No la podía considerar ciencia ya que el conocimiento estaba dividido en dos niveles: la opinión (doxa) y la ciencia (episteme) y la historia pertenecía al conocimiento sensible del que deriva la doxa.
Una parte del conocimiento humano no se puede razonar para saber que es verdadero ya que la característica fundamental de toda opinión es su carácter cambiante. El conocimiento cambia por la circustancialidad. La ciencia sin embargo describe el mundo inteligible ya que no es cambiante, es perpetuo.
En el mundo sensible se encuentran cosas que están formadas por la imaginación y supone un conocimiento infundado (Eikasia). En otro nivel superior, pero dentro de la doxa se halla la pistis. Esta tiene más realidad que la imagen, pues estudia el mundo sensible en sí. La creencias una opinión que abarca tanto las realidades físicas que encontramos a nuestro alrededor y la realidad histórica, los hechos del hombre se encuentran en el mundo sensible. Por tanto la Historia no llega a ser una ciencia según Platón sino un conocimiento de segundo grado y a lo más que puede aspirar es a ser verosímil.
Platón recurres al mito para explicar su teoría de la historia dividiéndola en dos eras separadas por un cataclismo. En la era precatoclísmaica los hombres vivían bajo cuidado de los dioses, despreocuados y sin problemas. Más tarde apareió un cataclismo dando lugar a la era postcataclísmica en la que nacemos bebes, envejecemos y fallecemos (similar al Jardín del Edén y el pecado original). Esta nueva sociedad primigenia no tenía contacto con la anterior y la única ayuda de la que disponían era la del desarrollo tecnológico.
En principio las sociedades humanas de la era postcataclísmica fueron patriarcales. Ignoraban los metales y no existía rivalidad ni envidia entre los hombres pues estas sociedades pastoriles tenían recursos alimenticios de sobra. El origen de la sociedad humana es doble:
A partir de esta sociedad se desarrollaron los Estados civilizados con diferentes grados y que tenderán a la decadencia y a la corrupción. Para Platón el mejor gobierno es el aristocrático para dar ejemplo y evitar que la sociedad se degenere. Esta aristocracia era el gobierno de los mejores, los más preparados y sabios. Por otro lado si gobernaran los menos virtuosos se degenaría la sociedad.
Sin embargo la aristocracia podía degenerarse también en timocracia. Se da cuando los mejores físicamente superan a los mejores intelectualmente dando lugar a un gobierno donde impera solo la valentía y la ira. Y también puede desembocar en oligarquía gobernando los mejores económicamente. El paso de la timocracia a la oligarquía es natural, al ser el gobierno de los mejores el más fuerte se aprovecha de los ciudadanos y les quitan sus pertenencias lucrándose y convirtiéndose en más ricos. Surge el mal de la mayoría y el pueblo ser rebela dando lugar a la democracia.
La democracia el poder está en manos del pueblo por lo que cualquiera puede acceder al poder y pudiendo quedar altos cargos en manos de gente incompetente (los cargos no eran electos sino por sorteo). Platón no veía bien la democracia ya que esta había matado a su mentor Sócrates. Aun así para Platón existe algo peor: la tiranía. Cuando ejerce el poder una sola persona, sometiendo a la población a las arbitrariedades de esta. La constitución tiránica surge como consecuencia de la degeneración de la democracia que se termina convirtiendo en un caos. Para Platón la única forma de acabar con la corrupción es la calípolis. Allí refleja la educación universal, donde cada uno llegará al grado de formación que sus características mentales les permita.
El filósofo Aristóteles estaba de acuerdo con su maestro Platón en que la Historia no puede ser una ciencia en sentido estricto. Sin embargo, los argumentos son diferentes porque la epistemología (es decir, la filosofía de la ciencia) de Aristóteles se distancia de la de Platón. Según el primero, el conocimiento científico debe cumplir unas condiciones que el conocimiento histórico no cumple. Estas son:
Con Alejandro Magno se construyó un vasto imperio que sería divido tras su muerte. La cultura griega se extendió a todos los pueblos conquistados por Alejandro. Es lo que se conoce como helenización.
En este helenización se superó el localismo. La Historia tendrá un carácter más universal en vez de centrarse en la historia de un pueblo o en la de una ciudad. También se superará el límite temporal a la que había estado limitado, en ese momento la Historia va a remontarse siglos hacia atrás y además se empezó a escribir con carácter mundial y que aspiraba a la universalidad en lo espacial y en lo temporal (Historia ecuménica). Esta forma de historia se dio gracias al nuevo método historiográfico, que permitía construir una Historia a partir de materiales sacados de obras de historiadores anteriores.
La tesis que dirige todo el trabajo histórico de Polibio es que la Historia es la narración de un único hecho y de un único espectáculo: el de narrar cómo, cuándo y por qué todas las partes conocidas del mundo conocido han caído bajo la dominación romana.
Para Polibio la fortuna había guiado siempre todos los asuntos del mundo y la tarea del historiador debe consistir no solo en contar los hechos, sino en investigar críticamente cómo y cuándo surgieron esos hechos y cuándo y cómo llegaron a su fin.
En la obra de Polibio aparece la idea fundamental que la distingue de sus predecesores, a saber, la idea de que solo el estudio de la historia universal nos puede proporcionar una visión comprensiva del desarrollo humano. Siendo consecuente con esa idea suya, Polibio juzgó insuficientemente la obra realizada por los historiadores episódicos; y así defendió la idea de una historia universal en presencia de un mundo que se hacía romano y de una Roma que se volvía cosmopolita.
Polibio estaba convencido de que el movimiento de la historia estaba sometido a la fatalidad de un proceso cíclico. Estaba convencido de que en la vida de las instituciones de un país es donde se manifestaban con la mayor claridad y distinción el movimiento cíclico del acontecer histórico. Apoyándose en esta convicción, Polibio expuso una teoría de los ciclos constitucionales. En esta teoría Polibio explica cómo la monarquía engendra la tiranía, cómo la tiranía, a su vez, se transforma en aristocracia, la cual engendra en oligarquía; la oligarquía, posteriormente, es reemplazada por la democracia, y al final la democracia acabará en la lucha de todos contra todos, en una guerra civil, y, entonces, retomará la autoridad única en forma de despotismo. Esta teoría se denomina anaciclosis. Para Polibio este carácter de sucesión de las distintas instituciones tienen un carácter natural, se desarrolla conforme a las leyes de la naturaleza, y, por tanto, los hombres siempre pueden prever los futuros estadios que van a acontecer.
En la explicación histórica que nos propone Polibio establece una distinción fundamental entre la causa, el inicio y el pretexto de los acontecimientos.
La misión del historiador para Polibio consiste en interpretar racionalmente las reflexiones y decisiones que llevaron a los protagonistas de los hechos a actuar. Aquí reside el valor práctico de la Historia, en cuanto que se convierte en campo de adiestramiento para la política.
Polibio no cree que el estudio de la historia pueda impedir a los hombres que vuelvan a caer en los errores anteriores, pero si considera que el estudio de la historia conlleva un fortalecimiento del universo del hombre frente a estos acontecimientos históricos.
De esta manera en la Historia de Polibio se refleja la tensión histórica entre la fortuna y las acciones de los individuos. Para Polibio, como ocurría para los estoicos en general, los hombres no se sienten dueños de su destino, y por esta razón el éxito de sus acciones no se muestra en los acontecimientos externos, sino en el gobierno interior del ánimo con que el hombre se enfrenta a estos acontecimientos históricos.
Sabemos que con el trabajo de Polibio la tradición histórica helenística pasa a manos de Roma. Polibio traslada el trabajo de los historiadores de Grecia a Roma.
Luciano de Samosata escribió un breve tratado Cómo debe escribirse la historia, muy popular en el Renacimiento.
Sabemos que la introducción de las ideas cristianas en la cultura europea va a dar lugar a una revolución de gran importancia en la concepción de la historia que se había tenido hasta este momento.
En los s. IV y V d. C. la idea de la historia va a ser modelada de acuerdo con el influjo del pensamiento cristiano. El cristianismo va a echar por tierra las nociones fundamentales de la concepción de la historia grecorromana. Esas nociones fundamentales eran: La idea optimista de la historia humana que defendían los antiguos griegos y romanos y que va a caer bajo la idea del pecado original que incapacita al hombre para alcanzar fines de un modo claro. El hombre es un ser bueno, pero está corrompido por el pecado original. Solo la ayuda de Dios le salvará. Esta visión del hombre la introduce el cristianismo en la cultura europea.
Esta corrupción de la naturaleza humana se manifiesta en que el hombre se ve sumido en una ceguera que le impide distinguir entre el bien y el mal. La pasión humana corrompida por el pecado original sume al hombre a las pasiones, que le empujan a actuar muchas veces de forma incorrecta. Esta ceguera del hombre por sus pasiones le impide tener una idea clara del fin o la meta que el hombre busca. Son fines a los que nos arrastran nuestras pasiones. El hombre es esclavo de sus pasiones, de las que no puede salvarse sin ayuda de Dios.
El cristianismo da al traste con la idea sustancialista de entidades eternas subyacentes al proceso histórico. El cristianismo, merced a la idea de creación, niega estas entidades (no hay ningún pueblo eterno que haya existido o existirá siempre). Las entidades son creadas por Dios según le sean interesantes para Dios y así aparecerán más o menos según la voluntad de Dios. Todo lo creado por Dios es contingente, solo Dios es eterno, es ajeno al tiempo.
Ningún agente histórico es eterno, todos están sujetos al curso del tiempo, han sido creados por Dios y desaparecerán cuando dejen de ser útiles.
Finalmente la tercera noción fundamental de la concepción grecorromana que desaparece con el cristianismo es la concepción cíclica del tiempo. Para los griegos el tiempo es eterno, no tiene ni principio ni fin, y la única realidad que cabe en la mente de un griego que no tiene ni principio ni fin es el círculo, el tiempo es un continuo y permanente retorno, no hay ni principio ni final.
Frente a esta concepción, el cristianismo afirma que el tiempo es lineal, tiene un principio y un final, tiene un y un . El punto de partida del tiempo y de la historia es la creación divina y el punto final o meta es el Juicio Final. Además todos sus momentos son distintos y son irrepetibles, mientras que el caso contrario sucede en la concepción cíclica del tiempo en la cultura grecorromana. Además el curso del tiempo es siempre progresivo, no hay marcha atrás, y no habrá repetición.
Las tres grandes ideas sobre las que había girado la concepción de la historia y la Naturaleza buena del hombre en la cultura grecorromana son derruidas en el cristianismo. El cristianismo tuvo un triple efecto sobre el modo de concebir la Historia:
En un sentido el hombre es el final de todos los acontecimientos históricos, en la medida en que Dios busca la salvación del hombre. Pero en otro sentido el hombre es solo un mero instrumento para la realización de los fines de Dios.
Estas modificaciones del concepto de Historia procedentes de las doctrinas cristianas, por un lado, el pecado original y la gracia por otro de la doctrina cristiana de la Creación, son modificaciones indispensables para la comprensión de las características peculiares de la Historia. La irrepitibilidad y la idea de progreso. Las modificaciones son:
En virtud de esta radical transformación, la Filosofía de la Historia se objetiva en el medievo bajo la forma de una Teología de la Historia. La tarea de esta Teología de la Historia consiste en descubrir y exponer el plan divino de la Historia, un plan que se desarrolla en el tiempo a través de una serie de etapas que son las distintas edades históricas. Cada una de las edades se inicia con un acontecimiento creador de época. De este modo toda Historia escrita en la Edad Media a partir de las naciones Cristianas se va a caracterizar por tres notas principales:
Los dos pensadores más importantes son San Agustín de Hipona y Joaquín de Fiore.
En su obra De Civitate Dei, afirma que la Historia no tendría sentido si no contásemos con la Revelación. El sentido profundo del acontecer histórico solo se puede concebir desde la Fe. El conocimiento de los hechos históricos puede versar sobre la existencia y desarrollo de los distintos imperios. Sin embargo los principios que nos permiten interpretar estos hechos no preceden de estos, sino que para San Agustín lo temporal debe ser juzgado siempre a la luz de lo eterno. Va a ser la revelación cristiana la que nos proporcione los principios a cuya luz interpretaremos la Historia.
San Agustín no procederá en su obra como un historiador, sino como un filósofo de la Historia que se prepone discernir el significado moral y espiritual de los acontecimientos históricos. Esta reflexión agustiniana puede convidarse como una verdadera Teología de la Historia: una interpretación de la Historia a la luz del dogma cristiano. Por tanto San Agustín vio la Historia de la especie humana al igual que la vida del hombre individual como el enfrentamiento dialéctico entre dos principios de la conducta, lo que el llama dos amores: amor a Dios y la sumisión a sus leyes, y el amor a sí mismo y a los placeres. Así la Historia Humana es la lucha, para San Agustín, entre dos ciudades o reinos, la de la carne y la del espíritu. La lucha entre la ciudad de los impíos y la ciudad de los justos, la "ciudad de Dios".
Por tanto la Historia de los hombres en el tiempo es el desarrollo del antagonismo entre estas dos ciudades. San Agustín afirma que la Historia es un drama que se desarrolla en tres actos:
Este fraile franciscano del s. XII, interpretará desde el dogma de la Santísima Trinidad la Historia del hombre. Para Fiore la Trinidad aparece como la verdad de la Historia. Encontraremos tres etapas en la Historia, en cada una de las cuales se manifiesta una de las Personas de la Trinidad, que son para él los verdaderos personajes de la Historia. - Primera Edad: La Edad del Padre. Desde la Creación hasta la Encarnación. Es la época de los hombres cansados, cuando los hombres viven supeditados al trabajo. - Segunda Edad: La Edad del Hijo. La época de los clérigos. Está gobernada por el estudio y la disciplina. - Tercera Edad: La Edad del Santísimo. Habrá de realizarse sobre esta Tierra. Es la época de los monjes. Todos los hombres serán libres. Los sacramentos serán superfluos y la Iglesia será sustituida por una comunidad monacal hecha de humildad, pobreza y amor. Esta etapa estará gobernada por la contemplación y la alabanza.
Así Fiore historifica la Trinidad. Para él la salvación de la humanidad no llegará al final de los tiempos, sino que se realizará en el tiempo mismo.
ríticas. Dará una nueva interpretación de la Historia, rompiendo con la interpretación teológica a una visión humanística. Serán Salustio, Tito Livio y Tácito los ejemplos. La historiografía humanística seguirá los preceptos clásicos:
El pensamiento histórico renacentista pone de nuevo al hombre en el centro de sus preocupaciones, no como lo entendían los antiguos, sino como la concepción cristiana; una criatura sujeta a pasiones e impulsos. La Historia era en el Renacimiento la Historia de las pasiones humanas, en la medida en que la Historia desvela la naturaleza pasional humana por lo que tiene gran utilidad. Así podemos prever sus acciones.
En el Renacimiento ya no se aceptan los grandes sistemas teológicos y filosóficos que habían sido la base de la historiografía medieval y se vuelve al humanismo clásico, poniendo al hombre en el centro de sus preocupaciones. Pero la concepción renacentista del hombre será distinta a la de la Antigüedad. Para los renacentistas el hombre no es un ser que controla sus actos y labra sus destino mediante su inteligencia, sino que entiende al hombre a la manera cristiana, como una criatura sujeta a pasiones e impulsos que le empujan a obrar ciegamente en contra de lo que aconsejaría la inteligencia. La Historia se convierte en la historia de las pasiones humanas, como expresiones necesarias para la naturaleza del hombre.
En el Renacimiento desaparecen las interpretaciones del pasado vigentes hasta entonces. Tanto la antigua y moral de la decadencia irremediable como la política de la traslación del Imperio, asegurándose la continuidad entre el Imperio romano y los cristianos.
Los historiadores renacentistas descubren rupturas en el proceso histórico y establecen un ritmo sincopado del devenir histórico hecho de luz y tiniebla. Roma es la luz y el Medievo las tinieblas, que sigue la Edad Moderna, otra época de luz que comienza con el Renacimiento. La historiografía renacentista va a buscar en la vuelta a la Antigüedad el camino hacia la modernidad, en la medida en que no se limita a copiar los autores antiguos, sino que busca renovarlos y enriquecerlos. En el Renacimiento la búsqueda de obras de arte llevará a la arqueología y la filología a convertirse en ciencias auxiliares de la historia.
En el Renacimiento se crea también la numismática, epigrafía, archivística, etc. A lo largo de todo el Renacimiento se continuará la obra documentada crítica y positiva que comenzó en el Quattrocento italiano.
La Edad de Oro de la filosofía de la historia se inicia en el Renacimiento según G. Nadal, entre el 1550 y el 1750. El punto de partida sería retomando a Polibio, la consideración de la Historia como una ciencia ejemplar con un propósito didáctico, fundada sobre los tópicos de estoicos, retóricos e historiadores romanos. La historia era una enseñanza para los gobernantes como en tiempos de Polibio. Esta concepción de la historia como magistra vital inspira tanto los tratados particulares como de Historia que se elaboran en el Renacimiento.
Entre los historiadores del Renacimiento destaca Nicolás Maquiavelo. Nos ofrece una visión de la historia determinada exclusivamente por la política. Maquiavelo estructura los hechos históricos de forma que todos los materiales se ordenen de tal manera que permita subordinar todos los planos de la vida humana al plano político. Considera los fenómenos históricos desde el punto de vista de la política. En esto influyó su vida personal, como destacado político florentino.
Constituye una verdadera revolución frente a la tradición medieval y el agustinismo. La novedad más importante reside en que fue el primero que advirtió de forma sistemática que el mundo específicamente humano no es el de las ciudades ideales diseñadas por las utopías República de Platón, Utopía, de Tomás Moro, etc. Ni tampoco es el mundo de la Civitas de San Agustín. Es el mundo de las nuevas realidades burguesas. La actuación inevitable y necesaria dentro de la ciudad, y se trata de la ciudad-estado o del moderno estado nacional. La característica más importante del pensamiento de Maquiavelo es el carácter autónomo que en su pensamiento tiene la política. Para él la acción política es un fin en sí misma. Un fin al que se supedita todos los fines de la vida. Esta actividad política cuya narración es para él la tarea fundamental de la historia cristaliza en el Estado, manifestación suprema de la política. El Estado aspira a la omnipotencia, y el fin último de la actividad humana es el bien común del estado al que deben someterse todas las demás prioridades del hombre, incluida la libertad y la religión. El Estado es la expresión suprema de la ambición de dominio, por eso el plano político es histórico por naturaleza. Los cambios históricos son procesos de transformación del régimen político-jurídico del Estado.
Por tanto sigue a Platón en cuanto a que a la monarquía le sucede la tiranía, la aristocracia, oligarquía, democracia y demagogia, entrando cada constitución en crisis por su decadencia y corrupción.
Maquiavelo en el sentido del que entiende que es la plasmación de esa serie, elimina toda traslación. El hombre vive en la Tierra y sus fines están en la Tierra. La historia es la memoria de los hechos políticos del hombre y el dinamismo es la expresión de la tendencia predominante en el hombre como voluntad de dominio o de poder. El motor de todos los cambios históricos no es otro que la propia índole de la naturaleza humana, pues permanece constante a pesar de todas las diferencias de tiempo y de lugar, de manera que a los mismos impulsos corresponden siempre las mismas respuestas, de manera que se siguen las conductas que ya siguieron otros antes. Por eso piensa que es posible crear una ciencia política fundada en la regularidad de los fenómenos históricos. Maquiavelo presenta la historia como un arma fundamental para el político, no hay mejor forma de dominar a los hombres que conocerlos. El saber es poder, conociendo las leyes por las que se rige la naturaleza podrás controlarla, y el hombre, como parte de la naturaleza que es, debe ser estudiado para poder dominarlo, y ese conocimiento es la historia.
Para Maquiavelo la historia está hecha de voluntades, con una virtud que se manifiesta, que es pura energía y vitalismo que se enfrenta con la necesidad y aparece bajo el signo de la diosa Fortuna. Es un enfrentamiento entre la virtud y la necesaria Fortuna. De la obra de Maquiavelo podemos destacar:
La Historia perfecta consiste en la narración exacta de las acciones pasadas, en el estudio de los gestos del hombre a través de las sociedades. En cambio, la Historia sagrada es el conocimiento de la acción y de las manifestaciones de Dios soberano y por tanto no pertenece al dominio de los historiadores, sino al dominio de los teólogos.
Entre estos autores se encuentran Jean Bodin, autor de una obra que lleva por título Método para el conocimiento fácil de la Historia, de 1566, y de otra obra, Los seis libros de la República, donde expone su concepción del Estado, de 1576. Para Bodin la Historia perfecta es la Historia propiamente dicha frente a la Historia natural y la Historia sagrada.
Por lo que se refiere al método histórico que nos permite elaborar esta Historia perfecta a la que aspira Bodin, existe en la necesidad de utilizar en las explicaciones históricas solamente causas naturales sujetas a verificación, así como el mayor número posible de documentos válidos. La meta del historiador debe ser alcanzar la mayor objetividad posible en sus relatos para lo cual debe mantener siempre la serenidad en sus juicios.
A esta escuela perfecta pertenece también Nicolas Vignier, Louis Le Roy y La Popelinier.
Nicolas Vignier escribió un resumen de la Historia de los Francos, 1579. Louis Le Roy, escribió una obra de título Acerca de la vicisitud o variedad de las cosas del Universo, 1575.
Le Popelinier escribió un tratado histórico en tres volúmenes, 1599. El primer volumen es la Historia de las historias, el segundo volumen La idea de la Historia cumplida (perfecta) y el tercer volumen El esbozo de la Historia de los Francos.
En la primera de las obras Le Popelinier afirma que los conocimientos históricos son siempre relativos y reflejan la cultura dentro de la cual se elaboran como consecuencia de ello. Le Popelinier rechaza las historias antiguas por la limitación de sus conocimientos y rechaza también las crónicas cristianas por adoptar una falsa perspectiva en sus narraciones, donde se mezcla lo histórico con lo teológico; y proclama su deseo de constituir una Historia perfecta, que sería una representación de la totalidad del devenir humano, una Historia global y comprensiva de todo lo acontecido.
Le Popelinier es sin duda el autor que mejor sintetiza las tres ideas básicas de todos los promotores de la denominada Historia perfecta. La primera idea es que la Historia no es una simple obra literaria, sino que debe investigar las causas.
La segunda idea es la más novedosa e importante de las tres ideas. Consiste en que el objeto de la Historia son las civilizaciones. La civilización para Le Popelinier comenzó con la escritura misma, el punto de partida de la Historia para Le Popelinier hay que buscarlo en los tiempos en que los hombres eran rudos y no civilizados, y para elaborar esta historia de la civilización Le Popelinier sostiene que hay que aprovechar todos los vestigios que conservamos del pasado, recurrir incluso a las canciones y a las danzas populares, a todo tipo de símbolos e incluso a los mnemotécnicos.
La tercera idea es que la Historia debe ser Universal en el sentido más estricto y completo. En caso contrario no será digna de este nombre para estos autores.
Para terminar tenemos que hacer referencia a un autor que se encuentra entre el Renacimiento y la Modernidad, el inglés Francis Bacon.
Se encuentra a caballo entre el s. XVI y el s. XVII. Recoge la herencia del Humanismo renacentista y abre el camino de los signos filosóficos de la Edad Moderna, en concreto del Empirismo inglés.
En la medida en que abre el camino a la Filosofía del s. XVII, Francis Bacon va a centrar su filosofía en caracteres de símbolo gnoseológico y va a dar una gran importancia a las cuestiones metodológicas, como lo manifiesta en su obra filosófica más importante: Novum Organuns. Bacon considera que el organun aristotélico no es apropiado y crea uno nuevo. Es un tratado del método, que es la primera parte de una obra suya: La Gran Restauración (Instauratio Magna).
Francis Bacon inicia una serie de estudios filosóficos sobre el método científico; que continuará en el s. XVII con otros autores como Spinoza, Hume, etc. Recoge también la herencia del humanismo renacentista. Así pues, Bacon divide el mapa de los conocimientos humanos en tres grandes reinos: Poesía, Historia y Filosofía. Cada uno de estos tres grandes reinos está presidido por una de las tres facultades cognitivas que tiene el hombre.
En la medida en que el conocimiento histórico está presidido por la memoria, la labor esencial de la Historia consistirá en recordar y registrar el pasado en sus hechos verdaderos, tal y como realmente sucedieron.
La misión de la Historia para Bacon es recordar el pasado y en ningún caso predecir el futuro. La Historia se debe centrar en los hechos mismos y dejar de lado el plan divino que los rige.
Descartes pudo haber presentado en su filosofía una posición con respecto a la política. Escribió en francés y no en latín (obras principales) debido a que necesitaba tomar partido por la divulgación del conocimiento.
David Hume es un filósofo perteneciente a la filosofía moderna y más concretamente a la corriente filosófica conocida como empirismo.
Se considera a Giambattista Vico como el fundador de la Filosofía de la Historia, puesto que, establece los fundamentos de esta disciplina en sus Principios de una Ciencia Nueva en torno a la Naturaleza Común de las Naciones.
Podríamos decir que el término de Filosofía de la Historia viene de Voltaire, mientras que Vico es el que sienta sus bases ya en 1725, cuando aparece la primera edición de su obra. En ella adelanta ideas de Herder, Hegel, Spengler o Dilthey, y aparece una década antes que los grandes escritos de Voltaire y Montesquieu. Sin embargo, Vico no fue muy apreciado por sus contemporáneos, hasta que Jules Michelet rescató sus escritos. Y es que, según el historiador francés, Vico es el fundador de la Filosofía de la Historia ante la indiferencia de sus contemporáneos. Quizá eso se deba al carácter atípico antilustrado de Vico, ya que no tiene una visión simplista del progreso, así como intenta conciliar dogmas eclesiásticos con esta nueva ciencia, lo que lleva a Ferrater Mora a considerarlo más cercano al renacimiento, a lo que ayuda su cercanía a los métodos de Bacon y Galileo.
El primer objetivo de su pensamiento es el de elaborar un nuevo método científico para el estudio de la Historia. Este método se va a basar en primer lugar por un claro anticartesianismo, ya que Vico va a seguir los pasos de Bacon y Galileo, siguiendo su método experimental. En este, el investigador ya no es un sujeto pasivo, y pasa a ser un elemento que provoque a la Naturaleza, para que ofrezca respuestas. Con ello, va a aplicar el método inductivo a la Historia. Con esto, crítica a Descartes, cuyo método solo nos puede dar respuestas verosímiles, pero no absolutas como las puede dar la ciencia. Y es que, para Vico, el criterio fundamental para hallar verdad absoluta es que eso haya sido hecho por el hombre, con lo cual solo obtenemos verdad en cosas que el hombre hace, y la Historia es una de ellas, la res gestae. Esto luego será matizado por algunos autores como Kant, que dirá que podemos conocer la Naturaleza, por cuanto ponemos cosas en ella.
Para este método para conocer la Historia, Vico realiza un paralelismo con las matemáticas, si estas acuden a la geometría como base de conocimiento, la Historia debe recurrir a la Filología, para mediante la etimología conocer la evolución del lenguaje. Esto le lleva a hablar a Vico a hablar de la poética y de la fábula. Vico entiende al mito y a la fábula como forma de conocimiento, no por su contenido, que es imposible aunque creíble, sino por su enseñanza moral que encierra. Y es que la sabiduría para Vico es un saber de carácter ético, no debe explicar cómo son las cosas, sino guiar la voluntad de los hombres. Y para ello acude a los símbolos, que son la presencia activa de un poder que produce una serie de efectos que han de ser interpretados.
El segundo aspecto del que se preocupa Vico, es la delimitación del objeto de estudio de esta ciencia nueva. Vico entiende la Historia como la génesis y el desarrollo de las sociedades humanas y de sus instituciones. En esta génesis es fundamental el sentido común, sentimiento de pertenencia a una comunidad. Vico pretende elaborar una teología civil razonada, que busca el principio ordenador del mundo civil de los hombres. Vico asimila el concepto de providencia, y expone que el hombre tiene la capacidad de anticiparse al futuro, como demuestra la jurisprodudencia.
Vico da mucha importancia el sentido común, a la lengua mental común, que es la que da contenido a la naturaleza de las naciones, proviene de una lengua común, cuyo diccionario debe elaborar el historiador. Por tanto, al admitir esa naturaleza común de todas las naciones, rechaza el contractualismo, tanto el de Hobbes como el de Rousseau.
Por último, el tercer gran tema de Vico es su concepción del progreso humano. Está basada en el concepto de curso y recurso. Progresos, y regresos, que no son vueltas a atrás, pues que cada paso siempre se realiza en un plano superior al anterior. Por ello Vico elabora un concepto de progreso espiral, siempre enriqueciendo la Historia de la humanidad a cada paso.
Según Cassier, Voltaire es el que elabora toda la teoría que se seguirá en el Siglo de las Luces, y es que su obra de 1769 Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones, va a ser calificada como una Historia Filosófica del mundo ya en su época.
El pensamiento ilustrado de Voltaire se va a caracterizar por dos principios: El de romper con el Mito, que supone una divinización de las acciones humanas y el de romper con la Historia sagrada de los judíos, continuada por los cristianos que introduce el concepto de providencia en las acciones humanas.
Los textos fundamentales de la Historia Sagrada son la Biblia y la Ciudad de Dios de San Agustín, que ofrecen la visión judeocristiana de la Historia Sagrada. La ruptura con esto la encontramos en la Ilustración, y en especial en Voltaire.
Su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones es la primera obra de Filosofía de la Historia aparecida en Francia que se opone a la visión providencialista de la Historia de los cristianos, yendo en contra de Bossuet y su Discurso sobre la Historia Universal. Bossuet es el último bastión de la Teología de la Historia, que nace con San Agustín y que se desarrolla a lo largo de la Edad Media.
Voltaire configura la primera versión de su Ensayo como una reacción polémica frente al discurso de Bossuet, con la pretensión de no limitar su historia al mundo Mediterráneo como lo hacía Bossuet, ni aceptar la providencia como causa primera de todas las cosas.
De este modo, Voltaire rompe con la concepción de Bossuet, basada en el judeocristianismo, una historia cuyo tema fundamental es narrar la marcha del pueblo de Dios y de la Historia de la Iglesia. Voltaire abre por tanto el juicio crítico del historiador a la historia entera de la humanidad.
La característica fundamental de la obra de Voltaire es la secularización, que va a romper con la visión providencialista de la Historia humana. En virtud de su razón crítica, los ilustrados deben distinguir la verdad de la opinión, el derecho de la autoridad, el deber del interés y la virtud de la gloria. Esta tarea de crítica racional, es la que hay que aplicar al estudio de los relatos en que se narra el origen de los distintos pueblos, ya que todos esos relatos tienden a la fabulación. Tienden a una sucesión de operaciones divinas, como es la Historia sagrada del judeocristianismo.
Por el contrario, Voltaire propone la Historia profana, que considera al hombre como el verdadero sujeto de la Historia, y no la providencia divina.
Para los Ilustrados, el auténtico terreno de la Historia es este, el de la Historia profana, que para Voltaire distingue la verdadera Historia de la fábula. Para marcar este nuevo paradigma es necesario por tanto, que la Historia deje de ser una mera narración de hechos para pasar a ser una ciencia de conocimiento. La narración tendrá valor, al mantener los hechos mediante la escritura, pero la Historia tiene que explicar el trasfondo de esos hechos, encontrar la ley general que los rige y explorar por qué sucedieron. Inaugura así Voltaire, la Historia Crítica.
Esa Historia Crítica que tiene como misión desterrar el mito y la superstición, y quitar el velo de la ignorancia del género humano, para que la humanidad aprenda a pensar. Voltaire va a crear su Historia Universal con un interés marcadamente filosófico. Para Voltaire, la tarea del Filósofo de la Historia es leer la Historia en clave filosófica para oponer las luces de la razón a los fanatismos. De este manera, el filósofo se convierte en un escéptico y crítica la autoridad que pronuncia verdades establecidas por la religión.
La propuesta científica de Voltaire se traduce en una explicación histórica por medio de principios razonables. La Historia tiene una función cultural de primer orden, desterrar el fanatismo y sobre la teocracia, la concepción de la religión como poder, la cual desprecia Voltaire. De hecho desprecia ciertos momentos de la Historia porque los hombres inteligentes no deben poner atención en los periodos oscuros de la humanidad, puesto que la finalidad es crear verdades indestructibles y no satisfacer la curiosidad inútil, pues hay que estudiar los triunfos de la razón y la imaginación.
Al escribir su Ensayo, Voltaire no pretende dar a conocer todos los acontecimientos del pasado, sino dar a conocer las verdades útiles que se desprenden de esos acontecimientos, conocer el espíritu, la moral y las costumbres de los principales pueblos que han habitado la tierra. Por ello, Voltaire considera que el objetivo de la Historia es retratar para la posteridad las acciones no solo de un hombre, sino de civilizaciones, de naciones. Por ello rechaza el culto a los héroes, al individuo. Narrar la Historia del espíritu humano sin entrar en las anécdotas. Narrar los pasos del hombre desde la barbarie hasta la gentileza del tiempo actual, haciendo patente el espíritu de las épocas y de las naciones. Por tanto no solo debemos estudiar acontecimientos políticos, sino religión, arte, ciencias, etc. Es por tanto, el estudio de las etapas del hombre.
Como último aspecto, toda la teoría de Voltaire se basa sobre la idea del progreso de la humanidad, desde la barbarie a la cultura, adelantándose a Turgot y Condorcet. Sin embargo, Voltaire tiene una visión menos optimista, ya que duda de la perfectibilidad del hombre y expresa que el progreso histórico no afecta a la naturaleza humana, que es inmutable.
El barón de Montesquieu (1689-1755) fue otro de los más importantes filósofos de la Ilustración. Su pensamiento hay que enmarcarlo en el espíritu que hará posible la Revolución francesa, siendo su obra más importante El espíritu de las leyes.
En esta obra, el autor presenta una concepción de la Historia marcada por un riguroso determinismo en la sucesión de los hechos históricos. Todo el acontecer de la Historia humana es una cadena de causa-efecto. Si conocemos los hechos, conoceremos las causas de las que se derivan.
El interés de Montesquieu es reducir el aparente caos que reina en las leyes y costumbres de los países. De este modo, pretende descubrir la ley que se oculta tras las anomalías que parecen destruirla, por tanto pretende descubrir las leyes que mueven la Historia.
Para él, el clima es una ley muy influyente. La diversidad climática genera diferentes usos y costumbres. Pretende por tanto descubrir las causas generales que gobiernan la vida de una sociedad y sus revoluciones. Determina las características de una determinada sociedad.
Si profundizamos en el estudio de los acontecimientos históricos, no podemos comprender la Historia como un cúmulo de casualidades, sino que hay unas ciertas leyes que rigen el comportamiento de las naciones, y de ello debe ocuparse el historiador.
La causa, o ley, general física más importante es el clima ante todo. Las causas morales que son tan irresistibles como las anteriores, limitan el efecto de las causas físicas. Por tanto, un ejemplo es que una sola batalla no puede determinar el fin de una nación, sino que tiene que haber un cúmulo de causas que lo determinen.
Turgot, (1727-1781), fue otro filósofo francés. Más conocido por su pensamiento y sus obras económicas, en la línea de los fisiócratas, también se ocupa de la Historia en su época de estudiante de la Sorbona, de donde rescatamos dos discursos sobre el sentido de la Historia.
Concibe la Historia Universal como el progreso constante del ser humano hacia una mayor perfección. Según Turgot, este progreso es a veces lento y otras veces más rápido, y se lleva a cabo a través de periodos alternativos de crisis y de calma. Incluso en las épocas de mayor barbarie, el espíritu humano progresa constantemente.
Para desarrollar su teoría, Turgot se basa en los planteamientos de Voltaire y de Montesquieu. Basándose en este último, el progreso histórico está guiado por causas generales, que como decía Montesquieu son de dos tipos, físicas y morales. Sin embargo, Turgot establece la diferencia entre las causas físicas y las causas morales. En concreto, estas últimas tienen preeminencia sobre las físicas, de manera que las físicas inciden condicionando las morales, por tanto su acción no es directa.
Su aportación más importante, no obstante, se basa en dos principios:
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