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Heno



El heno es hierba, de gramíneas o de leguminosas, cortada, seca y utilizada como alimento para los animales. A veces se le llama simplemente hierba seca. Las flores de pasto también suelen ser parte de la mezcla. Las plantas que se utilizan comúnmente para el heno incluyen el ballico italiano (Lolium multiflorum) y el ballico (L. perenne), con mezclas de otras hierbas y tréboles (rojo, blanco y subterráneo). La avena, la cebada y el trigo también suelen formar parte del heno. En muchos países, la alfalfa constituye un heno de calidad superior, para el ganado bovino y los caballos.

En climas secos y calurosos, el heno está formado de hierbas muy secas que tienen muy poco valor nutricional, pero es lo mejor que pueden hacer los granjeros de esas zonas.

Es el material de las hojas el que determina la calidad del heno. Los granjeros intentan juzgar el punto en el que la hoja de un prado alcanza su máximo antes de cortar el forraje. El material segado se deja secando de manera que la mayor parte de la humedad se pierda pero el material siga lo bastante robusto para que la maquinaria lo pueda recoger del suelo y procesarlo para almacenarlo en fardos, pilas o en hoyos.

El heno se utiliza normalmente para alimentar a animales domésticos como las ovejas, cabras, vacas y caballos cuando o donde no hay suficiente hierba fresca, o cuando la hierba fresca es demasiado rica para una digestión fácil del animal. Los cerdos pueden ser alimentados con heno, pero no digieren la fibra de las plantas muy eficientemente.

Hasta finales del siglo XIX no se hacían crecer hierba y trébol juntos porque los cultivos se rotaban. Sin embargo, en la estación de crecimiento, normalmente la primavera, las granjas producían mucho más forraje del que los animales podían consumir. Justo cuando el pasto alcanzaba su máximo, inmediatamente antes de que la hierba floreciera si se atinaba bien, se cortaba el pasto. Gran parte se seguía segando con guadañas por cuadrillas de hombres. Más tarde, esto se hacía con segadoras tiradas a caballo y, a partir de los años 30, tiradas por tractores. En los años 30, una buena gestión de los pastos demostró que los pastos más productivos eran el ballico y el trébol, por lo que se tomaban compromisos cuando era la hora de segar. Más tarde, algunos granjeros hacían cultivos especiales, como la alfalfa, para conseguir heno de alta calidad o de propósitos especiales.

Durante el periodo de secado, de varios días, el proceso se podía acelerar, y los efectos de la lluvia importaban, dándole la vuelta a la hierba. Al principio esto se hacía a mano con una horca o un rastrillo, y más tarde con rastrillos tirados por tractores. El secado se puede acelerar más con el uso de una henificadora, una máquina que ahueca y extiende la hierba cortada. Este proceso se llama henificación.

Posteriormente, el heno seco se apilaba arrastrándolo a mano o con máquinas, de manera que formara una pila lineal. Mientras se iba apilando, el heno era recogido por otra cuadrilla. Al principio esto se hacía recogiéndolo con una horca en un carro o en un camión, y más tarde con rastrillos de heno enganchados a un automóvil, camión o tractor. Como alternativa, el heno suelto se podía colocar en fajos o haces para su secado antes de recogerlo.

El heno suelto se trasladaba a una zona designada para el apilamiento —normalmente una zona algo elevada para drenar el agua— donde se formaba una pila de heno o almiar. La pila se hacía a prueba de agua (una tarea de considerable habilidad) y el heno se comprimía bajo su propio peso y se curaba por la liberación de calor de la humedad residual del heno y de las fuerzas de compresión. La pila se rodeaba de una valla para separarla del resto del campo. Cuando hacía falta, el almiar se abría con un cuchillo y cada día parte de él se utilizaba para alimentar a los animales. Dependiendo de la zona, el almiar podía estar apoyado sobre una estructura interna o bajo un tejado móvil que se podía bajar mientras se retiraba heno.

En algunas granjas, el heno suelto se almacenaba en un cobertizo o un galpón, normalmente de manera que se comprimiese y curase. El heno se podía almacenar en la segunda planta del cobertizo, sobre los animales, o en un cobertizo diseñado especialmente con poca estructura interna para ofrecer más espacio para el heno.

Las pilas de heno producen calor interno debido a la fermentación bacteriana. Si se apila heno con hierba húmeda, el calor producido puede ser suficiente para que se prenda fuego en el almiar. Los granjeros tienen que tener cuidado con los niveles de humedad para evitar esta "combustión espontánea", porque el fuego en un almiar puede ser muy peligroso.

Los almiares son una construcción rústica, característica de lugares como el Sistema Central en España o zonas agrícolas de Rumania. Se compone de un poste central de madera sobre el que se acumula el heno cortado en pilas.

Alrededor del almiar se levanta un pequeño murete para evitar que el ganado pudiera acercarse y comerse el heno. En la actualidad, con el uso de la maquinaria, este modo de almacenamiento ha sido sustituido por las «pacas» de paja. Preparar heno requiere una dedicación y buena preparación del mismo para contar con las condiciones óptimas para el consumo del mismo. Debemos tener un lugar adecuado para su almacenamiento y distribución.

Las enfardadoras móviles, máquinas que recogen y enfardan el heno en un mismo proceso, se desarrollaron alrededor de 1940. Las primeras enfardadoras producían fardos rectangulares lo bastante pequeños para que un hombre pudiera llevarlos sobre su cabeza, colocándolos en el suelo. El tamaño y la forma permitía que una persona pudiera recoger estos fardos, apilarlos en un vehículo para su transporte hacia la zona de almacenamiento y luego construir un almiar. Como la lluvia arrastra los nutrientes del heno, este se solía almacenar en un cobertizo o se protegía con una lona impermeable.

Tras algunos intentos de mecanizar el transporte de fardos pequeños desde el campo al almiar, los granjeros pasaron a utilizar enfardadoras que producían fardos mucho más grandes, maximizando la cantidad de heno que queda protegida de los elementos. Los fardos rectangulares grandes son fáciles de apilar, pero los fardos redondos pueden hacerse más densos y hoy en día son más comunes en los países occidentales. La razón entre el volumen y el área de la superficie posibilita que muchos granjeros de zonas secas puedan dejar los fardos a la intemperie hasta que terminen de ser consumidos. Los granjeros de zonas húmedas han desarrollado bolsas de plástico para envolver los fardos que se dejan fuera.

Estos grandes fardos redondos de heno suponen un peligro para los granjeros: de 1992 a 1998, 74 trabajadores de granja murieron en incidentes con fardos redondos de heno.[1]​ Hace falta extremar la precaución cuando se trabaja regularmente con grandes fardos redondos de heno.

La cosecha de una cantidad máxima de heno de gran calidad depende completamente de la ocurrencia simultánea de condiciones óptimas del cultivo, el campo y el clima. Cuando esto ocurre, puede haber un periodo de actividad intensa en la granja de heno en el que la cosecha prosigue hasta que las condiciones climáticas dejan de ser favorables. El periodo de "vacaciones de verano", en el que las escuelas públicas cerraban, era tradición que los niños ayudaran en la cosecha familiar del heno. Esta tradición perdura hoy, aunque hoy en día pocos niños en edad escolar viven en una granja en los países desarrollados.



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