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Héctor Herrera Cajas



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Héctor Enrique Herrera Cajas (Pelequén, Chile, 13 de septiembre de 1930Viña del Mar, 6 de octubre de 1997) fue un historiador chileno cuya especialidad radicaba en la Bizantinística. Entre las lenguas que llegó a dominar en vida se cuentan el inglés, el francés y el italiano.

Discípulo del historiador griego Fotios Malleros,[3]​ es considerado por los expertos como el primer bizantinista latinoamericano. Sus trabajos en Historia de Bizancio específicamente cubren dos áreas: Historia de las Relaciones Internacionales e Historia del arte bizantino.[3]​ En la Universidad de Chile, su alma mater,[4]​ dictó cursos regulares y fue cofundador del Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos,[5]​ única institución de su tipo en Latinoamérica.[6]​ Posteriormente, desde 1954 fue profesor tanto de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso como de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En la primera casa de estudios fue cofundador y director de su Instituto de Historia.[7][8]

Entre los múltiples trabajos publicados por Herrera Cajas, dentro de sus más importantes destacan «La Germania de Tácito. El problema del significado del escudo» (1957) y «Res privata-Res publica-Imperium» (1977).[9]​ El primer artículo citado es considerado por los expertos como un estudio pionero de la historia de las mentalidades dentro de la historiografía en Chile.[9]​ Allí, examina minuciosamente la obra de Tácito con el motivo de analizar qué simbolizaba para los germanos primitivos el escudo para así proyectar sus costumbres hacia el mundo medieval.[9]​ En palabras de su discípulo José Marín, «él hace hablar a la fuente de una manera realmente notable, por cuanto el propio Tácito poco dice del tema en cuestión».[9]​ Mientras tanto, el segundo artículo mencionado examina de manera conceptual la trayectoria de las instituciones romanas desde su fundación el año 753 a.C. hasta la caída de su parte occidental.[9]​ En el desarrollo de la obra, aborda las particularidades del mundo privado y su relación con las instituciones públicas que, a fines del Imperio, perecerían para volver a re-privatizarse socialmente.[9]​ Esta re-privatización, exponía Herrera, ocurría debido a la influencia que entonces ejercían los pueblos germanos con sus instituciones privadas y descarta de plano las teorías de la ruptura o la continuidad entre un mundo y otro.[10]

Desde 1958, Herrera Cajas profundizó en tópicos del Imperio Bizantino como los fundamentos de su ideología, sus relaciones con la Iglesia, el arte como uno de sus elementos centrales, sus símbolos del poder imperial, el ceremonial palatino o las dinámicas de sus relaciones internacionales principalmente con el Reino Franco y el Califato abasí.[10]​ Entre sus obras más destacables se encuentran «Simbología del poder imperial en Bizancio: los pendientes de las coronas» (1993–1996) o «Las estepas Euroasiáticas: un peculiar espacio histórico» (1982), obra que tiene como hija putativa a «Los pueblos de las estepas y la formación del arte bizantino: de la tienda a la iglesia cristiana» (1990).[10]

Fue rector de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE)[11]​ hacia el período 1986–1989.[12][1]​ Allí fundó el Centro de Estudios Clásicos (1986). Días luego de su muerte, la Universidad Finis Terrae inauguró la celebración de las Jornadas de Historia Héctor Herrera Cajas.[1]​ En 1989 fue aceptado como miembro pleno de la Academia Chilena de la Historia.[9]​ Desde noviembre de 1997, una de las salas principales del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso lleva su nombre.[1]

Dentro de sus más notables influenciados se encuentra el Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, quien en 2006, año en que obtuvo el galardón, luego de afirmar que Mario Góngora fue influyente en él «por su calidad académica»[13]​ sostuvo que se quedaba con Herrera Cajas «por su calidad humana y la calidad en su forma de hacer las clases».[13]​ Esta apreciación no estuvo exenta del antagónico pensamiento político entre ambos,[13]​ pues Salazar militaba en el MIR[a]​, movimiento de ultraizquierda, mientras que Herrera Cajas era acérrimo opositor a los movimientos rebeldes de la década de 1960.[14]​ Asimismo, una vez acaecida la dictadura militar (1973–1990), durante su transcurso fue afín a la línea doctrinaria del Ministerio de Educación de Chile.[15]

Nacido en Pelequén, pueblo ubicado al sur de la capital Santiago,[16]​ realizó sus primeros estudios en la escuela Hermanos Maristas de San Fernando, Región del Libertador General Bernardo O'Higgins.[16]​ Allí, destacó como estudiante sobresaliente con habilidades de dibujo según su informe de calificaciones.[16]​ Siendo muy joven, su vocación docente ya se manifestó, por lo que durante sus últimos años en la escuela se desempeñó como profesor de matemáticas en un liceo nocturno.[16]

Se mudó a Santiago una vez que terminó su educación secundaria y en 1948 se unió a la Universidad de Chile,[16]​ donde en 1953 se graudó como Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales. Además de dictar cursos regulares y obligatorios, dedicó interés, tiempo y entusiasmo al estudio de idiomas, específicamente el latín, el griego, el alemán e incluso el sánscrito,[16]​ llegando a ser un hablante fluido de inglés, francés e italiano. También estuvo interesado en el chino, el árabe y el ruso, pero no llegó a dominarlos.[16]

Sus estudios de filología fueron decisivos en su formación intelectual. En torno a sus clases, Marín, estrecho amigo además de su discípulo,[17]​ esgrimió que la etimología de las palabras solía ser clave en su narración de la historia.[16]​ Durante su período de pregrado, Herrera fue notablemente influenciado por maestros como Eugenio Pereira, Mario Góngora, el político y académico Juan Gómez Millas o el historiador greco-chileno Fotios Malleros.[16]

En 1953, a los 23 años de edad, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) lo contrató con el objetivo de organizar su entonces naciente Instituto de Historia.[18][19]​ Al ser contratado por la PUCV, aparte de su labor docente, se esforzó por conformar una completa Biblioteca Central. Su principal objetivo era formar una biblioteca especializada de Historia, para lo cual recurrió a académicos de dicha disciplina para que se interesaran y ayudaran en la adquisición de libros, así como conseguir algunas remesas desde Santiago. Por esta vía se formó una importante biblioteca cuando la Universidad carecía de medios para hacer grandes adquisiciones.[20]

Entre 1957 y 1958, cursó estudios en Alemania, donde visitó varias universidades.[8][21]​ En 1960, se convirtió en Decano de la Facultad de Filosofía y Educación de la PUCV. Por defecto, también se transformó en el Rector del Colegio Rubén Castro debido a la dependencia que esa institución tenía en torno a la Facultad ya mencionada.[18]

En 1964, se casó con Ivonne Lavanchy, quien fue miembro de la Comisión Fulbright. Tal organismo radicado en Washington DC sería la entidad que permitiría a Herrera dedicarse en 1968 a la investigación de asuntos bizantinos durante siete meses en Dumbarton Oaks, centro de estudios sobre bizantinísca más importante del mundo.[8]​ Un año antes, acompañado de su familia, viajó a Francia gracias a una beca obtenida luego de exitosas gestiones con el Agregado Cultural de la Embajada de Francia en Chile: M. Pommier.[22]​ En dicho país obtuvo su doctorado por la Universidad de Burdeos a fines de los 60[8]​ tras ser aprobada su tesis «Las Relaciones Internacionales del Imperio Bizantino durante la época de las grandes invasiones».

Según el propio Herrera, dentro de los «factores favorables» que le permitieron presentar su proyecto de tesis a esa universidad se encuentran, por ejemplo, la «amistad fraternal» con el profesor Rómulo Santana,[23]​ quien lo animó a emprender tal tarea para luego ayudarlo a «resolver las dificultades que pudiesen surgir, prodigándonos con sus consejos entusiastas».[23]​ Su vinculación con la Universidad de Burdeos le permitió conseguir la «invitación del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) para visitar Alemania» y así entrevistarse con profesores como Franz Altheim o Rubin, cuyos consejos califica de valiosos.[23]​ Cabe destacar que alrededor de esa estancia también pudo conversar con los profesores Lemerle y Guillemain, siendo este último el director de su tesis.[23]​ De igual modo, la obtención de la beca Fulbright le permitió enriquecer las bases de su investigación, la cual vio complementada su bibliografía que ya contaba con el repertorio de las bibliotecas de la PUCV, la PUC y su alma máter, razón por la que da especial agradecimiento a sus respectivos rectores[22]​ (entre ellos Eugenio González Rojas,[22]​ fundador del Partido Socialista de Chile y socio del futuro Presidente Salvador Allende).

Durante su estancia en Francia, Herrera fue testigo del Mayo del 68 y, de acuerdo a Marín, «su epistolario muestra su tenaz oposición a la llamada "Reforma", proceso que simultáneamente se llevó a cabo en Chile».[8][21]​ Aquello fue promovido por el gobierno democristiano del Presidente Eduardo Frei Montalva (DC), cuyo partido estuvo involucrado en las elecciones de rector de la PUCV de 1968. Esta elección tuvo como candidatos a Alberto Vial, cercano a Arquitectura, y a Raúl Allard Newmann, futuro ganador y militante DC. A pesar de su oposición a la reforma, según Alejandro Guzmán Brito, Herrera apoyó a Vial a través de su colaboración con uno de los promotores del tal campaña, Oscar Godoy, con quien se reunió en Arica.[24]

A mediados de 1973, él lanzó en la PUCV la Semana de Estudios Romanos, la cual actualmente se celebra cada dos años, y se ha convertido en uno de los intercambios académicos más prestigiosos de América Latina en relación a la historia de la Antigua Roma.[25]​ En esa instancia, Herrera ha presentado sus obras en cada una de sus temporadas entre 1973 y 1997.

La primera Semana de Estudios Romanos se realizó a instancias suyas el día 25 de junio de 1973.[20]​ Esta, naturalmente, transcurrió bajo el clima de polarización política ocurrido durante el gobierno socialista del Presidente Allende.[20]​ Su presentación contó con el apoyo de Rectoría y con el patrocinio de la Embajada italiana, cuyo embajador, Norberto Behmann, visitó las instalaciones de la Casa Italia en la Avenida Alvares, Viña del Mar.[26]​ Posteriormente, el Golpe de Estado del 11 de septiembre incidió directamente en la llegada de Herrera Cajas a la posición de Vicerrector Académico, pues Allard Newmann fue destituido como Rector de la Universidad por la Junta Militar. De igual modo, tal cúpula liderada por el Gral. Augusto Pinochet designó al Contraalmirante en retiro Alberto de la Maza, quien a su vez nombró a Herrera Cajas como Vicerrector Académico y como Secretario General a Enrique Aimone, profesor de la Escuela de Derecho.[27]

En 1976, la Federación de Estudiantes de la PUCV lo eligió como «mejor maestro».

En 1986, el Comité Administrativo del XVII Congreso Internacional Bizantino, celebrado en Dumbarton Oaks, aceptó su presentación sobre «Los pueblos de la estepa y la formación de arte bizantino: de la tienda a la Iglesia Cristiana». Sin embargo, no pudo asistir a leerla.

En 1986, fue designado por las autoridades como Rector de la UMCE por un periodo de tres años de acuerdo al DFL N° 754 del 22 de agosto de ese año.[28]

De acuerdo a una nota correspondiente a la edición N°159 de la Revista Análisis (opositora a Pinochet), su mandato debió enfrentar la presunta polémica de incurrir en prácticas discriminatorias hacia el ingreso y permanencia de alumnos.[29]​ De acuerdo a los testimonios, sus restricciones indirectas se basaron en medidas como la exigencia de una matrícula anual de $15.000.[29]​ Este monto hacía prácticamente inaccesible la entrada de una buena cantidad de estudiantes a la institución. Asimismo, fue criticado por aplicar una prueba adicional de Castellano cuyo resultado se ponderaba de manera extra a la rendida en la Prueba de Aptitud Académica.[29]​ Igualmente, es acusado de haber sido promotor de un test de valoración moral y psíquica cuya evaluación se cercioraba de «revisar los antecedentes políticos de los estudiantes» de acuerdo a Alejandro Millán, entonces presidente del Centro de Estudiantes de Artes Plásticas de esa casa de estudios.[29]​ Esas razones explican que actuales académicos de esa universidad, como Luis Rubilar Solís, lo describan como un «represor por excelencia».[30]

En materia presupuestaria, otra cuestionada medida suya fue el cierre de la Escuela de Filosofía, unidad académica que dejó de percibir estudiantes desde el año en que la UMCE vio el estreno de Herrera como máxima autoridad.[29]​ A lo anterior, se suman confusos casos de exoneraciones que involucraban hablar en actos públicos.[29]​ Esta situación habría afectado directamente no solo a dirigentes estudiantiles sino también a académicos y a funcionarios.[29]​ A juicio de sus detractores, las razones financieras esgrimidas por su rectorado no resultan convincentes teniendo en cuenta que heredó el superávit presupuestario de 1985, es decir, $700 millones que incluso alcanzaron para construir dos casinos nuevos.[29]

El 25 de abril de 1989, Herrera Cajas presentó su renuncia al cargo conforme a lo dispuesto por el DFL N° 341.[31]

Posterior a su renuncia como rector de la UMCE, el mismo año 1989 fue aceptado como miembro permanente de la Academia Chilena de la Historia.

En 1992, el Gobierno de Grecia lo condecoró con la Orden del Fénix en agradecimiento a la difusión que ha hecho de los valores de la cultura helénica en Chile. En 1995, ahora oficialmente invitado por el Gobierno de Grecia, tuvo la oportunidad de admirar personalmente los monumentos bizantinos más importantes. Durante ese viaje también conoció a Nicolas Oikonomides, entonces Director del Centro de Estudios Bizantinos en Atenas y quien, más tarde, lo encomiaría a través un homenaje póstumo en el libro Dimensiones de la Cultura Bizantina (1998).

El 6 de octubre de 1997, Herrera finalmente murió a causa de un ataque al corazón en la ciudad de Viña del Mar. A partir de ello, el historiador romanista italiano, Umberto Laffi, envió una carta de condolencias dirigida al entonces Rector PUCV, Bernardo Donoso. Allí, declaró lo siguiente:

Desde noviembre de 1997, una de las aulas principales del Instituto de Historia lleva su nombre. El reconocimiento a su figura se mantiene vigente y aún consiste en una placa conmemorativa de bronce. Inicialmente, también estuvo simbolizado por un cuadro suyo al costado lateral de la pared izquierda de esa sala.

La Teoría de la Historia de Herrera Cajas está hegemonizada por una filosofía ligada a la trascendencia religiosa–espiritual, [32]​ cuyo énfasis se explica por utilizar dicho marco teórico para estudiar globalmente la realidad de la cultura humana (tanto abstracta como material), la cual, además, debe incluir una mirada interdisciplinaria que dé una «sensatez»[33]​ a la narración histórica a partir de «distintos senderos» que formen «un mismo sentido»,[34]​ es decir, desde diferentes acepciones de la moral (prácticas de una cultura) coherentes con una ética cristiana universal (fundamento filosófico de esas prácticas). Las razones circunstanciales que motivan al autor a decantarse por aquella óptica se encuentran en sus inquietudes intelectuales inspiradas por la fe de los presbíteros (o «padres») de la Iglesia Católica y enriquecida por su contacto con la obra de autores religiosos como Henri Marrou, Eric Dardel o el teólogo Jean Daniélou,[35]​ todos ellos intelectuales franceses.

Según Paola Corti, estudiosa y adepta al pensamiento de Herrera Cajas,[36]​ una de las mayores prioridades de él como historiador radicaría en la búsqueda por el «(...) misterio de la unidad de la historia, el misterio del origen y el fin de ella, y por último, los Misterios del Señor mismo de la Historia; el misterio de Dios (...)».[37]​ Para justificar aquellos juicios respecto de la obra del autor, Corti utiliza como metodología el hacer dialogar a una conferencia de Herrera Cajas y dos artículos del mismo historiador en los que su idea principal consiste en que para «la definitiva conquista de la historia»[38]​ se debe incluso superar «la más compleja investigación formal»[39]​ con tal de buscar introducirse en el espíritu del tiempo que imbuye al sujeto histórico, ejercicio que Herrera interpreta desde la trascendencia en tanto a la posibilidad de «abrirse al infinito» y «abrirse al misterio de la eternidad».[40]​ Por ello, la deontología (deber ético) en Herrera Cajas apuntaría a que la actitud del historiador debe basarse en el respeto y la humildad, ya que el sistema de valores que ambos proyectan respectivamente estriba tanto en la valoración especial de los procesos, personajes o hechos como en el conocimiento de nuestras propias limitaciones y debilidades frente a esos elementos, motivo por el que Herrera Cajas posee devoción en torno a la siguiente cita de San Alberto Magno: «somos enanos encaramados en hombros de gigantes».[41][42]​ Esa cita, que metaforiza el sentido de la humildad que debe tener el investigador, también implica que el historiador debe esforzarse en ser lo suficientemente culto y humanista[42]​ para sacar provecho de la visión panorámica a la que tiene acceso. Es por ello que Herrera Cajas se declaró crítico del materialismo histórico, método de análisis marxista al que consideraba que solo se quedaba en la forma terrenal del poder y sus dimensiones,[33]​ las que, en lugar de dar verdadera importancia a la cotidianidad en la historiografía, en realidad hacían de un sinfín de fuentes un método para priorizar una narración rutinaria diferente a lo que transmite el espíritu del anterior concepto de «cotidianidad».[43]

De sus investigaciones, destaca el artículo titulado El significado del escudo en La Germania de Tácito.[44]​ Esta obra le valió el honor de ser reimpreso en Die Araber in der Alten Welt, 3, Berlín 1966, obra dirigida por el eminente Franz Altheim, a quien Herrera Cajas conoció en Alemania, después de haber estudiado su obra en Chile, la cual, comentó en más de una ocasión, lo impresionó profundamente.[1]

Res privata Res imperium.[9]​ En este, el autor examina, conceptual y analíticamente, en una síntesis sobresaliente, el devenir de las instituciones romanas.[1]

Uno de sus puntos centrales consiste en el catastro que Bizancio hacía de la mentalidad, costumbre y cultura de otros pueblos como fundamento de su política de Estado y selección de embajadores[45]​ para ejecutar la relación con esos actores en pro de la paz, estatus que era afín al principio del Imperio como pilar del Universo.[46]

Su tesis (1972) fue el primer trabajo de este tipo publicado tanto en Chile como en América Latina. En palabras de Mario Góngora, su profesor, el «aspecto más importante del libro lo constituye (...) el tratamiento de las ideas, representaciones y sentimientos bizantinos que intervienen en las Relaciones Internacionales con la Persia Sasánida»,[47]​ motivo por el que una «línea importante dentro de la elaboración es la de la simbología política»,[48]​ es decir, cómo «las insignias del poder (...) se prestan para toda clase de transferencias activas, místicas y religiosas que colorean la noción del Imperio».[48]

En palabras de Marín, tal obra:

Su tesis fue la única obra en español que el historiador alemán Günter Weiß incluyó en su repertorio bibliográfico especializado, el cual incluye todo lo relevante que ocurrió en la bizantinística entre 1968 y 1985. Teniendo en cuenta que Weiß apenas hace un comentario o una frase sobre otras obras, respecto de Herrera sotiene lo siguiente como tesis:

Si bien no militó en partido político alguno, el profesor Herrera adhirió al ibañismo durante la década de 1950.[21]​ Asimismo, en las elecciones presidenciales de 1964 asumió funciones directivas en la campaña del candidato nacionalista Jorge Prat,[21]​ nieto de Arturo Prat y antiguo colaborador del segundo gobierno del Gral. Carlos Ibañez del Campo (1952–1958). En dicha administración tanto él como dicho dirigente simpatizaron con el ala anticomunista de una gestión nacional–popular que tuvo dos fases: a) una de corte estatista[49]​ que contó con apoyos del Partido Socialista de Chile[50][51]​ y que fue cercana al peronismo[52][53][54]​ (1953–1955), y b) otra marcada por reformas económicas proto–neoliberales ligadas a la Misión Klein-Saks[55]​ (1955–1958).

Años más tarde, Herrera Cajas fue colaborador de la política educativa diseñada por la dictadura del Gral. Augusto Pinochet (1973–1990),[15]​ cuya cúpula de poder —la Junta Militar de Gobierno— resolvió asumir decididamente las reformas de mercado que ni Ibáñez ni el Presidente centroderechista Jorge Alessandri (1958–1964) estuvieron dispuestos a aplicar. Así, la inicial línea nacionalista del marco curricular de 1974 luego estuvo contradicha por los principios económicos neoliberales consagrados por el Gobierno Militar en la Constitución de 1980. Sin embargo, durante todo el régimen no hubo mayor contradicción en el relato antimarxista, el cual estuvo consensuado entre los valores occidentales clásicos y la predominancia de los deberes cívicos sobre los derechos (entonces cercenados).[15]​ Prueba de la consonancia de Herrera Cajas con al menos dos esos tres puntos (salvo el antimarxismo), la dan dos testimonios suyos en un seminario realizado en septiembre de 1987 y titulado “El rol de la cultura en la nueva institucionalidad”. Aquella instancia vio la participación de conspicuos políticos de la vieja república (1925–1973) como Mario Arnello Romo, otrora referente político del Partido Nacional y en esa época profesor del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural o DIBAM.[15]​ Allí declaró:

De acuerdo a Isabel Jara Hinojosa, autora de la fuente que acredita las declaraciones, en su referenciado artículo "Nacionalismo y política artístico-cultural de la dictadura chilena: la secretaría de relaciones culturales", Herrera Cajas en la primera cita mostraría una "evidente aura franquista"[15]​ que, según su parecer, fue reforzada cuando luego ahonda en el concepto de tradición.[15]​ Sobre aquel concepto en el que Herrera enfatiza para dar importancia al valor del deber patrio, específicamente establece:

Herrera Cajas fue reconocido y a la vez criticado por su moral cristiana, un rasgo característico de su idea de universidad, por lo cual, durante la década de 1960, en que la tendencia iba en dirección a la secularización de la PUCV, él defendió por su parte que el deber de la Universidad era formar especialistas en todos los campos de las ciencias, pero “dotados de principios cristianos”[56]​. Para él, la gestión de los jesuitas había sido una especie de "período fundacional", ya que en su opinión:

Este apartado tiene por objetivo reunir las más variadas apreciaciones de sus pupilos, es decir, diversos historiadores que, habiéndose formado diferentes concepciones epistemológicas o político-ideológicas, reconocen la labor docente que Herrera Cajas proyectó en su trayectoria profesional.

Eduardo Cavieres, Premio Nacional de Historia en 2008, quien fue su alumno, y posteriormente su ayudante en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, reconoce que:

El historiador Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia en 2006, quien fuera su alumno y ayudante en la Universidad de Chile, destaca su calidad humana y su forma de hacer las clases aun teniendo posiciones políticas contrapuestas:

Marín, su mencionado discípulo y amigo, además de académico del Instituto de Historia de la PUCV, sostiene:

Las Semanas de Estudios Romanos se convirtieron en uno de los grandes hitos en la carrera académica de Herrera Cajas, puesto que haría de tal instancia un espacio singular en Chile y el concierto internacional. Al no existir la suficiente cantidad de investigadores que se dedicaran a esa área del conocimiento, dichas jornadas significaron un espacio de encuentro tanto para quienes buscaban difundir su conocimiento como para quienes no eran especialistas en la materia y tenían cierto interés. Esto traspasó las fronteras nacionales y atrajo a especialistas de lugares como Argentina, Brasil o Europa a través de, por ejemplo, profesores como Cesare Letta, Narciso Santos Yanguas o Umberto Laffi.[1]

Localmente, esta instancia académica ha influenciado a discípulos suyos formados en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso u otras unidades académicas de otras universidades. Entre ellos podemos contar a Marín, Raúl Buono-Core, Luis Rojas Donat o a Alejandro Bancalari.



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